sábado, 30 de octubre de 2010

Noticias de la semana:

Saludos de algunos compañeros por el fallecimiento de Néstor Kirchner:



Adiós a Néstor:



Adjunto un pequeñísimo homenaje a Néstor. Es la poesía de Miguel Hernández, que hoy, ante la noticia, me surgió obvia y espontánea un abrazo fuerte, más fuerte que nunca a todos.
Gracias.

Mariana Viñas.


Néstor, te lloro sin bajar la guardia que es lo que seguro te gusta más...



Cuando trabajaba con Quique Pesoa en Radio de la Ciudad, el día que contactaron a Néstor Kirchner (sería a mediados del 2001, más o menos) observé por los dichos de los productores que era un tipo de carácter fuerte. En tiempos de De La Rúa me empezó a parecer que expresaba una salida para nuestro atolladero. Lo empecé a seguir, a observar, a leer informaciones sobre su actividad. Recuerdo que el 20 de diciembre,mientras el país se prendía fuego llamé a las oficinas de Cristina en el Senado para buscar un contacto, para establecer un vínculo porque me parecía que por el lado de ellos pasaba la cosa, la solución. Recuerdo que hablé con un empleado cosas intrascendentes y ahí terminó mi contacto.
El tiempo pasó y Néstor asumió como presidente y no me olvido de la torpeza para con el bastón cuando se lo dio Duhalde y de la sonrisa de Cristina, como diciendo "Ay Dios, no tiene arreglo". Recuerdo su lapicera Bic para firmar decretos, sus mocasines, su traje cruzado, el accidente con el helicóptero en Salta, la cadena nacional cuando anunció la renovación de la corte suprema, la nominación de Zaffaroni y todo lo que se dijo. Recuerdo aquellos años cuando el país empezó a levantarse (ya había empezado con Duhalde), cuando empezamos a ver que se podía, cuando mi cuñado que trabaja en Fate me decía que no daban a basto para pedir trabajadores en la empresa.
Néstor Kirchner fue el responsable de que hoy estemos como estamos. Néstor Kirchner fue el argentino que se aferró al timón en quizá la tempestad más dura que hubo de soportar nuestra patria. El lo decía, decía que cuando entró al despacho presidencial sintió la soledad y la turbulencia del poder. Llegaba a un despacho presidencial de un país devastado, hecho pelota y se las ingenió para tomar las medidas necesarias que lo salvaran del incendio ¿Te parece poco?
 En la foto está desprovisto de oropel, vestido sencillamente en una habitación vacía. Es que eso fue Néstor Kirchner, un enfermo de poder, que tenía clarísimo que sólo con poder se hacen las cosas. Tengo para mí que construía poder para cubrirse de los embates que recibía, pero que lo hacía en sentido político. Néstor siempre dijo que para hacer política en países como el nuestro hay que tener primero mucha plata, porque si no te limpian de un plumazo y creo que tenía razón. La única forma de soportar las estocadas del poder de verdad es contar con un resto que te garantice un resguardo. Y creo que el poder que construyó, mal que le pese a muchos, fue utilizado con las mejores intenciones y a favor exclusivamente del país y sus sectores populares. Este es el testimonio que deja Néstor. Cuando fue presidente reorientó la proa, cambió el rumbo del país y fue gracias a eso que empezamos a mejorar. Fue el artífice, el cerebro de medidas muy riesgosas que había que tomar en su momento, decisiones que había que firmar en la más absoluta soledad.
Había que decirle que NO a Escribano sabiendo que La Nación le declaraba una guerra sin cuartel, había que bajar los cuadros de los dictadores, había que cerrarle el culo al FMI y había que iniciar el durísimo camino del desendeudamiento.
Nadie sabe lo que nos depara el futuro inmediato, seguro que por fidelidad siento obviedades tales como que mucha pero mucha gente se va a abroquelar junto a Cristina para apachucharla y apuntalarla. Sé también que la maquinaria del peronismo es implacable y que nadie sabe cómo procesará esta muerte que en principio rompe equilibrios peligrosamente. La muerte de Néstor Kirchner por sobre todas las cosas hace añicos ciertos equilibrios, ciertos contrapesos al interior del gobierno, del peronismo e impacta con una rudeza singular en todo el espectro político. El país pierde a un jugador de una importancia central en su sistema de funcionamiento y nadie sabe cómo saldrá adelante. Seguramente en pocos días estaremos pisando terrenos analíticos insospechados, porque si bien sabíamos que había un drama de salud no pensábamos que era para tanto, tan grave.
Néstor va a ser llorado por millones y estoy seguro que en su silencio, más de uno de los que ahora están con trabajo o han mejorado notablemente su situación personal, por debajo, como para que nadie lo note, sentirán que este tipo al fin y al cabo se inmoló laburando para que al país le vaya mejor. Que digan lo que digan sobre su accionar durante la dictadura. Lo concreto es que cuando tuvo poder lo usó a favor de las mejores tradiciones del pueblo argentino. Cuando al contrario de muchos otros, que desde la Rosada cagaron y mintieron, Néstor Kirchner gestionó por la memoria, por los derechos humanos, por una justicia independiente, por el trabajo de millones que habían quedado en la calle, por los campos de muchos que estaban a punto de perderlo todo, por las fábricas que volvieron a reabrirse.
Lamentablemente no tenemos mucho tiempo. La parca no espera y los buitres no saben de luto. Estamos ante el terrible desafío de llorar pero en guardia, sentir pero con las neuronas más atentas que nunca. Pueden pasar muchas cosas, pero si sabemos y somos conscientes que nosotros tenemos un rol, que tenemos acciones en esta empresa, podremos incidir de alguna manera.

Lloremos, compañeros, pero con la guardia levantada.

Seguro qué es lo que más le gustará a él. Que no nos entreguemos.

Publicado por Gerardo Fernández



La muerte de Kirschner ha causado una profunda conmoción en una gran parte del pueblo argentino y por supuesto de los sectores progresistas de América Latina.
A veces en la história de las naciones hay acontecimientos inesperados que cambian su rumbo, hoy la muerte tiende su manto sobre Kirschner y ello produce una tensión tremenda en cada uno de nosotros, preocupados por los acontecimientos del futuro y es allí donde se mide nuestra fortaleza política y social mas que nunca,por ello tenemos que poner nuestros principios al servicio de la profundización del modelo que inicióy su esposa mejoró.
Para ello, la condición imprescindible es la construcción de una masa crítica organizada que profundice este proyecto nacional que las fuerzas restauradoras y las de izquierda que apoyó la 12,5 y la ultra, se comploten para que no continúe y se profundicen.
Estemos alerta, esta muerte ha dejado un vacío, habra que llenarlo con constancia y audacia política, fortaleciendo la unidad de acción de los sectores del campo popular, para ello es necesario amalgamar a la izquiera democrática, a los sectores progresistas, al los nacionalista de izquierda, al peronismo kirschnerista y a todos aquellos que han vislumbrado en este gobierno un cambio.
Mañana hay que bregar por una impronta que transforme nuestra congoja en acción positiva que apunte a lograr una nación verdaramente libre y soberana concretándose por fin nuestra segunda independencia.
Esta son mis primeras reflecciones, ya habrá otras.

Los saludo con dolor. Hugo Ted.

La verdadera muerte es el olvido. Y Néstor Kirchner vive en nuestros corazones, ayer, hoy y siempre. Los peronistas sabemos de pérdidas inconmensurables. Y sabemos también de seguir adelante pese a todo y pese a todos. Desde el fondo de la historia, nos acompañan el ejemplo de los verdaderos patriotas y la suprema fuerza del amor. No es otro el legado de Eva Duarte y Juan Perón. Al compañero Néstor lo vamos a reencontrar en cada pibe que entienda el país argentino, con sus inmensas posibilidades y las increíbles miserabilidades de unos pocos. Y, que, como él, esté dispuesto a ponerlo todo para la felicidad de nuestro pueblo.

“Aunque el dolor me anegue
no he de estallar en llanto;
cuando la muerte llegue,
le entregaré este canto" (Buenaventura Luna)
Inmensamente”

¡La historia nos está tocando los huevos y los argentinos vamos a defender lo conquistado!

Pasado el instante del estupor, la irreparable sensación de pérdida y la pena ante la vulnerabilidad de la persona humana, nos inunda la incertidumbre por el futuro. Tenemos confianza en Cristina; sí: mostró tener tantos ovarios como cojones tenía Néstor, primer Secretario General de la UNASUR y último ex Presidente de la República Argentina, cuya muerte parece señalar cierta similitud con la suerte que le tocó al primer Secretario de la Junta de Gobierno de las Provincias del Río de la Plata, Mariano Moreno.
¿Demasiado? Ni sí ni no; pasado, presente y futuro, todos hombres de carne y hueso: la historia dirá. Hoy el pueblo está llorando, no sé si es el momento de alertas públicas. Puta que la parió a la muerte. Inoportuna y desleal (nada peronista). Llorar, sí. Pero reemplazar con organización, solidaridad y amor.
No sería sano ni constructivo ocultar que, ante este alto en el camino a que nos obligan el luto y la reflexión, muchos de los viejos peronistas revivimos aquel infausto día en que murió Juan Domingo Perón. Tenemos miedo, otra vez; que la razón nos consuele. El mismo paradójico y atroz síndrome de orfandad. Lo criticamos porque estaba lleno de gorilas el gobierno popular; pero nos invadía el desasosiego: “Se murió el viejo, ¿qué va a ser de nosotros?”
No me parece que la situación del país sea parecida, sin embargo. En aquellos ya lejanos ´70 nos disputábamos un país de democracia inmadura e instituciones atrasadas como resultado de 18 años de proscripción de las mayorías y de gobiernos ilegítimos o dictatoriales; pero con una economía en pie, que el movimiento obrero organizado y la juventud combatiente supieron defender levantando el lema generoso: “Si todos los argentinos estamos mejor, los trabajadores estaremos mejor”. Además, estábamos aislados en el tercer mundo y en una Suramérica en retroceso.
La democracia de la derrota, de la renovación peronista que separó al movimiento social -la sangre del peronismo, la fuente de la militancia- del partido justicialista, convirtiéndolo en el zoombie cipayo y maloliente que nos deparó la trágica década de los 90, viene siendo superada. Ya no es 1974 ni 1983; y mucho menos 1989.
En aquellos días el país había perdido el rumbo; hoy el derrotero está trazado. No desviarse y, para no errar, inventar, crear, atreverse a erigir en realidades los sueños, por más inalcanzables que parezcan.
Hoy pensamos en cómo constituir un país. Y no pretendemos reconstruir aquel, ya perimido, que enterraron junto con 30 mil compañeros el golpe del 76 y la década menemista. No estamos velando la Patria perdida: cultivamos una nueva Nación, igualitaria y soberana; orgullosa de sus orígenes indígenas, hispano-criollos; heredera de los valores de la tradición judeocristiana y los principios de la solidaridad y el trabajo. Queremos la Patria de siempre, la de San Martín, Artigas y Bolívar: la suramericana.
Ellos vienen por todo, para atrás; y no sólo quieren regresar al 2003: vendrán otra vez por la cabeza y los pies de todos nosotros: por los radicales irigoyenistas, por los cabecitas de 1943, por los militantes de la Resistencia Peronista, por los laburantes que hicieron el Cordobazo, por los combatientes de las organizaciones revolucionarias, por los estudiantes progresistas, por los delegados de base de las fábricas, por las organizaciones libres del pueblo.
Atentos compañeros: no estamos solos y la ocasión es propicia. Entenderlo, nos obliga a redoblar esfuerzos. Brasil nos necesita, Bolivia es apenas un faro, Chile debe abrirse al destino bioceánico, Venezuela acompaña solidaria y generosa, y hasta México mira la esperanza que todos los hombres justos del mundo depositan en el destino de la América Latina como reservorio de valores y principios y como acopio de audaces novedades políticas, sociales y económicas que el mundo necesita para recobrar el rumbo de la dignidad humana y salvar a la especie de su autodestrucción.

Si la ecuación es económica, todo nos ampara, desde la demanda mundial de nuestros alimentos hasta la crisis financiera del capitalismo del agio y la especulación. Es nuestro momento. Vamos al frente, con vigor y confianza, compañeros.
Aunque ahora, a partir de su ausencia, comprobamos la importancia que tiene un caudillo en política, ojo, la cuestión que se abre no es de nombres, de personas; no se trata de pensar el simple reemplazo de un hombre. ¿Qué estructura, qué colectivo de poder, qué pedazo de Estado, qué organización política queda en pie para dar continuidad y profundizar el camino de justicia social que tan laboriosamente viene abriéndose desde 2003? ¿Cuál es el proyecto, el programa, el ideal por el que pelear?
A la hora de la previsible ofensiva del retroceso, la mediocridad y la depravación, vamos a combatir por un gobierno ético con un proyecto épico: una Nación justa, libre y soberana en la patria grande suramericana.

Ernesto Jauretche
La Plata,
con el corazón en la mano,
perdón por eso,
a las 15 hs. del 27 de octubre de 2010

Carlos Semorile.


A la muerte de un amigo:

No te pares al lado de mi tumba y solloces.
No estoy ahí, no duermo.
Soy un millar de vientos que soplan y sostienen las alas de los pájaros.
Soy el destello del diamante sobre la nieve.
Soy el reflejo de la luz sobre el grano maduro,
Soy la semilla y la lluvia benévola de otoño.
Cuando despiertas en la quietud de la mañana,
Soy la suave brisa repentina que juega con tu pelo.
Soy las estrellas que brillan en la noche.
No te pares al lado de mi tumba y solloces.
No estoy ahí, no he muerto."

Poema Cheroqui

Compañero Néstor Kirchner se unió al Comando Celestial
Cro. Kirchner PRESENTE - AHORA Y SIEMPRE
IMEPU - Instituto por la Memoria del Puebo
Daniel Brión.

Chau Néstor, y gracias por todo:

Las muertes en silencio son en un marco de dignidad elegido, mientras que las muertes silenciadas se las tiñe con la loza del olvido del sistema.
La muerte de Néstor no es ninguna de los casos citados. Movió la estantería política, sacudió corazones y genero lágrimas que no se repetían desde el 26 de  julio de 1952 y del 1º de julio de 1974.
Prepotente, jodido y malhumorado para unos... enérgico, comprometido y vitalista para otros.No importa como lo veamos, con el tiempo será el epónimo (el nombre propio, el apellido, la manera de designar) de los primeros años del Siglo XXI en Argentina.
La primera vez que lo escuche no me llegó a convencer, aunque sus palabras tuvieran fuerza y convicción. Estaba descreído luego de Menem y Duhalde. Más de lo mismo, pensé! El teimpo me mostró lo contrario con Néstor y con Cristina. Mi fe peronista se puso fundir en este proyecto político con pulso peronista.
Tuvo logros fundamentales: El Estado pasó de encontrarse postrado en el 2001 a ser pujante al inicio de la segunda década de este siglo. El movimiento obrero organizado encontró un cause donde expresarse.
Los mandatarios suramericanos pierden un compañero de ruta, la Presidenta a su compañero, y nosotros a un líder.
Ya vendrán los cálculos, los reacomodamientos en el PJ, en el oficialismo y demás.  Hoy Néstor es símbolo de convicción concreta y lucha efectiva. Su política sobre los DD. HH, la identidad suramericana, la reivindicación de Malvinas, el adiós al FMI, entender la pelea contra los multimedios y monopolios como libertad efectiva de la información, recrear la militancia y demás, son logros imborrables.
El sol radiante de hoy debe templarnos por lo que vendrá: Reafirmar el rumbo, cerrar filas alrededor de Cristina y  sumar militancia.
Esta Plaza de Mayo suma tristeza por la pérdida del líder, pero aúna en el abrazo espontáneo, en el pañuelo acercado al desconocido, en la flor en la valla, en los ojos rojos mucha pasión que servirá para seguir reafirman nuestra fe peronista.
Cumpas: a no bajar los brazos y seguir en el camino que falta mucho!
Chau Néstor, mandales de mi parte un abrazo al Pocho y a Eva.
Cro. Pablo A. Vázquez

Enviado por Alicia Renzi.

Por mi parte, yo personalmente, creo que el mejor homenaje que puedo hacerle al compañero Néstor Kirchner es un análisis político sobre lo que significa la identidad política del peronismo que creo que él expresó y expresa fielmente.

La identidad peronista.

La pregunta que me planteo acá es cómo entender, de acuerdo a esta actualidad concreta, la identidad política e ideológica del peronismo respecto a los cambios que en este momento se suceden en Argentina y después de haber corrido ya tanta agua bajo el río, es decir, después de la experiencia política de las presidencias de Menem, Duhalde y de los Kirchner. En primer lugar, hay que contextualizar que el peronismo como movimiento surge después de años de dominio oligárquico y de corrupción política, asociada a ese modelo político que viene de la época de la misma independencia de España, que explotaron y se convirtieron en escombros ese día, un 17 de octubre de 1945, en que los trabajadores, siempre vulnerables y social y políticamente postergados, fueron los protagonistas de otra historia que empezaba a surgir. Un día histórico, el 17 de octubre de 1945, donde los trabajadores fueron a Plaza de Mayo a exigir la libertad de su líder, de Juan Domingo Perón. En el ámbito internacional, el mundo empezaba a sacudirse por las consecuencias de la segunda guerra mientras Argentina empezaba a transitar una profunda transformación estructural, tanto en el ámbito político como económico y social, respecto al modelo agro exportador y oligárquico que había prevalecido durante buena parte de su historia política. Solo un tiempo antes, apenas un 12 de julio también del ‘45, el dirigente sindical de origen socialista Ángel Borlenghi conducía una movilización masiva en la que ya se coreaba la idea de un Perón presidente. Sin embargo, al mismo tiempo y en esas circunstancias de fuerte ebullición social, los trabajadores advertían que dentro del gobierno militar de entonces ya había sectores políticos, cívicos y militares, internos que buscaban el desplazamiento de Perón porque, desde los diversos lugares y espacios de poder desde los que le tocó comandar las transformaciones en curso, por ejemplo, desde el nuevo ministerio de trabajo, había abierto las puertas del régimen político nada menos que a los trabajadores y, hoy como ayer, para importantes sectores políticos de poder, los más reaccionarios e históricamente dominantes, esto sencillamente es inadmisible. A la convocatoria y movilización de los trabajadores auspiciada por Borlenghi vino de inmediato la réplica política de los sectores y grupos de poder oligárquicos a partir de la llamada “marcha de la libertad” que recorrió, el 19 de septiembre, el centro de Buenos Aires y, en particular, el barrio de Recoleta. Luego, el 8 de octubre del mismo año, cuando Perón cumplía 50 años, los complotados le pidieron al presidente Edelmiro Farrell que desplazara a Perón de todos los espacios de poder. Perón, que sabía que su continuidad política en el gobierno no dependía de los manejos palaciegos que habían imperado hasta entonces en la política argentina, aceptó la remoción y concurrió el día 10 de octubre a una concentración de los trabajadores en la que reafirmó su compromiso político y social en la lucha por profundizar las conquistas y los derechos de los trabajadores. Al otro día, mientras los grupos de poder más conservadores conspiraban para evitar el ascenso de los descamisados, Farrell ordenaba que la policía diera con el paradero de Perón y Evita el que es finalmente detenido y trasladado primero a un buque de la Armada y luego a la isla Martín García. De inmediato, vino la primera reacción de los azucareros tucumanos que se declararon en huelga en solidaridad al nuevo líder. La idea de abandonar los puestos de trabajo y de ganar la calle empezó a correr como reguero de pólvora mientras la conducción de la CGT lanzaba el paro nacional para el viernes 18. Pero, los acontecimientos se irían precipitando rápidamente y el jueves 17 cambiará definitivamente no solo la habitual fisonomía de Buenos Aires sino la misma política del país. Desde el sur más profundo, humilde y excluido y como pudieron, los trabajadores llegaron a la casa de gobierno para defender y custodiar la vida de su líder. Ya a estas alturas de los acontecimientos, los trabajadores sabían que se convertían en los protagonistas de esa nueva etapa política que se alumbraba en Argentina y donde las cosas nunca más volverían a ser como entonces. A las once de la noche, sin que nadie se moviera de su lugar en Plaza de Mayo, Perón pudo salir al balcón y los altoparlantes permitieron que cada uno de los presentes confirmara que empezaba el cambio a través de la reivindicación y la hegemonía de la producción, del trabajo y de los intereses nacionales expresados en una nueva matriz productiva, económica y política de inclusión de los sectores y los grupos más vulnerables que, desde ahora y bajo la conducción política de Perón, empezaban a gestionar su propio porvenir. Eso fue el inicio del peronismo como movimiento político, es decir, la conjunción de un líder y los trabajadores que se basó en la promoción efectiva, real y concreta de los derechos sociales. En ese contexto, surge la identidad de un movimiento político que salía de los cánones de las miradas y la cultura política euro centrista de las transformaciones sociales que eran protagonizadas, o intentaban serlo, por los frentes populares de los partidos socialistas y comunistas. En cambio, a expensas de la inoperancia y la falta de visión y estrategia política de la izquierda que reivindicaba el socialismo real, la arquitectura política de transformación del justicialismo, es decir, la fuerza de los trabajadores expresada a través de la fuerza sindical y el partido político fueron los dos pilares centrales del arte de poder de los trabajadores de la época.
Por otro lado, tanto ayer como en la actualidad, el peronismo se define estratégicamente a partir de una concepción frentista del poder en el sentido en que busca acuerdos programáticos con otras fuerzas representantes de los sectores populares que no necesariamente tienen la misma identidad partidaria. Entonces, para entender el 17 de octubre es bueno reparar en la oportunidad histórica de ese particular momento de la historia argentina que permitió al país poder encarar un proceso de libertad y soberanía económica que rompe con la sujeción a Gran Bretaña y, sobre todo, de Estados Unidos, que era la potencia occidental victoriosa que se ocuparía por unos cuantos años en la reconstrucción de una Europa post segunda guerra mundial. El bienestar social de los trabajadores a través de procesos productivos como la sustitución de importaciones fueron posibles por un régimen político que ahora se mostraba muy activo en cuanto a la resolución de los problemas estructurales que hacían al subdesarrollo argentino y que no sólo fiscalizó sino que, además, fue el motor de la distribución de los ingresos y de la gestión de los trabajadores a través de, por ejemplo, la participación de éstos en la conducción de las empresas públicas. Por otro lado, al amparo de la banca pública de ahorro e inversión surgieron empresarios que constituyeron semillas de una futura burguesía nacional que era capaz de privilegiar los intereses nacionales antes que convertir sus empresas en meros eslabones de los grandes intereses financieros, especulativos y comerciales de los países centrales del sistema comercial internacional. Además, el peronismo expresó una prosperidad de los trabajadores desconocida hasta entonces, que abarcó y benefició a todos los sectores populares que incluyó también a los sectores medios y grupos de empresarios que empezaron a constituir un sector de la burguesía nacional que se desarrolla al calor de la producción y del consumo interno. Por ejemplo, los saldos positivos en la balanza de pagos acumulados durante el período de la guerra, los empleó el gobierno peronista para afianzar la soberanía del país y elevar las condiciones de vida, de trabajo y de dignidad de los trabajadores en un contexto en que tras el mito de una Argentina agro exportadora habían vivido sumergidos y vulnerados en sus derechos e intereses. La mejora de los salarios también hizo lo suyo aunque éste provocó cierto proceso de suba de precios pero, al mismo tiempo, fue un estímulo general y real de la producción al elevar la demanda de los artículos de consumo básicos como sucede en cualquier proceso de cambios. De todas maneras, los trabajadores durante los dos primeros años de Perón en el gobierno vaciaban los almacenes de rubros generales, las rosticerías y las carnicerías y, en realidad, no ahorraban. No lo hacían por la sencilla razón que esos trabajadores gastaban la mayor parte de su sueldo en consumo, tenían hambre pero, de ahora en más, esa hambre podía ser satisfecha. Después, solucionada esta cuestión básica, los trabajadores comenzarían a comprar la casa, la heladera y el aparato de radio.
El primer objetivo del gobierno de Perón fue el desenvolvimiento industrial sobre los bienes y servicios nacionales que era acompañado de una mejor distribución de la riqueza sencillamente porque el modelo nacional y popular se estructura a partir del desarrollo del mercado y del consumo interno. Antes, los trabajadores del comercio y los trabajadores en general, los obreros y los empleados administrativos, llegaban a la vejez sin jubilaciones mientras todos y cada uno de los trabajadores argentinos, siempre antes de Perón, eran vejados o desatendidos en sus derechos por los diversos organismos del trabajo. En esas circunstancias concretas, los contratos laborales no se cumplían o sencillamente no se firmaban mientras los accidentes de trabajo no eran asumidos bajo la responsabilidad de los dueños del capital. Miles, millones de trabajadores argentinos trabajaban en condiciones insalubres y de alta peligrosidad mientras solo veraneaban los sectores más pudientes. A todo esto puso fin el peronismo modificando la vida de la mayor parte de los trabajadores argentinos y por eso el peronismo, en tanto movimiento e ideología, es decididamente popular, inclusivo y defensor de la soberanía nacional y de los derechos e intereses de los trabajadores. En ese contexto, una nueva estabilidad política del país se hizo realidad bajo las circunstancias de la inclusión y del desarrollo nacional. Sin embargo, pese a esa estabilidad política y social de la década del primer peronismo, la alianza en el gobierno que representaba Perón, no alcanzó para frenar esa oleada de autoritarismo, conservadurismo político y colonialismo económico y en Argentina, una vez más, la reacción se impuso a sangre y fuego en septiembre de 1955.
Después de 55 años de esa fuerte experiencia de cambios estructurales a favor de los intereses de los trabajadores, resulta útil trazar algunas perspectivas para entender lo difícil que es cambiar el curso de la historia en el contexto de países estructuralmente dependientes de la lógica del sistema comercial global como lo es Argentina en particular y Latinoamérica en general. Quienes históricamente tienen el poder de decisión sobre la vida y los intereses de las mayorías hacen lo posible por evitar todos los cambios y, por eso mismo, son sectores conservadores, es decir, que buscan conservar el estatus quo simplemente porque favorece a sus intereses y formas de vida. Para desgracia de los sectores y grupos representantes de la derecha política en conjunción con los intereses de las grandes corporaciones, actualmente Latinoamérica está en otro momento político, está en una situación en el que nuestros regímenes políticos, bajo los paradigmas de un modelo nacional, popular y humanista logra, de manera progresiva pero decidida, dejar atrás la dependencia directa respecto del Fondo recuperado así la soberanía nacional para solventar el nuevo régimen de crecimiento. Por otro lado, la producción y comercialización de bienes primarios, permite a esos nuevos gobiernos democráticos, siempre bajo las directrices de signo nacional y popular, contar con determinados recursos comerciales, económicos y fiscales capaces de financiar políticas sociales y también, tibiamente, de proveer ciertos recursos financieros al desarrollo y el crecimiento industrial nacional que, a su vez, buscan solventar y financiar el crecimiento en un contexto de soberanía política, económica e inclusión social. Después de ocho años de gestión popular, el peronismo tiene ante sí la posibilidad de ganar las elecciones de octubre del año próximo para radicalizar los cambios por venir de manera que la (r) evolución permanente sea una realidad más cercana y así se consoliden los cambios estructurales que defienden los intereses de los trabajadores. De todas formas, los grupos de poder más reaccionarios, enemigos declarados de este proceso de cambios como lo han demostrado persistentemente con sus diversas acciones, representados por el grupo Clarín y por La Nación y no por partidos políticos que están en una profunda crisis de credibilidad política frente a los propios electores, otra vez no pudieron hacerse con la iniciativa para perjudicar al gobierno popular presidido por Cristina Fernández. De hecho, pensaron que el debate parlamentario en el Senado por el 82% móvil, o mejor dicho, de la ley que buscó desfinanciar al régimen político para que el país cayera nuevamente en una crisis terminal que supuestamente favorecería a los intereses electorales y políticos, falsos y mezquinos, de esos grupos de poder más reaccionarios y conservadores. Además, supuestamente este debate que prácticamente pasó desapercibido por la población, iba a permitirles sumar fuerzas para crear la ficción de una oposición política preocupada por los haberes de los jubilados cuando fueron ellos mismos, durante el gobierno aliancista, quienes redujeron esos haberes previsionales un 13%. Sin embargo, esos grupos de trabajadores, después de tantos años de haber sufrido exclusión, incluso política con la proscripción del peronismo durante buena parte del siglo XX, después de haber sufrido tanta injusticia y prepotencia por parte de los sectores minoritarios, están perfectamente esclarecidos de las maniobras demagógicas y suicidas de quienes creen que los trabajadores no piensan.
De todas formas, no es fácil para el peronismo y sus aliados del ámbito popular desbaratar todas y cada una de las maniobras políticas y estratégicas de los grupos de poder económico, político y mediático. De ahí deriva la importancia de redefinir el peronismo para desde ahí reivindicar su identidad como movimiento nacional y popular. Así, en estos tiempos en que hablamos de cierto renacimiento de la militancia de los trabajadores y del nuevo interés por la acción política, tanto las de tipo reivindicativas como transformadoras, tendríamos que preguntarnos qué significa hoy el 17 de octubre y el peronismo en lo más profundo y marginal del régimen político, en los barrios, en las calles, en las casas, en los espacios públicos y lugares de trabajo. Además, detrás de semejantes desafíos de la política y del arte de poder de los trabajadores, ¿sabemos de qué hablamos cuando hablamos de identidad peronista en el actual subsuelo de Argentina? ¿Cómo se transmiten hoy esos rasgos de identidad si es que se transmiten de alguna forma? Por ejemplo, ¿qué cultura peronista pueden heredar los hijos de los desocupados de las familias resquebrajadas durante la etapa neoliberal? En verdad, el peronismo de hoy es una federación de múltiples líderes y dirigentes, tanto municipales, provinciales y nacionales, que tienen un conjunto de recuerdos e historias en común y que a nivel popular, tiene una identidad que es única en las bases y en la periferia y núcleo del régimen político. Ahora, en ese movimiento de identidad popular e identidad peronista, al mismo tiempo hay una disputa entre los sectores de la dirigencia para conducirlo en propio provecho. Hoy, este proceso de importantes cambios y transformaciones lo conduce el kirchnerismo como un fenómeno cultural, económico y político popular emergente que logró dejar atrás la crisis derivada de la aplicación del neoliberalismo, para desde ahí cambiar la política, para transformarla a favor de los movimientos sociales y de base, que por definición son representativos por lo menos de sectores específicos de los trabajadores, y no de los grupos concentrados de poder. Es así porque el kirchnerismo es un proyecto político de construcción del país a través del desarrollo del mercado interno y de distribución de la riqueza.
Además, actualmente existe una importante presencia del sindicalismo y de su poder de presión y negociación porque hay una recuperación del trabajo, de la actividad de las industrias a favor del desarrollo nacional porque, en otras palabras, el crecimiento en todos estos años generó más empleo y así mayor protagonismo de la fuerza de trabajo. Simplemente en esta etapa se incorporaron al mercado laboral cinco millones de trabajadores. El sindicalismo, siempre combativo, en lucha y peronista, en ese contexto paulatinamente recupera protagonismo social porque el gobierno apoya a través de la defensa de los derechos de los trabajadores que se plasman en las diversas políticas públicas que el gobierno, como un actor más dentro de la gestión de la agenda pública, plantea a favor de los sectores populares. La meta es una Argentina con pleno empleo, con inclusión, con militancia a favor del humanismo y marginación y pobreza cero de manera definitiva. También las organizaciones sociales y de bases, junto con los sindicatos que adquieren mayor protagonismo, tienen un rol fundamental a cumplir, para romper con la exclusión y la marginación social de los sectores populares, generando proyectos para el desarrollo territorial, en los barrios, en la vereda, para armar y sostener cooperativas que sostengan las políticas nacionales, provinciales y municipales, para mejorar la vida de los trabajadores. En esta etapa, cada vez más es el movimiento y el referente y no el sector público o el Estado con quien los trabajadores se sienten fuertemente comprometidos y agradecidos. También es al movimiento y al referente político a quienes los trabajadores cuestionan o reclaman ante una expectativa que no es cumplida. En ese sentido, se plantean los desafíos del cambio para seguir sosteniendo la iniciativa política. Así, por ejemplo, el acto organizado por la CGT el 15 de octubre fue el de mayor concurrencia numérica en lo que va del año. Claro está, como convocatoria partidaria y no como hecho cultural e histórico. Sin embargo, tan importante como la cantidad de asistentes vale el tono de las palabras con que se refirió Moyano frente a los desafíos de los trabajadores y sus sindicatos, el orden de la militancia y la importancia de quienes hoy son las figuras centrales de cara a las elecciones de 2011, es decir, de Néstor y Cristina Kirchner, así como Scioli que son la locomotora electoral del espacio político, social y cultural del peronismo y sus aliados porque, de una u otra forma, todos ellos expresan un entramado político por lo demás complejo y múltiple, con tensiones y diversos intereses, pero que constituyen el territorio común en el que el proyecto nacional y popular continuamente disputa con otros espacios y actores políticos la continuidad -o no- de este proceso de cambios y la misma iniciativa y protagonismo político. Entonces, en relación a la lealtad peronista, ésta no es un acto de fe, al modo de los creyentes, sino que es un acto de reconocimiento de que el cambio histórico, es decir, la propia (r) evolución permanente que nos conduce a un régimen más humanista, es una etapa gradual y lenta pero a la vez es tremendamente necesaria que requiere de conducción política, que requiere de una fuerte militancia que trabaje por el dominio de todas las contradicciones internas que imponen los intereses populares y no las construcciones de aparatos que muchas veces distorsionan lo que realmente necesitan los excluidos.
Fueron miles los que en esa fecha caminaron y se movilizaron rumbo a la cancha de River para ser parte del acto de la CGT. Los trabajadores iban en grupos y llevaban algún distintivo del gremio al que pertenecían. La cancha estuvo llena pero el dato más contundente del acto en cuestión fue la capacidad de la CGT para movilizarse y organizarse. Precisamente esa capacidad de movilización y organización que eriza la piel de los sectores que históricamente manejaron las riendas del poder. El escenario fue así una foto, en movimiento, de la propia alianza política entre el kirchnerismo, los movimientos y organizaciones sociales y el sindicalismo peronista expresado legítimamente en la CGT. En ese contexto, el acto en cuestión en cierto momento dejó de ser sólo de la central sindical, como legítima expresión de determinados sectores de los trabajadores porque, desde ahora, se convirtió en la más cabal representación y expresión de una unidad mucho más compleja y profunda, la del movimiento peronista como expresión. Por lo mismo, por ejemplo, era inconfundible la presencia de Emilio Pérsico, del Movimiento Evita. Por eso, también era inconfundible la presencia de algunos ministros de gobierno mientras el organizador y responsable de esa jornada, Moyano, anunciaba la llegada de la presidenta Cristina Fernández y explotaba todo el estadio con gritos y cánticos populares. También hubo algunos ruidos ensordecedores que venían de las columnas del gremio de Obras Sanitarias que hacían sonar las bocinas de los colectivos. La presencia de Scioli fue importante porque fue otra cabal demostración, una más de las fuertes señales políticas del acto que así militaba a favor de la unidad política frente a los insistentes rumores de distanciamiento, basados en su supuesta y personal ambición presidencial para el año siguiente. Lo concreto es que, una vez más en Argentina, octubre es el mes de la épica y del protagonismo de los trabajadores. No solo se reafirmó la lealtad peronista con el viejo líder sino que además, en el acto en cuestión se reafirmó con creces, con un estadio lleno y vibrando al compás de los bombos y las voces de decenas de miles de trabajadores, la lealtad de ida y de vuelta con el actual gobierno y la defensa de todas las conquistas que supimos conseguir.
El 17 de octubre de 1945 es el antecedente histórico primero y más íntegro para conocer y comprender el valor de esa y de todas las gestas colectivas de los trabajadores de ayer y de hoy. Es una gesta colectiva que también nos ayuda y nos desafía a entender en toda su dimensión la epopeya, la cultura y la identidad del peronismo porque esos trabajadores, los de ayer que colmaron Plaza de Mayo en defensa del líder y los de hoy que  militan a favor del mismo modelo nacional y popular pero en nuevas circunstancias históricas, con Néstor y con Cristina, son parte de ese hecho maldito del que nos hablan los sectores dominantes y que aún perdura en el tiempo político argentino: los trabajadores reafirmaron su lealtad y su compromiso con los cambios con su presencia en las calles y el liderazgo de Perón y Evita primero, de Néstor y de Cristina después. Es la política en manos de los trabajadores que colman las plazas y las canchas ese día de octubre. En un sólo instante, otra vez, fue como si el poder se repartiera entre los más humildes, entre los excluidos, entre los sectores populares. Las condiciones de ese día de octubre del ‘45 habían madurado hasta un punto sin retorno y la gesta se produjo tal como se produjo en este octubre del 2010. Y sin embargo, los trabajadores no tomaron por asalto ningún palacio de invierno al modo de los revolucionarios rusos sino que, en paz y activamente movilizados, reclamaron lo que les corresponde por ser mayorías, es decir, el poder de decisión. Esos trabajadores, los de ayer y de hoy, crearon primero las condiciones políticas del cambio liberando a su líder para llamar luego a elecciones libres y sin proscripciones, apenas cuatro meses después de ese día histórico mientras que hoy, los nuevos trabajadores hacen la historia con las patas en la fuente, para seguir construyendo el camino a un país más justo, llenando de pueblo la democracia que despierta de un largo letargo oscurantista presidido por Alfonsín, Menem, De la Rúa y Duhalde. Ahí está uno de los rasgos esenciales en la génesis del movimiento nacional y popular que explica su posterior rumbo. Esa es la civilización y sus formas, la civilización o la barbarie en los términos de Sarmiento, de la ideología de los dominantes donde los bárbaros, una vez más y como la historia de ellos pretende hacernos creer, son los de enfrente, es decir, los sectores populares. Esa militancia identificada con los sectores populares, con los valores y la ética de la cultura propia de los trabajadores, con sus reivindicaciones, necesidades y contradicciones, con sus esperanzas, del signo partidario del peronismo más consecuente que siempre se propuso una consigna a lo largo de su propia historia política: crear las condiciones y las bases propicias para el cambio. En horas de auge y en horas de derrota, en muchedumbre o en soledad, el desafío es crear las condiciones para el cambio que significa, ni más ni menos, reivindicar y militar a favor de un arte de lo posible de los trabajadores. Es lo que en su momento hizo Perón, luego Kirchner y es lo que hace Cristina en estos días que corren. Por eso, en las condiciones de este proceso político, el movimiento peronista tiene que entenderse en su acepción popular, de reivindicación de la cultura de las mayorías y contra los valores de los cipayos, hay que entenderlo desde su propia dinámica, en su naturaleza aluvional y en su concepción transformadora. Así como la cancha  de River fue desbordada de trabajadores convocados por su central sindical, por una CGT liderada por el compañero Hugo Moyano, vivando de pie a Néstor y a Cristina Kirchner, los dos grandes conductores de este momento histórico muy particular, fue la mejor demostración de que hay una expresión orgánica nítida de la representación de los intereses populares mientras que, al mismo tiempo, del otro lado de la cancha, en el sector ocupado por los sectores de la oposición sólo queda el lamento de algunos grupos de empresarios por la ausencia de liderazgos reales y concretos que puedan oponerse a la actual dinámica política del gobierno que así posibilite la derrota del mismo. Esas minorías, con distinto pelaje, siguen ancladas en el país de la crisis, en el 2001. La frustración política y estratégica que significó y experimentaron primero con el gobierno de Menem y luego con De la Rúa no les sirvió de mucho porque no fueron capaces de plantear una alternativa superadora. En ese contexto, actúan a contramano no sólo de los intereses populares, sino también de los suyos lo que nos demuestra un alto contenido de irracionalidad en sus actuaciones. Están desconectados de la realidad e intentan suplir esa desconexión con la construcción de una gran cantidad de mitos que caen por la fuerza de los trabajadores.
Solo a partir de esas irracionalidades, por estas razones de la sinrazón se explican las actitudes de esos grupos y de los políticos y dirigentes que los representan como, por ejemplo, el mismo e impresentable vicepresidente Cobos que terminó convirtiéndose en un ocupa, en un oportunista y cipayo de la peor calaña mientras, al mismo tiempo, vemos esa obtusa mirada y esa voz agriada e ignorante de Macri, del oportunismo de Pino Solanas devenido en amigo de Grondona por unos minutos en televisión, de Elisa revelaciones Carrió o Felipe Solá y Gerardo Morales solidarizándose con la conducta de lesa traición del vicepresidente.  En definitiva, este acto del 15 al que aludo en este artículo, simplemente rememora ese 17 de octubre que nos devolvió a Perón y fue él mismo, es decir, Perón, quien nos enseñó a luchar por nuestra dignidad de trabajadores y por eso somos leales a su conducción y su legado político, somos leales a Néstor y Cristina porque también ellos nos ofrecen una mejor calidad de vida. Los trabajadores, en ese espíritu de lealtad hacia los nuestros, a todos los que reivindican los intereses y la cultura popular, les vamos a dar el voto a los que nos ayudan a vivir mejor. Eso también es parte de la identidad peronista. Entonces, en este particular contexto histórico de cambios y de transformaciones, por fin empieza a insinuarse los significados de la identidad peronista en el sentido de que éste es un movimiento muy grande que levanta las banderas relacionadas con un régimen con mejor distribución de la riqueza, más igualitario y justo. Lo contrario, es decir, la concentración de la propiedad, los monopolios, la dependencia, las crisis estructurales, la desigualdad, la exclusión de las mayorías y la marginación de las minorías étnicas o de género, no es peronismo militante. Esos son datos concretos de la historia del propio movimiento. Por eso, lo que está sucediendo hoy es importante en tanto reivindica la identidad del peronismo y su cultura popular, del trabajo y de la producción y defensa de los intereses nacionales a partir de la gobernabilidad que se asienta en la soberanía de nuestro régimen político. La actualidad es importante porque se levantan nuevamente esas banderas históricas mientras la oposición política carece de las mismas. También tendríamos que preguntarnos qué aspectos políticos de la identidad del peronismo siguen vigentes actualmente e inmediatamente después tendríamos que responder que precisamente lo que sigue vigente es el movimiento obrero. Así, lo central es la militancia para debatir y reflejar la realidad con los valores y las razones en que uno cree y está dispuesto a defender políticamente. Por ejemplo, hoy el sindicalismo está haciendo un trabajo extraordinario. Por eso, desde el otro lado, desde el punto de vista de los sectores socialmente dominantes, cualquier ocasión es buena para pegarle a Moyano pero hay que advertir que el rol de éste es fundamental en la defensa de los derechos e intereses de los trabajadores que son los que en realidad les dan participación y representación a los dirigentes sindicales en la cuestión pública.
Esta identidad política que no pudo ser destruida ni aún en los peores tiempos, en la época de la dictadura cívico- militar para el caso, es lo que finalmente y a pesar de la experiencia de Menem sobre la cual nos debemos un gran debate político, fortalece al peronismo como movimiento que busca la transformación del país desde un ámbito de cultura y experiencia popular, es decir, la definitiva conjunción entre el aspecto sindical y lo político que es inherente al movimiento. Desde ahí se explica en parte porque hoy estamos en un momento político extraordinario. Actualmente, los trabajadores están movilizados pero no solo en las fábricas, sino también en los movimientos u organizaciones sociales, de base. Como estructura particular participan con el movimiento más clásico de los trabajadores y también con las organizaciones barriales mientras los municipios buscan manejar de la mejor manera la asignación de recursos a favor de los sectores y grupos populares. Entonces, lo reivindicativo es una cuestión de todos los días, es decir, todo lo que se hace en los sindicatos y en la unidad básica en defensa de los derechos y las conquistas de los trabajadores, sin embargo, el objetivo central es recuperar la política como arte de lo posible, es decir, como estrategia de poder de transformación a favor de las mayorías nacionales. El sindicalismo como movimiento que es parte del peronismo se convierte ahora nuevamente en el sostén de lo que significa esta nueva reformulación de una Argentina que produce mercado en expansión y una Argentina que exporta bienes y servicios con valor agregado.
Por otro lado, es necesario decir que la identidad peronista no es unívoca sino que es heterogénea y múltiple pero, al mismo tiempo que reivindica esa heterogeneidad, se une en un contexto histórico y político fundacional. En otras palabras, el peronismo siempre fue una diversidad con un tronco común que luchó por el poder. Además, la identidad peronista tiene mil aspectos colaterales pero en la medida que el eje central de éste es la defensa de los derechos de los trabajadores, que se expresa por ejemplo en la organización sindical y de un tiempo para acá también en ciertas organizaciones sociales de base, hay un solo elemento que condensa la esencia básica del peronismo y es el mejorar la calidad de vida de los trabajadores y, tal como lo decía Perón, todos somos trabajadores. Por lo menos la inmensa mayoría. En ese contexto, el peronismo es una tercera vía, es la tercera posición que se aleja del capitalismo y del socialismo real (que reivindican la primacía del derecho a propiedad pública o privada sobre los medios de producción de bienes y servicios) y así deriva en humanismo en el sentido que se convierte en defensor del derecho a la vida de los trabajadores. Por lo mismo, no es real que el peronismo le robara sus banderas y reivindicaciones a la izquierda tradicional y clásica porque, en realidad, esa izquierda en ningún momento militó a favor de la mejoría de las condiciones de vida de los trabajadores desde el momento en que defendió la primacía del derecho a la propiedad como derecho humano fundamental. Entonces, la idea de mejoría de los derechos de los trabajadores nunca fue una idea que perteneció al socialismo por lo menos al socialismo que realmente existió principalmente en la Europa de post guerra. En realidad, ni el socialismo real ni la socialdemocracia que definitivamente no pudo desembarazarse de las estructuras y lógica capitalista. Perón llevo la tercera posición a la práctica. El peronismo, en cuanto a esa tercera vía, entonces solo puede reivindicar la lucha de los sectores populares para mejorar su calidad y condiciones de vida y así se convierte en el humanismo más excelso porque en éste se manifiestan de la mejor forma el pueblo que no es una entidad preexistente sino que es, en primer lugar, una construcción que se va gestando a partir de la unión de demandas particulares insatisfechas. Esta insatisfacción supone otro sujeto político y así supone un determinado poder que funciona como límite constitutivo para la formación de un “nosotros” bajo el paraguas del significante “pueblo” y ayudado por el surgimiento de ciertas personalidades carismáticas que hacen de líderes. Esta visión binaria del régimen político, es decir, que plantea el régimen democrático como de lucha de intereses entre sectores, grupos y clases sociales determinadas que, a su vez, tanto escozor trae a los defensores de la democracia del consenso y del diálogo que a fin de cuentas es otra de las grandes farsas del neoliberalismo, parece capaz de poder explicar por qué el apoyo de los trabajadores al kirchnerismo y porqué éstos aparecieron con tanta fuerza en el marco del conflicto desatado con las patronales del campo. En este marco contextual e histórico, se evidenció que lo que consideramos “el poder” ya no está estrictamente en las estructuras políticas y de gestión del propio régimen político, sino que también está en los intereses económicos que atraviesan a la organización básica del Estado nacional. En esas circunstancias, el kirchnerismo, haciéndose eco de lo mejor de la identidad peronista, mantiene un relato en el cual existe un poder al cual reclamarle por las demandas insatisfechas y los derechos a conquistar.
Finalmente, de miles de errores podrá ser acusado el peronismo, sin embargo, cuando éste se levanta y reivindica su identidad histórica, es decir, la lucha de los trabajadores por mejores condiciones de trabajo y de vida, cuando el sindicalismo recupera su protagonismo y el humanismo controla y define nuestras acciones, son otros los que se ponen nerviosos porque esos grupos de poder minoritarios y conservadores entienden que de ahora en más el peronismo, otra vez, ocupa espacios políticos, que aun siendo muchas veces contradictorio y complejo, encara batallas por la justicia social contra los sectores políticos mezquinos que nunca quieren soltar el cetro. Hay una sola identidad que está basada en los tres principios centrales del peronismo y que son la independencia política, la soberanía económica, nacional y popular y la justicia social. Después viene el bien común, la lealtad y la solidaridad, todos valores y reivindicaciones que quedan englobadas en el humanismo como estrategia de poder y aspiración de vida.

Alfredo A. Repetto Saieg.



Referencias bibliográficas:

Anguita, Eduardo: “La historia, vista 65 años después” en Diario Miradas al Sur de la edición del 17 de octubre del 2010.
Blaustein, Eduardo: “El 17 de octubre y el peronismo en los curiosos tiempos del alica, alicate” en Diario Miradas al Sur de la edición del 17 de octubre del 2010.
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Palma, Augusto: “Las razones de un cierto magnetismo” en Diario Miradas al Sur de la edición del 17 de octubre del 2010.
Fernández, Aníbal: “Todo ese tiempo” en Diario Miradas al Sur de la edición del 17 de octubre del 2010.
Gutiérrez, Barba Francisco: “Una disputa de poder” en Diario Miradas al Sur de la edición del 17 de octubre del 2010.
 Giles, Jorge: “Aquel octubre sobre el riachuelo” en Diario Miradas al Sur de la edición del 17 de octubre del 2010.
Arregui Hernández, J.J: “La formación de la conciencia nacional” Editorial Plus Ultra, 3ª edición, Buenos Aires, Argentina, 1973.