viernes, 18 de noviembre de 2011

Y volvió un 17...

A las 11 horas del día 17, bajo una pertinaz llovizna, aterrizaba en el aeropuerto de Ezeiza el charter que traía al General de regreso a la Patria. Pasaron 38 años y aún se escuchan voces…'Lanusse, marmota, Perón va a venir cuando le canten las pelotas'.

1972 - Noviembre - 2011

Hay hechos en la historia que repican los oídos como si el tiempo no hubiera transcurrido, como si se hubieran detenido las agujas de los relojes en el mismísimo momento en que las emociones aceleraban los corazones. Son los fantasmas que resisten al olvido, los mismos que nos dieron aliento cuando creímos que la mejor época había pasado y nos sentíamos atrapados en la angustia de creer muertas las utopías.
Aquellos recuerdos que como en la época de los juglares se pasaron contándose de boca en boca y de generación en generación; sumándole pasiones, restándole errores, revisando con cuidadosa atención lo que se cuenta para poder transmitir los hechos con la fuerza que los merecen, por la importancia histórica que hoy tienen y por el entusiasmo que entonces generaron.
Aquel regreso, tuvo un marco especial para el pueblo argentino. En tiempos donde las comunicaciones no eran ni tan ágiles, ni tan directas; cuando aún no teníamos Internet para leer todos los diarios del mundo al tiempo que se ocasionan las noticias; y la cámara Web no nos acercaba las distancias; y no contábamos con celulares, ni con transmisiones en directo desde cualquier parte del planeta; eran días en donde las noticias llegaban lentas y además entre las distancias y los recursos tecnológicos, también estaba la censura que nos demoraba o distorsionaba los mensajes. Aquel regreso indicaba el fin de tanta incomunicación entre el líder y su pueblo.
Otra vez el contacto con el General sería en directo. Ya no más casetes grabados para escuchar en la clandestinidad los mensajes dirigidos al pueblo trabajador y a los compañeros dirigentes.
Aquel día marcaría el cierre de una etapa triste, salpicada durante más de 17 años por la sangre de tantas luchas, proscripciones, sueños rotos, todos con un objetivo “Luche y vuelve”.
Y volvió. Esa mañana los desplazamientos de manifestantes hacia el aeropuerto de Ezeiza, rodeado de tropas, desbordaban el Gran Buenos Aires, era “feriado” y para hacerla bien la CGT decretó paro nacional.
No faltó nadie, porque el que no fue, lo escuchó por radio o lo miró por televisión. Eran sobre todo peronistas jóvenes, muy jóvenes: algunos jamás habían visto a su líder.
Un fenómeno que la historia no deja de releer y volver a escribir. Un raro paradigma popular, único e irrepetible, por lo menos hasta ahora.
“Eran otros tiempos” dicen los escépticos revisionistas (seguramente más por temor que por ideología). Los tiempos cambian sólo algunas cosas, las posibles de ser cambiadas. Los pueblos no cambian sus ideales, crecen dentro de ellos y se fortalecen para no caer en las garras de los opresores.
La historia le puso nombre al 17 de noviembre a partir de aquel irrepetible día de encuentros y de emociones, de esperanzas renovadas, de alegría.
Hoy, en tiempos donde el peronómetro mide a cada uno de quienes ostentamos pertenencia, está bueno recordar algo que Perón decía “ellos creían que yo era de ellos, pero yo era de nosotros"

Fuente: Patricia Fortino en el facebook

El sistema financiero, el poder global y el régimen popular.

La lógica del poder global, que insiste en sostener un sistema financiero basado en la especulación, y las reacciones posibles del régimen popular comprometido con la inclusión social.

Ha habido un cambio muy profundo en el sistema comercial global respecto a la actuación particularmente central de Estados Unidos y que no podemos soslayar porque Estados Unidos- a pesar de sus crisis y de sus fuertes irracionalidades en todos los ámbitos- sigue siendo el timonel del Estado capitalista a nivel global. Ese cambio fundamental en la economía se expresa en la primacía de lo especulativo y financiero sobre todas y cada una de las consideraciones de una economía de la producción que es quien en fin genera empleo, inclusión social y dignidad de los trabajadores tanto a nivel colectivo como individual. Ese profundo cambio por ejemplo se refleja en la tasa de inversión en los sectores productores de bienes y de servicios de su economía que de manera progresiva cayeron durante las últimas tres décadas precisamente con la imposición del neoliberalismo. Es decir, actualmente sólo el 10% de su población económicamente activa trabaja en la industria y la causa de esta situación hay que buscarla en las políticas que impone el neoliberalismo, en sus medidas relacionadas con la apertura global de sus empresas (que buscan mayores utilidades en países con una mano de obra que prácticamente es esclava y con salarios o derechos irrisorios respecto de los trabajadores de los países centrales) y con la nunca saciada voracidad del capital financiero que se impone con el nuevo régimen político. El problema de las nuevas características de este capital financiero es que ya no invierte en la producción sino que invierte en activos financieros para lograr la mayor cantidad de utilidades en el menor tiempo posible. En esas circunstancias, la situación mantiene estancado el salario real de los trabajadores lo que termina por minar dos de los soportes fundamentales del credo ideológico de Estados Unidos.
Por un lado, ellos creyeron de buena fé que el capitalismo se encarga de dar trabajo y que así el bienestar colectivo depende de la generación de empleo cosa que es bien racional y para nada reprochable. Sin embargo, la economía de Estados Unidos en los últimos treinta años casi no pudo crear nuevos puestos de trabajo. Simplemente la ocupación de los trabajadores no crece porque no se generan nuevos empleos y estos no se generan porque los grandes inversores apuestan a la especulación. Lo que crece entonces es el desempleo, la marginalidad y la exclusión al estar la economía de ese país incapacitada estructuralmente para satisfacer los requerimientos de empleo de las mayorías. A todo lo anterior hay que agregarle que el salario real se estancó en el tiempo y que desde 1973 hasta 2007 el 1% de las familias más ricas logró apropiarse nada menos que del 60% del crecimiento de la riqueza mientras al mismo tiempo el 90% de los norteamericanos consiguió apenas el 9%. Resulta entonces que el mercado interno se estrechó bastante por la pésima distribución de los ingresos, por la caída de los salarios y la falta de generación de trabajo real que conlleva la nueva supremacía de lo financiero y de lo especulativo sobre la producción de bienes. En ese contexto, cae la demanda porque los trabajadores no tienen cómo comprar. El régimen en Estados Unidos encontró la solución a esa baja de la demanda a través de la orgía desregulatoria que fue fenomenal pero que le permitió a los bancos que aún teniendo depósitos asegurados pudieran hacer inversiones de un fuerte riesgo. De ahí en más se lanzaron alegremente a ofrecer créditos y, sobre todo, créditos hipotecarios baratos, que derivaron en la crisis global actual.
Sin embargo, a pesar de que las lecciones son muchas, a pesar de que es necesaria una reforma profunda del sistema financiero global para que este tipo de crisis no vuelvan a ocurrir, a pesar de los tremendos y graves índices de desempleo que son fenomenales en los países centrales, a pesar de la crisis griega, de la crisis de Irlanda o de Italia y a pesar de los miles de millones de indignados que surgen por doquier, los países centrales- sostén político e ideológico de los grandes centros de poder globales- insisten en las recetas y en las medidas neoliberales, en el dejar hacer y en la libertad de los mercados a pesar de que ellos intervinieron decididamente en su momento para salvar a la banca. Insisten incluso en fortalecer al Fondo Monetario Internacional como quedó bien demostrado en el reciente foro de Cannes. Este hecho, es decir, el fortalecimiento del Fondo, nos muestra el poder que tiene en los países centrales el sistema financiero, pero además evidencia la falta de un pensamiento y de un proyecto político de relevo para superar esta crisis. Se está cayendo un paradigma, el de los neoliberales, y para ellos no hay otro de reemplazo a pesar del ejemplo que al respecto nos están dando los regímenes populares en Latinoamérica. Todo esto es muy distinto de lo que sucedió con la crisis del petróleo, en 1973, que puso en duda el consenso socialdemócrata y disparó el neoliberalismo, que era un pensamiento que se cocinaba hace unos veinte años. Insisten en recetas históricamente fracasadas y su soberbia los lleva a no ver que hay otro modelo en los países periféricos, en el que la Argentina (país que hace solo unos años estuvo al borde de la disolución nacional) tiene un liderazgo importante por el crecimiento, por el desarrollo y por la experiencia que supimos conseguir bajo la conducción de los Kirchner. Lo que digo es que en esta batalla política e ideológica, cultural y del sentido común, son muy centrales las posiciones estratégicas que asume el gobierno de Cristina y otros países de nuestra región, porque mueven actores sociales en los lugares donde todavía domina el modelo neoliberal. La voz de Cristina Fernández, en contra de una salida a la crisis económica global a partir de medidas y concepciones ideológicas que afecten el empleo, es así una luz de esperanza para los trabajadores del mundo. Un mundo que está cambiando y en el que también se debate lo que aquí, en casa, llamamos el modelo. Un régimen nacional, popular y soberano donde el capital especulativo cada vez tiene menos posibilidades de distorsionar al sector productivo en beneficio propio.
Entonces, los trabajadores latinoamericanos y nuestros dirigentes en general, todos los que apostamos por el régimen popular, tenemos una gran responsabilidad respecto a la crisis global en curso en el sentido de que tiene que importarnos y mucho todo lo que pasa en los países centrales con la caída del empleo, con la caída de la producción y con las consecuencias generales de esta crisis. Tendríamos que preguntarnos hasta qué punto nos interesa lo que pase en Estados Unidos porque en realidad los indignados son también un asunto nuestro, es propio. Por eso, es preciso luchar por cambiar las reglas del juego y para cambiarlas se necesita que prospere el movimiento de los indignados. De lo contrario, la amenaza del ascenso al poder de los republicanos y de los demócratas de derecha en ese país en particular o de los sectores más reaccionarios en Europa (como viene sucediendo hasta ahora) se traducirá en un ajuste terrible donde los perjudicados son una vez más los trabajadores. El problema es que la crisis se está resolviendo en favor de los grupos políticos más conservadores y reaccionarios lo que nos lleva a que los países del centro del poder ingresen en un largo período de recesión, de ajustes y estancamiento. Lo que está sucediendo en Estados Unidos ocurrió, a otra escala, cuando estalló la burbuja en Japón a principios de la dácada de los '90, un país que veintiún años después no se repuso. Estados Unidos corre ese riesgo, los europeos también. Si esto pasa, China sufrirá un duro y un fuerte impacto porque tiene el 10% de una deuda nacional de Estados Unidos que perfectamente podría transformarse en impagable. Pero no sólo sufrirá China, también Brasil sufrirá, porque está muy ligado a Estados Unidos, ya que el 20% de sus exportaciones tiene como destino ese país. A su vez, el 40% de las exportaciones industriales argentinas se van directo a Brasil. En ese contexto de crisis y de soberbia alguien puede explicarme ¿porqué de un día para el otro- algo así como por generación espontánea- las corporaciones y transnacionales que manejan el poder global necesitarán nueva mano de obra para por lo menos resinsertar a los trabajadores hoy desempleados?
Los indignados son así de todos porque a todos nos afecta la crisis. Los países latinoamericanos con regímenes políticos populares están hoy mucho mejor preparados para resistir los embates venidos desde los vientos del norte pero en ningún caso estamos blindados. Esto simplemente significa que somos parte del mundo, de cierta globalidad que continúa definida y sostenida bajo los parámetros del neoliberal mientras nosotros, a pesar de todos los avances en estos años, seguimos siendo países estructuralmente dependientes de los centros del poder. Por eso, los indignados también son nuestra preocupación, por eso hay que involucrarse en todo lo que sucede, en la indignación y en la movilización a favor de la fuerza de trabajo y en contra de la lógica del capital especulativo. No podemos olvidarnos que Argentina tiene un rol central en Latinoamérica. Es la tercera economía de la región, luego de Brasil y luego de Méjico. Tiene, además, un importante peso político devenido de la recuperación de la soberanía y de la dignidad para poder afrontar la defensa de los intereses nacionales. Se suma que nuestro país es muy activo en el G-20 y el peso específico que tiene como productor de alimentos, que no es para nada de menor cuantía. Hay otras temas que tienen que ver con nuestra propia experiencia política reciente. Argentina- de la mano del régimen popular- logró salir de una crisis muy severa y ahora muchos países atraviesan situaciones similares. Nadie puede soslayar lo que Argentina tiene para decir sobre eso. Mientras se consolide la recuperación económica y el liderazgo de Cristina Fernández, el país gana relevancia en el contexto global. El gobierno popular también ha sido muy consistente en lo que expresa y defiende en los foros internacionales desde el 2003 a la fecha. Siempre insistió en la necesidad de reforma del sistema financiero global, siempre insistió en las políticas de regulación de los movimientos del capital especulativo, insiste en cambiar la forma de gobierno y las políticas de los organismos financieros globales todavía inmersos en el marasmo que desde siempre significa política y estratégicamente el neoliberalismo. También el país siempre insiste en la necesidad de hacer algo con los paraísos fiscales y las calificadoras de riesgo, así como la conveniencia de implantar la tasa Tobin sobre las transacciones financieras. Del mismo modo, se apunta a un régimen popular que se basa en la producción, en la defensa del mercado interno, en la defensa y generación de las fuentes de trabajo y en el ahorro y consumo interno como políticas de inclusión social y de dignidad en general de todos quienes viven de su jornal. Todas estas posiciones fueron constantes de los últimos años. 
La postura que hasta hoy adoptó el gobierno nacional respecto a la crisis económica global es coherente y proporcional con la magnitud de las consecuencias de ésta. Sería política y estratégicamente descabellado, frente al panorama del sistema financiero global, no profundizar en los controles sobre los movimientos de capitales y del mercado cambiario. El gobierno así siempre envió señales firmes y las mantiene. Más allá de los efectos, cada una de esas decisiones constituyen una señal simbólica e ideológica muy fuerte hacia los grupos más concentrados de la economía que especulan con el dólar, con el tipo de cambio y con una devaluación en favor del capital y a expensas de la fuerza de trabajo. El mensaje es tajante respecto a éste y otros temas: el tipo de cambio lo fija el gobierno popular y no habrá modificación alguna en el régimen político en cuanto a las reformas que mejoran la calidad institucional, la gestión de los trabajadores y su protagonismo, en cuanto al modelo de acumulación y de crecimiento relacionado directamente con el tema de la inclusión social a partir de la generación de empleo. En otras palabras, el gobierno popular de manera continua nos está diciendo que no hay regreso posible al esquema de valorización financiera y especulativa.

Referencias bibliográficas:

Verduga, Damián: “Debate de modelos frente a la Costa Azul” Publicado en Miradas al Sur de la edición del 6 de noviembre del 2011.
Verduga, Damián: “Jorge Taiana: La Argentina tiene una importancia creciente” Publicado en Miradas al Sur edición del 6 de noviembre del 2011.
Mazzochi, Gustavo: “Dos entrevistas desde Cannes” Publicado en Miradas al Sur edición del 6 de noviembre del 2011.
Anguita, Eduardo: “Nun, José: Los indignados también son un asunto nuestro” 
Bencivengo, Gabriel: “Una respuesta coherente y proporcional” Publicado en Miradas al Sur edición del 6 de noviembre del 2011.

Autor: Alfredo A. Repetto Saieg.

Consenso.

Confundieron la política con una suma matemática. Abandonaron la prédica de las convicciones y en un intento desesperado por asaltar el poder se aferraron a doctrinas económicas que muestran el agotamiento de los viejos paradigmas que le dieron vida. Doctrinas que causan estragos entre los pueblos del mundo, mientras millones de dólares de la usura engordan las arcas de las minorías político-financieras, que no dudan en dejar a otros tantos millones de personas con nada. En la nada, en las calles con las cacerolas. Es una mancha venenosa con características de pandemia que se va expandiendo por toda Europa. Pretenden desarticular nuestras luchas con operaciones de prensa que nos neutralicen. Son mínimas expresiones políticas que reciben las migajas del poder. Es fundamental para tamaña empresa la construcción de una propaganda mediática que implante en el pensamiento colectivo el error de elegir un gobierno autoritario, fascista, inepto, débil y cuanto adjetivo descalificante se les ocurra a los creativos contratados a tal fin, para referirse a los gobiernos de las mayorías. En estas elecciones nos quisieron convencer que para salvar la patria era imprescindible que se entienda que un rejunte de políticos sin ideas debía asumir una actitud patriótica, sumarse a una alianza democrática y lograr el poder. Por supuesto, el pueblo debería votarlos, de no ser así intentarán otras opciones. Ellos no descansan, nosotros tampoco. Las fuerzas retrógradas accionan socialmente a través de los medios de comunicación asociados en las ganancias, operan sobre la realidad en un intento por justificar estrategias desetabilizantes, amplificando discursos cargados de palabras como autoritarismo, chavismo, populismo, corrupción, crispación, maltrato, escándalo. Es la manera de generar el clima propicio para narcotizar a la sociedad paralizando el camino del pueblo hacia un destino más inclusivo, más igualitario, más justo. Son las mismas minorías que siempre funcionaron como soporte ideológico de las dictaduras militares y hoy lo hacen al servicio del capital especulativo. Se agitan fantasmas de caos económico, corridas bancarias, desmadre del dólar y demás plagas del mercado de capitales. Para seguir bailando la tarantela en una milonga triste de barrio marginal necesitan que los cultores del fracaso utilicen la palabra mágica: consenso, que no es otra cosa que disimular el regreso al mundo de los ’90, disfrazado de acuerdo entre partes con intereses contrapuestos y contrapuestos a las mayorías. Consenso para bajar las retenciones y dejar a la masa de carenciados sin ayuda social. Consenso para liberar a los genocidas y evitar que se haga justicia. Consenso para anular la Ley de Medios y silenciar los reclamos populares. Consenso para frenar la obra pública y el consumo. Consenso para entregar nuevamente el ahorro de nuestros trabajadores a las AFJP. Consenso para no controlar el dólar y permitir la transferencia de divisas hacia los paraísos fiscales. Consenso para bajar el presupuesto educativo. Consenso sin debate, que sólo busca la aceptación de las directivas de los grandes capitales internacionales, para recuperar el terreno perdido en nuestra patria. Nosotros, los militantes del campo Nacional y Popular, preferimos el disenso generador de debates en cuanto al modelo de país que queremos. No queremos el consenso de la democracia rubia, formal, pulcra, republicana. La de los falsos consensos. Preferimos disentir, la discusión, la confrontación de ideas o el consenso en una democracia verdadera. La del pueblo descamisado, la de los gronchos, la de los perucas, la de los cabecitas negras, la de los grasitas. La del pueblo trabajador. En propuestas populares que nos incluya a todos sobrarán los consensos. En mejoras para nuestros jubilados tendremos consenso. En mejor educación tendremos consenso. En más vivienda y mejor calidad de vida de quienes menos tienen habrá consenso, en mejor salud pública habrá consenso. Mientras estos objetivos estén fuera de discusión en las sectas minoritarias y el capital concentrado, no consensuaremos. La sangre derramada jamás será negociada.

Fuente: Ludfueña, Raúl. Publicado en Tiempo Argentino de la edición del 15 de noviembre del 2011.