viernes, 29 de julio de 2011

¿Cuándo Evita los ha defraudado?

La relación entre los pueblos y sus líderes reposa en la confianza. Una confianza que se alimenta cuando esos líderes, con los años de esfuerzo y de interpretación de la voluntad mayoritaria, dan pruebas de no estar tentados de ser socios de los poderosos.

Los agitados días electorales en la Ciudad de Buenos Aires y en Santa Fe generan inquietudes. Impulsan, a muchísimos argentinos, a preguntarse cuáles son las fortalezas con que cuenta Cristina Fernández para convencer, no sólo de su capacidad para ganar las elecciones nacionales del 23 de octubre, sino también para continuar conduciendo el proceso político iniciado por Néstor Kirchner el 25 de mayo de 2003. Las inquietudes y los interrogantes son legítimos, porque en estos días quedaron al descubierto algunas de las debilidades ya previstas y otras tantas nuevas, que plantean debates genuinos. En cuanto a los puntos flacos conocidos desde tiempo atrás, el primero que debe apuntarse es que ambos distritos estaban gobernados por fuerzas políticas que ganaron en 2007; es decir, cuando la actual presidenta ganó en primera vuelta. Es decir, cuatro años después, renuevan al tiempo que Cristina tiene todas las chances de volver a ganar.
Pero hubo cosas nuevas en estos cuatro años. Dos de peso. El conflicto por la 125 en 2008 que alejó a un sector del electorado de origen rural o vinculado a los agronegocios, y el ataque iniciado por los medios de comunicación que ven el peligro que les genera la nueva ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, tratada y votada en el Congreso después de las elecciones de medio turno de junio de 2009, en las que el kirchnerismo sufrió un retroceso, producto del arrastre del conflicto agropecuario y por los coletazos de la crisis financiera internacional.
Además, en estos días aparecen elementos de orden más circunstancial. El primero es el de los encuestadores, que fallaron en calibrar el caudal electoral del PRO, tanto en Capital como en Santa Fe. No hubo voces, hasta el momento, que salieran a explicar si las campañas de Daniel Filmus y de Agustín Rossi se hicieron –variante uno– sobre la base del desconocimiento de los votos que arrastraron Mauricio Macri y Miguel del Sel o –variante dos– sabían que las distancias serían grandes, pero prefirieron silenciarlas pensando que su divulgación sería un factor de debilitamiento de los candidatos kirchneristas. En cualquier caso, para una fuerza popular que apuesta a la política genuina y convoca a la participación ciudadana es imprescindible dejar claro que no se juega con la credibilidad de la gente. No sirve entender que las encuestas sólo sirven cuando vienen bien. Peor es dar a conocer números inflados para sumar a los votantes panqueques que juegan a ganadores.
El otro tema es evitar los análisis de tinte triunfalista. Hubo abuso de comentarios sobre que la presidenta gana en primera vuelta en octubre y que los dirigentes opositores quedaron reducidos a la nada. Si bien el país está en franco crecimiento y las políticas nacionales tienen un alto nivel de aceptación en la población, es la primera vez en lo que va de la democracia recuperada en 1983 que los dueños de los medios afrontan una presidencial como protagonistas principales, aun por encima de muchos candidatos opositores. Por otra parte, si bien se suavizó el conflicto con las patronales agropecuarias, la Sociedad Rural decidió actuar también como un factor decisorio. El discurso de Hugo Biolcati del sábado estuvo claramente dirigido, tanto a los electores de Santa Fe del día siguiente como de la Capital el próximo domingo. Palabras inflamadas sin un clima de protesta en la calle pero dirigido a sembrar odio al gobierno en los sectores medios urbanos y rurales.
La pregunta que se plantea es si el poderío de los medios concentrados más el de la Sociedad Rural son tan grandes como para restar fuerzas propias al conglomerado de fuerzas sociales y políticas que expresa el kirchnerismo. Cabe destacar que el establish-ment explotó a fondo el caso Schoklender y, al menos en la Ciudad de Buenos Aires, tuvo un impacto negativo importante en sectores permeables al discurso del gobierno. Las expectativas de quienes trabajaron en la campaña de Filmus era que la distancia con Macri no llegara a los 10 puntos. Y resultó prácticamente el doble. Toda mala evaluación lleva a desatender maneras de convocar electores. Concretamente a encarar una comunicación electoral más marketinera, al menos para intentar neutralizar la eficaz campaña macrista, y también tener otra política frente al aprovechamiento de espacios televisivos, especialmente los no vinculados al periodismo político.
En el caso de Santa Fe, es más difícil de entender qué pasó, porque María Eugenia Bielsa hizo una elección excelente y salió primera (579 mil votos) encabezando la lista de diputados provinciales, mientras que Agustín Rossi (387 mil) salió tercero. Queda claro que en una elección provincial donde se ponen en juego distintos cargos, los aciertos y los errores de campaña pueden mover el amperímetro mucho más de lo que creen las mentes que ven todo de modo rígido. Nacionalizar o no los ejes de campaña, tener o no candidatos carismáticos, haber quedado –o no– pegado al conflicto de la 125, tener o no buena relación con la Casa Rosada –y tantas otras cosas– suman o restan voluntades. A veces muchas, a veces pocas.
Y aunque los resultados parezcan crueles, para dirigentes de la talla de Filmus y de Rossi, la historia dirá algo más trascendente que los números. La trayectoria de ambos y la aridez de los dos distritos, los pone como dos políticos de una capacidad y un temple muy especiales. Rossi se cargó toda la responsabilidad del resultado. Un gesto que confirma su compromiso. Filmus encara este último tramo para honrar a muchos porteños que saben que no es lo mismo 20 que 15, y que harán fuerza para que la distancia sea la menor posible.

Qué significa profundizar el modelo.

Hoy se cumplen 59 años de la muerte de Evita, la abanderada de los pobres. Casi un año antes de su fallecimiento, renunciaba a integrar la fórmula presidencial junto a Juan Domingo Perón. Estaba enferma, casi sin fuerzas, pero muchos pensaban que, además de cuestiones de salud, había motivos de orden político que llevaban a Eva a hacerse a un lado del cargo. Desde el edificio de 9 de Julio y Belgrano, Evita, dirigiéndose a Perón, el 22 de agosto de 1951, dijo que el pueblo “quiere saber de qué se trata” y, dirigiéndose a la multitud, agregó: “Ya sabe de qué se trata y quiere que el General Perón siga dirigiendo los destinos de la Patria.” Sin embargo, desde abajo, coreaban: “¡Con Evita! ¡Con Evita!” Ella replicó: “Yo haré siempre lo que el pueblo quiera. Pero yo les digo que así como hace cinco años he dicho que prefería ser Evita, antes que la mujer del presidente, si ese Evita era dicho para aliviar algún dolor de mi Patria, ahora digo que sigo prefiriendo ser Evita. La Patria está salvada porque la gobierna el General Perón”. Ante la insistencia, contestó, llorando: “Compañeros, yo no renuncio a mi puesto de lucha. Yo renuncio a los honores. Haré, finalmente, lo que decida el pueblo.” La insistencia llevó a que terminara el discurso de un modo inolvidable: “Por el cariño que nos une, les pido por favor que no me hagan hacer lo que no quiero hacer. Se los pido a ustedes como amiga, como compañera. Les pido que se desconcentren. ¡Compañeros, ¿cuándo Evita los ha defraudado?! ¿Cuándo Evita no ha hecho lo que ustedes desean?!”
La relación entre los pueblos y sus líderes reposa en la confianza. Una confianza que se alimenta cuando esos líderes, con los años de esfuerzo y de interpretación de la voluntad mayoritaria, dan pruebas de no estar tentados de ser socios de los poderosos.
Cuando convencen que el mayor deseo es el de servir a los pueblos y de hacer todo lo posible para que no haya más privilegios económicos ni sociedades desiguales. Esa es una condición imprescindible para no perder el lugar de representación, tan lleno de apariencias y oropeles, pero tan plagado de responsabilidades y desafíos. No alcanza sólo con ser fiel al pueblo. Se necesita de una autocrítica permanente, de búsqueda de nuevos lenguajes y nuevos lazos con diversos sectores de la sociedad. De alianzas, a veces circunstanciales y a veces más estables, con sectores que piensan distinto y expresan diversos intereses. Se precisa tiempo. Y ese tiempo no siempre es el de ganar. A veces es el tiempo de templarse en la adversidad y el disgusto. Tiempos en los que la lealtad y la confianza se hacen recíprocas y hacen que los vínculos se fortalezcan.

Fuente: Anguita, Eduardo. Publicado en Tiempo Argentino de la edición del 26 de julio del 2011.

Juntos venimos mal.

Macri y la política privatista del arte: el desconocimiento, el mal trato y la persecución a los centros culturales no oficiales derivó en el Movimiento de Espacios Culturales y Alternativos (MECA). Ya presentaron dos proyectos de ley.

Llegaron unos inspectores del Gobierno de la Ciudad y clausuraron el lugar al son de un acta que decía: “Se constata la presencia de 20 personas leyendo poesía”. (Es inevitable no pensar en uno de los ciclos de poesía itinerantes de la ciudad que lleva por nombre la consigna clave: “Más Poesía Menos Policía”.) Los inspectores deben haber pensado en algo peligroso. Fue el mes pasado en La Usina Cultural del Sur, un espacio autogestionado en el barrio de Almagro sobre la calle Bulnes donde se dan talleres de arte y se realizan lecturas de poesía y narrativa.
No hay una sistematización de la cantidad de centros culturales no oficiales clausurados, desalojados y perseguidos durante la gestión de Mauricio Macri. No es novedad que el vacío jurídico sobre los centros los deja a la intemperie, resistiendo frente a una política vacía, de mal trato y desconocimiento de la cuestión cultural.
La legislación porteña no contempla este tipo de espacios y, al momento de ser clausurados, el centro cultural en cuestión se encuentra frente a la paradoja de no existir para la ley pero, sin embargo, ser clausurado por no contar habilitación para funcionar como tal. Insólito, pero real.

Esconderse para hacer arte.

La Usina Cultural, el lugar clausurado por tráfico de poesía, surgió como consecuencia de una agrupación juvenil de la Ciudad, del mismo nombre, que realiza trabajo social en las villas de emergencia de Retiro y Barracas.
“Parece una locura, pero, actualmente, los centros culturales deben habilitarse como algo que no son para que no los clausuren”, dice Florencia Minici, de la Usina Cultural y una de las redactoras de los dos proyectos de ley elaborados por el Movimiento de Espacios Culturales y Artísticos (MECA) enviados a la legislatura la semana pasada.
Miradas al Sur pudo acceder a los proyectos que esperan ser tratados en la Comisión de Cultura. El primero plantea la urgencia de crear la figura de Centro Cultural y Social para así garantizar un marco de derechos a partir del cual establecer los requisitos habilitatorios. El segundo tiene que ver con la subsistencia económica de esos espacios a través de la creación de un Régimen de Concertación para la actividad de los CCySS. La idea es que los inscriptos sean eximidos del pago de impuestos municipales y reciban asesoramiento técnico, y asistencia legal y económica por parte del Estado.
Según calculan los organizadores del MECA, en la ciudad existen entre 40 y 60 centros culturales no oficiales que funcionan a puertas cerradas, sin habilitación. El MECA se plantea como un movimiento amplio desde donde poder discutir una nueva agenda para la política cultural de la Ciudad. “Nos organizamos porque entendemos que es el único camino racional para frenar la persecución. Pero también para aportar en la construcción de una ciudad diferente, popular, inclusiva y justa”, dice Minici.
La actividad de dichos centros es sin fines de lucro: “No somos bares ni boliches ni locales comerciales. Somos los espacios que hacen que Buenos Aires sea una de las capitales culturales del mundo”, resume el manifiesto del movimiento que busca funcionar como alternativa al circuito artístico oficial.

Una política de negocios.

Durante los cuatro años de gestión macrista, el sector cultural fue perseguido y atacado sistemáticamente a través de distintas medidas: recortes presupuestarios, cierre de diversos espacios culturales y avances en beneficio de intereses privados sobre los lugares destinados al desarrollo del arte, la educación y la cultura.
No se sabe qué hace el ministro de Cultura del PRO Hernán Lombardi –ex radical, ex ministro de De la Rúa– ante el desmantelamiento del teatro Colón, la no paga a los trabajadores del teatro San Martín, la persecución política que recibe el colectivo que autogestiona la Sala Alberdi, la privatización del mismo teatro, las denuncias por supuesto intento de privatización del Planetario, etcétera, etcétera.
Cuando se habla de privatización de lo público, se habla de gobernantes que actúan creyéndose dueños de los lugares a los que llegan para servir y no para servirse a ellos.
Al respecto, Minici señala: “La causa de estos verdaderos bochornos de la gestión macrista radica en la esencia misma del PRO: el privilegio de los que más tienen, la vocación privatista (no es vano recordar la propuesta de Carlos Pirovano, funcionario de la Ciudad: ‘¿Y si asumimos que la educación pública está muerta y con esa plata les pagamos a los chicos una buena escuela privada?’), la xenofobia, la restricción de derechos y una política cultural empresaria, fuertemente orientada al turismo”.

Centro Cultural vs. Comisaría.

Otro ejemplo de la política macrista es el caso del Espacio Cultural Bonpland, un viejo mercado en desuso que los vecinos de Palermo hicieron propio con el florecimiento de las asambleas barriales nacidas en 2001. A principios de 2009, se vence por primera vez el papel que da al espacio cultural el permiso para utilizar el lugar. Luego de un año de idas y venidas, el Gobierno de Macri manda la inspección al Bonpland. Por una garrafa y dos matafuegos, el predio no sólo fue clausurado sino que también fue multado con 26 mil pesos. Luego de reuniones con funcionarios del Gobierno de la Ciudad, quedaron sobre la mesa los entretelones de la intención política. El Gobierno de la Ciudad planea instalar una comisaría de la Policía Metropolitana y así desmantelar el centro cultural, el comedor y la biblioteca popular.
“En plena lucha, nos cerraron dos blogs donde colgábamos youtubes de los artistas que brindaron su palabra de apoyo para el no cierre del Espacio. A fines del año pasado llegamos a juicio y se falló a favor nuestro. No hay ley que nos ampare en tanto centro cultural. Todo se resume a una cuestión de palabra: si querés que me vaya de acá, vení a sacarme que no va a ser muy fácil”, remata Carolina Arentio, del Bonpland.
“Para clausurarnos, alegaron una barbaridad de cuestiones. Por ejemplo, mencionaron que tenemos una garrafa en el comedor. Pero bueno, si no querés que tengamos una garrafa, poné gas, es su deber asistir al comedor que abandonan…”, cuenta Arentio.
Contradicciones constantes, excusas que en definitiva buscan el cierre de los espacios por cuestiones políticas y/o empresariales. En el caso del Espacio Cultural Bonpland, era claro: el terreno había sido pedido por la Policía Metropolitana.

Efecto Cromañón.

La mayoría de los centros culturales no oficiales llevan cinco años de funcionamiento. Todos los centros culturales, teatros independientes y demás espacios artísticos se vieron en serios problemas tras el efecto Cromañón y tiempo después tras la tragedia del derrumbe del entrepiso del boliche Beara, que en 2010 causó la muerte de dos jóvenes.
Hay que recordar el Musicalazo, la forma en la que los artistas salieron a la calle para manifestar la pérdida de la fuente de trabajo y la libertad de expresión. Desde 2004, se hace casi imposible para muchos grupos musicales encontrar un lugar para tocar.
Desde Actitud menos Arte, un grupo de artistas organizados declaran: “La música en vivo se ve limitada a la voluntad del Gobierno y a megafestivales patrocinados por grandes empresas, generando un monopolio y el control de la expresión artística. El verdadero arte no sale de las empresas ni del Gobierno. Sale de los sótanos y de la calle”.
Cromañón también significó desde muchos medios de comunicación, la vinculación entre la cultura, la inseguridad y la juventud. Desde MECA, Florencia Minici manifiesta: “Cromañón fue un hecho que demostró la convivencia de funcionarios del Estado con empresarios inescrupulosos que privilegian el carácter mercantil de la cultura por sobre los derechos humanos. El episodio de Beara demostró empíricamente que, a pesar de estar habilitado, un lugar no puede ser seguro si existen empresarios que gozan de vía libre para hacer negocios con la vida humana”.
Muchos establecimientos de la Ciudad post-Beara se disfrazaron de casas de fiestas privadas cuando en realidad son boliches sin ningún tipo de control. Desde el MECA diferencian: “El Estado debería clausurar estos espacios. De igual forma, los más castigados seguimos siendo los centros culturales que, además, solemos tener mayor conciencia y recaudo que los ‘empresarios de la noche’. Los centros culturales y sociales no somos ese tipo de empresarios, sino que cumplimos la función social de acercar a los barrios y a toda la ciudad con la cultura emergente”.
Los centros culturales no oficiales están organizados para darse colectivamente un marco legal que los contenga y los fomente. Es desde allí donde se construye la cultura popular de la ciudad. En esos lugares circulan los artistas emergentes que no forman parte del circuito formal de la industria cultural. En esos lugares hay jóvenes trabajando por la cultura, cotidianamente, autogestivamente. Vale la pena.

Fuente: Arnolfi, Jimena. Publicado en Miradas al Sur de la edición del 19 de junio del 2011.

Las alternativas de la democracia.

Análisis sobre el concepto de la democracia y sobre el sentido que adquiere para los distintos sectores, grupos y clases sociales que pugnan por imponer sus propios intereses, cultura y formas de vida.

Tanto el Fondo Monetario Internacional como representante primero y central de los organismos globales de crédito, como representante de la especulación y de la economía financiera que reivindica el automatismo de los mercados que es, en fin, el responsable directo de la crisis actual a nivel del sistema comercial globalizado en los términos y bajo la lógica, los intereses y las directrices de los neoliberales, junto con la dictadura cívico-militar, las de la seguridad nacional que tanto error y horror político trajeron a nuestra Latinoamérica y los mismos años noventa con la imposición de las políticas de apertura, desregulación y privatizaciones que también hicieron de las suyas, en la actual coyuntura política de cambios en el sentido de las nuevas democracias de la inclusión social y de los gobiernos tanto nacionales como populares y soberanos, cedieron centralidad ante un actor concreto: las corporaciones. De ahora en más, son las grandes corporaciones quienes, en el diario trajinar que busca defender sus propios intereses, se convierten en actores centrales como sujetos opositores a los cambios auspiciados desde el sector público y los diversos sujetos políticos que representan los intereses de los trabajadores. En esas circunstancias, también los medios masivos de comunicación y de información, en la medida en que son controlados por esas mismas corporaciones, son un terreno que se torna fundamental en la lucha por imponer la hegemonía propia. Entonces, lo que vemos ahí, la característica primera del proceso de lucha actual es precisamente el surgir de una fuerte confrontación entre el poder de las corporaciones y el poder que generan los sectores populares.
Realmente todo esto, el hecho de que se produzca esa confrontación entre intereses que en la práctica son opuestos, que además en el fondo son irreconciliables, no es novedad porque quien se compromete en un proceso de transformaciones, cuando son estructurales, deberá producir, quieralo o no, ciertas polarizaciones que en general no son menores ni superfluas. De hecho, en determinado momento, en la medida en que el proceso avance en favor de la igualdad y en la distribución de las riquezas, todos los actores y todos los sujetos y actores políticos involucrados, como representantes de ciertos sectores, de algunos grupos de interés y clases sociales, se juegan el todo por el todo. Es que los sectores que se beneficiaban de la situación anterior no pueden dejar el poder de manera voluntaria. Nunca pasó de esa manera en la historia del hombre. Todos y cada uno de los grupos de poder luchan, hasta el fin, en defensa de sus modos de vida. Es que están en juego intereses, formas de pensar, una lógica, cierta cultura y determinadas formas de vida que definen la pertenencia social de cada uno. Entonces, así como existe un discurso libertario, del humanismo más excelso, existe también un discurso de lo político que es meramente formal, abstracto e institucionalista. Esa forma de vivir la democracia, formalista, abstracta e intitucionalista, frente a los cambios en favor de la justicia social y en favor de la concreción de los derechos y de las garantías constitucionales, solo le queda insistir en la defensa del momento institucional porque es ese momento la base del estatus quo. El problema para esos grupos, directamente ligados a la ley y al orden de los neoliberales, es que ignoran que las instituciones no son ni pueden ser entidades neutrales. Muy por el contrario, las instituciones políticas, que son parte de las estructuras y de las bases del régimen político, en cuanto tales son la cristalización de una relación de fuerza. Dicho de otro modo: defender puramente el sistema institucional es cerrarse a toda perspectiva de cambio y por ello insisten en la ley, en el orden y en el estatus quo. En realidad, el cambio no tiene porque darse contra las instituciones, pero todo proceso de cambios necesariamente altera el equilibrio político e institucional porque altera la lógica, las verdades, las definiciones y las actuaciones del régimen político. Por eso, si bien es importante la continuidad de las instituciones, en el sentido de militar en favor de la previsibilidad de los conceptos y valores de la democracia, lo fundamental es ser capaces de combinar la continuidad institucional con el proceso de transformación de las instituciones en favor de una gestión más democrática del régimen político.
En relación al proceso de polarización política al que me acabo de referir, lo importante es que ese proceso se efectúe ganando el consenso de otros sectores progresistas. En concreto, para que los sectores democráticos y populares logren primar por sobre los sectores más reaccionarios, por sobre la clase de los patrones, tienen que consensuar con quienes estén dispuestos a defender y luchar por el bien de las mayorías más allá de las condiciones sociales de cada cual. Hasta hoy, en los diversos países latinoamericanos que se han jugado en favor de los trabajadores, por primera vez en la historia, este proceso no se dio en forma autoritaria y por eso los gobiernos populares consiguieron un grado bastante importante de consenso donde si bien, como ya dije, los conflictos son inevitables, el momento de consenso que vivimos es mayor que en cualquier otra etapa de la historia latinoamericana. Es que este nuevo proceso de consenso se basa en una especie de auto conciencia de los trabajadores. Si bien es cierto que no es nada común que un movimiento nacional y popular tenga el acompañamiento de los intelectuales estamos en presencia de una revolución cultural que se basa, ni más ni menos, en la toma de conciencia de las mayorías. Y quien tiene conciencia histórica de lo que pasa puede orientarse y orientar esa realidad a partir de sus propias acciones y militancia. Conocer cuales son las alternativas políticas frente a las diversas encrucijadas históricas, conocer las fuerzas y sectores sociales en pugna por el control del régimen político y conocer la lógica de funcionamiento del mismo, hace la gran diferencia porque nos evita vivir las crisis como meras coyunturas cuando en realidad, la mayor parte de las veces, esas crisis tienen directa relación con las formas y las políticas del propio Estado capitalista que se expresa a través del régimen.
Sin embargo, ese conocimiento de la realidad, esa auto conciencia y esa nueva cultura en términos populares, que defiende el bien común, no es una tarea fácil porque difícilmente encontraremos un concepto más amplio y vago, que se use de tan distintas maneras, como el de la democracia. En verdad, este concepto es usado tanto como sustantivo y adjetivo, lo usamos para hablar de una persona, para decir si es o no democrática, y también al referirnos a una institución. En el ámbito de la política se usa para reivindicar los derechos humanos como también para defender el terrorismo de Estado, se usa para profundizar en la igualdad de oportunidades pero también como excusa para invadir países y apropiarse de sus recursos. Lo usan los sectores dominantes para proteger sus intereses incluso a partir de teorías y formas de acción política que se pretenden progresistas. El caso más emblemático al respecto es el reformismo político como fin mismo que en los países más desarrollados, una vez que logran renegar del radicalismo político, se expresa en la socialdemocracia y en el llamado socialismo. Tanto es así que éste, el socialismo, siempre bajo la forma socialdemócrata, nos plantea como eje rector de su ideología que la decadencia del capitalismo es improbable porque el mismo tiene armas de defensa que le permitirían autorregularse ante la llegada de cualquier crisis. Por supuesto que ellos no ven la crisis como consecuencia de la caída de la tasa media de las ganancias del capital. En todo caso, las armas que el Estado capitalista tiene a su alcance para resguardarse de lo que él mismo considera las utopías igualitarias son, entre otras tantas, la posibilidad de obtener créditos y la capacidad de maniobra de las llamadas patronales, que se organizan políticamente en las cámaras de comercio y de empresarios desde donde defienden los intereses de los dueños del capital para así poder acceder con ventajas comparativas y en términos de dominio, control y monopolio, a los diversos mercados que componen y estructuran las formas de la producción y distribución de bienes y servicios. Es decir, para los socialdemócratas, el Estado en su acepción capitalista se encuentra blindado por lo que, a lo más, simplemente podemos aspirar a la lucha por mejorar la organización y la administración del régimen político donde desde siempre rigen las leyes de la oferta y de la demanda. Por eso, la socialdemocracia en Europa, ante sus propias frustraciones y límites, deriva en el neoliberalismo que radicaliza esa idea de la oferta y de la demanda llevándola a los extremos del automatismo de los mercados que rige en esos países. En esas condiciones, la democracia no tiene mucho que ver con la igualdad y con los derechos y conquistas sociales fundamentales que hacen a la justicia social.
Entonces, desde la perspectiva de los socialdemócratas, ya no importa ni tiene mucho sentido luchar por la igualdad o por la justicia social llegado a determinado punto de desarrollo del Estado capitalista, cuando se consolida el neoliberalismo, cuando se consolida la guerra de civilizaciones, el fin de las ideologías y de la propia historia. Así, y hasta cierto punto, traicionan sus propios ideales, los que alguna vez pretendieron reivindicar en favor de la libertad, de la igualdad y la fraternidad. Sin embargo, de alguna manera, más allá de esa sobrecarga que asume el concepto de democracia en sus diversas acepciones, que tienen que ver con el desarrollo y evolución de la lucha de clases, sigue teniendo y manteniendo una fuerte impronta de lo que fue la idea original del concepto, es decir, como promesa que siempre estuvo ligada directamente a la idea de igualdad de oportunidades y de distribución de la riqueza. Es que la realidad nos muestra que los cambios en términos de la gestión popular como genuina expresión de los intereses, de las necesidades y urgencias de los trabajadores, de una o de otra manera, se hace camino al andar, supera todos los límites y se impone porque, en fin, la (r) evolución es un acto de creación y de acción política, mientras que la legislación, las leyes y el orden que tanto defienden los neoliberales, antes que ser inmutable es la expresión política de la vida de una sociedad que ya existe, es decir, es expresión de la lucha entre los diversos grupos de intereses que representan a ciertos sectores y clases sociales que son antagónicas en sus aspiraciones finales. Muy por el contrario, el reformismo político, que decididamente nos plantea la reforma y la administración, el asistencialismo y las políticas del régimen benefactor antes que la inclusión a partir de la creación de derechos y la defensa de lo ya conquistado por los sectores populares, no posee una fuerza propia, independiente de los cambios en términos estructurales. Es que en cada período histórico de cambios y transformaciones fundamentales, la obra de los reformistas queda supeditada a la dirección que le imprime el ímpetu de la última (r) evolución, y prosigue mientras el impulso de la última (r) evolución se haga sentir. En palabras un poco más simples, la obra de los reformistas de cada período histórico de cambios que son estructurales se realiza únicamente en el marco de la forma social y del contexto político, social, económico, comercial y cultural creado por la misma (r) evolución.
La democracia como proyecto, como idea fuerza y rectora de los intereses populares, en la medida en que se impone una lógica superadora del egoísmo típico del capitalismo, en la medida en que se impone el bien común y en la medida en que se impone a los preceptos ideológicos del reformismo político como fin mismo, donde la socialdemocracia es apenas una de las formas en que se manifiesta, siempre reaparece una y otra vez a lo largo de la historia, aunque muchas veces de forma caótica y diversas. Es que, de una o de otra manera, ha vuelto una y otra vez metiéndose por la ventana de las construcciones políticas que se fueron armando en cada tiempo distinto. El desafío del concepto de democracia es que quienes pensaron las actuales instituciones políticas, Francia, su revolución, el Iluminismo y la Ilustración, Estados Unidos e incluso la mayoría de quienes hablaron y lucharon por la independencia de nuestros países, algunos de nuestros propios libertadores y sus ejércitos, que a veces incluso constituyeron el pueblo en armas, todos, cuando diseñaban nuestras actuales acciones de gobierno y políticas públicas, muchas veces no las entendían como democráticas, precisamente porque ellos no la pensaron en términos de militar en favor de la igualdad de oportunidades o de distribución de la riqueza. Hoy, frente a los cambios en curso, es ineludible referirse a la cuestión de la igualdad de oportunidades, de la generación y distribución de la riqueza, del bien común y de la satisfacción de las necesidades de las mayorías. Ese es el gran cambio del nuevo siglo por lo menos en la mayor parte de Latinoamérica.

Referencias bibliográficas:

Zanini, Carlos: “La clave: el retorno de la película”. Publicado en Miradas al Sur de la edición del 26 de junio del 2011.
Bencivengo, Gabriel y Balázs Francisco: “Defender la pureza institucional es cerrarse al cambio”. Publicado en Miradas al Sur de la edición del 26 de junio del 2011.
Trsitán, Rosa: “El devenir de la socialdemocracia” Publicado en Debate Socialista de la edición del 15 y 17 de octubre del 2010, #117.
Autor: Alfredo A. Repetto Saieg.