sábado, 13 de noviembre de 2010

Foto de la semana

Enlaces de Interés:



El Gobierno encontró al nueve:


Carrió cosechó la crítica de todos:


Las empresas generan inflación:


Diputado Agustín Rossi sobre la Ley de Presupuesto 2011:

Noticias de la semana:



Cristina ratificó los ejes del modelo y reclamó más compromiso social.

Defendió la inversión en infraestructura, el aumento de salarios y el consumo interno como herramientas de crecimiento, y consideró que son un ejemplo a escala global. “Sin inclusión no hay estabilidad institucional”, resaltó.

La presidenta Cristina Fernández cuestionó ayer explícitamente las políticas neoliberales del Consenso de Washington y defendió la inversión pública en infraestructura y el aumento del consumo interno como herramientas para alcanzar un desarrollo económico con “inclusión social”.
La presidenta indicó que “debe haber una responsabilidad muy grande de parte de los países desarrollados porque el nivel de vida de sus habitantes es sustancialmente superior al de las economías en desarrollo”.
El discurso de Cristina hubiera sido una clase de retórica en otro ámbito, pero ayer adquirió una significación especial porque se lo dijo a los 31 CEO de algunas de las principales compañías del mundo, y lo hizo en el marco de la Cumbre del Grupo de los 20.
Con un tono de voz cuidadoso, casi didáctico, Cristina Fernández subrayó que las finanzas tienen que ser una herramienta para incentivar la producción. “No se puede pretender que las economías emergentes tengan crecimiento sin inclusión social porque sin ello no hay garantía institucional”, puntualizó la presidenta en la reunión que mantuvo con los ejecutivos en el salón Mugunghwa Hall del Hotel Sheraton Grande Walherhill, ubicado en la zona norte de Seúl, capital de Corea del Sur.
Frente a la atenta mirada de César Alierta, Executive Chairman de Telefónica, Vikram Pandit, CEO del Citigroup y William Toppeta, presidente de MetLife, Cristina recordó que uno de los ejes centrales del modelo productivo ha sido “el sostenimiento de la demanda agregada”. En la mesa oval del Business Summit de la Cumbre de Seul del G-20, también estaban Jean Lemierre, advisor Chirman del BNP Paribas; Masayuki Oku, presidente del Sumitomo Mitsui Banking Corporation; Sam Walsh, ejecutivo en jefe de la firma Rio Tinto y Roberto Poli, chairman de la firma ENI.
En su exposición, Cristina dijo que las políticas de crecimiento impulsadas por la Argentina en los últimos años son un ejemplo de “lo que se puede aplicar a escala global”. Agregó que “es imposible que un sector o una economía crezca y el resto decrezca o sea disfuncional a esa economía”.
En la hora previa al discurso de Cristina, durante casi una hora, 12 ejecutivo CEO, le dieron a la presidenta argentina su parecer sobre la crisis. Uno de ellos expresó su temor a que las regulaciones al sector financiero global puedan afectar a la economía real.
“Los empresarios resaltaron el esfuerzo que estaba haciendo la presidenta” y hablaron con “mucha sinceridad”, subrayó el ministro de Economía, Amado Boudou, en una charla improvisada con los periodistas argentinos acreditados en esta cumbre, que ofreció junto al canciller Héctor Timerman.
En la reunión de cierre entre los ejecutivos y Cristina, también asistieron, por una invitación expresa de la mandataria argentina, el titular de la Unión Industrial Argentina (UIA), Héctor Méndez, y el candidato a sucederlo en el cargo, el secretario, José Ignacio De Mendiguren. También se observó la presencia del ex presidente del Banco Central Mario Blejer y el embajador en Washington, Alfredo Chiaradía.
Durante su intervención, Peter Sands, CEO del Standard Chartered, reconoció la importancia de que el sector financiero asista a la pyme y otorgue más créditos en materia de infraestructura.
En lo que respecta a las advertencias, el pedido fue tener “cuidado con el tema de las regulaciones, porque puede llevar a que la gente resuelva por si misma sus problemas (shadow bank)” acudiendo a circuitos alternativos del sistema tradicional.
Josef Ackermann, del Deutsche Bank, coincidió con Cristina en el diagnóstico de la crisis, y a modo de mea culpa dijo que los hombres del sector financiero “siempre utilizamos los remedios habituales y no atacamos la enfermedad; por eso debemos averiguar cuáles son las causas de la enfermedad”.
Antes de ingresar a la reunión con los CEO, Cristina se cruzó en el pasillo del hotel y conversó durante unos tres minutos con su par de España, José Luis Rodríguez Zapatero, quien, de acuerdo a fuentes oficiales, le comunicó en persona el pésame por la muerte de Néstor Kirchner.
En sus conclusiones, la presidenta argentina, aseguró que “el haber roto los equilibrios económicos (por parte de los países desarrollados) también ha coadyuvado a que tengamos esto que fue visto como una crisis de carácter estrictamente financiero pero que, como todos sabemos, esconde causas mucho más profundas que deben ser abordadas con mucha seriedad y fundamentalmente con un concepto de cooperación internacional”.
Por la tarde, Cristina participó de la recepción con la que el mandatario surcoreano Lee Myung-bak agasajó a los jefes de Estado del G-20. Al lado de la mandataria argentina se sentó el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama; y enfrente del jefe de Estado chino, Hu Jintao. Cristina recibió las condolencias por el fallecimiento de su esposo
Lee le dio el pésame por la reciente muerte de su marido, Néstor Kirchner, y la mandataria se emocionó. Tras la foto de rigor, el presidente surcoreano volvió a tomarle la mano y a darle ánimos.

Fuente: Por Mariano Beristain en http://tiempo.elargentino.com



Las materias primas, heroínas de la recuperación

Un estudio sostiene que su expansión fue clave para que la región superara la crisis mundial
Así lo consideró el Banco Mundial a través de un estudio sobre "Recursos naturales en América Latina y el Caribe", en el que detalla que "el apogeo de las materias primas” latinoamericanas que podrían impulsar a la región hacia niveles de crecimiento similares al de los países ricos".
En la Argentina, la participación de las exportaciones relacionadas a los recursos naturales es, en promedio, más del 60% de las exportaciones totales en la última década. Esto abre una gran expectativa de cara al futuro, si se tiene en cuenta que América Latina termina de recuperarse de la crisis global con notoria velocidad, ganando fortaleza y terreno en la exportación de materias primas que se espera sobrepase la marca del 5% en 2010.
Así lo detalla el trabajo presentado por economistas del Banco Mundial en la Cámara Argentina de Comercio en el marco de la conferencia "Materias primas y desarrollo económico: cómo manejar los ciclos de bonanzas y crisis".
"Más del 97% del PBI regional se produce en países que son exportadores netos de materias primas, mientras que el 93% de su población reside en países que se han beneficiado de los altos precios de las mismas", detalla el estudio del BM.
Luego de los bajos niveles de 2009, los precios de los productos primarios lograron repuntar generando un alivio para las arcas fiscales argentinas y de otros países de la región, logrando una significativa solidez económica. "Los exportadores latinoamericanos dependen más de los ingresos fiscales generados por la exportación de materias primas que los países desarrollados ricos en recursos, ya que a pesar de que la participación en el PIB de los ingresos fiscales son similares en ambos (alrededor del 6% versus 5% en los países ricos) el 24% de los ingresos fiscales en los países latinoamericanos deriva de productos primarios, comparando con un 9% en los países desarrollados", señala el informe.
De acuerdo al estudio, la abundancia de materias primas en América Latina y el Caribe (ALC) se presenta como "la llave a la prosperidad", dado que la creciente demanda de minerales y materias agrícolas por parte de los mercados asiáticos, en especial de China, contribuyó a que la Argentina reactivara su economía y comenzara a salir de la crisis mundial.
En conversación con Buenos Aires Económico, John Nash -economista del Banco Mundial para América Latina y el Caribe- consideró que "los desafíos para la Argentina son, como para otros países, garantizar que los beneficios de los precios de las materias primas se utilicen para sentar las bases para el crecimiento a largo plazo, lo que proporcionará oportunidades para todos".
De los siete países que representan el 85% del PBI, seis tienen alta participación de los productos primarios en los ingresos fiscales, habiendo logrado en las últimas décadas un aumento de la participación de este recurso en los ingresos totales de los países, con excepción de México: Argentina con materias primas agrícolas de exportación; Chile con el cobre; Colombia con petróleo; México a través de los hidrocarburos; Perú en minería; y Venezuela con hidrocarburos. Mercado asiático. Según destaca el estudio del BM, la demanda de China fue un factor importante en la firmeza sustancial de los precios mundiales de los bienes primarios: "Asumiendo que la demanda asiática de exportaciones como la soja argentina, el mineral de hierro brasileño, el cobre chileno, pescado y minerales peruanos y otras materias primas latinoamericanas se mantenga, la región estaría en posición inmejorable para beneficiarse de sus recursos naturales", explica el autor del informe y economista en jefe del Banco Mundial, Augusto de la Torre. Pero hace hincapié en la necesidad de ahorro de los beneficios de estos recursos para los momentos de emergencia y evitar, de esta manera, que "los países gasten más de lo que pueden afrontar cuando los altamente volátiles precios de las materias primas bajen".
El experto indica que los países tienden a hacer cada vez un mejor manejo de sus materias primarias, "lo cual lleva a pensar que América Latina finalmente romperá con la -catalogada- maldición de los recursos naturales", una cuestión que resulta significativa teniendo en cuenta que se trata de una región donde en 2008 las exportaciones en productos primarios de la Argentina y de las seis economías más grandes de ALC alcanzaron casi u$s400.000 millones, representando un 52% de todas las exportaciones.
Gabriel Molteni, jefe del Departamento de Economía de la Cámara Argentina de Comercio, explicó a Buenos Aires Económico que "una de las conclusiones más relevantes del informe radica en que las materias primas pueden ser una bendición si se aprende a manejar adecuadamente sus ciclos. Para ello pueden utilizarse distintas herramientas, como ser la diversificación de la producción, los fondos anticíclicos y los seguros".
Por su parte, Pamela Cox, vicepresidenta para América Latina y el Caribe del Banco Mundial, cataloga de halagadoras a las perspectivas de la región en el corto plazo y sostiene que "el actual patrón de recuperación global ha favorecido a la región, las políticas contracíclicas han apoyado la demanda interna en las mayores economías de ALC, y la demanda externa de mercados emergentes de rápido crecimiento ha impulsado las exportaciones y los términos de intercambio para los exportadores netos de bienes primarios de la región".

Fuente: Por Sabrina Santopinto. En Diario Miradas al Sur de la edición del 7 de Noviembre del 2010.

Entrevista: John Nash, economista del Banco Mundial para América Latina.

En conversación con Buenos Aires Económico, John Nash, economista del Banco Mundial para América Latina y el Caribe se refiere a las perspectivas del mercado argentino de cara a 2011 y sostiene que, luego de que los precios en los mercados de productos básicos se hayan recuperado de su caída, comienza un período de bonanza que otorgará importantes chances para la Argentina.
-¿Cómo afectará a la región el alza de los precios de los commodities y cómo repercutirá eso en las economías de la región?
-Cómo un período de altos precios afecta a los países, depende en gran medida de la política económica. Este es uno de los mensajes clave del informe. Un auge de los precios, por supuesto, causa una expansión en el sector de los productos básicos, pero con una buena gestión económica esto puede ir también acompañado por un crecimiento en otros sectores orientados a la exportación, y de alto crecimiento económico general. Este ha sido sin dudas el caso de Chile. Y, por supuesto, muchos de los países de altos ingresos de hoy, dependían de los productos básicos anteriormente en su historia, por ejemplo, el EE.UU., Canadá, Australia, Finlandia, Noruega, etcétera.
-¿Cuáles son los desafíos para la Argentina en materia económica y social?
-Los desafíos son, como para otros países, garantizar que los beneficios de los precios de las materias primas se utilizan para sentar las bases para el crecimiento a largo plazo, lo cual proporcionará oportunidades para todos. Todos los países podrían aprender una lección de episodios pasados de los auges: manejar estos recursos fiscales adicionales cuidadosamente e invertirlos en vez de consumirlos.
-¿Cuáles son los cambios positivos que ve en la Argentina desde 2002 a la fecha?
-Por supuesto, ha habido muchos acontecimientos positivos en la Argentina, pero en el sector de los recursos naturales, una de las maneras que el país ha estado liderando el camino es en el desarrollo de nuevas formas de organización de las granjas, con cadenas integradas para resolver algunos de los problemas que aquejan a los sectores agrícolas de muchos otros países (la lenta adopción de las nuevas tecnologías, los problemas de financiación, etcétera). Esto comenzó mucho antes de 2002 -se remonta a la década de 1990, o incluso antes - pero el hecho de que el sector agrario argentino ya había adoptado estas innovaciones de organización y de gestión lo puso en una posición muy buena para responder a las oportunidades que presentó el auge de los commodities en la década de 2000.
-¿Cuáles son las perspectivas para la Argentina de cara a 2011, luego del repunte de la crisis de 2008?
-Las perspectivas son buenas, ya que los precios en los mercados de productos básicos se han recuperado de su caída. Ellos no pueden alcanzar sus niveles máximos del período anterior a la crisis financiera, pero hay buenas razones para creer que se mantendrán en niveles relativamente altos, presentando buenas oportunidades para los productores competitivos, como la Argentina.
-¿Cuáles son las externalidades más gravosas que surgen para la Argentina luego de la sojización?
-Yo no soy un agrónomo, pero no conozco ninguno tipo de riesgo especialmente asociados con la producción de soja. Por supuesto, con todos los cultivos -y sobre todo si el mismo cultivo se siembra en la tierra año tras año- se corre el riesgo de agotamiento de los suelos, pero las técnicas para manejar esto son bien conocidas y utilizadas por los agricultores argentinos. De hecho, la tecnología de siembra directa es ampliamente usada en la Argentina y es considerada muy amigable para el medio ambiente; probablemente sería bueno que se adopte más ampliamente esta tecnología en otros países.
-¿Nos encontramos frente a la posibilidad de una enfermedad holandesa?
-Como mencioné antes, con buena gestión económica, no hay razón para temer la enfermedad holandesa. Chile es una prueba de que los países puedan mantener un crecimiento alto en los sectores primarios, mientras que al mismo tiempo cada vez desarrollando los otros sectores también.
-¿Cómo salir del ciclo de dependencias de materias primas?
-Bueno, lo primero que quisiera decir es que no es necesariamente una buena cosa escapar totalmente de la dependencia de los productos básicos. Si un país tiene una ventaja comparativa en la producción de bienes primarios, desea que este sector siga creciendo. Pero quiere que otros sectores crezcan también. Para ello, es necesario tener una buena gestión económica para mitigar los efectos de la enfermedad holandesa, un buen ambiente general de negocios para mantener la competitividad de todos los sectores de la economía, y un gasto público racional para proveer bienes públicos que fomenten la innovación y la inversión privada.

Fuente: Por  Argentina Económica En Diario Miradas al Sur de la edición del 7 de Noviembre del 2010.

Análisis político

Análisis político:

El protagonismo de las ideologías (Parte 1)

Ya se naturalizó en la mayor parte de los trabajadores argentinos la idea de que Néstor Kirchner fue un gestor político impresionante que buscó subordinar la economía y sus variables a la lógica de la acción y la estrategia política. Sin embargo, dicho de esa manera puede traer a equívocos en el sentido de que queda la sensación de que las variables económicas se acomodan a la voluntad del colectivo político gobernante o de un líder y dirigente popular, sin embargo, Néstor hizo todo lo contrario, es decir, tenía una idea clara de independizar el sector público, que por definición es el defensor del bien común, de los intereses corporativos y oligopólicos ya fueran nacionales o globales. En esa perspectiva, su acción política como presidente fijó ciertos lineamientos y directrices centrales que incluso hoy nos permiten no depender ni del Fondo Monetario Internacional ni de la banca privada ni de los intereses que defiende y propugna desde los espacios de poder que le corresponden a expensas de los intereses de los trabajadores. Entre estos lineamientos generales, que hacen a la lógica central del régimen nacional y popular, tenemos por ejemplo un tipo de cambio de equilibrio desarrollista auspiciado a través de un dólar competitivo que es monitoreado por el propio Banco Central, tenemos el superávit fiscal y comercial y, sobre todo, generación de empleo en un proceso de inclusión y de democratización. Entonces, a partir de Kirchner la política también era la economía y en ese contexto se entiende la movilización, la participación, la nueva militancia y la representación de los múltiples intereses de los trabajadores a través de diversas organizaciones sociales o movimientos políticos y hasta culturales. La diferencia, o sea, la movilización política de ciertos sectores populares que se habían desmovilizado en la gran noche neoliberal de los años ‘90, es que a partir de la presidencia de Kirchner, por una cuestión de definición, de estrategia y de valores políticos, no se aceptó que fueran los intereses empresariales, los corporativos ni oligopólicos los que fijaran y definieran la agenda pública a partir de las conocidas políticas reaccionarias de ajustes que nos llevaron a la crisis del 2001. Y eso, que en estas páginas suena bastante fácil, es quizás uno de los mayores logros políticos de su mandato como presidente y también como conductor de una fuerza política fuertemente comprometida con los intereses populares. El arte de poder auspiciado por Kirchner y su entorno, es decir, de cómo ir ganando terreno sobre los intereses más concentrados, que siempre militan contra los trabajadores y su calidad de vida, contra la democracia y hasta la gobernabilidad, no es sencilla de expresar porque, hay que decirlo, la mayor parte de las veces Kirchner desarticuló intereses altamente concentrados sin grandes confrontaciones y en ese sentido fue un estratega de primera como todo buen peronista que se apegue a los ideales de la justicia social, de equidad y de soberanía nacional. A veces negociando, otras veces esperando el momento más oportuno pero siempre en lucha constante contra esos intereses. Eso sí, a medida que el propio régimen popular lograba fortalecerse políticamente, las posibilidades de imponer condiciones a los intereses más concentrados, a la propia élite de tecnócratas, fue creciendo. Para eso, contó con un gabinete de ministros y con diversos colaboradores, tanto técnicos como políticos, completamente comprometidos con los intereses y las reivindicaciones de los trabajadores. Es decir, hubo poca estridencia y crispación, a pesar de que desde los grupos de poder busquen hacernos creer lo contrario, hubo mucha gestión y mucho fortalecimiento de las políticas públicas. Lo que lograron Néstor y su compañera Cristina es que, de modo sostenido, se recuperara la autoestima y la memoria de las experiencias populares en una Argentina que siempre buscó el camino del crecimiento, de la inclusión y del desarrollo. En todo caso, y como la historia nos lo plantea de manera constante, la mayoría de esas diversas experiencias populares se expresaron políticamente dentro del peronismo, hay que decirlo. En la historia reciente, también hay que decirlo, Néstor está en lo más alto de la política y de las acciones tendientes a la reivindicación de mejores condiciones de vida para los trabajadores porque logró construir un camino que fue colectivo y que rescató lo mejor de las tradiciones de las batallas y de las luchas populares. Así, muchos de esos actos y acciones políticas, además de tener un gran valor material y simbólico en sí mismo, eran fuertes mensajes para los trabajadores y sus organizaciones, para que quedara claro eso de que no iba a dejar sus propias convicciones políticas una vez que se hiciera con el poder. Esos eran los actos emblemáticos que buscaban la construcción de otra lógica y de una contracultura en el sentido de que militaba contra las razones, los mitos y las irracionalidades de la agenda pública de los sectores neoliberales. Después, cuando esos grupos económicos y políticos, que no aceptan la democracia en su más profunda acepción, simplemente respondieron al gobierno de la única forma que posible, es decir, a través de la prepotencia frente a la impotencia que les produce el hecho de saberse minorías. Lo hicieron a través de los grandes medios masivos de comunicación y desinformación que claramente defienden los intereses más concentrados porque la misma oposición política, expresada a través del Congreso y algunos partidos políticos fuertemente faltos de credibilidad ante los trabajadores argentinos, no están a la altura de las circunstancias. Sin embargo, ante la contundencia del apoyo popular a su mandato y al de Cristina Fernández, a sus ideales y valores con motivo de la muerte de Kirchner, esos mismos grandes medios masivos de comunicación tuvieron que colocar en sus tapas titulares como los de “Masivas muestras de adhesión popular”, es decir, no pudieron ocultar a los cientos de miles de trabajadores, de gente humilde y de clase media inclusive, que llenaron Plaza de Mayo. No pudieron ocultar que esos grupos de personas, los trabajadores y las familias, la gente mayor y los pibes, salieron a manifestar su dolor en Plaza de Mayo, entre otras cosas, por los derechos humanos y las conquistas sociales y políticas restituidas, que es algo que además se mide en beneficios concretos y en dignidad que también es bastante concreta.
De todas formas, los grandes monopolios de la desinformación no se quedaron quietos y a través de sus escribas y voceros al servicio del capital, como representantes de los intereses de los rapaces grupos del establishment mostraron, una vez más, sus afiladas garras. A escasos veinte minutos de la muerte del ex presidente, ciertos periodistas de esos sectores ya tenían subida una columna en la edición digital del grupo Clarín, que estimulaba cierto triunfalismo bastante mal simulado. Es que, como dije en otro lugar, a estos grupos podemos darles con una maza, violentarlos, reírnos de ellos, hasta matarles un hijo y ellos piden justicia y se indignan pero cuando les tocan el bolsillo, sus intereses, ahí realmente se indignan y piden y apoyan golpes de Estado y nos asesinan, nos torturan, nos hacen desaparecer y se apropian de nuestros  hijos. Así de contundente. En concreto, en el impúdico análisis periodístico se puede leer la parte final donde expresa que estamos ante “un país condenado entre la tragedia y el drama”, luego de señalar la incertidumbre sobre el futuro del kirchnerismo ante el incipiente año electoral. Al día siguiente, el columnista continuó con su reacción política:

El deceso de Kirchner obligará a ahora a Cristina a un esfuerzo ingente para manejar la maltrecha maquinaria de poder que le dejó su marido como herencia. El denominador común sería, entonces, la concentración y el personalismo que el peronismo repite como una praxis que no le reditúa previsibilidad a la marcha de la Argentina”.

En otras columnas periodísticas se trató a Cristina Fernández como una esposa más bien sumisa, sin poder de decisión política ni personalidad. Incluso algunos se permitieron plantear las diversas condiciones a las que debería sumirse Cristina para ejercer el poder de ahora en más. La lógica era la siguiente: si la muerte de Kirchner era comparable a la de Perón, Cristina es un equivalente de Isabel, con lo que se la trató de políticamente incapaz, de “dependiente emocional” y de “títere de su marido”. Sin embargo, entre la muerte del general  Perón y la de Néstor Kirchner, hay ciertos fantasmas que se exacerbaron con lo peor de la reacción de los grupos y sectores conservadores, junto con alguna lección que acaso convenga retomar políticamente. En otras palabras, son dos contextos políticos, económicos y sociales radicalmente distintos lo que se traduce, por ejemplo, en que actualmente no existe violencia política directa por parte tanto de algunos grupos políticos de izquierda como de derecha en todas sus diversidades como tampoco existe la amenaza real de un poder militar que condiciona y que en el contexto latinoamericano de entonces iba a llegar al poder sin necesidad de la guerrilla. Entonces, buscar establecer alguna semejanza política entre Cristina e Isabel es un insulto para la trayectoria y la capacidad de la presidenta, y más allá de ella, un insulto a todos los grupos, los sectores, intelectuales y trabajadores en general que estamos a favor de la radicalización del régimen político popular en curso. Que hubo una enorme centralidad del propio Kirchner a la hora de contener la diversidad política del movimiento peronista, es cierto pero, sin lugar a dudas, el peronismo actual y sus artes de poder no es el peronismo que implota el año ’74. Inevitablemente, ahora tenemos una matriz política peronista mucho menos fragmentada ideológicamente que en los ’70 porque la mayor parte de sus cuadros está por la defensa y profundización del modelo popular del cual el mismo peronismo es un gestor central. Es también un peronismo con algo de anómalo, todavía en crisis de representatividad política al que aporta y mucho una transversalidad política auspiciada por Kirchner en su momento, como eterna construcción inacabada pero que también se nutre y se enriquece por nuevos lazos sociales y representaciones políticas. Si el del ’74 era un peronismo con rasgos abyectos, algunas de sus antiguas partes hoy están afuera y no parecen representar una amenaza de importancia. Es decir, no hay en el kirchnerismo ni Triple A ni sectores fascistas, aunque sí algunos pliegues oscuros en sus periferias. Y si más de uno participó activamente de la experiencia que significó el menemato, los actuales conductores políticos que marcan el proyecto popular son otros.
También en estos días, antes del fallecimiento de Néstor Kirchner se publicaron algunas columnas referidas a la supuesta contradicción entre los componentes setentistas de Kirchner y su apoyo político en la CGT como para abrir un frente de conflicto que dificulte el tratamiento y el dialogo en torno al proyecto de participación de las ganancias de los trabajadores. Sin embargo, en su falta de profesionalismo, que los llevan continuamente a defender a cualquier costo los intereses de sus patrones, esos periodistas, para nada independientes, pretenden olvidar la complejidad de la CGT y el lugar que el Movimiento de los Trabajadores Argentinos ocupó durante la época de Menem. Pero, además todo esto podría interpretarse de otra manera, es decir, ¿no podría leerse estas acciones como un avance en términos de convivencia democrática entre los diversos sujetos y actores populares que formando parte del régimen confluyen cuando se trata de determinados proyectos que favorecen a los trabajadores? Los sectores de la derecha siempre piden consenso y diálogo pero ahora, cuando se trata de la búsqueda de diálogos y coincidencias con la CGT para mejorar la calidad de vida y las conquistas laborales de los trabajadores, el diálogo no es posible. Tampoco es posible con los movimientos sociales ni con las Madres de Plaza de Mayo, ni con Morales o Chávez. Además, cuando el gobierno logra consensos con la centroizquierda en temas como el matrimonio igualitario, son esos mismos sectores de la centroizquierda los que traicionan o se venden. Iniciar una nueva etapa de mayor apertura interna o de mejor diálogo y de consensos con la oposición suena muy lindo, suena políticamente correcto pero, dadas las circunstancias actuales, no creo posible confiar en la voluntad de diálogo del grueso de la oposición. Otra vez surge el tema de la democracia que se nos muestra como lucha y no como consenso ni mucho menos como diálogo porque hay profundos intereses, la mayoría profundamente contradictorios, de clases, que intervienen en la definición de esas luchas y en la agenda de gobierno que estamos dispuestos a sostener. Por otro lado, existe una fuerte acumulación de poder y de arte de resistencia de los trabajadores argentinos a partir de la potencia política y estratégica, a través de la gobernabilidad que el kirchnerismo pudo construir a expensas de los sectores opositores que se dicen los grandes defensores de la institucionalidad pero que no solo no son capaces de dialogar ni consensuar sino que incluso buscan y trabajan a favor del desfinanciamiento del régimen político para luego acusar al gobierno de la posible crisis desatada que les favorecería electoralmente en el 2011. Así, al diálogo y al consenso entre los sectores representativos de los trabajadores, que de esa manera buscan avances en la legislación democrática, sutilmente le llaman “poder” o le llaman “billetera”. También es mentira que estábamos condenados al éxito, como solía decir el ex presidente Duhalde. Simplemente veníamos de una tierra que había sido arrasada por las políticas neoliberales, las mismas que hoy causan estragos en los países centrales, veníamos del que se vayan todos y del régimen político destruido y pasamos en tiempo récord de las colas en las diversas embajadas al país de los festejos del Bicentenario, que fue producto del modelo soberano, nacional y popular implementado a partir del 2003 por el kirchnerismo. Después de las primeras reformas fundamentales, después de Kirchner, fue Cristina Fernández la que pudo salir con fuerza de los tormentosos primeros meses de gobierno, del lock-out de los sectores agrarios más reaccionarios que así buscaron un golpe de Estado y de la derrota electoral, con niveles de imagen y de intención de votos en constante avance, esos que tanto enfurecen y preocupan a la derecha política, mediática y corporativa ante la impotencia de sus propios cuadros políticos. Por eso, las diversas columnas periodísticas buscaron reducir la muerte de Kirchner a una patológica ambición de poder. Por ejemplo, uno de esos escribas nos decía:

El caso del ex presidente expone, una vez más, la real magnitud de la enfermedad de poder. Es un mal que afecta a todos aquellos que se ubican en una posición de poder y que luchan por mantenerlo y aumentarlo. Es un mal que tiene un componente psicológico muy marcado, que potencia rasgos patológicos que cada uno de nosotros, como personas, tenemos y manifestamos en nuestra vida diaria”.

A estas alturas, esos sectores históricamente hegemónicos han perdido a su enemigo ideal pero después de un tiempo prudencial y bastante incierto seguirán arremetiendo con sus relatos y sus fábulas para esmerilar a Cristina y su gobierno. De eso no hay dudas, sin embargo, sería bueno que adviertan que las exequias de Kirchner, todos esos trabajadores que coparon Plaza de Mayo se movilizaron para brindar su reconocimiento a Kirchner y su apoyo a Cristina, sería bueno que advirtieran para su propia salud mental y política que, desde ahora, existen grandes sectores críticos de los trabajadores, de una juventud con muchas ganas de militar, politizada y movilizada, que no está para mitos porque en su trayectoria Néstor Kirchner logró lo más importante en un proceso de cambios y transformaciones estructurales, es decir, logró abrir y estimular nuevos canales de participación y de organización política. Canales de participación y de organización que hoy se plasman de múltiples maneras. Por ejemplo, con motivo del funeral de Kirchner en Plaza de Mayo en realidad no hubo gente como tampoco fue gente la que formó ese inmenso río que se metió en la Casa Rosada para despedir al querido compañero en el Salón de los Patriotas Latinoamericanos. En uno y otro lado, en Plaza de Mayo y en la Casa Rosada, hubo y estuvieron los trabajadores, la juventud, todos, el pueblo. Es decir, estuvo ese colectivo político heterogéneo, clasista y apasionado que las diversas dictaduras y el menemismo quisieron hacer desaparecer y al cual hoy los grandes medios concentrados le ningunean la existencia y pretenden transmutarlo en la gente, ese otro colectivo disgregado al que le hacen decir lo que quieren, editándolo con pericia obscena. Entonces, no fue la gente sino que fue todo un pueblo, la fuente más legítima del poder a la que puede aspirar un gobernante, los que despidieron a Néstor Kirchner. Y fue ese mismo pueblo quien le pidió a Cristina, a la presidente de todos los argentinos, la fuerza personal y política necesaria para seguir adelante. La movilización y las muestras de afecto fue el reconocimiento que los trabajadores, siempre agradecidos con los grandes líderes y dirigentes populares, brindaron a su manera al hombre que, con su gestión de gobierno, le devolvió al pueblo una dignidad que le habían arrebatado a fuerza de políticas neoliberales a través de represión, de desocupación, de una constante exclusión, de marginalidad, entrega, hambre y miseria. Entonces, surgen una serie de reflexiones porque el caso de Néstor Kirchner es muy extraño, si no único, en la historia de Argentina. Llegó a la presidencia con sólo el 22% de los votos, con más trabajadores desocupados que votos como él mismo solía decir, pero esa debilidad política inicial quedó potenciada por la huida de Menem en relación a la segunda vuelta. Fue el último atentado político que Menem hacía contra la democracia argentina. Así, Néstor Kirchner llegó a la Casa Rosada casi desnudo de poder, llegó como el chirolita de Duhalde, es decir, como parte de la continuidad de lo peor de esa máquina ideológica de poder del peronismo más reaccionario. Desde ese subsuelo de legitimidad y de credibilidad política, casi tan profundo como el pozo al que fue arrojada la vida de millones de trabajadores argentinos, tuvo que empezar a construir el poder y la autoridad presidencial. En esa tarea, también, tuvo que lidiar con la enorme desconfianza de una sociedad que, con el que se vayan todos, casi había decretado la muerte de la dirigencia política tradicional, a la que él mismo pertenecía. En esa tarea de una envergadura impresionante, siempre a contracorriente, se fue ganando, con palabras, con nuevos gestos pero principalmente con hechos políticos, la confianza de un pueblo que lo despidió con lágrimas y aplausos. El 25 de mayo de 2003, frente a la Asamblea Legislativa y frente a un país todavía devastado en todos los sentidos por el neoliberalismo, Kirchner no pidió confianza, sino que prometió ganársela:

No he pedido ni solicitaré cheques en blanco. Vengo, en cambio, a proponerles un sueño: reconstruir nuestra propia identidad como pueblo y como Nación; vengo a proponerles un sueño que es la construcción de la Verdad y la Justicia; vengo a proponerles un sueño que es el de volver a tener una Argentina con todos y para todos. Les vengo a proponer que recordemos los sueños de nuestros patriotas fundadores y de nuestros abuelos inmigrantes y pioneros, de nuestra generación que puso todo y dejó todo pensando en un país de iguales. Sé y estoy convencido de que en esta simbiosis histórica vamos a encontrar el país que nos merecemos los argentinos”.

Sin duda este era un discurso bastante diferente a los que estábamos acostumbrados pero la situación del momento, la fragilidad política del país, pedía y requería hechos y no tantas palabras. En otros términos, para los trabajadores es muy difícil confiar cuando lo han traicionado, cuando no se tiene trabajo, cuando se es un excluido y cuando se pasa hambre, es decir, cuando la derrota alcanza su potencia máxima. Pero, entonces, al salir del Congreso, Kirchner se zambulló en la multitud reunida en la plaza. Después de las palabras, casi sin transición, el presidente configuró un gesto político muy fuerte, es decir, dio el primer paso en una dialéctica que lo llevaría a construir poder al calor de su relación con los trabajadores y sus intereses.
En su primer año de gobierno, construyó ese poder a ritmo de vértigo, con hechos simbólicos pero también materiales de profundo alcance político. En primer lugar, descabezó a una cúpula de militares que todavía pretendía sostener la impunidad de los crímenes de lesa humanidad cometidos por los genocidas durante la dictadura de seguridad nacional, recibió y les prometió justicia a las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo, denunció por la cadena nacional a la Corte Suprema de la mayoría automática de Menem y luego logró desarticulizarla desplazando a los jueces que habían sido cómplices del menemismo mientras, al mismo tiempo, proponía en su lugar a jueces incuestionables desde el punto de vista de su accionar jurídico. En el ámbito de las conquistas sociales y políticas, además recuperó las negociaciones paritarias para los trabajadores de manera que todos los años los salarios eran reajustados de acuerdo a las propias necesidades de esos trabajadores. Logró anular las leyes de impunidad que protegían a los militares genocidas mientras convertía a la ESMA en un espacio para la memoria. En el ámbito internacional, se plantó frente a las presiones de los organismos globales de crédito y logró la renegociación de deuda externa más grande y ventajosa de la historia occidental al tiempo que impulsaba la obra pública como ámbito de generación de nuevas fuentes de trabajo en un país profundamente sumergido en la pobreza, la exclusión y la desocupación. En Mar del Plata defendió políticas públicas que acabarían con el sometimiento que los neoliberales proponían a través del ALCA y que, a la vez, haría nacer y crecer la autodeterminación de la Unasur que tendría un protagonismo y una efectividad digna de los vientos de cambios que sacuden a Latinoamérica y que fue fundamental, por ejemplo, en el logro de la paz entre Venezuela y Colombia en la que Néstor Kirchner tuvo una centralidad indiscutida. Lo mismo con el intento de golpe de Estado en Ecuador. Un año después de las elecciones, ese escaso 22% que lo había llevado a la presidencia del país, el apoyo popular a favor de Kirchner se había transformado en un 75% de aceptación por parte de la sociedad. Entonces, el  kirchnerismo se transformó en el nombre propio de los cambios estructurales que Argentina requiere para transitar al humanismo más excelso. En otras palabras, Kirchner nos señaló el camino a recorrer, no para hacer inevitable algún tropiezo, sino para advertirnos que efectivamente existe un camino alternativo. Por lo mismo, las manifestaciones de apoyo y de congoja por la muerte de Kirchner en Plaza de Mayo, en el Calafate, en toda Argentina, fue la clara demostración de un nuevo nosotros donde una multitud de trabajadores se transformaron en alternativa, en movilización y militancia porque pasado el tiempo, después de siete años de transformaciones, algunas estructurales, y de la construcción de un nuevo modelo popular, estamos realmente cambiados en el mejor sentido de la palabra porque hoy empezamos a sentirnos hermanados, iguales en un punto que antes simplemente desconocíamos. Es bastante cierto que el kirchnerismo no alcanzó a contener todavía la cantidad de jóvenes y de trabajadores que anhela, que se dio cuenta tarde de que la apuesta por las generaciones de jóvenes posteriores a la dictadura es una vía para apostar y crear un futuro de una manera mucho más inteligente que la transversalidad planteada en los inicios del proceso, si n embargo, en realidad, lo que enseñó Kirchner a las generaciones más jóvenes, a los hijos del 2001, es por qué Perón fue tan importante para otra generación, tan lejana como la de los setenta y, en los años del menemismo, tan ajena y extraña a todos los  ideales del peronismo como identidad, como estrategia e ideología política popular que reivindica el humanismo. Actualmente, en esas circunstancias, partimos de una cosmovisión política muy distinta porque estos años, una vez más, nos demostraron que no todo es lo mismo ni da lo mismo. Que no es lo mismo un gobierno dominado por la derecha política que un gobierno que postula el reformismo radicalizado. Que no es lo mismo una democracia formal, del diálogo y del consenso, que una democracia definida en términos de lucha de intereses porque antes que ciudadanos somos trabajadores lo que, en definitiva, significa que tenemos intereses que derivan del hecho que vivimos de un salario, de un trabajo y que, por lo tanto, no es lo mismo un sistema de jubilaciones privadas como de las AFJP que un sistema público de jubilaciones donde se nos garantiza un piso mínimo que busca la dignidad de los trabajadores. De hecho, no es lo mismo porque precisamente son los trabajadores los que no pueden hacer esos fabulosos aportes para asegurarse jubilaciones de privilegio. Además, antes que ciudadanos somos trabajadores con determinadas posiciones e intereses políticos. Somos trabajadores con una historia vital de vida que es única, con relaciones sociales y políticas particulares, con ciertos hábitos militantes, sociales e intelectuales más o menos definidos. Desde ahora, coincidimos en defender ciertas causas con rigurosidad y honestidad intelectual. Tenemos los ojos y las conciencias mucho más abiertas. Gracias a Néstor Kirchner y las posiciones políticas por él defendidas hoy podemos pensar y experimentar el cambio porque Néstor simplemente fue un líder político abismal.
Como consecuencia del gobierno popular de Kirchner, en el mes de octubre del 2007, Cristina Fernández ganó la presidencia en la primera vuelta electoral con el 44,5% de los votos. Desde entonces, los trabajadores argentinos recuperaron el sistema de jubilaciones público, que es solidario y universal, mientras empezamos a gozar del derecho de la asignación universal por hijo para los más necesitados y tenemos una ley de Servicios de Comunicación Audiovisual que puede llegar a ser una herramienta para que todos tengamos derecho a voz y a la palabra más democrática. Hoy, Néstor nos deja otra Argentina, una Argentina mucho más concreta y real. Nos deja la Argentina del pueblo, no la Argentina de la gente. Nos deja una Argentina de los trabajadores no de los ciudadanos formales, estériles y superfluos. Ese es también el desafío político que hoy se nos plantea en el ámbito político: que muchos trabajadores dejen de ser esa nada superflua y formal a la que llaman gente para ser parte del pueblo movilizado. En ese contexto de democracia formal a la que nos tiene acostumbrado el neoliberalismo, la situación límite de los derechos de los trabajadores, que paulatinamente son excluidos de los mercados nacionales, suele precipitar el reconocimiento de una realidad muy distinta del país virtual que quieren mostrarnos los tecnócratas. Ahí se empiezan a movilizar las conciencias que, encauzadas políticamente a favor de los derechos de los trabajadores conllevan un arte de resistencia frente al neoliberalismo primero y un arte de lo posible después. Ahora gravitan otros hechos que son sobresalientes y en ese contexto hay que entender el nuevo protagonismo que adquiere la acción política con la presidencia de Kirchner. En esas circunstancias, también hay que entender la debilidad política del arco opositor, es decir, precisamente esos sectores pierden posiciones de poder porque la política, auspiciada y controlada por pequeños grupos siempre minoritarios, va contra la lógica y la propia democratización, de la participación y de la militancia política. Muy por el contrario, el nuevo protagonismo de la política, de sus acciones y reacciones, está directamente relacionada con la nueva primacía de las organizaciones representativas de los trabajadores y en ese sentido éstos empiezan a definir la agenda pública de gobierno. Mientras tanto, la debilidad política de los sectores y de los grupos opositores se muestra por ejemplo en sus propios diagnósticos que están muy alejados de la realidad actual del país. De hecho, esos grupos perciben el fallecimiento de Kirchner como la terminación definitiva del proyecto político nacional y popular que auspicia el peronismo a través de todos estos años, es decir, sostienen que tanto el kirchnerismo como el anti kirchnerismo murieron con Néstor. Otra de las consecuencias, siempre de acuerdo al arco político opositor, es el surgir de un gobierno de coalición nacional que le permita a Cristina estabilizar su gobierno hasta el fin de su mandato. La falsedad de este segundo argumento se rastrea en que concibe esa tesis a partir de una teoría que es central del neoliberalismo y que como tal fue ampliamente superada por la experiencia histórica de nuestros pueblos a saber, la teoría del fin de las ideologías que en su momento, en los noventa y luego de la caída de los socialismos realmente existentes, nos planteó Fukuyama. Es decir, traducido al momento actual argentino, la muerte de Kirchner significaría el fin de las ideologías en el sentido del fin de la lucha, de la crispación, algo así como muerto el perro se acabó la rabia. Sin embargo, la historia y la realidad es bien distinta porque, en primer lugar, Cristina ya ratificó el rumbo político del gobierno y para que desapareciera la ideología, y por lo tanto se planteara un gobierno de coalición, de consenso y diálogo formal con los sectores de la oposición, tendrían que desaparecer o vaciarse de contenido político todos los movimientos y todas las estructuras que apoyan al gobierno nacional, es decir, tendrían que desaparecer los movimientos políticos nacionales y populares con la muerte de Kirchner. La irracionalidad de este argumento es bastante notable cuando, por ejemplo, vemos que bajo ninguna circunstancia política pasó esto con el radicalismo y con el mismo peronismo después de las muertes de Yrigoyen y de Perón que así se transforman en anomalías que no son para nada excepcionales sino antes bien son la regla más lógica. En el caso del kirchnerismo, se trata de una corriente nacional, soberana y popular con eje en el movimiento nacional justicialista que, lejos de agotarse, está gobernando el país bajo la presidencia de Cristina y que reúne un caudal muy importante de militantes, de votantes, legisladores, de gobernadores, de diversos técnicos y demás funcionarios electivos, mucho mayor que cualquier otro partido o movimiento político. Es un absurdo comunicar su extinción política cuando detrás de todo este trabajo existe un fuerte arte de lo posible que avanza en beneficio de los trabajadores. Por lo mismo, son los trabajadores, esos miles y miles de hombres y mujeres, de jóvenes y ancianos que le expresaron su apoyo y su afecto, las que le dan el soporte popular necesario a su gobierno.
Siempre desde el punto de vista de la teoría de la muerte de las ideologías que los neoliberales están siempre dispuestos a sostener, hay que entender las patéticas sugerencias de la derecha política y mediática, la derecha más conservadora y reaccionaria, que ahora busca regocijarse ante la muerte de su gran enemigo. Por eso, sus paradigmas tienen que ser también motivo de reflexión y de análisis en estos duros momentos. Hemos leído que Cristina Fernández no es la jefa del movimiento peronista porque la conducción política no se hereda. En realidad, coincido con esto último, pero es evidente que no es tarea del periodismo, mucho menos el que representa a los grandes intereses económicos, definir jefaturas, vacancias o criterios de reemplazo y conducción al interior de las organizaciones, movimientos y estructuras políticas que apoyan al gobierno popular. Además, el peronismo es un movimiento político, social y cultural que siempre eligió a sus jefes en función de su legitimidad popular y de la fidelidad que esos líderes tuvieron con sus banderas fundacionales y originarias. Entonces, preguntémosles a los analistas y periodistas al servicio de la oposición, quién en este momento tiene más apoyo popular que Cristina Fernández o quién respetó y radicalizó los principios políticos básicos del movimiento peronista entendido éste como de carácter esencialmente nacional y popular. Los opositores así no solo son reaccionarios sino que hace mucho irremediablemente están fuera de la realidad, es decir, de lo que realmente pasa en el país, en la calle, en las escuelas, los hospitales, en las fábricas y en los despachos públicos y privados. Rechazan las medidas del presente porque no tienen otras para enfrentar y confrontar el porvenir de un régimen popular y entonces solo les queda refugiarse en el pasado pretendiendo restablecer lo abolido que, en definitiva, es la definición que el diccionario da a la palabra reaccionario. Entonces, precisamente son ellos los que se quedaron sin ideología, sin proyecto político, sin un horizonte de reales posibilidades de conducción política. De este modo se plantea el fondo del problema porque la oposición, frente a la caída de sus propios paradigmas, busca desmontar muchos de los artefactos políticos y las conquistas logradas con la instauración del régimen popular a partir del año 2003. Es una táctica coherente con su conducta actual porque si ahora, con obsesión, se oponen a todo lo que provenga de los movimientos sociales, del gobierno popular, es obvio que si tuvieran el poder, la primera intención sería destruir lo realizado por los gobiernos de los presidentes Kirchner. Además, como se trata de un conglomerado político muy heterogéneo, ya sin ideología política o más bien con una ideología fuertemente reaccionaria, es mucho más fácil acordar para destruir que para construir y reivindicar derechos para las mayorías.
Finalmente, hay que decir que en estos días de profundo y de infinito dolor, algo que nos trasciende se terminó de solidificar en el país y que tiene que ver con una idea de un régimen popular más inclusivo y democrático, humanista y de una mirada profundamente solidaria y colectiva, un proyecto y un modelo soberano. Desde la razón y desde el mismo dolor, con la muerte de Néstor nació el kirchnerismo, como etapa más o menos definitiva del movimiento peronista, como punto de unión del campo nacional y popular, como síntesis de lo que está llamado a unirse para sostener y profundizar una idea de nación, más justa, inclusiva, democrática y soberana. Porque es posible que esta honrosa página que escribe Kirchner con su muerte, sea una nueva versión del mismo peronismo que él abrazó en la plenitud de su vida. De todas formas no hay que apurarse porque la construcción de una nueva identidad popular, que va más allá incluso de la transversalidad política planteada en un primer momento, la construyen los propios trabajadores con movilización, con participación y con gestión pública. Es cierto que Kirchner no es Perón pero Cristina Fernández tampoco es Isabel. De todas formas, tiemblen gorilas porque ahora el que se fue es el general Perón y el que se quedó gobernando es Evita.

Alfredo A. Repetto Saieg.


Referencias bibliográficas:

Anguita, Eduardo: “El triunfo de la política” en Miradas al Sur de la edición del 31 de octubre del 2010.
Goobar Walter: ¿Quién le teme al lobo feroz? en Miradas al Sur de la edición del 31 de octubre del 2010.
Blaustein, Eduardo: “Habrá que hamacarse; la base está” en Miradas al Sur de la edición del 31 de octubre del 2010.
Cecchini, Daniel: “Néstor o el poder que otorga el pueblo” en Miradas al Sur de la edición del 31 de octubre del 2010.
Invernizzi, Hernán: “Una lección para aprender” en Miradas al Sur de la edición del 31 de octubre del 2010.
Lang, Silvio: “Una frase suspendida” en Miradas al Sur de la edición del 31 de octubre del 2010.
Trabajadores de Miradas al Sur: “Kirchner y nosotros” en Miradas al Sur de la edición del 31 de octubre del 2010.
Calcagno Eric, Calcagno Alfredo Eric: “Lo que está en juego” en Miradas al Sur de la edición del 31 de octubre del 2010.
Giles, Jorge: “El hombre del Bicentenario” en Miradas al Sur de la edición del 31 de octubre del 2010.
Garré, Nilda: “Cristina, Presidenta coraje” en Miradas al Sur de la edición del 31 de octubre del 2010.

Informe:



Néstor Kirchner: construyendo sueños.

Uno de los signos del cambio que registraría el país con la llegada de Néstor Kirchner al gobierno lo advertimos en ese pequeño pero inolvidable gesto de aquel 25 de mayo de 2003 al tomar el bastón de mando con un juego de manos que rompía el acartonamiento ridículo de viejos protocolos.
Desde allí el ex presidente saldría  a la calle  para recorrer caminando las cuadras que separan el Congreso de la Casa Rosada, mezclado entre la gente, una marea incontenible que rompía el espejo congelado de diciembre del 2001.
Eran signos vitales todos ellos, incluso su frente golpeada por un fotógrafo, a su vez empujado por la marea, su cabello despeinado, ese  parecerse a todos, lo que dio cuenta de que el hombre que llegaba del lejano sur, en un país enormemente extendido que no se conoce entre sí,  venía para algo distinto.
Pocos recuerdan ahora ese “infierno” que encontraba y al que se refirió en su  primer discurso: un país de llagas abiertas, una dictadura omnipresente, aunque se había ido en 1983, y otra, la globalizadora experiencia que fue un saqueo abierto a la nación. Y cuando decimos la nación estamos diciendo a un pueblo.
Nada quedaba en pie. El cierre de fábricas en Argentina durante los 90 se correspondía a la situación de un país que había vivido una guerra. Desmanteladas y vendidas al mejor postor las empresas del Estado,  con el desempleo más grande en la historia del país, la pobreza e indigencia más desoladoras y la destrucción implacable de  los mejores avances sociales.
El estallido de diciembre de 2001, que algunos políticos aprovecharon para atizar fuegos y sacar ventajas sobre las cenizas humeantes -lo que tanpoco hay que olvidar- dejaba un país derrumbado, donde grandes masas populares, la mayoría de desocupados “excluidos” -como les gusta llamarlos a algunos sociólogos-  desterrados en su tierra, estaban en constante movimiento.
La protesta era intensa, aunque lamentablemente de lo que pudo surgir de la rebelión en el 2001, mucho se perdió por las miserias y mezquindades humanas que surgían de aquel individualismo feroz que se vendió como baratija durante la noche neoliberal. Esto también horadó a sectores de una izquierda, que aún no se había reorganizado en la medida en que la dictadura militar no sólo dejó  30 mil desaparecidos y otras consecuencias gravísimas, sino también rompió con la continuidad histórica.
Era difícil encontrar el camino, que bien hubiera trazado la dirigencia política, los delegados gremiales, estudiantiles, perdidos en la noche y niebla de las desapariciones forzadas.
Los signos hacia el interior del país fueron muchos. Pero las presencias internacionales como la de los presidentes de Cuba, Fidel Castro y Venezuela, Hugo Chávez y otros, así como las delegaciones que llegaron, de alguna manera, y en otra magnitud, recordaron aquella primavera breve de 1973 cuando se bailaba en la plaza de Mayo, porque había llegado Héctor Cámpora al gobierno después de años de proscripción partidaria y persecución al peronismo, todo lo cuál muchos olvidan.
Y por cierto aún no se escribió la historia de la infamia de los que abrevaron de esa proscripción para sus propios intereses  sin enfrentarse a los poderes de turno para que se hiciera justicia en este caso.
El discurso de Kirchner fue muy claro. Habló de salir del infierno. Y muchos no lo creyeron. Sobre lo que dijo hizo muchísimo más. A veces he escuchado políticos y sociólogos fuertes críticos del gobierno, que dicen: “reconocemos lo que hizo en derechos humanos, en cambios en la Corte, en algunos pasos sociales, en abandonar las relaciones carnales con Washington, su posición de integración con América Latina,  y “algunos ” pasos económicos, pero… Y ahí viene la retahíla de unos y otros.
Unos desde consignas vacías y otros desde planteos teóricos en los que han abandonado toda mirada estratégica sobre el momento que vive el país y América Latina.
Por cierto aquellos  que “reconocen” lo realizado por Kirchner con el “pero” posterior, no explican que en cada uno de esos pasos que daba tocaba el corazón oscuro del  poder económico- político, más concentrado y brutal de la historia,  el poder militar y policial y el poder mediático, que es el que se transformaría en el primer partido opositor del país.
Después de los tiempos de los primeros gobiernos de Juan Domingo Perón (1946-1955) y de la despiadada e inmoral furia  contra  Eva Perón,  no se ha visto en el país una reacción tan brutal de los medios de comunicación masivas -simples apéndices hoy de un poder dictatorial mundial- como lo sucedido desde que Kirchner comenzó a tomar sus medidas más profundas.
De lo que la derecha haya hecho y siga haciendo para destituir a ese gobierno (2003-2007) y a la actual administración de Cristina Fernández de Kirchner nadie puede sorprenderse. Lo que sorprende es la decadencia de alguna llamada izquierda que se jactó de oposición crítica, para convertirse en el ala “izquierdista” de la derecha más burda y pobre ideológicamente de nuestra historia.
El legado de  Kirchner es vasto. La reinstalación del debate político en un país acostumbrado a la guerra de los escorpiones, es sin duda lo que en estos momentos ha permitido el retorno de miles y miles de jóvenes a la política. Pero también derrotar a la corporación mediática, como sucedió con lo acontecido alrededor de la muerte del ex presidente. Allí quedaron al desnudo los mercenarismos encubiertos como “tarea periodística” las hipocresías, las falsificaciones ideológicas y hasta de algunas aparentes luchas gremiales sociales.
Para América Latina, la muerte del ex mandatario  elegido en agosto de 2010, por unanimidad, por los presidentes de la región como secretario general de la Unión de las  Naciones Suramericanas (UNASUR) es una pérdida evidente. Su trabajo en varias circunstancias, como el intento de lograr un intercambio humanitario que abriera la posibilidad de una paz verdadera y no de cementerios en Colombia, fue sin duda una muestra de su capacidad de acción y negociación y del interés profundo de integrar definitivamente a Argentina a esta América Latina, a la que pertenece.
Algunos nostálgicos dictatoriales deben recordar que fue esa América la que se puso de pie para defender el derecho de este país a recuperar las islas Malvinas, durante la llamada Guerra del Atlántico Sur (1982).
La muerte de Kirchner se produjo poco tiempo después de que por una reacción inmediata de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y del propio ex presidente en horas, se reunieran los mandatarios de Unasur para hacer muralla contra el intento de golpe de Estado en Ecuador (30-11-10) cuya matriz hay que estudiar a fondo para entender que entre los nuevos protagonistas de la oligarquía y el militarismo a su servicio, también estas nuevas creaciones de “izquierdas” aparentemente opositoras críticas a ese gobierno. Y la capacidad de infiltración  de la inteligencia de  EE.UU en movimientos sociales con historias respetables en el pasado como ha sucedido con un sector del movimiento indígena.
También Cristina y Néstor  estuvieron en la primera fila para impedir el golpe contra el presidente Evo Morales de Bolivia en septiembre de 2008 y para decir “no aceptamos” el golpe de Honduras en junio de 2009, ni su continuidad encubierta. Se mantuvieron firmes para rechazar los intentos mediáticos y otros de guerras sicológicas, para separar a Argentina de Venezuela o de Brasil, un sueño que ha comenzado a ser eterno para el poder mundial, que no acepta que América Latina se haya convertido en el continente de la resistencia. Especialmente hoy  ante el triste espectáculo de ver a la orgullosa Europa arrodillarse ante los mandatos del FMI cuando ya este ha sucumbido en el mundo y  el centro del capitalismo mundial hace aguas por todas partes. Por eso persiguieron despiadadamente  a Kirchner y a su esposa, la actual presidenta. Basta leer los vergonzosos artículos de alguna prensa europea.
El discurso de Kirchner en la Cumbre de las Américas en Mar del Plata en noviembre de 2005 ya está escrito en la historia del mundo, para mostrar como un grupo de países, mediante la voz firme del presidente anfitrión en este caso, decía que “no” nada menos que al proyecto más brutal de recolonización y recuperación de una región como fue el Area para el Libre Comercio de las Américas, que planeó Washington.
Y el “chau” FMI que muchos no quisieron comprender, aunque saben perfectamente bien, que el no pago de la deuda externa, expoliadora de nuestros pueblos  y el recurso clave para hacernos altamente dependientes, sólo es posible con una alta cohesión interna en torno a las consecuencias. Como periodista he conocido o vivido en tres países bajo bloqueo: el más duro y largo de la historia en Cuba, donde la resistencia es heroica y el que se impuso a Nicaragua en los años 80 y a Panamá antes de la invasión del 20 de diciembre de 1989.
La muerte de Kirchner nos puso frente al espejo de la realidad  y obliga  a una introspección a la izquierda toda a mirarse en las profundidades. A preguntarse hasta cuando  se utilizará la teoría vaciada por un consignismo anti- histórico o cuál será el momento para asumir la necesidad de dejar de recitar versículos como salmos abstractos  y a utilizar la dialéctica, que es la esencia del marxismo vivo, no muerto. Sin dejar nunca de lado los principios esenciales.
Nada de lo que hizo Kirchner fueron sólo actos simbólicos. Si no, miren las páginas de los conspiradores de siempre demonizándolo o los pichones de los dictadores de turno llamando al golpe, frotándose las manos  sin entender que hay muertos que para los pueblos son un motor que se agiganta cada día.
Los recuerdos de la vida que dejó Kirchner detrás son como la lava del volcán. Más allá de los errores lógicos que se pueden cometer cuando se está construyendo  en caminos tan erizados.
No se equivoquen. Los que salieron a  las calles, le dieron la razón a la idea base que inspiró la transversalidad al ex presidente. Fue una masa trasversal, organizada o anónima que se lanzó a la plaza. Fue el  retorno del mejor peronismo lo que vimos aparecer desde debajo de las piedras.
El acto fue multitudinario y tan sorprendente que los medios de incomunicación del poder económico extranjerizante no pudieron encubrir. Hay un antes y un después del 2003. Analicemos lo que significan los juicios  contra los dictadores-únicos en el mundo- para destruir los hilos de baba de la impunidad. Hay  un antes y un después del 27 de octubre de 2010. Pero requiere el sostén de todos, entre ellos un cuidadoso, inteligente y coherente accionar de sus seguidores, abriendo caminos.
También se requerirá de la crítica constructiva, no la que destruye compulsivamente, para saltar al vacío. O lo que  es peor la que no se diferencia del discurso de los verdaderos demonios de un  poder criminal.
En 2005, durante una entrevista que le hice al presidente Hugo Chávez, me dijo que Néstor Kirchner desde un principio lo acompañó en su proyecto latinoamericano y bolivariano. “No lo quiero decir públicamente porque sus enemigos lo van a usar contra él”, dijo entonces. Ahora Chávez ya pudo decirlo públicamente.
La presencia de los presidentes latinoamericanos de todo signo  en el velatorio de los restos de Kirchner fue otro golpe para la corporación mediática, que está alineando fuerzas para golpear al gobierno de Cristina Fernández.
No parecen entender lo que sucedió cuando repentinamente miles de silenciados por sus chantajes mediáticos pudieron dar rienda suelta a su bronca y su dolor. Se ha perdido el miedo, sembrado cuidadosamente día tras días. La continuidad de este gobierno se refleja en  la profundización que significaron las recuperaciones de empresas entrañables del Estado, de los fondos de pensiones, que se han convertido en  una estafa trágica en otros países, la asignación universal por hijos -que se une a aquellas jubilaciones históricas que adjudicó Kirchner a millones de personas que quedaban a la deriva-  así como en la serie de cambios muy importantes también en los social, cultural y educativo que se van dando desde la nada en que habíamos quedado.
Y esa Ley de Medios, que democratiza verdaderamente la información y la igualdad de la palabra y la voz para un pueblo, conforman  otros capítulos de la historia, que sólo se puede escribir desde una compacta unidad nacional, respaldados por una unidad continental en tiempos en que nos amenazan con bases, flotas, Fundaciones, guerra sicológicas y el retorno golpista con otros elementos. Falta mucho por hacer. Y hay otros aspectos que se analizan como dignos de críticas, pero en todo caso  hay caminos para ese disenso, que es importante, para evitar riesgos futuros.
El desafío es intenso, la demanda nada menos es asegurar la independencia futura. Eso sin dejar de exigir, demandar, advertir  responsablemente. Algo que conocía muy bien el hombre que llegó desde el sur y al que le gustaba repetir “nunca más” para que en realidad nunca más fuera.

Fuente: Stella Calloni (Cubadebate)



Néstor Kirchner: La muerte y la hipocresía

Sabe suceder. La muerte  -esa de la que el periodista, escritor y poeta, Osvaldo Ardizzone, dijo que “Habría que matarla”-, se pone mansa y sobona en la palabra de los que defenestran a alguien hasta el día en que ese alguien muere. Porque para el día de “esa muerte” se aconseja “respetuoso silencio”. ¿Sí?
Veamos que acaba de ocurrir con la muerte de Néstor Kirchner, quien horas antes de caer fulminado por un infarto, era para unos cuantos opinólogos: un totalitario, irascible, intratable, antidemocrático, sospechado de corrupción y de vinculaciones mafiosas. No fue poca la munición utilizada, ni de bajo calibre. Kirchner representaba, decían, a un intolerante que inflamaba la vida política del país, dañando la reputación de un tipo de institucionalidad y la “convivencia pacífica entre los argentinos”.
En otra oportunidad hablaremos de “eso” que con frecuencia, mediante lavados y planchados al vapor se sentencia en bruto como “la convivencia pacífica entre los argentinos”: un todo, y un por igual, azuzados, según le va en la feria a las clases dominantes; feroces en su violencia. “Entre todos los argentinos”: despropósito, sin clases sociales, ni luchas de intereses. Cosas chauvinistas, si las hay, en la sociedad burguesa.
Volvamos a la muerte del “intolerable”, “antidemocrático”, y “despótico” Néstor Kirchner. Volvamos al día en que la tele dio la noticia, con crespón negro y música sacra y, desde horas tempranas empezó a deslizar que había fallecido un hombre apasionado, de tenaces convicciones, un hombre que sacó a la Argentina del incendio del 2003. “Un adversario difícil, pero defensor de sus ideas”. Cambio de lenguaje. Cambio de tono. La muerte manda.
Esa tele que, a su modo, actúo –no únicamente- como vehículo, colocando micrófonos a hombres y mujeres de la política que “a pesar de las discrepancias, reconocemos en él –en Kirchner- a un demócrata”. La muerte todopoderosa, esa que borra con el codo lo firmado con la mano horas antes de que a Kirchner se lo llevara el infarto. Más o menos: dónde dije digo, digo Diego, o algo así. Un zafarrancho  de la politiquería, que no se remite a la política, sino, además, a otros órdenes de la vida.
No, claro que no es sencillo sostener con el cuerpo lo que se despacha por la lengua. Por lo general, se habla. Y después se piensa. Hay abundante material acerca de la cuestión. Buen material, en el que se vinculan el importante valor de la reflexión y la teoría  y el desprecio por ellas de parte de los “amigos de lo concretito”.
Si ayer “ese” –Kirchner- era el diablo, que Dios lo castigue. Si hoy ya es el muerto –y no la piedra en el zapato- que Dios lo tenga “en su santa gloria”. La hipocresía secular y circular. La muerte puede ser, para aquellos que hacen que lo sea: generosa, amnésica, hipócrita. Néstor Kirchner: “un estadista”. Muerto: “un estadista”. Mientras vivía, no más que un astuto encantador de serpientes venenosas, capaz de resolver cualquier  rompecabezas a fuerza del poder del dinero. Eso se pregonaba. En la muerte: “un estratega”. En la vida: “un pícaro ladrón”.
La muerte. Esa que no tan sólo cambia palabras acusatorias por laudatorias, es la que también se apropia de imágenes santificadas, para una reproducción en cadena. A tal punto que un cardenal de la Iglesia, cómplice de una de las más brutales dictaduras militares del mundo, nos empalagó, en la misa al muerto, sin el cuerpo presente, con las bondades del que hasta ayer nomás era Satanás. Ningún pudor. Ni uno.
¿Será que la muerte ajena es un buen pretexto para allanarse la propia esperando la reciprocidad en los elogios y reconocimientos? ¿Será? Es de suponer que en la miseria de la filosofía debe encontrarse alguna pista sobre el asunto. En la teología hay material de consulta, un tanto retrógrado y de viejo cuño, aunque interesantes bajadas de líneas “apolíticas” y “extra-terrenales”, tanto para un barrido como para un fregado.
Muerto: “un hombre de carácter fuerte, de inocultable fervor en la defensa de sus creencias”. En vida: “un desequilibrado, ideólogo del apriete, de amenazas e incendios por venir”.
La muerte, ya sabemos, hace bueno, muy bueno o excelente, al muerto. Y revela hasta qué punto los relatores y opinólogos “del último adiós” nos dejan en ascuas, en este caso, respecto de quién fue Néstor Kirchner. ¿Ese del saco cruzado y los zapatos sin cordones, acusado de haber matado a Abel y Caín en el mismo día y en el mismo lugar, o el del “pálido final” (tango), encajado en un féretro y elogiado por respeto a la muerte?
Bueno, lo de “en ascuas” es relativo, si es que antes del Kirchner muerto teníamos unas mínimas nociones de hasta dónde él, su gobierno y el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, habían llegado en materia de distribución del ingreso, hasta qué punto avanzaron en política de derechos humanos y cuánto en la insubordinación –compartida con otros dirigentes y movimientos populares de Latinoamérica y el Caribe- al “amo del mundo”: EE.UU.
En verdad, depende de otros factores y no tan sólo el de tener que mirar la tele para no estar en ascuas y saber de algunas luchas locales contra ciertas corporaciones y de las no dadas contra otras: en un inocultable pragmatismo, que bien puede coincidir con una carrera de obstáculos, donde impera la táctica como un sin fin que suple a la táctica anterior sin solución de continuidad. O no. Tal vez, al mismo tiempo, se tratara de un armado estratégico que, dependiente de una doctrina, una ideología, procura con sus políticas de alianzas arribar a la conciliación de clases, en los días de la mayor concentración, feroz y criminal, del capital. De ese capitalismo que en el momento que supo que Kirchner había muerto avivó el alza especulativo de los precios de las acciones y los bonos. ¡Viva el muerto! en el baile de los buitres.
¿Y lo de la plusvalía, entonces? Los que creen que hay vida después de la muerte, afirman que el tema se discutirá en el cielo. La lucha continúa.
La muerte –también la de Kirchner- cuando hace tanto ruido y “obliga” a varias gentes a no estarse callada y a contradicciones formuladas con tanta impudicia, produce tristeza. A veces, mucho más que la propia muerte. Esa a la que se refería Ardizzone, cuando sentenciaba que habría que matarla.

Fuente:

¿Lo volverían a hacer?

Estamos transitando una formidable etapa histórica en que las palabras y las cosas están, trabajosamente, volviendo a ubicarse en su lugar. Se trata del retorno de la política, inaugurado por Néstor Kirchner el 25 de mayo de 2003 cuando dijo frente a la Asamblea Legislativa: “Me sumé a las luchas políticas creyendo en valores y convicciones a los que no pienso dejar en la puerta de entrada de la Casa Rosada”. Ante la insolencia del flamante Presidente, los dueños de los emporios comunicacionales pensaron en esmerilarlo parejito y jubilarlo ipso facto. Ahora venimos a enterarnos que nada muy distinto ha venido ocurriendo desde el retorno de la Democracia, siempre -claro- que no pasemos por alto este relato del ex dueño de La Razón, José Pirillo: “Un día Magnetto me manifiesta: ‘Mirá José, vos sos muy honesto pero te voy a explicar algo: los gobiernos duran 6 años, los diarios duramos 100; entonces, la política de los 3 diarios ¿cuál debe ser? Los primeros dos años, sacarle a los gobiernos todo lo que se pueda; los segundos dos años, pegarle para seguir sacándole más cosas; y los terceros dos años, hay que voltearlo porque tiene que venir un gobierno nuevo y recomenzar el ciclo’”. Después de leer este verdadero argumento “vaticano”, habría que preguntarles a nuestros jóvenes cineastas qué esperan para filmar la saga del padrino rioplatense. Si es por el guión, asunto espinoso si los hay, sólo tienen que cortar y pegar. Claro que el final está abierto y depende de nosotros, de querer escuchar, leer y saber: de estar atentos o fingir demencia. Hace un tiempo atrás, aproximadamente en los albores del Bicentenario, la Presidenta le planteó a la sociedad un desafío mayúsculo: hacerse cargo que esa que a falta de un nombre mejor habitualmente llamamos “La Dictadura” (como quien dice: “la más horrenda de todas las que pasamos”), había sido una dictadura “cívico-militar”. En aquel momento, no tuvo mayores repercusiones. Pero luego de que la propia Cristina utilizara la cadena nacional para realizar una brillante síntesis del Informe Papel Prensa-La Verdad, “los dictadores civiles” han quedado al desnudo: detrás de los 3 comandantes, se escondían Magnetto, Mitre y Peralta Ramos. Ellos presionan ahora a la corporación judicial porque saben que allí también se negoció “silencio por sangre”: muchos hicieron carrera gracias a que los grandes diarios nunca informaron verazmente acerca de sus complicidades y/o su participación directa en el Terrorismo de Estado. Nos vendían un prontuario y nos decían que se trataba de un currículum. Sin embargo, la presión más violenta de todas sea probablemente la que el Monopolio viene ejerciendo sobre el conjunto de la comunidad. Más específicamente: buscan reproducir las condiciones de terror bajo las que una buena parte de la sociedad civil prefirió “despistarse”, no creer en la información que se filtraba, escandalizarse por las excentricidades de un pintoresco Idi Amín pero no advertir el genocidio que se perpetraba en su propio país y delante de sus narices. ¿Cómo responderán nuestras capas medias ahora que llega el momento de revisar prolijamente el pasado, con menos omisiones, con más y más nombres saliendo a borbotones de la olla destapada? ¿Lo volverían a hacer? ¿Volverían a mirar hacia otro lado? Lo saludable de esta democracia profunda donde retorna la política, es que cada quien debe posicionarse para encontrar el lugar desde el cual decir una palabra que se corresponda con el tiempo que vivimos. Los “paya-parlamentarios” -versión farsesca y denigrada del hombre que en el ágora busca la verdad y la justicia- representan a esos sectores medios que estarían dispuestos a dar uno de sus miembros antes que mirarse en el espejo de aquel horror cívico-militar para el que todavía no encontramos un nombre adecuado.

Por Carlos Semorile en http://carlossemorile.blogspot.com/