viernes, 2 de septiembre de 2011

20 Zonceras 20 sobre la ley de servicios de comunicación audiovisual. Pequeño manual de respuestas.

1- Cuando te dicen: La mejor ley que puede haber para defender la libertad de expresión es que no haya ley 
Respondé: Ya lo dijo Scalabrini Ortiz: “Todo lo que no se legisla explícita y taxativamente a favor del más débil queda implícitamente legislado a favor del más fuerte” Y vos ¿de qué lado estás? 
2- Cuando te dicen: Esta es la Ley K de Control de Medios 
Respondé: Si el Gobierno hubiera querido controlar los medios lo mejor que podía hacer, era no hacer nada. El COMFER estaba a cargo de un Interventor designado por el Poder Ejecutivo y que sólo a este debía rendirle cuentas. Por la ley 22.285 de la Dictadura estaba habilitado, incluso, a suspender las transmisiones si casos de “conmoción interior” así lo ameritaban. (De la Rua lo solicitó el 19 de diciembre, pero su interventor renunció) 
3- Cuando te dicen: Esta Ley fue pensada para doblegar a lo que ustedes llaman el "monopolio", es decir a Clarín. Si no hubieran perdido el conflicto con el campo, de cambiar la Ley ni se hablaba 
Respondé: Sostener eso es una canallada. El cambio de la ley de Radiodifusión figuraba en la Plataforma de Cristina, que no lo hayan leído es otro problema... Además, hay un gran número de organizaciones sindicales, comunitarias, universitarias que vienen en la lucha por la democratización de las comunicaciones desde el mismo momento en que volvió la democracia y encontraron en la presidenta escucha a los reclamos y la valentía indispensable para dar la pelea. 
4- Cuando te dicen: Esta es una ley chavista 
Respondé: El grupo de expertos que tuvo a su cargo la redacción de la ley trabajó basándose en legislación comparada, por eso es una ley comentada y en su lectura puede verse en que otras leyes o resoluciones se han basado. De allí se desprende que se ha recurrido a la legislación norteamericana, canadiense, española, inglesa, más recomendaciones de la Unión Europea, de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, de la OEA y de la ONU. Ni una sola línea ha sido tomada de la Ley Venezolana. 
5- Cuando te dicen: Ustedes insisten que es una ley democrática porque terminó con la ley de la dictadura, pero ya estaba tan modificada que no era más la ley de Videla 
Respondé: Es cierto que durante la década de los ’90 la ley anterior fue muy modificada... pero no fue hecho en un sentido democratizador, no se tocaron los aspectos más autoritarios de la normativa, sino que fue “empeorada” en el sentido que las reformas fueron en sintonía con las políticas neoliberales: concentración del sistema de medios en pocas manos, centralización en Buenos Aires y extranjerización. 
Cuando hablamos de que terminamos con una ley de la dictadura, debemos agregar y del neoliberalismo. 
6- Cuando te dicen: Obligar a la desinversión (artículo 161) es avanzar sobre derechos adquiridos y equivale a una expropiación.
Respondé: No es desinversión, es adecuación a la norma. Además nada vuelve al Estado, ni este pone plata para comprar nada. 
7- Cuando te dicen: Que esta ley es demasiado intervencionista.
Respondé: Todo depende de cómo se conciben las libertades. Nosotros concebimos a la libertad de información como un derecho humano que no debe ser un derecho meramente declamativo. Pero, efectivamente, no es un proyecto de ley típico del neoliberalismo. Establece un abono social para el cable como lo hace la ley de los Estados Unidos; permite redistribuir los derechos de exhibición de contenidos relevantes como lo hace la Unión Europea y fija cuotas de pantalla de cine nacional y de televisión infantil, al estilo de Francia y el Parlamento Europeo. 
8- Cuando te dicen: La ley no establece nada sobre la publicidad oficial porque pretende seguir castigando a los medios independientes y favoreciendo a los amigos a través de un otorgamiento discrecional de la misma 
Respondé: La Ley 26.522 es una ley de servicios de comunicación audiovisual, por lo que en su interior no puede regular la publicidad oficial ya que estaría dejando fuera la que va en medios gráficos, vía pública; etc. 
No nos oponemos a discutir un buen proyecto de pauta oficial, pero nada tenía que hacer en la Ley de SCA. 
9- Cuando te dicen: Esta Ley regula sobre contenidos periodísticos y eso es un peligro para la democracia.
Respondé: La Ley 26.522 respeta los principios de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, razón por lo cual no hay calificativos a la calidad de la información y sólo se reclaman principios de pluralismo. 
10- Cuando te dicen: Que el órgano de control y aplicación de la norma no es suficientemente colegiado ya que el oficialismo tiene la mayoría y que, por ende, controla desde ahí a los medios que no le son afines 
Respondé: Que no hay ley en el mundo, de ninguna actividad, que tenga mayoría de la oposición en una autoridad de aplicación o en el gobierno de los medios estatales. Además dos directores son propuestos por la segunda y tercera minoría y otros dos por el Consejo Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual. Considerar que estos dos directores responden en forma automática al poder ejecutivo es una descalificación para todas las entidades que conforman el Consejo. 
11- Cuando te dicen: Que se prometen frecuencias que no hay, que se habla mucho del 33% para los sin fines de lucro, pero en grandes zonas no se puede otorgar ni una sola frecuencia ya que el espectro está saturado 
Respondé: Que observar el problema desde esa perspectiva habla de cierta cortedad de miras. La digitalización permitirá un crecimiento de disponibilidades. Hay ejemplos de ello: en Uruguay, las previsiones sobre el uso de espectro de la TV digital, (aún en VHF canales 2 al 13) ha permitido reservas a entidades sin fines de lucro para hacer las pruebas. 
12 - Cuando te dicen: Que por la manera en que se reguló el área destinada al cable, es evidente que se carece de conocimientos sobre dicha actividad 
Respondé: Es francamente ofensivo argumentar que no se conoce la actividad del cable que se normó. Se la conoce, el cuerpo de la ley lo pone en evidencia. El tema es que quienes eso dicen simplemente no están de acuerdo con lo que se propone porque afecta a sus ganancias extraordinarias. 
13 - Cuando te dicen: Que “ciertas ONGs” y los sindicatos tengan canales es para que esas instituciones pongan canales afines al gobierno y que, además, los sindicatos no tienen por función tener un medio de comunicación.
Respondé: Por un lado, la ley no tiene restricciones acerca de qué instituciones sin fines de lucro pueden acceder a una licencia (excepto que no pueden las que tengan vinculación directa o indirecta con empresas periodísticas, ejemplo Fundación Noble), con lo cual varias contrarias al gobierno podrían acceder a una licencia. 
Con respecto al cuestionamiento a los sindicatos por no ser parte de sus funciones específicas ¿a quién se le ocurriría decir que los sindicatos no pueden tener una revista o un blog? ¿Y por qué no una radio?. Otras entidades intermedias tienen el mismo derecho, independientemente de aquello que piensen sus integrantes. ¿Por que sólo debe pensarse la comunicación como negocio? ¿Es más legítimo hacer dinero que difundir ideas emergentes de la lucha sindical? 
14 - Cuando te dicen: El ordenamiento de la grilla es para perjudicar a TN 
Respondé: El ordenamiento de la grilla del cable y la obligación de incluir señales que ciertos grupos se negaban a difundir, mejora la difusión y amplía la oferta. 
15- Cuando te dicen: El impedimento de tener cable y TV abierta en la misma área de cobertura no existe en ninguna parte del mundo 
Respondé: Es cierto, pero en ninguna otra parte del mundo el cable tiene la penetración que tiene en la Argentina. Es una situación homologable a la prohibición que hay en Estados Unidos para tener simultáneamente un diario y un canal de televisión. Cosa que la 26.522 no prohíbe. 
16- Cuando te dicen: El grado de desconcentración propuesto en lugar de favorecer el pluralismo lo debilita porque hace inviable la sustentabilidad del negocio mediático. 
Respondé: Es probable que tengas razón, si pensamos el negocio mediático en los términos que se dio hasta ahora en nuestro país. Pero si el empresariado se adapta a tasas de ganancia más razonables, del tipo a las que había en la Unión Europea antes de la crisis (es probable que hoy estén más bajas aún) podrán reconvertirse sin problemas y será un mercado más racional. 
17 – Cuando te dicen: Que es una barbaridad que el gobierno revise las licencias cada dos años.
Respondé: Las licencias se otorgan por 10 años y pueden ser renovadas por un período idéntico previa audiencia pública en el lugar donde se presta el servicio. El gobierno no revisa licencias, lo que hace el órgano competente en la materia es, cada dos años, emitir un informe del panorama técnico de cada soporte, para ver si cambios en la tecnología permiten liberar espectro y realizar los ajustes técnicos para que cada prestador continúe operando en las mismas condiciones en que le fue otorgada la licencia. 
18 - Cuando te dicen: Esta ley obliga a que las radios pasen todas la misma música. Ya no vamos a poder escuchar música clásica, ni lo beatles, ni jazz... 
Respondé: La ley establece un mínimo de producción nacional del 30% (sin distinción de género), del cual el 50% debe ser de músicos independientes (lo que de hecho permitirá que se hagan conocer nuevos, autores, compositores e interpretes que antes tenían vedado el ingreso a las principales radios, ya que estas establecían contratos con los grandes sellos), el resto del tiempo pueden programar la música del origen que deseen. Para el caso de las radios temáticas, sean estas de música clásica o de jazz, quedan exceptuadas. Dicha excepción es válida también para las radios de colectividades extranjeras. 
19- Cuando te dicen: Que con esta ley se reemplaza un monopolio por otro 
Respondé: En principio es un comentario malintencionado, nada hay en la ley que permita sostener eso con seriedad. La ley establece un régimen de multiplicidad de licencias válida para todos aquellos que quieran operar medios audiovisuales. En el momento que la ley era un proyecto y, para evitar susceptibilidades, se excluyó a las telefónicas de la posibilidad de operar medios. 
20– Cuando te dicen: Si la ley se aplica en toda su magnitud, se acabó la liberad de expresión en la Argentina.
Respondé: En realidad es todo lo contrario. Cuando la ley esté plenamente operativa y todos estén adecuados a la normativa, la libertad de expresión será una realidad. Esta ley está en consonancia con los estándares internacionales sobre derechos humanos. La limitación a la conformación de monopolios que establece la ley es para garantizar que ingresen nuevas y diversas voces: pluralidad y diversidad. El pluralismo de los medios de información garantiza la libertad de expresión de las distintas opiniones, culturas y comunidades, en todos los idiomas y en cualquier sociedad, así como el respeto de la diversidad. 

Fuente: Baranchuk, Mariana. Publicado en www.alpargatasynetbooks.com.ar de la edición del 28 de agosto del 2011.

La realidad y sus intérpretes.

Tal vez, los mejores de entre los miembros de una oposición vaciada de alma y de tradiciones, alcancen a sacar alguna enseñanza de este fracaso.

La realidad de un país, lo sabemos, es mucho más que aquello que decimos que es. Su carnadura está hecha no sólo de materialidades más o menos palpables y de referencias compartibles que no exigen compatibilizar miradas o perspectivas diferentes. La realidad es, también y fundamentalmente, una construcción de los múltiples actores sociales, culturales, políticos y económicos que habitan en su interior, una exuberante proliferación de lenguajes que la describen desde diversos ángulos y apelando a distintas percepciones. Ha sido y seguirá siendo un ámbito de conflictos y querellas interpretativas, un juego en el que los jugadores no siempre utilizan las mismas reglas y que, en muchos casos, vuelve casi imposible encontrar los puntos de coincidencia. El consensualismo respecto de la realidad termina allí donde empiezan a manifestarse los intereses contrapuestos que acaban por disparar perspectivas tan dispares de un mismo acontecimiento que, por lo general, el observador neutral, si lo hubiera, cree estar delante de dos hechos completamente opuestos que no responden a una misma realidad.
Y eso se verifica con mayor virulencia cuando lo que interesa es analizar resultados electorales en el interior de una coyuntura histórica en la que, después de mucho tiempo, en nuestro país el contenido del voto define de una manera decisiva el hacia dónde de esa realidad tan difícil de atrapar en una malla interpretativa intercambiable entre los distintos actores políticos. El litigio que divide la visión política de la sociedad también fragmenta las conclusiones que se puedan extraer de la contienda. Lo único sólido e incontrastable es el triunfo contundente de Cristina Fernández de Kirchner al frente de la fórmula presidencial que comparte con Amado Boudou, y la pobreza, para colmo fragmentada, de lo que cosechó la oposición. De ahí en más las conclusiones, algunas agudas e inteligentes, otras delirantes o impresentables por su endeblez argumentativa, buscarán darle un marco explicativo y referencial a un acontecimiento más que relevante.
Múltiples, variadas, contradictorias, antagónicas y diversas son, entonces, las interpretaciones que se vienen haciendo del contundente triunfo del Frente para la Victoria en las elecciones primarias del 14 de agosto y, sobre todas las cosas, del enorme reconocimiento popular a Cristina Fernández. Interpretaciones que van desde lo digno de ser analizado hasta lo canallesco, desde la revalorización de la recuperación de la política hasta el “voto plasma” del inefable Biolcati, desde la significación de lo que se denominó en otras oportunidades “la batalla cultural” como eje de un giro en la percepción social del kirchnerismo, hasta la búsqueda de una suerte de empatía entre el corrosivo “voto cuota” de la era menemista y el actual al gobierno nacional.
Análisis enfrentados que expresan, como no podía ser de otro modo, la conflictividad que atraviesa la vida argentina y el abismo que separa a gran parte de la oposición (incluyendo en esta definición a los grandes medios de comunicación y a sus periodistas estrellas), de aquellas otras interpretaciones que intentaron, y lo siguen haciendo, dar una explicación más ecuánime de un resultado electoral que invirtió, con intensidad inusitada, lo que hasta la mañana de aquel domingo parecía ser, según la máquina discursiva de la corporación mediática, el anticipo de una decadencia irrefrenable del propio kirchnerismo. Más del 50 por ciento de los votantes le dieron un mentís rotundo al deseo de la oposición que no supo, y no sabe, de qué manera hacerse cargo de su estrepitoso fracaso. Un espeso velo construido de ficciones y de recortes escandalosos de la realidad se corrió y dejó al descubierto aquello que no se decía y que no se mostraba. La impudicia con la que los principales grupos mediáticos fueron “construyendo” la realidad que vomitaron sobre la sociedad con la complicidad de periodistas e intelectuales autodefinidos como independientes y por opositores absolutamente funcionales a los intereses de esos grupos, terminó por convertirse en un gigantesco boomerang que descorrió ese velo generando la oportunidad de observar aquello que la fábula comunicacional terminó por creer que era la “verdadera” realidad.
Tratando de reflexionar con algo más de hondura aunque sin abandonar los clisés del diario en el que escribe su nota de opinión, el politólogo Vicente Palermo introduce la categoría, algo forzada, de “clima de época”, para explicarle al lector de Clarín por qué ganó Cristina y lo hace destacando, contra lo que venía sosteniendo la oposición política y mediática con especial énfasis después de las elecciones en Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba, que el “kirchnerismo fue eficaz en la creación de un clima de época”, es decir y traduciendo al autor, que en verdad todo aquello que era invisible de acuerdo a la construcción de realidad de la oposición fue vivido como efectivamente real por gran parte de la sociedad. Palermo, y esto más allá de las derivaciones de su artículo que no discuto acá aunque me resultan prejuiciosas y en gran parte descalificadoras del Gobierno y sin argumentos sólidos salvo la consabida referencia a la corrupción y al casi despotismo presidencial, reafirma el peso del “relato” en la contienda por el sentido. Ellos, las grandes corporaciones económico-mediáticas y sus correas de transmisión –los partidos de oposición–, simplemente fueron derrotados en el plano en el que el discurso y la realidad se tocan pero bajo la condición, impresa por el kirchnerismo, de volver verosímil su propio relato que, eso el autor lo señala enfáticamente y casi como un deseo, es insostenible en el tiempo. Veremos.
Claro que en el interior del otrora relato hegemónico (ese que pareció llevarse todo por delante a partir de la alianza de la Mesa de Enlace con la corporación mediática) se fueron abriendo, a lo largo de estos años y por una decidida acción contracultural que salió a disputar ese relato hasta entonces dominante, grietas que acabarían por fragmentar lo que antes aparecía como un muro impenetrable y sólido. En todo caso, lo que fue quedando cada vez más claro es que la disputa por el sentido constituye uno de los momentos decisivos en la construcción de un proyecto que aspira a transformar la repetición inercial de una realidad que, desde hace mucho tiempo, venía siendo definida, en su materialidad y en sus contenidos discursivos, por los grupos dominantes de la vida económica. Lo que comprendió el kirchnerismo fue que la “materialidad” de lo real se compone, también, de formas subjetivas, de trazos culturales y de construcciones de sentido que terminan por definir el destino de una sociedad y el carácter de la hegemonía que la atraviesa. Estaría tentado a escribir que la elección del 14 de agosto cerró, por ahora, la etapa abierta en marzo de 2008 cuando se desató la acción destituyente de la alianza agromediática.
Volvamos, entonces, a las diferentes interpretaciones de un mismo acontecimiento electoral. Por un lado, y rápidos de reflejos nacidos de su cinismo consuetudinario, los principales periodistas y columnistas de los medios hegemónicos se abalanzaron, como lobos sedientos de venganza, contra aquellos políticos de la oposición que no habían estado a la altura de las circunstancias oscureciendo, una vez más, su propia responsabilidad en el modo como determinaron la agenda de esa misma oposición que, al menos desde el conflicto por la 125, no viene haciendo otra cosa que actuar de acuerdo al guión escrito desde las usinas mediáticas transformando a sus fuerzas políticas en sombras plañideras que poco y nada representan.
El patético papel jugado por el radicalismo, su transformación en un partido conservador cada vez más escuálido; el inaudito giro de Ricardo Alfonsín desde supuestas posiciones progresistas (que lo vinculaban con su padre y su búsqueda de un radicalismo de matriz socialdemócrata) hasta la absurda alianza con De Narváez, expresan, junto con la autodestrucción de fuerzas como la Coalición Cívica que fue devorada por las llamas del Apocalipsis anunciado por Elisa Carrió y Proyecto Sur de Pino Solanas que no pudo zafar de la fuerza aniquiladora de un ego oportunista que redujo a casi cero un interesante capital político, la errancia y el desconcierto de una oposición que, para colmo de males, tuvo que soportar las groseras y mezquinas descalificaciones de los mismos que el día anterior les manifestaban su inmaculado apoyo mediático.
Tal vez, los mejores de entre los miembros de una oposición vaciada de alma y de tradiciones, alcancen a sacar alguna enseñanza de este fracaso, enseñanza que, quizá, los libere de ese brutal abrazo de oso de una corporación, la mediática, que no ha hecho otra cosa que deglutirse a todos aquellos que creyeron que por estar junto a ella y responder a sus intereses podrían crecer en la estima del electorado. El precio que pagaron es el del ridículo y el de la aceleración de una crisis que todavía nos ofrecerá nuevas circunstancias patéticas (ya podemos ver al pequeño señor Cobos tratar de sacar partido de la paupérrima cosecha de la UCR y proponiéndose, vaya chiste, como el reconstructor partidario, o a su otro comprovinciano, aquel de la frase brutal de que la asignación universal por hijo había aumentado el consumo de paco y el juego de bingo entre los pobres, me refiero a Ernesto Sanz que, ahora, y suelto de cuerpo, llama a impedir que en octubre el triunfo de Cristina anule la independencia de los poderes al garantizarle al oficialismo una cómoda mayoría parlamentaria –ese mismo argumento viene siendo utilizado por Morales Solá y otros escribas del establishment como nuevo caballito de batalla–). ¿Recuerda, el amigo lector, aquel argumento, utilizado por la derecha continental y entre nosotros por Mariano Grondona, de que en los países definidos como “populistas” (el peor y más dañino de los males de acuerdo a esta mirada) la propia democracia está siendo puesta en riesgo desde adentro de sus instituciones por el proceso de hegemonía autoritaria que proviene de esos gobiernos demagógicos? Tendrían que tratar de ser un poco más originales nuestros opositores y no parecerse tanto a la derecha hondureña o venezolana.
Saliendo del pantano opositor y de sus intérpretes bizarros, nos encontramos con otras miradas. Hoy me gustaría detenerme en la de Edgardo Mocca, que en un artículo publicado en Página 12 el último domingo, destacó la significación de la dimensión político-cultural en el proceso de recuperación del propio kirchnerismo, dimensión que, por supuesto, debe ponerse en relación con la matriz económica y social que, como es obvio, ha logrado calar muy hondo en gran parte de la sociedad. Mocca destaca la vocación de Néstor y Cristina Kirchner en los momentos más difíciles por llevar adelante lo que él llama una “política contracultural” que buscó enfrentar a la máquina mediática del establishment corporativo.
Es en este sentido que le otorga un papel muy significativo a lo que hicieron desde el conflicto por la 125 los intelectuales de Carta Abierta y al papel de ruptura de la hegemonía mediática de parte del programa televisivo 6, 7, 8. En esas dos experiencias distintas pero complementarias, Mocca lee uno de los ejes de la transformación del capital simbólico que, agregándole por supuesto otras cuestiones fundamentales, contribuyó a la recuperación exponencial del kirchnerismo (el camino que fue del gran debate por una ley de servicios audiovisuales, pasando por la asignación universal, la osadía y la inteligencia para organizar los festejos del Bicentenario y, claro, el tremendo impacto de la muerte de Néstor Kirchner y de su apropiación popular como un acontecimiento excepcional y decisivo de la vida argentina, más el crecimiento enorme de la figura de Cristina sirvieron para dar vuelta la estrategia de la derecha y alcanzar el extraordinario resultado del 14 de agosto).
Lectura, entonces, la de Mocca que valoriza adecuadamente la dimensión político-cultural como un componente central en esta actualidad atravesada por la consolidación del liderazgo de Cristina y el absoluto desconcierto de la oposición, apartándose de aquellas otras interpretaciones que intentan reducir toda la cuestión a lo económico perdiendo de vista que aquello que venimos denominando “la realidad” se compone, también, de esas dimensiones constituidoras de sujetos y relatos que suelen ser decisivos a la hora de definir los giros hegemónicos. Algo de eso había anticipado, con su habitual intuición política, Néstor Kirchner cuando eligió, a una semana de la derrota de junio de 2009, hacer su primera aparición pública en una asamblea de Carta Abierta en la que reafirmó su convicción en el proyecto y en revertir el magro resultado electoral. El tiempo le dio la razón en esto como en tantas otras cosas. Lo demás es cuestión de interpretaciones.

Fuente: Foster, Ricardo. Publicado en revista Veintitrés de la edición del 25 de agosto del 2011.

La dimensión de la crisis global.

Las incidencias y dimensiones, las implicancias y consecuencias de la crisis global en las condiciones de trabajo y de vida de los trabajadores.

En los países centrales, amos y señores de los centros globales del poder, algo empezó a resquebrajarse de manera definitiva. Algo empezó a resquebrajarse en esos mismos países que desde siempre, aún hoy en plena crisis global, miraron despectivamente a los países pobres que califican como subdesarrollados, como si ellos nada tuvieran que ver al respecto, o a otros países que califican como de nuevos ricos, los llamados países emergentes. Algo empezó a resquebrajarse en esos países porque sus sectores dirigentes, su tecnocracia y los diversos grupos y factores de poder que la componen, cada vez tienen menos argumentos para jactarse de su estrecho modelo socialdemócrata que alguna vez pretendió convertirse en un Estado de Bienestar, más allá de las diferencias y de la lucha de clases, para derivar finalmente en el Estado del malestar y de la indignación de quienes viven bajo sus influencias. Esta cuestión no es menor porque el desmantelamiento de la fibra política de esos reformismos políticos, que fueron más o menos inclusivos, sanos y democráticos, teniendo en consideración sus limitantes estructurales que se derivan principalmente del realismo de la acción política planteado en términos neoliberales pero también considerando que también trajeron bienestar e importantes derechos y conquistas sociales para varias generaciones de trabajadores, es un proceso que está pasando actualmente con la gravedad que esos regímenes de bienestar y de cierta inclusión social, que fueron construidos en la vieja Europa después de la segunda guerra mundial, estuvieron precedidos de grandes batallas en el campo de la política y de la ideología, donde una derecha nazi y fascista fue derrotada y permitió construir moralmente lo que luego conocimos como la Europa de los sectores medios con ciertos valores y una ética democrática, populista y republicana, comprometida con lo público y con los derechos humanos. Por esa Europa va el neoliberalismo en las condiciones económicas actuales. En ese contexto, las políticas neoliberales implican directamente la disolución extrema del bienestar de los trabajadores, de sus conquistas, derechos y formas de vida. Implican que el sector financiero se hace cargo de lo político con su lógica depredadora basada en una tecnocracia que se pretende objetiva, racional y más allá de cualquier interés de clase. Ahí es cuando entran en el juego del control social sobre los trabajadores, los medios masivos de comunicación más concentrados al servicio de los intereses de los sectores y grupos dominantes. Estos medios masivos de comunicación, que están fuertemente vinculados con ese sector de la especulación y las finanzas, así se despliegan sin considerar ningún tipo de límites para satisfacer las funciones sociales y políticas que les corresponde en la defensa de una racionalidad política donde un tecnócrata o un grupo de ellos, un banquero o un grupo empresario, pueden producir tremendas crisis nacionales que tienen como víctimas a los propios trabajadores que, aislados entre sí, desmovilizados y sin rumbo, no tienen ningún poder real para luchar contra las acciones de los dominantes y sus representantes. La cuestión es que los grupos más concentrados de la economía pueden tumbar un país, pueden derribar una moneda mientras, dentro de la misma lógica, un medio de comunicación puede acabar con los derechos humanos o con la credibilidad de algún dirigente o líder político. Todo forma parte de la misma lógica demoledora en la que está hoy Europa.
El problema viene de muy atrás porque es el neoliberalismo y su imposición la respuesta a los desvelos de los sectores dirigentes, es decir, desvelos que tienen que ver con la caída de la tasa media de las ganancias del capital. Después del ’68, lo que parecía un armónico pacto entre los dueños del capital y los trabajadores se convirtió en un avispero revolucionario en el que distintas formas culturales y políticas ponían en cuestión el reparto del producto social. En esas circunstancias políticas, los sectores dominantes, de una u otra manera, tenían que movilizarse necesariamente porque peligraban sus granjerías, sus privilegios y los beneficios y prebendas que el Estado capitalista les reserva. La respuesta fue que los dueños del capital, a expensas de los intereses de los trabajadores, tomaron las riendas de la agenda de gobierno para imponer nuevas las políticas públicas. Me estoy refiriendo, de ahora en más, a los inicios de la década de los ochenta, donde esos grupos de poder, frente a la necesidad de liquidar la insurrección y reafirmar el propio poder de mando del capital, imponen el neoliberalismo con las consecuencias por todos conocidas. Entonces, de ahora en más, las vías con las que el régimen neoliberal decretó y se movilizó en la recomposición de la tasa media de las ganancias, sustento material de los beneficios de los dueños de los capitales, tienen un fuerte contenido simbólico y político que buscan la disciplina de los trabajadores para aceptar la caída de sus salarios reales y sus condiciones y formas de vida pero, a su vez, contienen recetas altamente contraproducentes para el propio desarrollo capitalista. Por eso, la fuerte irracionalidad del régimen político que así ataca los salarios, recorta los beneficios y las conquistas históricas de los trabajadores y prohíbe al sector público incurrir en déficit que finalmente solo conllevan una escasez crónica de la demanda que también impide el crecimiento económico de largo plazo.
El neoliberalismo así entendido, es decir, como un régimen altamente reaccionario y contrarrevolucionario, a pesar de sus formas de actuar y de la lógica que subyace detrás de sus políticas públicas, a pesar de todo, continúa reiteradamente buscando alguna vía de escape para su brutal nihilismo social, cultural, político y económico que en la práctica plantea. Sin embargo, este interés por terminar con el nihilismo social, político, económico y cultural es solo aparente porque, en fin, los sectores dominantes se llevan muy bien con la racionalidad de éste, con sus paradigmas y con cada una de sus razones. Ellos no tienen problemas porque cada vez acumulan más y más riquezas y recursos. El problema surge con los sectores medios, un estrato social que en el caso de los países centrales se había movido al ritmo del constante crecimiento de los salarios reales, de las conquistas de los trabajadores y que creció finalmente durante los años sesenta engrosados por el acceso a éstos de los obreros industriales. El problema es que con el neoliberalismo los sectores medios pierden posiciones sociales, de fuerza, posiciones que son materiales pero que también son simbólicas y culturales. En ese contexto, los activos financieros, la bolsa de valores para el caso, el crédito en todas sus formas y los mercados inmobiliarios, fueron la carta material que el régimen neoliberal se guardó para sí para conseguir que los sectores medios, a pesar de la real caída de sus formas de vida, de la satisfacción de sus necesidades, no pasasen a engrosar las filas del tradicional proletariado para, desde ahí, colocar en tela de juicio, en peligro, la hegemonía neoliberal en todos sus ámbitos. La fórmula es aparentemente muy sencilla: por un lado, la caída de los salarios reales de los trabajadores en general conlleva exclusión y marginación de amplios sectores sociales de los beneficios del consumo y, por otro lado, esta fórmula funciona de manera que todos los recursos que los dueños de capital expropian de esa manera a los trabajadores, son devueltos en la manera de crédito. Un crédito que así alimenta el consumo y el trabajo flexibilizado y precario que después vuelve al circuito acrecentado en favor de los intereses de los propietarios de capital y de títulos financieros. Es una expropiación continua de los beneficios y conquistas sociales que finalmente involucra privatizaciones de empresas públicas, desregulación general de la economía, que de ahora en más tiende al automatismo de los mercados, la caída constante de los salarios y el saqueo de los recursos naturales de nuestros pueblos. Es la forma en que se expresa la llamada financiarización del capital.
En el caso de los países centrales, el boom inmobiliario generado por esas nuevas políticas crediticias, intentó esconder esta realidad, donde los sectores medios paulatinamente pierden posiciones sociales importantes pero al mismo tiempo mantienen cierta base patrimonial que se compone casi en exclusividad por viviendas o por una hipoteca. Así, siempre en los países centrales, el boom inmobiliario intentó esconder esa nueva realidad de proletarización de los sectores medios. Sin embargo, con la llegada de la crisis inmobiliaria, primer antecedente de la crisis global, desaparece este efecto de la noche a la mañana. Comprimiendo en cuestión de meses un proceso que en las anteriores crisis del Estado capitalista podía durar incluso decenios, el desplome de esa falsa y siempre volátil riqueza financiera, especulativa e inmobiliaria, dejó al descubierto un panorama de salarios que definitivamente habían perdido gran parte de su poder adquisitivo real de la mano de un proceso de precariedad laboral típico de las medidas y políticas neoliberales, derechos sociales también en franco retroceso, en recesión, y la apertura de una brutal brecha entre las posiciones económicas de las anteriores generaciones y los jóvenes. 
Lo central al respecto es entender que el comportamiento propio del sistema comercial global impulsó esta tendencia a la precarización de los salarios, la caída del consumo, el aumento de la exclusión, la pobreza, la marginación y el desempleo estructural. Por ejemplo, en las últimas décadas, se triplicó el número de trabajadores que producen exclusivamente para el mercado global. Así, la subcontratación y la flexibilización de los diversos recursos que componen las cadenas de valor (donde se incluye la mano de obra de los trabajadores) en terceros países con salarios claramente inferiores a los de los países centrales, debilitó la demanda de empleo y la capacidad de negociación de los trabajadores en los países más industrializados. Estos hechos promovieron la flexibilización de las normas protectoras del empleo y la deflación competitiva via el retraso salarial, aumentando, aún más la brecha entre los salarios reales y la productividad del trabajo. En esas nuevas circunstancias, la proletarización de los sectores medios aparece en toda su violencia política, material y psicológica, mientras por arriba los actores y sujetos políticos se pliegan a las demandas de los centros globales del poder que son los auténticos propietarios del capital.
Por otro lado, en los Estados Unidos la resolución de la crisis global tampoco es muy auspiciosa. De hecho, el sistema comercial globalizado está atravesando una transición hegemónica en sus centros de poder porque los Estados Unidos, como potencia hegemónica desde la segunda guerra mundial a la fecha, es desplazada económicamente por una potencia emergente, que es China y que en unos pocos años más va a ser primera potencia. Además, la declinación de la hegemonía de los Estados Unidos no tiene posibilidades reales de detenerse en el corto plazo. Igualmente, en ese proceso hay ciertas contradicciones porque, por un lado, ese desplazamiento en términos de la economía es más que evidente, a su vez, paralelamente en el ámbito militar, de poder de destrucción (…) los Estados Unidos continúan siendo claramente dominantes. Es que es precisamente el campo militar el único ámbito que le queda a los Estados Unidos para reaccionar frente a la pérdida de la hegemonía política global. Es así como aún hoy, con la declinación de su hegemonía a nivel global, al borde del default y sin soluciones realistas a la crisis que lo mantiene en vilo, tiene a lo largo y a lo ancho del mundo unas 900 bases en territorio extranjero, donde esos enclaves militares ocupan nada más y nada menos que 300 mil hectáreas (...)
En definitiva, estamos frente a una crisis integral del capitalismo como régimen de producción porque este dejó en claro que a estas alturas no puede satisfacer las necesidades y urgencias de las mayorías, porque es un régimen elitista y exclusivo, es un régimen que afecta no solo las finanzas y los bienes intangibles sino que también afecta de manera decidida la propia dimensión productiva de la economía y así afecta, a su vez, el ámbito de lo financiero, de lo alimentario, lo energético y hasta el ámbito de lo ambiental por las formas en que se expresa su propio crecimiento y desarrollo. También es una crisis sistémica porque afecta al conjunto del sistema comercial global. En líneas generales, cada crisis es una lucha a dos planos, entre dos clases y sectores sociales, es decir, entre el capital, que busca superar y así renovar los mecanismos de la explotación de la mano de obra, y de los trabajadores que alientan políticas defensivas de sus derechos y en una etapa más radical alientan políticas públicas ofensivas que tienen que ver con la emancipación de las mayorías.

Referencias bibliográficas:

López, Isidro: “Final de la fiesta española” Publicado en Miradas al Sur de la edición del 24 de julio del 2011.
Ferrer, Aldo: “Salarios y productividad” Publicado en Miradas al Sur.
Guido, Emilio: “Carlos Escudé: La crisis es parte de la transición hegemónica” Publicado en Miradas al Sur de la edición del 24 de julio del 2011.
Guido, Emilio: Julio Gambina: “Las corporaciones vienen por el Estado de Bienestar” Publicado en Miradas al Sur de la edición del 24 de julio del 2011.
Anguita, Eduardo: “Juan Carlos Monedero: Europa perdió la memoria”. Publicado en Miradas al Sur de la edición del 24 de julio del 2011.

Autor: Alfredo Repetto Saieg.