viernes, 9 de septiembre de 2011

El tren de los pueblos libres, Lincoln- Realicó, la terminal de trenes y micros de Mar del Plata, para Pino que lo mira por TV.

El director de cine Pino Solanas, tendrá que contentarse con ver por televisión, la cantidad de obras ferroviarias que está impulsando el gobierno nacional. El primero de ellos, El tren de los Pueblos Libres unirá las localidades de Pilar con Paso de los toros del departamento de Tacuarembo y a futuro se buscará unir Buenos Aires y Montevideo con servicio diario. 
La terminal de Mar del Plata podrá recibir hasta 1200 ómnibus y dos formaciones ferroviarias por día. El predio tiene una superficie de 75.000 m² y está ubicado en la avenida Luro y las calles San Juan, 9 junio y Misiones. La otra inauguración, que nos sorprendió realmente a todos los argentinos fue la inauguración del ramal ferroviario Lincoln – Realicó, que conectara casi 20 localidades de la zona uniendo la provincia de Buenos Aires con La Pampa. 
De esta manera uno de los pocos perdedores de las primarias abiertas simultáneas y obligatorias, por no haber alcanzado el 1,5% del total del padrón nacional deberá contentarse con mirar por la televisión pública las distintas inauguraciones que seguirán realizando desde el gobierno nacional. Hace unos días el director de cine intentó comparar la victoria de Cristina, con la reelección del 95 de Carlos Menem. Si hay algo que deja en claro el voto de la gente y las sucesivas charlatanerías de Pino, es que Pino perdió el tren. En una época filmó La hora de los hornos y hoy está al horno, Pino filmó Los hijos de fierro y hoy le falta poco para filmar Los hijos de Noble. Como dijo Jauretche y le recordó bien Galasso, Pino mira la Argentina por el ojo de la cerradura de los trenes. 

Fuente: Juan Ignacio (De Munro) Publicado en http://www.alpargatasynetbooks.com.ar

El proyecto artiguista viaja en tren.

Algo grande, algo profundo está pasando en nuestros pueblos y en nuestros países. El presidente del Uruguay visita nuestra provincia del Chaco, se reúne con el gobernador Capitanich y ambos realizan un homenaje al caudillo oriental Jose Gervasio Artigas. El escritor y humorista Luis Landriscina, presente en el acto, se declara “artiguista” y saluda “al general de los pobres, los mestizos y humildes”. 
¿Qué sentido tienen estas palabras? ¿No serán, al fin y al cabo, un simple acto protocolar, adecuado para honrar al país del visitante? 
No lo creo. 
La provincia del Chaco, convertida en tal por el primer gobierno del general Perón, fue, junto con Formosa, uno de los últimos territorios sobre los que, a fines del siglo XIX, se asentó la soberanía del estado argentino. No pertenecían de hecho a las Provincias Unidas del Río de la Plata y la mayoría de su población era indígena. Los criollos que los habitaban era exilados de las guerras civiles, hombres que, como Martín Fierro, huían de las levas y las matanzas mitristas en las provincias del norte y encontraban, entre los llamados salvajes, la paz o el sosiego que no les daban los llamados civilizados. Lejos habían quedado, entonces, las luchas de Artigas y su hijo Andresito Guaycurarú, peleando simultáneamente contra españoles, portugueses y porteños. Era sólo un recuerdo aquel hombre enterrado en San Isidro Labrador de Curuguaty y que había influido durante diez años en un territorio que se extendía desde Misiones al Plata y desde Montevideo hasta Córdoba.
Ninguno de los que, en Resistencia, recordaron a Artigas lo mencionó como un prócer uruguayo, porque nada hubo más lejos de su pensamiento que el pequeño país creado por la intriga británica, los comerciantes montevideanos y la inquina porteña. “Yo ya no tengo patria”, dicen que exclamó al enterarse de la independencia lograda por el Uruguay. Alberto Methol Ferré se reía como un fauno cada vez que pasaba con algún visitante por la enorme estatua de la plaza Independencia de Montevideo. “Mire lo que dice”, invitaba a su acompañante. “Nada más que Artigas. No supieron qué más ponerle, No podían inscribir en el mármol algo así como Padre de la República Oriental del Uruguay, porque hubiera sido un atentado a su memoria. Tampoco podían poner caudillo federal de las Provincias Unidas del Río de la Plata, que es lo que fue. Así que decidieron no poner más que su apellido. Debe ser el único caso en el mundo, donde una estatua no dice qué fue en vida el homenajeado”, decía Methol, entre irónicas carcajadas. 
Y en esta idea de Artigas nos educamos los hombres y mujeres de mi generación. Nos habían hecho creer que era uruguayo, que se enfrentaba al gobierno de Buenos Aires porque quería abrirse de las Provincias Unidas. Que había enviado a sus representantes a la Asamblea del Año XIII con levantiscas indicaciones, inaceptables para los “argentinos”, que eran el resto de los integrantes de ese congreso. Nos enteramos de muy grandes que Mariano Moreno, en su Plan Revolucionario –cuya existencia también ignorábamos- había aconsejado acercarse al capitán de la milicia rural de la Banda Oriental. Y a fuerza de buscar en las bibliotecas supimos de su vida entre los charrúas, de su lucha por la tierra para todos los orientales y de su extraordinaria influencia sobre los caudillos federales de ambas bandas del Uruguay. De grandes, en suma, nos enteramos que Artigas no había sido uruguayo, sino, como lo expresara Lavalleja en su manifiesto, “argentino oriental”. 
Y es esto lo que se ha comenzado a reconocer oficialmente en la Argentina. Desde la Cátedra de los Libertadores, de la Secretaría de Cultura de la Nación, Ernesto Jauretche comenzó a desarrollar una serie de homenajes, encuentros y debates sobre don José Artigas –las Jornadas Artiguistas- que ha recorrido las provincias que supieron de su influencia. Y es por eso que cada vez que el presidente uruguayo Pepe Mujica nos visita, los argentinos le hablamos con cariño y admiración del gran oriental. Esa es la razón por la cual uno se define como artiguista. 
Y no es sólo en las palabras o en los homenajes. Mañana lunes 29 de agosto de 2011, un tren cruzará el río Uruguay, para que el año que viene, en el bicentenario del Éxodo del Pueblo Oriental, se una Buenos Aires con Paso de los Toros, en el centro de la tierra uruguaya. Y se llama Tren de los Pueblos Libres, de los que fue Protector José Gervasio Artigas. 
Algo grande, algo profundo está pasando en nuestros pueblos y en nuestros países. Estamos volviendo, en las condiciones y con las posibilidades del siglo XXI, a aquel proyecto originario de hace doscientos años. En paz y en prosperidad estamos haciendo lo que antes la guerra y la pobreza hicieron imposible: la unión de los pueblos libres. 

Buenos Aires, 28 de agosto de 2011 

Fuente: Julio Fernández Baraibar. http://fernandezbaraibar.blogspot.com

Los sectores populares y la lucha por el sentido del poder.

El protagonismo de los sectores populares en la definición de las políticas públicas que intentan construir una realidad en favor de los intereses de los trabajadores.

En Chile, el movimiento de los estudiantes en la medida en que logró que sus demandas de acceso igualitario a la educación y de oportunidades para todos fuera reivindicado como racionalmente válido y hasta lógico por amplios e importantes sectores de trabajadores, significó que se trascendió lo meramente educativo y que por ende, de ahí en más, ese movimiento dejó de ser centralmente gremial para convertirse en una importante organización con ramificaciones tanto políticas como sociales. De hecho, ahora estamos en presencia de un movimiento social y por consiguiente de acción política que se vuelve central en este momento de grandes cambios y transformaciones. En estas circunstancias, las múltiples organizaciones y actores políticos y sociales que estructuran las medidas en favor de los trabajadores, y así afectan de manera positiva la vida de millones de personas, potencialmente tienen una profunda vocación de cambio y progresía. Es que ya no sirve la rigidez dogmática de los grupos neoliberales que es típica de una prepotencia política de los que se creen los dueños de la verdad y de los valores que eventualmente reivindican y constituyen a la humanidad toda. Simplemente, la realidad de los trabajadores varía cotidianamente por lo que no es lo mismo la realidad de ayer que la de hoy y continuamente estamos superando algunas situaciones y generando otras. De ahí la urgencia de la gestión y del control democratico del régimen político por parte de los trabajadores. En consecuencia, no podemos atarnos a programas y teorías preestablecidas y lo que sí tenemos que hacer es ligarnos, de la mejor forma, a los valores populares que reivindican el derecho a la vida digna, atarnos a la vida social de nuestro pueblo teniendo presencia en el territorio, construyendo y dando sentido junto con los trabajadores y las organizaciones que los representan a todos esos espacios donde las políticas se van articulando en beneficio del bien común.
Así, una mejoría notable respecto de las políticas sociales en beneficio de los trabajadores implica inclusión, creación de nuevos derechos y defensa de los que ya son históricos. Implica la decidida participación de los sectores populares y las organizaciones que los representan en conjunción estratégica con los actores que forman parte del sector público donde necesariamente se incluye al gobierno y donde los ejes centrales del trabajo se relacionan tanto con los derechos, con las reivindicaciones y con la lucha por temas como los de la educación pública y gratuita de calidad, más allá del lucro, como con la Asignación Universal por Hijo. Por otro lado, el trabajo social en términos de mejoría de la calidad de vida de las mayorías también tiene que ver con la seguridad social, tanto a nivel contributivo como a nivel no contributivo. Por ejemplo, a nivel contributivo en Argentina se incluyó nada menos que a cinco millones y medio de personas mientras que por el lado no contributivo, que son las pensiones por invalidez a mayores de setenta años, el beneficio alcanza a más de un millón doscientas mil personas.
De inclusión y de creación de derechos se trata y ese es el gran drama del régimen político en Chile. Ahí, el problema es que el gobierno de Piñera, conjuntamente con la clase política en general, no están dispuestos a ver los mensajes que están implícitos en el actual contexto político, es decir, no están en condiciones de entender que hoy la realidad de los movimientos sociales que se movilizan por reivindicaciones históricas, políticamente los superó porque lo primero que expresa el descontento popular es que la misma institucionalidad vigente, heredada de los tiempos de la dictadura pero reivindicada por los sucesivos gobiernos de la Concentación, es una institucionalidad ya sobrepasada por la historia. Esta realidad nos demuestra que las instituciones republicanas están sobrepasadas frente al contenido y la magnitud de las demandas de los estudiantes y de los trabajadores en general. En otras palabras, las instituciones no están en condiciones de afrontar ni de solucionar las demandas de educación pública, gratuita y de calidad ni cualquier otra demanda venida del campo popular porque sus opciones, las únicas, son las políticas que tienen que ver con el neoliberalismo militante. Pero, ni los políticos en general ni mucho menos este gobierno que comulga decididamente con el neoliberalismo, pueden entender que el eje central de la lógica dominante, una lógica que se centra en el lucro siempre privado y en el automatismo de los mercados, no es capaz de solucionar los variados y graves problemas que el país arrastra desde tiempos remotos. A expensas de lo que hayan proclamado primero el dictador Pinochet, la Concertación después y ahora la Alianza con Piñera, el régimen neoliberal no es posible en las actuales condiciones. Por eso, el señor Piñera insiste en las mismas redes políticas y sociales que lo llevaron al poder. Incapaz de ver el problema de fondo, ofrece apenas 4000 millones de dólares para el corto plazo sin comprometerse ni siquiera en plantear un posible sistema ni financiamiento a más largo plazo en el tema concreto de la educación.
Por su parte, los dirigentes del movimiento de los estudiantes, junto con los miles de manifestantes que se hacen dueños de las calles, de avenidas y de la Alameda, donde en algún momento por fin pasará el hombre libre para construir una sociedad mejor, proclaman la necesidad del diálogo en los términos de defensa de los intereses de los sectores populares. Sin embargo, este mensaje del diálogo no es oído por la prepotencia implícita de esos que se creen dueños de la verdad. De hecho, las propuestas del gobierno, que hoy se discuten en el Congreso, siguen reivindicando la educación como un bien de consumo. El problema para los intereses dominantes es que cuando el régimen político empieza a revelar su incapacidad estructural para militar en favor del bienestar de las mayorías, más allá de cualquier proclamación o dogma político, las movilizaciones nos llevan a una crisis irreversible que tiene lugar precisamente porque ya no existe posibilidad de diálogo por parte de los sectores dominantes que ven retroceder sus intereses frente a la lógica de las mayorías nacionales. Entonces, cuando las instituciones republicanas son incapaces de contener las grandes modificaciones que se imponen, la gobernabilidad en términos neoliberales se vuelve inestable políticamente. Conscientes de este nuevo momento político, histórico en términos de conciencia y de movilización de los trabajadores, tanto los estudiantes, su entorno, vastos sectores de ciudadanos y de actores políticos mayormente representantes de los trabajadores, desde los tiempos de la dictadura excluidos de la política, proponen un nuevo diálogo que derive en los cambios que el país reclama a través de un plebiscito no solo para dirimir el futuro de la educación o de la salud pública sino también de la vivienda popular, de nuestros recursos básicos, los grandes problemas ambientales, los impuestos, el fin la desigualdad a la que nos condena el neoliberalismo y la democratización de los factores de poder que le son afines. 
Todo esto nos muestra que es el momento del cambio irreversible pero no solo en Chile sino también en el resto de los países donde aún el régimen neoliberal hace de las suyas. La crisis económica global y sus consecuencias, en especial en los países centrales, así lo atestiguan. Y mientras ahí, en el centro del mundo, los trabajadores continúan cediendo en sus derechos de cara a los ajustes de la clase política que así busca salvar a los grandes inversores, mientras tanto, en países como Argentina, donde desde hace unos años tenemos un régimen político popular, un sector público recuperado para un proyecto fuertemente democrático, éste es el gestor de nuevos paradigmas en educación y también el promotor de la apropiación de la tecnología aplicada. En ese nuevo contexto, promisorio para los trabajadores argentinos, las netbooks que el gobierno entrega en el ámbito del programa Conectar Igualdad no son sólo los computadoras tomadas como fetiche, sino que en primer lugar son parte de un proceso de inclusión educativa, de desarrollo de temas y contenidos que son propios porque los generan especialistas y docentes argentinos, lo que a su vez implica más producción y desarrollo nacional. No es casualidad porque de hecho, la presidente define al proyecto kirchnerista como “patria, libertad e igualdad para todos los argentinos” y eso se refleja en otras medidas, un tanto menos conocidas, que sientan las bases de ese proyecto como, por ejemplo, la nueva ley de Promoción de la Industria del Software y Servicios Informáticos (que además cuenta con una serie de importantes beneficios fiscales a las exportadoras del sector) o la inauguración de una fábrica de computadoras argentinas en Parque Patricios hace unos días donde la empresa, de capitales nacionales, hasta hace solo un tiempo apenas importaba.
Mientras tanto, es decir, mientras el neoliberalismo se viene de bruces, mientras los trabajadores de los países centrales sufren las consecuencias cada vez más graves de la lógica de los sujetos especulativos, en países como Argentina el gobierno popular exhibe frente a la mayoría de la población una infinidad de logros, los resultados lógicos de su acción política popular que durante todos estos años se comprometió con el bienestar de las mayorías a la vez que lucha por la definitiva profundización de los diferentes cursos de acción política emprendidos hasta la fecha. Estamos frente a una nueva tarea de gobierno, de gestión democrática, que tiene su pasado y su futuro, y que se ejecuta decididamente en el presente. Mientras el mundo se viene abajo de la mano de la crisis global, países como Argentina lucen un programa de gobierno políticamente coherente, democrático e inclusivo que mantiene su lealtad a los principios que le dieron origen y, sobre todo, a los mismos grupos sociales que constituyen su base de apoyo. Así, este proyecto político en curso se propone llegar a un país con algo más de 40 millones de personas integradas en plenitud al trabajo, a la acción y el arte de la política, a la economía, la educación y la cultura bajo los parámetros populares. El campo opositor, en cambio, pareciera no haber tomado nota de lo logrado desde el 2003 a la fecha, teniendo en consideración la situación del país en ese entonces, y en lo sustancial solo se oponen a las acciones del gobierno por la mera oposición. Entonces, frente a cada una de las acciones del gobierno popular adoptan la postura del posible desgaste y desestabilización política del gobierno para así poder seguir defendiendo las granjerías, las empresas y los privilegios e intereses que históricamente defienden los factores de poder dominantes. No presentan ninguna alternativa política global ni proyecto más o menos coherente y por eso solo pueden plantear la desestabilización del contexto político.
A nivel general, es necesario decir al respecto que el nuevo panorama político nos muestra dos grandes fuerzas en pugna. Por un lado ese gobierno que gestiona en favor de los intereses de los sectores populares y por otro lado, los factores y sujetos de poder históricos, altamente conservadores y reaccionarios, que militan en favor de la desestabilización a expensas de la gobernabilidad democrática. A ellos en realidad poco les puede importar la gobernabilidad en términos de democracia y de inclusión de los trabajadores porque solo pueden reivindicar una lógica neoliberal que precisamente es altamente autoritaria, prepotente e irracional. Además, la lucha no es sólo por el gobierno sino que es una lucha sin cuartel por el poder mismo. En política, los términos de “gobierno” y de “poder” suelen presentarse como sinónimos pero esto no es así. De hecho, existen gobiernos que a lo más son meros administradores por la formalidad de sus atribuciones y derechos. Es verdad que el poder soberano reside en el Estado, que es capitalista y que además monopoliza la violencia legítima a través del régimen político. También es verdad que por definición la legitimidad de éste corresponde al pueblo aunque en raras ocasiones esto es así. Sin embargo, además de que ejercen poder dentro de su ámbito de acción los diversos grupos que tradicional e históricamente gobernaron desde la época independiente, que además son los dueños y los tecnócratas al servicio del poder económico- financiero, los sectores y actores populares también se ecuentran movilizados activamente. Es que estos grupos de poder no sólo actúan en su esfera de acción para maximizar sus beneficios, que es totalmente legal bajo la conducción de una economía que es capitalista, sino que están permanentemente al acecho para capturar todos y cada uno de los actores gubernamentales que son parte del sector público donde por supuesto está incluido el propio gobierno como prioridad dado su alto valor simbólico.
Es normal que dentro de un régimen político que se defina bajo los parámetros de la democracia, los diversos sujetos políticos que forman parte del régimen, y que así construyen una realidad en continua mutación, las fuerzas políticas pugnen por el poder, es decir, por la definición de la agenda pública. Por eso, no es válido plantear el desinterés por la cosa pública o el fin de las ideologías porque, en fin, esto solo nos conduce a la antipolítica que milita en favor de la caída de los grandes paradigmas de la igualdad de oportunidades, del derecho de las mayorías, de la educación y de la salud pública, de la inclusión y la gestión democrática de los trabajadores que solo a partir de su propia lucha se convierten en los actores políticos de relevancia histórica.

Referencias bibliográficas.

Vega, Héctor: “¿Porqué el plebiscito? Publicado en la edición digital de Fortín Mapocho con fecha 18 de agosto del 2011.
Blaustein, Eduardo: “Días de Cristinazo” Publicado en Miradas al Sur de la edición del 21 de agosto del 2011.
Kirchner, Alicia: “Generar trabajo es la mejor política social” Publicado en Miradas al Sur de la edición del 21 de agosto del 2011.
Eric y Alfredo Eric Calcagno: Las elecciones primarias, el proyecto nacional y el modelo económico” Publicado en Miradas al Sur de la edición del 21 de agosto del 2011.

Autor: Alfredo A. Repetto Saieg.