viernes, 4 de noviembre de 2011

“Lo que estamos viviendo es un anarco-capitalismo financiero”

La presidenta Cristina Fernández formuló el diagnóstico en un foro de empresarios. También advirtió que si los líderes políticos no dan una respuesta a la crisis deberán enfrentar “la furia de la sociedad”. Críticas y propuestas. 

Lo que proponemos es volver al capitalismo en serio. Esto que estamos viviendo no es capitalismo, es un anarco-capitalismo financiero total donde nadie controla a nadie.” La presidenta Cristina Fernández soltó la frase sobre el final de un extenso discurso de repaso de las causas y consecuencias de la crisis financiera internacional. La escuchaban numerosos ejecutivos y hombres de negocios agrupados en el Business-20, el foro empresarial del G-20 que ayer se reunió en la ciudad de Cannes. 
Al participar en el panel “Seguridad Alimentaria” del encuentro, la mandataria hizo un minucioso análisis sobre la problemática de la especulación financiera y fue tajante tanto en la definición del problema como en la propuesta de salida. “Regulemos a los que realmente tenemos que regular. Es cierto que, muchas veces, para solucionar determinados problemas hay que afectar intereses e intereses que son muy poderosos”, advirtió. Y completó: “Me atrevo a decir que es mejor enfrentar esos intereses minoritarios pero poderosos antes que, más adelante, enfrentar la furia de la sociedad.” 
Durante casi 30 minutos, la mandataria hizo un repaso desde el inicio de la crisis de las hipotecas de baja calidad en los Estados Unidos, en 2008. “Han pasado tres años y cuando a un enfermo no le dan la solución, cada vez se agrava más”, diagnosticó. 
Desde sus asientos, la escuchaban los empresarios. El CEO de Unilever a nivel mundial, Paul Polman; el coreano Tae-won Chey de SK Holdings y Tidjane Thiam, de Prudential, entre otros. 
Por la Argentina, el sector empresario estuvo representado por el titular de la UIA, José Ignacio de Mendiguren; Luis Betnaza (Techint), Federico Nicholson (Ledesma) y Eduardo Eurnekian (Corporación América), entre otros.
La presidenta vinculó su llamado a encontrar nuevas salidas a la crisis con una advertencia sobre otra crisis potencial: la de los liderazgos políticos. “Resulta que vamos a regular a los países, a ver cómo pueden ajustar. Van cayendo los liderazgos y se van a comenzar a cuestionar los fundamentos de la democracia. Porque cuando la gente vea que la democracia no le da posibilidades de trabajo, de progreso, comienza a cuestionar el sistema”, puntualizó. 
Durante la disertación en uno de los salones del Hotel Martínez, Cristina estuvo acompañada por por el canciller Héctor Timerman; los ministros Julián Domínguez (Agricultura) y Débora Giorgi (Industria) y los secretarios de Finanzas, Hernán Lorenzino, y de Comercio Exterior, José Luis Kreckler. A la comitiva se sumó el embajador argentino en Francia, Aldo Ferrer. Cristina inició su discurso con una descripción de la posición argentina en el mercado de alimentos, pero en la mitad de la argumentación puso en debate la necesidad de regulación. “Los mercados financieros hoy están en los commodities porque conviene; mañana o pasado están con el petróleo según como vaya el petróleo y mañana pueden dedicarse a los mercados de caramelos”, enfatizó. 
Y se preguntó: “¿Vamos a seguir financiando a los brokers que solamente hacen derivados financieros o vamos a financiar a los que producen alimentos, bienes y servicios?” 
La presidenta no dudó en cuestionar las respuestas políticas a la crisis y advirtió que los líderes mundiales no han logrado dar “soluciones claras y concretas sobre el sistema de regulación financiera”. 
“Cuando han pasado tres años y no se da una solución, cada vez se agrava más. ¿Ustedes creen que no hay gente que gana fortunas con esos movimientos sin hacer absolutamente nada, solamente sentado en un escritorio y manejando una computadora?”, subrayó. 
Como iniciativa para comenzar a combatir ese círculo, la mandataria pidió que la generación de nuevos puestos de trabajo y los auxilios financieros tengan como principal objetivo a la “economía real”. Y advirtió: “Cómo vamos a hacer para que vuelva a crecer la economía si no hay consumo, si el capitalismo hace eso, que la gente consuma y que ustedes, los empresarios, produzcan y vendan cada vez más. Este es el tema y esto es lo que está fallando.”
Además de participar del foro empresarial, la presidenta estuvo presente en la cena que compartieron anoche los mandatarios del G-20. Hoy, en el marco de las deliberaciones, la mandataria mantendrá una reunión bilateral con el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, quien ayer la felicitó por su reciente reelección.

Fuente: Publicado en Tiempo Argentino de la edición del 4 de noviembre del 2011.

Los desafíos de la crisis, el miedo y la confianza.

Como un aquelarre en el que todo enloquece, cada día los trabajadores atribulados de una época de convulsiones fuertes e impredecibles se levantan a la espera de las peores noticias, por lo menos en aquellos donde prima aún el neoliberalismo. Es que la crisis global (que promete quedarse por un buen tiempo más por la propia prepotencia ideológica de los neoliberales que no ceden en sus pretensiones) por su contenido abrumador e indescifrable, por sus consecuencias y duración en el tiempo, lanza a los trabajadores de los países centrales un sentimiento agudizado de intemperie, de incertidumbre en el futuro y de falta absoluta de esperanzas reales y más o menos racionales. Ya no queda nada respecto de esa eternidad y de ese fin de la historia que en su momento nos prometieron los cultores del fin de la lucha de clases que va asociado a la consolidación de un régimen y aún de un Estado estructurado alrededor del sistema comercial globalizado a partir de los parámetros y tesis del automatismo del mercado. Políticamente, las relaciones comerciales entre los países del centro y los periféricos se basan en la forma neoliberal de la democracia que le es típica, es decir, en un régimen que es formal y abstracto cuando se trata de los derechos y las garantías de los trabajadores. También estamos bastante lejos de la impunidad política de los sectores neoliberales que se desplegó a partir de la caída de la Unión Soviética y de su bloque de poder y que en la práctica se tradujo en la imposición del régimen político en su fase neoliberal. Estamos lejos porque el neoliberalismo a nivel global hoy nos muestra sus grietas de la peor manera. Nos las muestra con crisis, con desempleo, marginación y pobreza. Sin embargo, hay que tener cuidado con las reacciones de los trabajadores cuando estas no tienen tras de sí un arte de poder para intentar cambiar lo más racionalmente posible la realidad actual. Me refiero a que en esas circunstancias hay que tener cuidado con el miedo porque es este uno de los mejores cultores de la ignorancia y de la falta de esperanza que conlleva además soluciones muchas veces reaccionarias.
Es que el miedo social, lejos de habilitar experiencias y esperanzas emancipadoras y libertarias, populares y radicales, muchas veces termina por abrirles el paso a soluciones que bordean el fascismo y el conservadurismo cuando los trabajadores no están en condiciones de hacerse responsables de sus asuntos colectivos. Por ejemplo, en Argentina la convertibilidad del peso nació de las brutales consecuencias dejadas por la hiperinflación de la época anterior venida de Alfonsín. Así, el daño que dejó ese tremendo miedo social que impuso la convertibilidad de la moneda fue increíble, fue casi dantesco. Nos dejó crecimiento exponencial de la desigualdad, una pésima distribución de las riquezas, la virtual destrucción del aparato productivo, aumento brutal de la pobreza, marginación e indigencia, la pérdida del rol de intervención económica del régimen político en favor de los trabajadores, el desguace del sector público, la eliminación de la mayor parte de los derechos sociales, la apropiación especulativa de los fondos jubilatorios, fragmentación social, otra vez exclusión social, desempleo y muchos otros dramas que llevaron a nuestros países a crisis por lo demás recurrentes. Lo increíble es que en este contexto político opaco, medio turbio y delirante de crisis, el neoliberalismo se aprovecha del miedo de los trabajadores para seguir haciendo de las suyas a su antojo, para seguir expandiendo la lógica del shock traumático que se desparrama sobre poblaciones desconcertadas y en estado de pánico ante lo que no comprenden y que se asemeja más a una tormenta desencadenada por los dioses antes que por la acción de hombres de carne y hueso que manejan, a discreción, los resortes de la vida económica y política de sus respectivos países. Pero, los problemas son bien terrenales y los responsables también lo son. De hecho, ciertas expresiones y prácticas de los indignados en los países centrales se relacionan con esa incredulidad ante lo que no se entienden, ante la inercia e incertidumbre en el futuro. Eludiendo la dimensión institucional de la crisis, la concepción de la política como una herramienta que reivindica la antipolítica que es central para el neoliberalismo, los trabajadores quedan indefensos y no se hace otra cosa que profundizar la incapacidad colectiva de cuestionar el modelo económico que se centra precisamente en los intereses financieros y especulativos que es la que finalmente determina la lógica del sistema comercial global. A partir de ahí también se entiende la importancia que adquiere, en Latinoamérica, el cuestionar el neoliberalismo a partir de la llegada de los regímenes populares. Este tipo de gobiernos- de gestión de los trabajadores- reivindican en primer lugar el rol de la política para transformar la realidad y así enfrenta directamente a la democracia abstracta y formal de los dominantes. En ese sentido, en Latinoamérica asistimos a la recuperación y revitalización de la acción política que queda asociada directamente con la reconstrucción del rol de intervención del régimen en la economía y en los parámetros básicos que definen el desarrollo que tiene como protagonistas a los propios trabajadores. De ahora en adelante, la política (de la mano de los regímenes populares) se recupera como instrumento básico a la hora de disputar hegemonía a expensas de los intereses de los grupos de interés más conservadores.
En cambio, el neoliberalismo insiste en la antipolítica, en la supuesta eficiencia del sector privado respecto al sector público (eficiencia en realidad nunca demostrada racional ni fácticamente) por los que los trabajadores de esos países no encuentran formas de manifestación y de expresión política para salir de la pasividad, del conformismo y del letargo al que los condena el neoliberalismo como sector social subalterno. No encuentran el modo de salir adelante porque el neoliberalismo es un régimen que incentiva en propio provecho la despolitización que es articulada a través de un sistema que hace del acceso al consumo el núcleo sobre el que se basa la subjetividad de los hombres. Un consumo desenfrenado, que va más allá de toda racionalidad y lógica, que depreda los recursos del hombre y que acaba por darle forma a un individualismo extremo que incentiva el egoísmo y en el que cada quien se basta a sí mismo. Pero, ese sistema de consumo e individualismo extremo tan característico del régimen neoliberal así milita en favor de la homogeneidad del gusto, del consumo y fragmentación de las relaciones sociales. Son estas características finalmente las formas prevalecientes en esta etapa neoliberal convirtiéndose en el mayor obstáculo para salir a darle batalla a un régimen que continuamente nos amenaza con la exclusión, pobreza y marginación. En esas circunstancias, el miedo se amplifica considerablemente lo que puede dar lugar a expresiones políticas reaccionarias pero también (y eso depende de las luchas que estemos dispuestos a librar como trabajadores) se amplifica la necesidad y el desafío de proyectar un arte de poder de los trabajadores que nos conduzca a un régimen popular desde la reconstrucción de colectivos sociales con capacidad real de disputar poder a expensas de los sectores dominantes y de esos regímenes neoliberales capturados por la gramática de la alienación consumista y del individualismo.
Hasta ahora en el centro del poder global la historia es bien distinta porque de la brutal crisis desatada a partir del 2008 los únicos beneficiarios son- paradojas de la historia- sus principales causantes, es decir, los sectores financieros y altamente especulativos representados por entidades financieras globales que así, gustosos, reciben extravagantes sumas de dinero para tapar los agujeros creados por ellos mismos en un proceso de acumulación privada de capitales fuertemente perjudicial para la economía de la producción real de los bienes materiales. Esa economía que genera trabajo, consumo, ahorro interno e inversión en un contexto de inclusión social. A la luz de lo anterior me queda por decir que la impudicia del poder no tiene ni conoce límites. De hecho, la enorme sagacidad del neoliberalismo militante fue poder asociar a la mayor parte de las socialdemocracias europeas a su exitosa concepción del fin de la historia, de la muerte de las ideologías, de la lucha de clases, de la armonía, del diálogo y la llegada a puerto seguro al sistema comercial global bajo la concepción del libre mercado y lo hizo en el momento en que caía la Unión Soviética y, con él, el último exponente de un orden económico que, a falta de otras virtudes estragadas por el tiempo y la infamia estalinista, había tenido la función, al menos, de impedir el dominio absoluto del capitalismo en su forma más concentrada y monopólica. Liberado de toda ideología que en la teoría por lo menos nos hablaba de igualdad, liberado de toda atadura en términos racionales, el sistema comercial global se fue desprendiendo, a paso más bien acelerado, de su rostro de bienestar para mostrar, ahora sin escrúpulos, su rostro más brutal, el de la política de acumulación privada del capital sin ningún tipo de consideración hacia los derechos y garantías de los trabajadores. Los países estructuralmente dependientes otra vez fueron los más afectados por la imposición de la desregulación, las privatizaciones y en general de todas las políticas que hacen al régimen sin embargo hoy la gran novedad es que los países más débiles de Europa están percibiendo en todo su alcance las consecuencias de este giro histórico. Es un proceso que se da también en los países desarrollados donde en Estados Unidos el crecimiento de la pobreza, la desocupación de dos dígitos y la concentración de la riqueza son rasgos evidentes de las consecuencias de largo plazo del neoliberalismo.
Se impone así un proyecto popular en lo cultural, que sea soberano en lo económico y democrático en lo político como única solución viable a las consecuencias sociales más urgentes y dramáticas del régimen neoliberal. En otras palabras, sin desarrollo nacional desde la perspectiva del crecimiento de la producción interna en un proceso de continuo consumo y de inclusión de los trabajadores no puede haber ni independencia económica, ni soberanía política ni menos movilidad social en favor de los sectores históricamente más vulnerables. Lo importante es que más allá de las posturas ideológicas del neoliberalismo la realidad siempre termina por imponerse. El sentido común incluso nos dicen que los escenarios políticos cambian y lo hacen de manera permanente. Muchas veces los aliados de hoy son una oportunidad pero también ellos expresan viejos conflictos políticos al interior de nuestros regímenes políticos. Conflictos en los que existen intereses económicos que vienen de un injusto sistema de producción y de distribución de las riquezas. Es decir, en el capitalismo los bienes son generados socialmente, entre todos, pero la distribución de ellos es privada, es decidida por el mercado y obedece a los intereses de la acumulación del capital de quienes tienen la capacidad de comprar en provecho propio la fuerza de trabajo de los que viven de un jornal. No es malo que los empresarios quieran ganar dinero legítimamente en su actividad pero tampoco es bueno que fuguen divisas. Además, con esto no alcanza porque las políticas públicas universales de inclusión social son decisivas y se basan en una mejor distribución de las riquezas que a su vez implica la igualdad de oportunidades y de acceso a la salud y a la educación pública. Una educación y una salud pública que nos de garantías de acceso a todos en igualdad de condiciones es precisamente la base de la democracia. De ahí se arranca, antes no. Así como se avanzó con la recuperación de la salud, la educación y la inclusión social vía generación de empleos en los regímenes populares, la etapa que continúa a la recuperación de estándares mínimos de vida de los trabajadores, necesariamente tiene que generar otros debates que sirvan para romper con los privilegios y avanzar en la igualdad y en la justicia social. 
Estamos en un momento político de lo mejor porque ahora se trata de poder institucionalizar el grito de rebeldía, la gramática de poder de nuestros pueblos, inaugurando otro ciclo histórico de las luchas de los trabajadores. Si algo quedó bien en claro con la imposición de los cambios estructurales auspiciados por los regímenes populares y los sectores sociales y políticos y el gobierno que lo sostienen, es que la residencia del poder no estaba en la gestión democrática de los trabajadores sino en primer lugar en el entramado que compone la corporación económica mediática, siempre hegemonizada por los grupos y factores de poder más reaccionarios y autoritarios. La lección aprendida por la generación de trabajadores que hoy gobiernan de lo mejor nuestros pueblos viene de bien atrás: una cosa es el gobierno y otra cosa muy distinta es el poder concreto, el real, ese que podemos palpar. Y hoy podemos tocar ese poder porque ya no habrá miedo, espanto ni mucho menos una logística destituyente que valga, por poderosa que fuese, que tuerza el destino de trabajadores que están decididos a cambiar su realidad y su historia.

Referencias bibliográficas:

Foster, Ricardo: “Crisis económica y terror social” en revista Veintitrés edición del 6 de octubre del 2011.
Cecchini, Daniel: “El Polo de un nuevo país” Publicado en Miradas al Sur de la edición del 9 de septiembre del 2011.
Anguita, Eduardo: “Viejas y nuevas ideas” Publicado en Miradas al Sur de la edición del 9 de septiembre del 2011.
Giles, Jorge: “Los molinos de nuestro pensamiento” Publicado en Miradas al Sur de la edición del 9 de septiembre del 2011.

Autor: Alfredo A. Repetto Saieg.

Contra coleros, prestanombres y arbolitos.

El presidente del Banco Credicoop y legislador nacional por Nuevo Encuentro defendió las medidas del Gobierno y señaló la necesidad de reformar el marco de regulación bancario.

"Lo que hacen la Afip, el Banco Central y la Unidad de Información Financiera es controlar y perseguir a los que realizan operaciones ilegales. El objetivo es que se respeten las normas”, señala Carlos Heller, diputado nacional de Nuevo Encuentro y presidente del Banco Credicoop. La afirmación refiere a la decisión del Gobierno de extremar los controles para evitar que coleros y prestanombres actúen en el mercado cambiario. En los hechos, a partir de mañana, las personas físicas o jurídicas que adquieran divisas deberán demostrar que tienen capacidad económica para hacerlo.
“Hay que poner la cuestión en perspectiva. Nuestro país viene de una historia de desbalances macroeconómicos. Fue durante muchos años un país con escasez de divisas que recurría periódicamente a las devaluaciones para corregir los desvíos. Hace meses que algunos sectores vienen hablando de atraso cambiario e insistiendo en ajustar el tipo de cambio. Esto lleva a que mucha gente intente protegerse dolarizando sus ahorros”, explica Heller.
Según el Banco Central, en lo que va del año salieron del país unos 15 mil millones de dólares y unos tres millones de personas y empresas se hicieron de divisas en el mercado cambiario. Unos 5.500 millones lo explican operaciones relacionadas con el comercio exterior. El resto se origina en transacciones que no superan cada una los 250 mil dólares. Allí está puesta la lupa de las autoridades. “Son los que obtienen ganancias evadiendo, los que necesitan proteger esas ganancias mal habidas, en muchos casos sacando esos dólares del país”, precisa Heller.
–No todas las compras provienen de ganancias mal habidas…
–En el caso de las operaciones de comercio exterior, los empresarios, que habitualmente deben pagar a noventa días, quieren cubrirse y también demandan. Son todos estos factores los que han generado estos flujos importantes que algunos llaman fuga de divisas.
–¿Por qué hay gente que paga el dólar por encima de su precio de mercado?
–Por lo que acabo de explicar. Lo hacen en lugares que violan las normas. No hay dólar paralelo en nuestro país. Lo que hay es un tipo de cambio que se establece a través de una flotación administrada que maneja el Banco Central. Cualquiera que pueda demostrar de dónde sacó el dinero puede comprar dólares al precio que está.
–Y el caso de los coleros…
–Las reglamentaciones establecen que, por debajo de un mínimo, no se debe realizar una declaración jurada. Esto es así porque, de lo contrario, dirían que se trata de un infierno burocrático. Hasta el equivalente a sesenta mil pesos anuales se puede comprar sin declaración jurada. Por eso es que hay sujetos que buscan de hacerse de dólares por afuera del circuito oficial contratando coleros. Por hacer la cola y prestar sus documentos de identidad les pagan una pequeña comisión. Esos dólares nutren a los que no pueden explicar de dónde sacaron la plata. ¿Se entendió?
–Perfectamente. 
–Lo que hacen el Banco Central, la Afip y la Unidad de Información Financiera es ver si esos señores que hacen las colas están en regla, porque es allí donde se empieza a habilitar el ilícito. Yo estoy horrorizado cuando veo por ahí, en un noticiero de televisión, a un comentarista de temas económicos decir que “el dólar ilegal cotizó” a tanto... Hay que poner el foco en que tanto el Central como la Afip controlan y persiguen a los que realizan operaciones ilegales. Ambos organismos están tratando de que se respeten las normas y se opere dentro de las regulaciones establecidas.
–¿Por qué hay presiones para ver a cuánto cotizará el dólar hacia fin de año?
–Es el famoso tema de los mercados que pretenden decirle al poder político cómo debe actuar. En realidad, cuando el Banco Central vende a futuro lo que busca es ponerle un precio a la divisa para darles tranquilidad a quienes demandan. Les dice: yo le voy a vender a tanto en tal fecha.
–Hasta la semana pasada, el Central vendía futuros a marzo…
–Esta semana comenzó a vender futuros a abril. Lo que está fijando es una devolución prevista, que es ajuste cambiario y no devaluación, porque la devaluación implica una fluctuación brusca. El ajuste cambiario, por el contrario, supone una corrección gradual que, en este caso, sigue en línea con lo que son las expectativas de este año. Lo que está tratando de decir el Banco Central a los operadores es que no habrá cambio de política, que si quieren cubrirse de riesgos, porque tienen en abril una operación que pagar, pueden adquirir dólares a un precio que se los asegura el Banco Central.
–Deberían estar tranquilos…
–Los operadores normales, los que tienen que ver con el comercio exterior y demás, deberían considerar suficientes las señales del Banco Central. Dos cuestiones. Carlos Heller asegura que hay otras cuestiones que se deben tener en cuenta. “Me refiero a la decisión pública de trasladar depósitos de la Anses, es decir del Fondo de Sustentabilidad, al Banco Nación. Se trata de fondos que estaban depositados en diversos bancos”, señala el titular del Credicoop. Según los últimos datos, el Fondo tiene unos 14 millones de pesos en plazos fijos, sobre un total de poco más de 21 mil millones en colocaciones a plazo. La movida, señalan algunos, apunta a restarles liquidez a las entidades, y así evitar que presionen sobre el dólar. “La cuestión, sin embargo, genera problemas inmediatos en las entidades del sistema”, afirma Heller.
–¿Por qué?
–Porque se genera una disminución de la liquidez, porque los depósitos que se vencen se van del banco.
–¿Qué consecuencia trae esto al sistema?
–Cuando bajan los depósitos, inevitablemente, eso trae aparejadas dos cuestiones. Si la entidad tiene letras o notas del Banco Central, porque tenía un exceso de liquidez, cuando esos documentos vencen no los renueva y se hace de esa liquidez; es decir: los bancos cobran los documentos.
–¿La otra cuestión?
–Es que los depositantes, avisados, comienzan a pedir una mayor tasa de interés. Algunos bancos, con más liquidez que otros, convalidan la demanda. En este contexto, la tasa Bladar, que refleja el promedio de las operaciones de más de un millón de pesos, pega un salto y esa suba, inexorablemente, se traslada al costo de los créditos. Y ya sabemos que la suba de la tasa de interés tiene un efecto negativo sobre la demanda, sobre el consumo y sobre la actividad de las empresas, que también ven afectados sus costos y, en consecuencia, su rentabilidad.
–Ahí hay un tema…
–De lo que se trata es de saber si lo de la Anses es definitivo o transitorio. Si es definitivo habrá que ver cómo se reacomoda el mercado y cómo se suplanta esa liquidez, de manera que esto no se convierta en una restricción crediticia. Este panorama traería un efecto…
–¿Recesivo…?
–Diría que no bueno. En el medio leo que la presidenta del Central se reunió con las entidades que agrupan a los bancos.
–¿Qué les pidió?
–Entre otras cosas, que no frenen la oferta crediticia al sector productivo y que, en todo caso, lo hagan con el crédito al consumo.
–¿Está bien?
–Está bien. Sin embargo, la situación demuestra que faltan regulaciones, porque hay que pedir que se actúe de una manera y no de otra. Si tuviéramos otra ley de servicios financieros, como la que nosotros proponemos, no habría necesidad de pedir, porque la cuestión estaría reglamentada. Pero bueno, eso forma parte de las asignaturas pendientes, de los temas que tenemos por delante, de las cuestiones que debemos resolver.

Fuente: Publicado en Miradas al Sur de la edición del 30 de octubre del 2011.