viernes, 20 de mayo de 2011

Soneto: El corazón de Néstor

Al compañero Néstor Kirchner

El corazón de Néstor late fuerte
y se proyecta en cósmica figura;
aunque es gigante crece en estatura
y en parada feroz vence a la muerte.

En rítmico galope sus latidos,
navegan hacia el alto firmamento
y con acento austral corteja el viento,
el canto terrenal de un pueblo vivo.

Y en el áureo paisaje su guapeza
pasea entre los astros luminosos;
y cual volcán en llamas, desafiante,

en patriótica gesta militante,
el corazón estalla victorioso
y los astros… admiran su grandeza.

 

Autor: José Yapor
1/12/10

¿Qué significa “profundizar el modelo”?

Quienes nos identificamos con el proyecto político inaugurado aquel patriótico 25 de Mayo de 2003, hablamos de la necesidad de “profundizar el modelo”. En sintonía con ello, metáforas mediante, decimos “que florezcan mil flores”, “nunca menos”, “ni un paso atrás”. Pero, más allá de estas expresiones tan corrientes por estos días de un año electoral, es necesario reflexionar sobre sus significados.
Si recurrimos al diccionario, encontraremos que para la Real Academia Española “profundizar” significa “hacer más profunda una cosa” y “examinar o penetrar en un tema para llegar a su perfecto conocimiento”. Aunque esta última es la que más se ajusta al tema que tratamos, ambas definiciones son útiles. “Profundo” es, entre muchas otras acepciones, “aquello que no se queda en la superficie, sino que va hasta lo íntimo u oculto de las cosas”.
Si de política hablamos, “modelo” es el conjunto de pensamientos, proyectos y realizaciones que conforman un tipo determinado de sociedad. Así, tuvimos un modelo de desarrollo, crecimiento y justicia social con el primer peronismo y, como contrapartida, otro de desindustrialización, empobrecimiento y exclusión social, con las diversas variantes del neoliberalismo, desde 1955 hasta comienzos de los 2000. “Profundizar el modelo” significa, entonces, avanzar sobre las cuestiones aún pendientes sin renunciar a los logros tan importantes que se han conseguido. Cabría aquí la metáfora sabatellista que proclama la necesidad de “defender el piso para levantar el techo”. Un breve repaso por los logros, nos lleva a citar los juicios a los represores, la asignación universal por hijo, la entrega de computadoras a alumnos de escuelas secundarias, la política de desendeudamiento, la recuperación de los fondos jubilatorios, la ley de movilidad provisional, las reestatizaciones de Aerolíneas, el Correo y la empresa de aguas, el regreso de casi 800 científicos, la creación del Ministerio de Ciencia y Tecnología, la reactivación del plan nuclear, la creación de 4 millones de puestos de trabajo, el otorgamiento de más de 2 millones de jubilaciones, la construcción de más de 1.000 escuelas, la finalización de Yacyreta, la inauguración de la Autopista Rosario-Córdoba, la interconexión eléctrica de la Patagonia, la construcción de nuevas usinas y un número importante de obras de infraestructura básica en todas las provincias. Cómo no mencionar las leyes de medios de comunicación audiovisuales y del matrimonio igualitario. Cómo no referirnos al proceso de integración iberoamericana, con el consiguiente fortalecimiento de instituciones como el Mercosur y la Unasur. No es poco. No es todo.
Falta todavía incluir a los sectores que conforman el “núcleo duro de la pobreza”, aquellos donde hay hasta tres generaciones que no conocieron el trabajo. Falta avanzar hacia un sistema impositivo progresivo, donde más paguen los sectores que más tienen. Falta recuperar YPF para los argentinos, para que la petrolera fundada por Hipólito Yrigoyen y Enrique Mosconi vuelva a ser un vector de desarrollo económico y arraigo poblacional en el interior profundo.
Falta una ley de nacionalización de tierras, hoy en manos de multinacionales y magnates extranjeros.
Falta un programa de repoblamiento del interior del país, que ponga freno a un proceso crónico de migraciones hacia el área metropolitana.
Falta un auténtico programa de desarrollo ferroviario, que incluya la rehabilitación de ramales y la reapertura de talleres.
Falta la reforma agraria, aunque esto no sea del agrado de las patronales agropecuarias, para que tanto el latifundio como el minifundio dejen de ser problemas para la actividad productiva sustentable.
Falta hacer una profunda revisión de la explotación minera, que prohíba las actividades a cielo abierto y el uso de veneno. Faltan programas de nutrición complementarios a las políticas sociales existentes, que garantices que nadie se quede sin comer en un país productor de alimentos.
Falta seguir avanzando en el combate del trabajo “en negro”, tremendo flagelo social, que condena a situaciones de semiexclusión a muchos argentinos.
Faltan viviendas para las familias que todavía no accedieron a los beneficios del Programa Federal.
Falta un seguro de salud que cubra las necesidades de toda la población, partiendo de la idea de gratuidad y con un fuerte acento en la prevención de enfermedades.
Podríamos seguir, pero esto nos da una idea aproximada de lo que significa “profundizar el modelo” en términos reales. Es mucho lo que se hizo. Es mucho lo que aún falta. La única garantía para seguir transitando este rumbo de crecimiento con inclusión social es el triunfo del proyecto nacional y popular en las elecciones de octubre próximo. No aportarán ninguna solución aquellos candidatos y agrupaciones que , en los ’90 y después, condujeron al país a un estado de total indefensión.

Autor: José Yapor

Análisis político de la semana:

Realidad y perspectivas del mundo del trabajo.


Datos fundamentales que nos revela la realidad del mundo del trabajo en los países con regímenes populares, que buscan incluir a través de la generación de empleos, y la realidad de los países centrales, totalmente opuesta a los países latinoamericanos, más justos y democráticos, que no logran sortear la crisis en el mundo del trabajo. Esta situación se refleja en los importantes índices de desempleo en países como España, Grecia o el mismo Estados Unidos.

A pesar de la hipocresía de los actores dominantes, que controlan los grandes centros del poder global, que los lleva a creer en otro tiempo, en una nueva época de fuerte crecimiento y desarrollo que deje tras de sí la crisis financiera iniciada a fines del 2007 por propia responsabilidad, que luego se trasladó a la economía y la producción real y tangible, las cifras de desempleo y los ajustes en los países más desarrollados parecen ir en sentido opuesto a lo que sucede en países donde, vía regímenes nacionales y populares, de manera continua, gradual pero constante, se generan empleos y nuevos derechos para los trabajadores.
Hoy en el planeta, decididamente globalizado bajo los parámetros, necesidades e intereses de los neoliberales, existen -ni más ni menos- 205 millones de personas sin empleo. Sabido es que la cesantía implica, en factores humanos, la denigración del hombre y la pérdida de su autoestima a partir de perder todas y cada una de sus perspectivas para el futuro. Esto que significa, en términos concretos, perder incluso la posibilidad de un proyecto de vida. Por el contrario, en los países de Latinoamérica donde priman los regímenes populares, por las políticas implementadas al respecto, políticas públicas inclusivas antes que exclusivas, se generan de manera continua nuevos puestos de trabajo y se multiplican los propios convenios colectivos, que reivindican la importancia de la gestión de los sindicatos en defensa de los intereses de los trabajadores.
En una nueva globalidad que reivindica a los actores y sectores más reaccionarios del ejercicio del poder, una globalidad organizada sobre el relativismo de la moral, de los más burdos sentimientos religiosos -que tan eficaces suelen ser en las colectividades simples e ignorantes como fuerza de cohesión, control y dominio de las expectativas de sus miembros-, según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) por la crisis global aludida aún persiste un núcleo duro de desempleados que son más de 200 millones. Las tasas de desempleo llegan incluso a la cifra de 21,3% en países como España (que aún persisten en darnos lecciones de democracia, de consenso y diálogo, que insisten en acallarnos) o índices de un 14% en otros países como Grecia e Irlanda. En los Estados Unidos, los porcentajes se acercan a los dos dígitos, inaudito para ese país. Como contraparte, los regímenes nacionales y populares, siempre más racionales pero no siempre más convincentes (de hecho en nuestra región son la minoría), consiguen bajar esos índices históricamente muy altos, a cifras cada vez más insignificantes que, además, vía políticas sociales de inclusión, mejoran notablemente la calidad de vida de los trabajadores y elevan las expectativas de crecimiento y desarrollo.
Entonces, si bien las instituciones eclesiásticas, al igual que las militares, siempre fueron un importante actor en el apoyo de los múltiples regímenes políticos absolutistas impuestos desde la lógica de los intereses del capital, al que incluso han absorbido para construir un absolutismo político aún más reaccionario y fundamentalista, ya no les basta con seguir insistiendo con las antiguas recetas venidas desde el liberalismo y tendrían que empezar a pensar, si no quieren perder su posición de privilegio, en formas más refinadas de control sobre los trabajadores en sus respectivos países.
Se les impone, dado el actual contexto histórico de descontento (la primavera árabe es paradigmática al respecto, aunque tampoco baste con ese descontento para cambiar la lógica del régimen político) otras maneras de encarar las relaciones entre ellos y las mayorías. Relaciones que, en definitiva y en el largo plazo, solo significan la pérdida de hegemonía de la lógica capitalista a menos que, otra vez, sean capaces de recorrer el camino que va desde el dictador salvaje, básico, ignorante y primitivo, hasta el tecnócrata y sus formalidades que busca apuntalar, de la forma más racional posible, los regímenes políticos dominantes que reivindican la lucha de las minorías contra las mayorías. En ese aspecto, la cuestión de la racionalidad del dominio de las minorías, siempre sobre los trabajadores, se vuelve cada vez más complicada y compleja, más fabulesca y mitológica y menos racional. De ahí se entiende la resistencia y de ahí se entiende el verbo, como sinónimo de acción política, que buscan conjugar los trabajadores a través de apuestas radicalmente humanistas y progresistas como la de bajar los índices de desempleados a menos del 5% de la población que, en realidad, constituye uno de los más grandes desafíos de los regímenes populares porque en esos márgenes ya estamos refiriéndonos al núcleo más duro de la exclusión. Es decir, de la pobreza y de la exclusión estructural y que, por ello, requiere soluciones que profundizan en los cambios, más allá de la eficiencia de los sectores históricamente dominantes para trabar esos cambios y favorecer el sostén del orden de cosas imperantes. Es cuando, llegado el caso, la lucha por la primacía se radicaliza o se pierde en los dogmas del reformismo y del realismo de los fieles y ministros del culto neoliberal.
De todas maneras, la consolidación en algunos países latinoamericanos del régimen popular se relaciona con la puesta en marcha de una de las transformaciones más importantes de la que se tenga memoria en la historia de esos pueblos en particular. Y es precisamente la caída del desempleo, de la exclusión, la marginación y hasta de los índices del trabajo informal, no registrado y temporario. En otras palabras, uno de los procesos políticos y sociales más destacados de lo logrado en el ciclo iniciado con los gobiernos populares, es la creación de puestos de trabajo de calidad, registrado y que involucran cierta especialización y conocimientos técnicos y tecnológicos de diversas características. A partir de esas políticas de inclusión y de desarrollo en todos los ámbitos, los nuevos regímenes nacionales y populares empiezan a identificarse y solidarizarse con las mayorías, de tal suerte que con cierta frecuencia, en la época más compleja de los cambios sobre todo, el régimen político y las fuerzas, actores y sujetos representativos de la cultura popular que lo integran, no son sino uno solo, un tremendo actor movilizado contra la tiranía de los valores del control y de la dominación social. Llega la hora precisa en que, de una buena vez, los misterios sobrenaturales de la lógica de los dominantes, se revelan como el saber de una casta altamente reaccionaria y conservadora de los privilegios de clase que defiende y que tienen, o intentan tener, un sello común: vencedores en otros tiempos, la casta de tecnócratas y conductores de las minorías de clase, son los que se pretenden los únicos y exclusivos dueños de todo cuanto existe, de los seres, de las cosas, del capital, del capitalismo y de las mercancías. De nuestras vidas, recursos y dignidades. Se reivindican entonces como las divinidades de esta globalidad, fuertemente exclusiva, que controla y se adueña de la ciencia, del saber y de la ilustración. Desde ahora, cada uno de esos valores, les pertenecería por el inalienable privilegio que constituye ser los que controlan la propiedad de los medios de producción.
Por otro lado, los gobiernos populares en lo cultural, soberanos en lo económico, inclusivos en lo social y democráticos en lo político, además significan la recuperación de la participación de los gremios como actores de relevancia en la definición de la agenda de gobierno, es decir, de los problemas que se entienden como socialmente relevantes y las resoluciones eventuales para mejorar la convivencia y el bien común entre las grandes mayorías nacionales. El caso de los gremios y de las organizaciones populares en general, es paradigmático para entender las formas en que en cada uno de nuestros países se manifestó la lucha de intereses de clase. Así, hoy tenemos un modelo de organización sindical que con pequeñas alteraciones pudo y supo resistir, dadas las circunstancias históricas, tanto a los diversos tipos de gobiernos, sean éstos constitucionales de diversas ideologías políticas como dictatoriales, como también supo resistir las diversas políticas y modelos económicos puestos en juego en todos estos años de caída, de sufrimientos, de alegrías, avances y retrocesos. La consagración del sindicato único que se estableció a partir del primer peronismo, en el caso concreto de Argentina, se mantiene a pesar de los múltiples cambios que desde entonces se han sucedido en el mundo del trabajo. Ello deriva en la eficacia y cierta eficiencia en la defensa de los derechos de los trabajadores en relación con la situación de los trabajadores en otros países que aún apuestan por el régimen político neoliberal. Al respecto, las comparaciones son más que contundentes. Por ejemplo, si consideramos la realidad de Argentina y la comparamos con Chile, donde el neoliberalismo continúa su apogeo, se observa que en Argentina los convenios colectivos de trabajo firmados a lo largo del año 2009, además de alcanzar al 50% de los trabajadores en relación de dependencia, cubrieron a por lo menos un 80% de los trabajadores registrados incrementándose en un 450% desde el 2003 cuando Néstor Kirchner asumió la conducción de un nuevo proceso político. En cambio, en Chile, donde en cada empresa existe más de un sindicato, los convenios colectivos de trabajo apenas alcanzan al 5,6% de los trabajadores incrementándose desde el 2003 sólo en un 5%.
De todos modos, hay cuestiones que urgentemente tienen que ser reformuladas, más allá de las virtudes y el nuevo rol que el régimen político reivindica en favor del mundo del trabajo. Por ejemplo, hay que insistir en una mejor representación y participación de los trabajadores en sus sindicatos de manera que favorezcamos el poder de gestión y de presión de esos actores que solo puede significar una mayor y mejor democratización de las estructuras internas de los propios sindicatos. En ese contexto, las reformas al régimen de organización sindical solo tienen sentido cuando se traducen en mayor poder para los trabajadores de manera de no perder lo conquistado en tantos años de lucha del movimiento obrero. En otros términos, una mejor organización de los sindicatos, que milite en favor de una mejor democratización, necesariamente tiene que arrancar desde el marco del sindicato único que defiende, de manera mucho más consecuente, los valores de la libertad y de las múltiples necesidades de los trabajadores. Es importante aclarar este punto porque el neoliberalismo tiene todavía una influencia tan fundamental en la mentalidad de muchos dirigentes, e incluso en la mentalidad de los propios trabajadores, que hasta nuestros días intentan manejar las cuestiones relativas al mundo del trabajo. Sin embargo, los preceptos neoliberales al respecto, que se escudan en conceptos tan engañosos como los de la libertad sindical, de la flexibilidad de las relaciones laborales e incluso de la representatividad y legalidad del sindicato, no son más que instrumentos de control, de dominación y fuentes de normas de conductas que defienden las interpretaciones antropomórficas de los fenómenos del mundo neoliberal.
El problema de esos conceptos dominantes es que fueron concebidos en una época, la actual, en que en nuestros países el espíritu del hombre, y su materialidad, empiezan a emerger del yo, del individualismo y del sujeto para buscarse desde ahora en el infinito. Así nacen los dioses del humanismo, las alianzas progresistas de los sectores y actores populares, el ser genérico, potente, grandioso, omnipotente como los mejores monarcas, conductores que son lo mejor de la tierra, de los cielos y los infiernos para que impere el interés único de los trabajadores. Por eso, los trabajadores en nuestros países, así más democráticos e inclusivos, defienden a sus gobiernos, protegen a sus conductores y dirigentes frente a cualquier asonada de golpismo y amparan, con sus conciencias y sus acciones, al conjunto de las instituciones de la comunidad.
No es posible militar en favor del pleno empleo de la fuerza de trabajo, máxima a la que hay que aspirar, si no reivindicamos determinadas políticas que fortalezcan las fuentes internas de la demanda. Es central también la protección social que nos ayuda a mejorar la seguridad económica, en todos los ámbitos, y promover un mayor consumo interno como eje protagónico para incentivar la producción nacional. Eso es parte de lo que se hace en países como la propia Argentina, Brasil, Bolivia, Cuba, Ecuador, Uruguay o Venezuela, en donde casi de modo permanente, constante y definitivo, surgen iniciativas que benefician directa o indirectamente a los asalariados defendiendo no solo sus fuentes de trabajo, sus salarios y sus derechos sino también, y ello es lo central, generando nuevos empleos para satisfacción de las mayorías.
En los países centrales la cuestión es bien distinta. Por ejemplo, hoy el 39% de los trabajadores del mundo percibe menos de dos dólares diarios, es decir, unos 1.200 millones de seres humanos. 40 millones se sumaron a la pobreza el año pasado. La OIT indica que el 55% del aumento total del desempleo mundial desde el inicio de la crisis se produjo en el seno de las economías más desarrolladas, incluida la Unión Europea, siendo que éstas sólo representan el 15% de la fuerza de trabajo a nivel global. Sólo en el sector industrial hubo una pérdida de 9,5 millones de empleos entre los años 2007 y 2009. Además, la OIT prevé que el desempleo disminuirá apenas en el transcurso de este año pero aun así habrá unos 15 millones más de desempleados que en 2007. Sería bueno, entonces, que los países centrales lograran dejar un poco de lado esa soberbia histórica que los caracteriza cuando se trata de mirar hacia el Sur. Esto redundaría políticamente en beneficio de todos, de ellos y nosotros.

Autor: Alfredo Repetto con la colaboración y correciones de José Yapor.

Referencias bibliográficas.


Taborda, Saúl: “Reflexiones sobre el ideal político de América Latina”. Grupo Editor Universitario, 1° edición, Buenos Aires, Argentina, 2007.
Blaustein, Eduardo: “Un juego de contrastes”. Publicado en diario Miradas al Sur de la edición del 17 de abril de 2011.
Blaustein, Eduardo: “La máquina de generar convenciones laborales” Publicado en diario Miradas al Sur de la edición del 17 de abril de 2011.
Galand, Pablo: “El retorno al centro de la escena” Publicado en diario Miradas al Sur de la edición del 17 de abril del 2011.

lunes, 16 de mayo de 2011

El derecho a la seguridad: Deber del Estado, obra de todos.

 

 

        Mesas barriales de prevención comunitaria en seguridad.



¿Qué es una Mesa Barrial?

Es un ámbito de encuentro y trabajo de la comunidad para participar activamente en el diseño, implementación y control de las políticas públicas de Seguridad.

¿Quiénes la conforman?

Representantes de organizaciones comunitarias e instituciones de reconocido trabajo social, deportivo y cultural en el barrio.

¿Cuál es su ámbito de participación?

En cada una de las 53 jurisdicciones de comisarías de la Policía Federal Argentina en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires se conforman Mesas Barriales. Su ámbito de trabajo es el barrio, teniendo en cuenta no sólo los límites territoriales establecidos, sino también las características sociales y culturales que hacen que las personas se sientan parte de un espacio común, con identidades, horizontes y problemas compartidos. Las Mesas Barriales de una misma jurisdicción policial coordinan su accionar en una Mesa Zonal.

¿Cuáles son sus objetivos?

Fortalecer el sistema de seguridad público mediante acciones que:

§       Sistematicen información ciudadana,
§       Posibiliten la participación de los vecinos en la confección de los planes locales de seguridad con la agencia policial,
§       Favorezcan la interrelación policía-comunidad e instalen mecanismos de control y evaluación comunitaria del servicio de policía.

Desarrollar acciones comunitarias que disminuyan la posibilidad y oportunidad de ocurrencia de delitos y promuevan el afianzamiento de espacios públicos confiables, mediante estrategias de mejoramiento urbano y actividades orientadas a la apropiación y libre uso de los espacios públicos por parte de la comunidad.

Impulsar acciones comunitarias de prevención de violencia a través de un modelo de gestión asociada con el ministerio de Seguridad y otras agencias estatales. Se trata de llevar a la práctica un sistema integrado de prevención de violencia en cada territorio de intervención que prevé acciones concurrentes de las agencias de seguridad, justicia, educación, desarrollo social, trabajo, cultura y salud. Esta lógica de respuestas concurrentes promoverá procesos de integración comunitaria cuya prioridad la constituyen los grupos vulnerables. De modo particular los niños, niñas y adolescentes involucrados en hechos violentos o delictuales, que sufren adicciones, trata de personas o que están en conflicto con la ley penal. También los adultos mayores y migrantes.


En cada barrio.
En todo el país.

Las Mesas Barriales dan respuesta a la necesidad que tanto Estado como comunidad tenemos de incorporar en forma sistemática opiniones e iniciativas de organizaciones comunitarias, instituciones y vecinos acercadle funcionamiento de su policía.

El desafío consiste en traducir participación comunitaria en resultados concretos: mayor seguridad en cada barrio, mejor trabajo policial, promoción de los mejores cuadros policiales para conducir la jurisdicción de seguridad, formas de convivencia más solidarias y fraternas.

Participe:

                 Ministerio de Seguridad
                         4809-1521

                 Dirección de Participación
                         4809-1561

                     Correo Electrónico:
participacioncomunitaria@minseg.gob.ar

Plan nacional de participación comunitaria en seguridad.

El derecho a la seguridad
deber del Estado
obra de Todos


Por primera vez nos proponemos poner en marcha una política nacional de participación comunitaria en seguridad, la cual tendrá los siguientes ejes:

1 Formación ciudadana en políticas públicas de participación comunitaria en seguridad.

El Programa Escuelas de Participación Comunitaria en Seguridad contribuye a la formación y capacitación de organizaciones comunitarias, funcionarios y miembros de las Fuerzas de Seguridad, en el diseño e implementación de políticas públicas de participación comunitaria.

Se trata de asegurar un ámbito de diálogo y reflexión sobre los saberes académicos, las experiencias de gestión y el capital social de las organizaciones e instituciones de la comunidad en coordinación con universidades nacionales.

Nos proponemos aprender de la experiencia propia y de otros países, discutir los modelos y paradigmas de gobierno de la Seguridad, aportar herramientas programáticas y metodológicas de trabajo.


2 Prevención y control.

El Programa de Prevención y Control Comunitario en Seguridad se propone dotar de herramientas metodológicas a los ámbitos de participación comunitaria, para fortalecer el sistema de seguridad pública mediante acciones que:

  • Sistematicen la información ciudadana.
  • Posibiliten la participación de los vecinos y vecinas junto con la agencia policial en la confección de planes locales de seguridad.
  • Favorezcan una interacción virtuosa entre la policía y la comunidad.
  • Instalen un mecanismo de control y evaluación comunitaria del servicio de policía.



3 Prevención comunitaria de la violencia.

El Sistema Integrado para la Prevención Comunitaria de la Violencia es una estrategia destinada a fortalecer los espacios de participación comunitaria en seguridad y a las organizaciones comunitarias que trabajen la problemática de la seguridad en articulación con distintos niveles del Estado.

En este marco, la lógica de intervención impulsada consiste en la promoción de escenarios multiactorales y en la coordinación de todos los programas sociales del Estado y organizaciones no gubernamentales con el fin de alcanzar en su convergencia, mayores niveles de impacto en la complejidad que caracteriza  a esta problemática


En cada barrio. En todo el país.

Se habla demasiado en nombre de “la gente”. Se expresan simplificaciones sobre el gobierno de ls Seguridad que, supuestamente, reflejan lo que la gente quiere.

El Plan de Participación Comunitaria en Seguridad se propone algo más sencillo, efectivo y de fondo: escuchar a la gente, conformar espacios orgánicos para que la comunidad participe activamente en la elaboración y control de las políticas públicas en Seguridad.  Estos espacios, serán instancias para pensar, discutir y buscar acuerdos, lejos de las simplificaciones, de las frases hechas y de las falsas soluciones mágicas.

El compromiso que asumimos es dotar a la comunidad de herramientas metodológicas, de canales a través de los cuales las opiniones e iniciativas de organizaciones comunitarias, instituciones y vecinos/as acerca de las políticas de seguridad y del servicio de policía puedan materializarse.

Se trata de traducir la participación comunitaria en resultados concretos: mayor seguridad en cada barrio, más prevención y mejor trabajo policial, y con ello incentivar formas de convivencia más solidarias y fraternas.

Si la comunidad es protagonista de la política de seguridad y participa en el proceso de construcción, podremos concretar lo que la gente quiere.


Ministerio de seguridad / Presidencia de la Nación

Dirección de Comunicación:

Av. Gral. Gelly y Obes 2289 – (1425) CABA
Tel.: (54-11) 4809-1619/1569/1518
Correo electrónico: participacioncomunitaria@minseg.gob.ar