viernes, 13 de enero de 2012

Noticias de la Ciudad:

Otro veto de Macri: esta vez le tocó a los semáforos para ciegos.

La normativa le daba un plazo de una década para instalarlos, pero el jefe de gobierno porteño lo rechazó ante la “imposibilidad” de hacerlo en “tres años”. Sólo el 1% de los cruces con semáforos en la Ciudad cuenta con sonido.

El jefe de gobierno porteño Mauricio Macri vetó de manera parcial una ley aprobada en noviembre que buscaba dotar a los semáforos de la Ciudad con la tecnología necesaria para las personas ciegas y ahora deberá volver a la Legislatura para que los diputados insistan o modifiquen lo cuestionado por el Ejecutivo.
El decreto del Ejecutivo habla de “la imposibilidad de dar cumplimiento a la instalación de este tipo de semáforos en la totalidad de los cruces resultantes de la enumeración que efectúa la última parte de la norma, en el término de tres años”, que en rigor es de una década. Las calles porteñas tienen 3700 cruces con semáforo, pero sólo el 1% tiene equipos sonoros para no videntes, admite el texto de la anulación.
La ley había sido propuesta por el diputado Juan Cabandié y ahora deberá volver a las comisiones legislativas. Cabandié, además de cuestionar a Macri por “vetador serial”, consideró llamativa la decisión “porque los legisladores del PRO no objetaron nada ni aun en el recinto. Si tenían argumentos técnicos, los hubiesen planteados antes”, señaló en diálogo con Tiempo Argentino.
Además de objetar el plazo, el veto se fundamenta en que la ley sancionada “opta por una única tecnología –la sonora– y exige su aplicación exclusiva y uniforme en toda la ciudad, sin tener en cuenta la existencia de diferentes sistemas, equipamientos y tecnologías que pueden ser utilizados alternativa o conjuntamente, acorde con las características particulares de cada cruce, barrio o zona de la ciudad”.
Según el decreto, “desde la perspectiva de la seguridad vial existe una gran cantidad de cruces en los que no sería recomendable la instalación del tipo de tecnología impuesto por la norma en examen, ya que por la geometría del lugar y la contaminación acústica en el cruce, resultaría muy difícil que el peatón pueda percibir el sonido de la señal, agravando por ende la situación e incrementándose la probabilidad de accidentes”, y agrega que “la experiencia internacional revela que ninguna ciudad de características similares a las de Buenos Aires cuenta con un sistema de este tipo en todos sus cruces semafóricos”. 
Además de Cabandié, el senador nacional Daniel Filmus también repudió el veto, que se suma al de la ley que declaraba de utilidad pública y sujeto a expropiación al cine teatro Aconcagua y el que otorgaba un subsidio de carácter mensual y vitalicio a músicos mayores de 65 años (ver aparte).
“Los 87 vetos en cuestión -opinó Filmus- marcan claramente una dirección ideológica contraria a la ampliación de derechos, a la inclusión social o a la solución de los problemas de aquellos que más necesitan un Estado presente, como la gestión de Macri ya viene demostrando hace más de cuatro años”.

Fuente: Publicado en Tiempo Argentino de la edición del 13/1/2012.

El kirchnerismo y la batalla cultural.

Algunos hitos importantes que caracterizan al kirchnerismo como movimiento político popular de cambios.

Lo que en la actual época de cambios y transformaciones conocemos como kirchnerismo constituye ni más ni menos que un movimiento popular, democrático, profundamente inclusivo, programático y más. El kirchnerismo vendría a ser algo así como una ruptura de lo que era esperable, de lo que sería políticamente correcto para los sectores, los sujetos y actores políticos presos aún de ese reformismo falso y estéril reivindicado por el mal llamado progresismo. Vendría a ser un importante desequilibrio de lo que debía permanecer equilibrado bajo los términos de los defensores de ese también falso republicanismo (falso en el sentido que insiste en las formalidades y en las abstracciones y en ningún caso en la sustancia del régimen democrático), vendría a ser un desacuerdo de los acuerdos previamente establecidos con quienes insisten en la gobernabilidad neoliberal y, finalmente, un disenso de los pactos, el diálogo y los consensos que solo reivindican y refuerzan los intereses de los grupos políticos conservadores y reaccionarios. Simplemente lo que se abrió bajo la irrupción imprevista de Néstor Kirchner hace poco más de ocho años no hizo otra cosa, que no es poco dadas las circunstancias particulares de Argentina, que encolerizar sobremanera a los factores de poder reales mostrándole, ante sus ojos azorados, que el final de la historia con el consiguiente fin de las ideologías (imaginada por ese mismo poder bajo la forma de su absoluta y definitiva dominación) no era otra cosa que una quimera, una más de las tremendas fábulas del neoliberalismo, de los cultores del automatismo de los mercados, del deseo desmesurado de quienes estaban acostumbrados a medir la travesía por el tiempo de nuestro país bajo la perspectiva de lo eterno e inexorable cuyo rostro contemporáneo no era otro que el del neoliberalismo definitivamente realizado.
El kirchnerismo rompió esa lógica mostrándonos, a través de la nueva primacía de la política como acción redentora y de cambios en los modos de vida de los trabajadores, que ese fin de la historia, de las ideologías y de la política en tanto ámbito de transformación de la realidad (convirtiéndola y reemplazándola por la administración pública neoliberal) no era más que un deseo, condenadamente irracional, de aquellos que no están dispuestos a ceder en sus pretensiones de control y dominio sobre las mayorías. En ese contexto, el kirchnerismo fue abriendose paso desembocando en el conflicto con la corporación agromediática que terminó por sincerar lo que todavía no alcanzaba a visualizarse. Sin intermediarios de ningún tipo el kirchnerismo se convirtió en el derecho de la política a recuperar un protagonismo perdido pero no en nombre de abstracciones republicanas sino en el de una tradición popular que, bajo lo nuevo de la época, regresaba para desencajar todas esas políticas inmersas en la lógica del automatismo de los mercados. Mucho más allá del reformismo abstracto, el kirchnerismo asumió un rol rupturista y una vocación de ir contracorriente en una época del capitalismo, signada por la primacía del neoliberalismo, en la que muy pocas voces se alzaban para cuestionar su marcha triunfal bajo el traje brutal de la lógica de la libertad de los mercados.
Por eso el kirchnerismo deriva en un movimiento popular que produce una fuerte derrota política- cultural en los grupos de intereses dominantes porque además logra apropiarse de la calle en todo su sentido. Esto último lo convierte en una crucial y fundamental modificación del proceso político de cambios por él inaugurado que derrota a los grupos de intereses dominantes por las transformaciones que supo llevar adelante en el sentido común de las mayorías. En otras palabras, en la apropiación y en el ganar la calle para los sectores populares ésta deja de ser un exclusivo espacio de protesta, de lucha o de resistencia contra los factores de poder para derivar en algo más. La inflexión, claramente, se produce con la derrota de la 125. Así como el conflicto por la 125 parió el kirchnerismo realmente existente, ese nuevo kirchnerismo que se asume como una gran minoría pero a su vez muy intensa y batalladora, participante y movilizada, hoy puedo afirmar que a partir de ese momento de lucha se genera un movimiento dialéctico novedoso entre la conducción política del propio gobierno, la militancia e importantes sujetos políticos representantes de los sectores populares. Por una parte, el gobierno asumió que había que generar espacios discursivos propios, más allá de los intereses de los grupos y sectores dominantes y al margen de los dispositivos tradicionales con los que hasta ese momento se construía la opinión pública. Por otra parte, el gobierno fue más allá de los métodos tradicionales de la comunicación política y es ahí donde se produce el quiebre, un cambio integral de visión, acción y reacción en los modos de comunicar, claro, pero en algo que va más allá: el cambio se dio en los modos de relacionarse con los sectores populares, con los propios trabajadores, de toda condición social, y en la forma de interpelar a esos trabajadores a través de la primacía de la acción política por sobre las herramientas que desde siempre existen para ejecutarla, sea esta la economía o la comunicación.
Algunos momentos paradigmáticos que ejemplifican este profundo cambio en toda su extensión y expresión son la celebración del Bicentenario, la conmemoración del 25 de Mayo o los festejos por la Democracia y los Derechos Humanos del 2010 y hasta la realización de Tecnópolis durante la mayor parte del 2011. Todas estas expresiones populares se convirtieron en una plataforma comunicacional multidimensional de enormes dimensiones y trascendencia. Y fueron multidimensionales porque integraron pero al mismo tiempo excedieron las mediaciones de los medios masivos de comunicación para convocar de modo directo a todos los trabajadores. Además, a esos trabajadores los convoca desde distintos lugares que se caracterizan por transmitir ciertos valores que fundan una ideología, determinadas formas y no otras de hacer las cosas. Pero incluso en esas circunstancias se dejan de lado los partidismos e intereses sectoriales para hacer una convocatoria mucho más amplia que interpela a la unidad, al disfrute, a los festejos, a la educación y a la cultura popular que así nos revaloriza como país y como sector social mayoritario que está llamado a construir un futuro mejor. Y esta fue una novedosa estrategia política para apropiarse del espacio público. Para apropiarse de la calle, de ese lugar prohibido durante las diversas dictaduras que acongojaron la Patria y que nos interpelaban a permanecer en casa, quietos, muy quietos y callados. La calle, ese espacio de las grandes protestas sindicales, sociales y políticas durante la época neoliberal y la calle, ese espacio público que se transformó también en lugar de referencia y de inmolación de militantes populares durante la crisis del 2001. Esas calles que hoy bajo la primacía democrática y popular fueron apropiadas de manera multitudinaria por los trabajadores y de un modo totalmente nuevo, como en pocos lugares del mundo se ve, de un modo celebratorio y de orgullo por poder pertenecer a una identidad nacional colectiva.
Me refiero a la conquista de la calle como expresión del triunfo contundente del kirchnerismo en términos culturales (pero también en todos los otros términos como el ámbito de la política y de lo económico) porque lo más interesante de este proceso es que en realidad suma una dimensión nueva, fuertemente democrática e inclusiva, a la apropiación de la calle como espacio público por parte de los trabajadores. Es decir, esta apropiación no niega ni mucho menos clausura las otras formas de apropiación como lo son las reivindicativas, las demandantes y las más diversas expresiones de lucha de los trabajadores sino que antes bien las integra y suma. Y cómo las suma. El kirchnerismo sin pretender convertirse en el heredero de los ímpetus transformadores y muchas veces revolucionarios de las épocas pasadas, que están directamente asociados a la gramática de las corrientes liberacionistas que supieron radicalizar en otros tiempos la geografía de nuestros países latinoamericanos, se propuso (sin ningún tipo de escala política o estratégica intermedia, quebrándole el espinazo al proceso creciente de despolitización y de vaciamiento cultural simbólico que planteaba el fin de la historia y de las ideologías y que además venía desplegándose en el país) relacionar y enlazar con éxito los más antiguos sueños de libertad del hombre y de justicia social, de redistribución de la riqueza y de inclusión social a través de la generación de empleos, con una fuerte dosis de pragmatismo estratégico que así nos mostró que aún bajo el neoliberalismo militante se podía luchar por mejores condiciones de vida para todos a pesar de que en esa realidad pudiera primar el cinismo, el desencanto, la desmovilización y la desmemoria como diversas formas de dominio del régimen neoliberal.

Referencias bibliográficas:

Foster, Ricardo: “El kirchnerismo, el malentendido y la anticipación” en revista Veintitrés de la edición del 20 de octubre del 2011.
Mendieta: “Cuando la calle gana”. Publicado en www.artepolítica.com del 13 de diciembre del 2011.

Autor: Alfredo Repetto Saieg.