viernes, 26 de agosto de 2011

Un milagro para mí (que supe cantar por la UJS).

Cuando tomé conciencia de que mi voto coincidía con el del 50,07 de un país llamado Argentina, tuve varias sensaciones. La primera, el vértigo que se considera lo contrario de la claustrofobia: el exceso de oxígeno de los espacios abiertos llegaba a mis pulmones, acostumbrados por años y años a los ambientes más bien cerrados y contenedores de las minorías intensas. Y conste que en 2003 voté a Néstor Kirchner. O sea, participé de ese 22 por ciento tan intenso como incierto del frustrado ballottage.
Y conste que la había votado a Cristina en 2007, y si bien entonces no era la mitad más uno, era bastante; así y todo tuve la sensación de que el mapa social que emergía de esa elección era muy rígido, algo faltaba, iba a traer problemas.
Loco, mas no tonto, no había votado a la Alianza en 1999. En dicha oportunidad, regresé a las fuentes: había vuelto a votar a mi primera escuela de militancia, ¡ay!, el Partido Obrero, al que –me gustaría confesar aquí– contribuí a formar en 1983 desde las huestes de la UJS (Unión de Juventudes por el Socialismo. “U-jota-ese, el socialismo crece”, cantábamos), afiliando a mansalva en Ciudad Oculta, Los Polvorines y la Plaza Flores. Claro, no había Twitter y Altamira no era un milagro sino el fundador del partido Política Obrera, y nosotros éramos más jóvenes que la juventud y el peronismo eran Herminio, Luder y –algo es algo– Bittel. Me fascinaba cuando los peronistas (yo, en secreto, quería ser comunista para reconciliarme con mi padre, y peronista, para estar cerca del pueblo) cantaban “traigan al gorila de Alfonsín, para que vea, que este pueblo no cambia de idea, lleva las banderas de Evita y Perón”; me imaginaba que “el gorila de Alfonsín” era un muñeco parecido a Carozo (el de Carozo y Narizota).
Otra sensación frente al 50,07: yo, muchacho citadino y nostálgico que desde la contratapa de Miradas al Sur aún trata de convencerlos de las virtudes de Borges, de Sábato y Ezequiel Martínez Estrada, me sentí no un barón del conurbano, ojo al piojo, sino un varón del conurbano. Un varón que vota a una mujer de la que se confiesa público cautivo.
Cuando Beatriz Sarlo estuvo en 6-7-8 dijo que conocía trotskistas que habían derivado al kirchnerismo. Fue lo único de lo que dijo que me sobresaltó.
En síntesis: me alegra mucho de que haya entrado el Frente de Izquierda. Por fin, mostraron humildad y ductilidad, dos virtudes que seguramente perderán después del 23 de octubre. Pero así como sigo sintiéndome orgulloso de haber contribuido a construir un partido obrero y marxista contra la dictadura militar, así como me siento orgulloso de haber sido un trabajador telefónico contra la privatización de los ’90, me siento orgulloso de formar parte de una mayoría a la que creían muerta y que hoy exhibe una mezcla tan explosiva como irresistible de pasión y razón.

Fuente: Por Claudio Zeiger. Publicado en Miradas al Sur de la edición del 21 de agosto de 2011.

Las políticas populares como eje de gestión de la crisis global.

La urgencia de las políticas públicas inclusivas en el contexto de un mundo en crisis que no logra resolver sus problemas en beneficio de las mayorías nacionales.

Es importante repensar, en las actuales nuevas condiciones de cambios sociales en beneficio de los trabajadores en algunos países de Latinoamérica y de crisis en los países centrales, las condiciones en que los trabajadores en general desempeñan hoy su oficio, en los diversos gremios que de una u otra manera han sido protagonistas de una larga lucha por la mejoría de esas condiciones de trabajo que viene desde los años sesenta hasta el presente. En ese trayecto, los trabajadores, en la generalidad de los casos, pagamos un alto costo en vidas simplemente por defender no sólo las reivindicaciones específicas de nuestros sindicatos, sino también las libertades democráticas y derechos abolidos por las dictaduras de seguridad nacional que jugaron el todo por el todo, terrorismo de Estado mediante, por el orden y la seguridad interna en un contexto de fuerte exclusión y de marginación de la cultura popular. Sin embargo, en los últimos tiempos, producto de la lucha y del protagonismo de los sectores populares, por lo menos en algunos pueblos latinoamericanos, los cambios en el ámbito de las relaciones económicas, políticas, culturales y sociales lograron modificar en parte a favor de los intereses de los trabajadores los escenarios y las condiciones en que se libra la disputa por el campo de representaciones, por el sentido de las cosas y la propia racionalidad de la acción política de los diversos actores que buscan incidir en la agenda pública de nuestros gobiernos. En otras palabras, la emergencia de gobiernos latinoamericanos del tipo populares en lo cultural, soberanos en lo económico e independientes en lo político, con propuestas definitivamente críticas y superadoras respecto al régimen neoliberal que se hizo con nuestras estructuras en los años ’90 y el impacto de la crisis del sistema comercial globalizado en las zonas centrales de éste, crearon otro contexto que modifica material y simbólicamente el rol de los sectores políticos hegemónicos que buscan incidir en las múltiples configuraciones en que se manifiesta el poder bajo las nuevas condiciones de vida de los ciudadanos del mundo. 
En realidad, el modo en que se plantea el desarrollo productivo y el tecnológico, el modo en que se plantean los diversos beneficios de éste, la correspondiente concentración de la propiedad de los medios de producción y la acumulación de capital en todas sus variantes, en especial el financiero en esta etapa del capitalismo signada por el protagonismo de la especulación, no sólo son fenómenos materiales sino que son hechos políticos y hasta culturales que caracterizan un nuevo régimen político dominante que están acompañados por modificaciones que son decisivas en aspectos como la relación de los medios de comunicación con el sector público, la relación de la economía respecto a los sectores populares y hasta las formas en que se plantea la lucha entre los múltiples actores y sujetos de poder, los modos en que se manifiestan o enmascaran las perspectivas de intereses de clases en el discurso político e ideológico mientras otros conceptos y categorías como el de “verdad absoluta”, “independencia” y términos tan amplios y confusos, pero llenos de sentido, de mitos y generalidades como el de “racionalidad”, encubren el objetivo de control hegemónico sobre los procesos políticos, además de naturalizar los mensajes que relativizan o defienden con todas sus fuerzas los derechos sociales postergados por mucho tiempo. 
Ya desde finales de los años ’80, que trae aparejado la crisis final de los socialismos reales, fuertemente autoritarios frente a la imposibilidad de convertirse en una auténtica opción ante los burgueses y sus formas de vida, con el surgir de las nuevas teorías del fin de la historia, de la lucha de clases, con el dominio del neoliberalismo y la imposición del automatismo de los mercados como expresión del nuevo Estado capitalista, los actores y sujetos sociales y políticos dominantes y tradicionales acompañaron y promovieron decididamente el proceso de traspaso de la renta social al circuito de las finanzas, constituyéndose no sólo en voceros de los núcleos y factores más concentrados de los capitales globales, que no tienen relación alguna con los intereses nacionales, sino integrándose definitivamente a ellos. Condiciones de esta transformación fue el proceso general de las privatizaciones de empresas públicas y la desregulación de la economía. Pasó que con ese tipo de gobiernos, altamente abstractos y formales en sus objetivos democráticos e inclusivos, emergieron nuevos y más poderosos factores de poder de presión frente al sector público y ni hablar respecto a los actores que son representativos de la cultura popular como algunos partidos políticos, los sindicatos, las asociaciones y organizaciones políticas de todos los tipos. Esto les otorgó a esos nuevos actores, a través de la primacía de lo especulativo y financiero por sobre la economía de la producción y gracias a la nueva expansión tecnológica y la convergencia y concentración monopólica, una más que privilegiada capacidad de influencia sobre la agenda de gobierno. Es así como en esa época, de la mano de un consumismo desenfrenado y del individualismo extremo patrocinado desde el neoliberalismo y el fin de las ideologías, en las elecciones no se jugaban dos modelos político-económicos. No se jugaban dos paradigmas por la propia ausencia de una real alternativa frente al dominio del régimen neoliberal. Más bien se jugaba la calidad democrática del régimen, su propia capacidad, real o no, de cambiar para mejor la vida de millones de trabajadores. Entonces, no se trataba de dos opciones ideológicas antagónicas. Se trataba de la elección entre el mundo de la política, visto como retrógrado y anacrónico, y el mundo del show y del espectáculo.
De ahora en más, el mundo del show y del espectáculo, que a expensas de la satisfacción real de las necesidades de los trabajadores logra triunfar sobre la política como acción transformadora, plantea una racionalidad que proviene de la gestión, del relato, de la discusión en términos relativamente comunes dentro de la contienda electoral y en términos de control y dominio social. Así, los candidatos y los dirigentes de la época encarnaban la no-política, el fin de las ideologías y el consenso, el falso consenso, frente a la lucha de clases que nos desafía a plantear nuestras urgencias en el ejercicio de nuestro poder de mayorías. El neoliberalismo era y es el mundo de la no-política porque no importan los conceptos ni la ideología, no importa la palabra, ni el debate, ni el relato porque todos ellos son anacronismos. El problema es que actualmente, frente a la crisis global que padecemos, el régimen neoliberal nos demostró que ni siquiera tiene capacidad de gestionar ni de especializarse en el manejo de la cuestiones públicas. No es de extrañar entonces que ante la crisis actual el neoliberalismo insista en las mismas recetas. Es que en su concepción ideológica ya no hay códigos, ni carrera, ni especialización porque cualquiera puede ser político, como si se tratara de un cambalache. En ese contexto, cuando el colapso parcial del neoliberalismo, con sus crisis en todos y cada uno de sus niveles se hizo patente, permitió que aparecieran en Latinoamérica una serie de gobiernos populares, algo que no hubieran permitido los factores de poder de no ser por la profundidad de la crisis y el retroceso de los sectores principalmente especulativos que lo sostenían. Al mismo tiempo, el desarrollo y profundización de las diversas reformas sociales y políticas de los nuevos gobiernos generó una durísima confrontación con las corporaciones llegándose incluso a combatir de lleno la concentración mediática de la palabra y del sentido de las cosas. Por eso hoy tenemos la capacidad real de discutir sobre la vigencia del modelo popular y también las ofertas que tengan quienes pretenden definirse como alternativas a ese mismo modelo. Sin embargo, en otras regiones del sistema comercial globalizado también se insinúan reformas, otros tiempos. Por ejemplo, despertó España y también amagaron despertar Egipto, Libia y el mundo árabe en general. Tal vez despierten otros países al descubrir que Occidente está en deuda con los pueblos del mundo y que no vale la ecuación contraria. Presionada, Grecia no se animó a declarar un default que simplemente es inevitable. Del letargo también despertó Islandia, por ahí en el 2008, cuando el gran sueño neoliberal se convirtió en pesadilla al triplicarse el desempleo en apenas tres meses. Sin embargo, los gobernantes, siempre bajo la óptica neoliberal, basan su tarea en sugerencias, en falsos paradigmas y definiciones que solo solidarizan con la primacía del derecho a propiedad por sobre toda otra consideración. Por eso, continúa ganando la banca global. Grecia cedió ante la ortodoxia de las políticas del FMI y los jubilosos bancos de Alemania y Francia ganaron un poco más de tiempo que es precisamente de lo que carecen los grandes perjudicados con el modelo, los trabajadores. Es que no hay que hacer futurología para saber como termina todo esto. Es que ya lo vivimos los latinoamericanos. En el caso de Grecia, después de saquear todos los recursos del país, de un país que esencialmente vive del turismo, después de hacerse con todo lo que sea vendible, vendrá la salida del euro, la devaluación de los salarios, más despidos y más marginación, humillación y hambre. Pero, como la historia nos demuestra, los bancos se habrán salvado y el FMI llevará sus falsos paradigmas a otras crisis.
¿Existen opciones viables a esta salida, existen opciones políticas reales para evitar que las ganancias de los bancos, para que el derecho a propiedad valgan más que la vida de los seres humanos? Sí, es lo que intentamos hacer en todos estos años en Latinoamérica. Sin embargo, las bases necesariamente deben abanderar a las fuerzas plurales rehaciendo los sindicatos, el protagonismo y la capacidad de conducción y transformación de la política. Es necesario un arte de lo posible que plantee una refundación nacional basada en la justicia social, en la redistribución de la riqueza y en la primacía de la vida de los hombres como derecho humano rector. Es verdad que el capitalismo tiene buena salud, siempre se reencarna en uno u otro tipo de régimen político pero, a estas alturas, los diversos regímenes a través de los que se manifiesta, están exhaustos. A pesar de la seducción del consumo, la conciencia de los trabajadores y los paradigmas dominantes cambian. En Italia las reformas de Berlusconi inevitablemente causarán su salida y hasta buscarán volver a la lira. El euro tiene los días contados y así la propia Comunidad Europea porque se planteó en términos neoliberales, es decir, bajo los paradigmas exclusivos del libre mercado que arrasa con las necesidades de todos.
Estamos frente a un escenario político global pleno de tragedias, de crisis pero también de nuevas y vastas oportunidades. En el presente, las ideas moderadas del consenso y de la democracia formal y abstracta, siempre auspiciadas desde los centros globales del poder ante la inoperancia propia de no poder cumplir con los valores que dicen defender, son insostenibles. Se acaba ese mundo de ricos que flirtean con su poder económico y sexual. Se acaba el mundo del automatismo del mercado por lo menos en su versión más extrema. De ahora en más vamos a aprender mucho y vamos a tener que argumentar con razones y con convicciones que logren derrotar las falacias de los sectores y factores de poder más concentrados. Vamos a tener que argumentar también con emociones, con valores, otra ética y con identidad. Vamos a confrontar con ideas de futuro porque nosotros, a diferencia de los opositores a toda manifestación de la cultura popular, sí tenemos un proyecto político de más largo plazo. Sí creemos en la participación y en la gestión política de las grandes mayorías. No hay que temer a quienes se dicen librepensadores y defensores de la libertad o de la igualdad porque ellos son el pasado, son el dominio de las minorías sobre las mayorías que ya se vuelve insostenible. Los sectores dominantes más concentrados, ni lerdos ni perezosos, buscan así condicionar no ya la soberanía y la autonomía, siempre relativa, de un régimen político frente a los grupos de poder opositores sino la propia capacidad de la acción política para generar los cambios en favor de los trabajadores.
Finalmente, como la misión central de los sectores dominantes es preservar un sistema de creencias y de valores en el que, entre otros mitos, se identifica el automatismo de los mercados con la democracia y con la justicia social, todo lo que perturbe el automatismo del mercado y su lógica pone en riesgo la democracia. Es el fundamento primero y último de la racionalidad política del Estado capitalista. Entonces, el régimen político correspondiente, bajo el auspicio de ese paradigma fundamental, presenta al mercado como un fenómeno espontáneo, racional e inapelable. De ahí en más, los otros, los que se opongan, son representados como irracionales, como los enemigos de la naturaleza del hombre. Por su parte, son en gran medida los diversos medios hegemónicos los que se ocupan de inducir la representación de que el otro es un enemigo potencial. Por eso, las diversas medidas de inclusión y de justicia social, las políticas de los gobiernos populares en general, contienen, además de la cuestión material, un poderoso valor en términos de simbolismo: ellas nos plantean una ruptura radical y definitiva con la lógica del mercado.

Referencias bibliográficas:

Anguita, Eduardo: “Con los ojos en el 23 de octubre” Publicado en Miradas al Sur, edición digital del 21 de julio del 2011.
González, Oscar: “Un balance sobre la disputa por la palabra” Publicado en Tiempo Argentino de la edición del 23 de julio del 2011.
Brienza, Hernán: “Hay que dar la batalla cultural para poner la política por encima del show” Publicado en Tiempo Argentino de la edición del 22 de julio del 2011.
Daneri, Alberto: “La primavera de los pueblos” Publicado en Tiempo Argentino de la edición del 22 de julio del 2011.

Autor: Alfredo A. Repetto Saieg.

Sorpresa anunciada: latía en todos lados.

El resultado de las elecciones primarias es una sorpresa anunciada. ¿Quién dudaba de que iba a ganar la Presidenta? Desde esa perspectiva, hay que reconocerle algo a sus opositores: participaron como buenos deportistas, para quienes lo importante no es ganar sino competir, porque sabían, de antemano, que quedaban relegados y pusieron –aseguran– lo mejor que tenían. Se trata de un mérito relativo y fútil, claro, porque la política no es un deporte y en toda elección cada candidato se mide, al fin de cuentas, consigo mismo. Lo que pasó esta vez fue, en todo caso, impactante. Lo que iba a pasar, pasó completamente.
Ganaba y ganó, ésa es la velocidad de los hechos sorprendentes. Era algo que latía en todos lados, más allá de las encuestas: iba a ganar, ganó, y sin embargo el resultado fue asombroso. Basta con ver la cara de algunos opositores para confirmarlo. El gesto del que dijo que el resultado es un llamado a la reflexión –que esperamos que atienda– es elocuente. Los ademanes y frases de un candidato que le echa la culpa a otro porque perdieron los dos también da cuenta del desconcierto –y de que todos llevamos un niño adentro. Hubo buenos y malos perdedores– hasta uno, risueño, que no parecía consciente de la diferencia de votos con la que perdió. En lo personal, celebro la buena elección del Frente de Izquierda, no me dan nada de pena algunos hundimientos y en cuanto al resto, quizá lo mejor sea el silencio. Hablar de sus errores parece una redundancia.
Y lo realmente importante es, quizás, pensar en la causa de la sorpresa anunciada. Creo que Cristina Fernández de Kirchner cuenta con el voto de quienes ya la hubieran votado –ésa es la parte poco sorprendente de la sorpresa– y el de quienes antes no la hubieran votado –fue lo asombroso para muchos– porque habla de política y hace política. Hoy, cuando la palabra “gobierno” es reemplazada por la palabra “administración” o la palabra “gestión”, hace política.
Creo que ése, el de la política, es el lenguaje que la comunica con quienes son sus seguidores de siempre y con quienes empiezan a escuchar un lenguaje común.
Por ahora, la justa terminó. La ganadora supera a una contra que no pudo hacerle contra. Lo hace con la sobriedad de quien sabía que esto iba a pasar. También con la sonrisa de quien se siente sorprendida al confirmarlo, quizá no tanto por lo que pasó como por la emoción de vivirlo. El resto es octubre.

Fuente: Por Esther Cross. Publicado en Miradas al Sur de la edición del domingo 21 de agosto de 2011.

¡Es el arte de la gestión, estúpido!

¿Por qué se ganó tan contundentemente? Aunque los opositores quieran enredar los argumentos fue clara la explicación de la señora Presidenta: “Es el triunfo de la gestión”. Y estoy totalmente de acuerdo. También lo está el sacerdote cordobés Guillermo Mariani cuyo listado de “logros alcanzados durante los ocho años de gestión kirchnerista” circula por internet. Son más de 100, seleccionaremos sólo algunos.

Recuperación del debate político.
Convocatoria a la militancia activa de los jóvenes.
Cancelación deuda con el FMI.
Contracumbre Alca (Mar del Plata, 2005).
Conducción de la Unasur.
Firma del código aduanero del Mercosur.
Presidencia del foro mundial G-77 más China. Argentina fue elegida por votación unánime.
Política estatal activa en relación con los DD.HH.
Depuración de la Corte Suprema automática y designación de una Corte Suprema de Justicia digna.
Ley de Matrimonio Igualitario.
Ley que penaliza la Trata de Personas.
No represión de la demanda social
Creación de los canales: Encuentro, Paka Paka, e Incaa TV.
6% del PBI para Educación.
Programa Conectar Igualdad: Distribución de 3.400.000 netbooks para estudiantes secundarios.
Creación de 1048 escuelas.
Desocupación: en 2003: 24,7%. En 2010: 7,4%.
Renegociación de la Deuda Externa, con quita del 70%.
Crecimiento económico sostenido (entre 8% y 10% anual).
Superávit fiscal.
Ley de suspensión de ejecuciones hipotecarias para viviendas únicas.
Eliminación de las Afjp.
Jubilación de Amas de Casa.
2.300.000 nuevos jubilados que tenían aportes parciales, hoy cobran la jubilación mientras cancelan su deuda previsional.
Asignación Universal por Hijo.
Plan federal de viviendas. Se entregaron 37.000 viviendas nuevas y se mejoraron más de 22.000. Se están construyendo más de 110.000 viviendas nuevas y unas 40.000 mejoras en marcha. Soluciones Habitacionales terminadas 565.903.
Creación del Ministerio de Seguridad y designación de Nilda Garré al frente del mismo.
Programa Remediar: entrega de medicamentos gratuitos a 15 millones de personas.
Plan Nacer: cobertura médica gratuita a embarazadas y niños de hasta 6 años.
Programa Raíces: Repatriación de 800 científicos (a los que Cavallo había mandado a lavar los platos).
Energía eólica. Construcción del Parque Eólico Ingentis, Prov. de Chubut.
Plan estratégico del sector nuclear. Comprende las aplicaciones de la tecnología nuclear a la salud pública y a la industria, entre otros usos.

Fuente: Por Pacho O'Donnell. Publicado en Miradas al Sur de la edición del 21 de agosto de 2011.