viernes, 28 de octubre de 2011

Homenaje de Patria Grande a Néstor Kirchner.


Por siempre, Néstor.

En este primer aniversario del paso a la inmortalidad del compañero Néstor Kirchner, podría decir que fue el hombre que entró a la Casa Rosada sin dejar sus convicciones en la puerta; o quien le devolvió a la política su condición de herramienta transformadora de una sociedad. O que el mejor homenaje es “la voluntad del pueblo”, como reza un afiche que por estas horas puebla las calles de Buenos Aires.
Sin embargo, como estas reflexiones las escuchamos reiteradamente desde hace un año, y las volveremos a escuchar en los días que corren, prefiero recordarlo a partir de algunas vivencias personales que refuerzan todo esto que acabo de enunciar. Y es así que se ocurre:
Cómo no recordar que, por esas horas de la mañana, me encontraba realizando el censo en la cuadra de Vidal entre Crisólogo Larralde y Núñez, más precisamente en un edificio donde su encargada, Hortencia, me transmitió como resignada la noticia que nunca hubiera querido escuchar. ¡Quédese tranquilo, que todavía no está confirmado oficialmente!, trataba de calmarme en vano, porque esa confirmación llegaría pocos minutos después.
Cómo no recordar que tomé con furia el celular y escribí “puto día”, como una forma de compartir mi pésimo estado de ánimo con mi familia, compañeros y amigos.
Cómo no recordar que en este instante me invadió una sensación de querer “tirar todo a la mierda” y volverme rápido a mi casa, situación que felizmente superé cuando entendí que el mejor homenaje era garantizar el éxito de un censo que la derecha se había esmerado por hacer fracasar.
Cómo no recordar, ya de regreso a casa, el gesto de dolor de Andrés, el encargado del edificio, y mi posterior crisis nerviosa.
Cómo no recordar que, después de una rápida cena, fui a la Plaza en uno de los últimos subtes que partía de la estación Congreso de Tucumán rumbo a Catedral, sin importarme demasiado que al día siguiente debía madrugar para ir a mi trabajo en Campana.
Cómo no recordar la mirada perdida de tantos obreros que esperaban el colectivo en la parada de Panamericana y Ruta 197 y el ascenso silencioso de muchos de ellos al micro que me transportaba.
Cómo no recordar el apretón de manos que nos dimos con Guillermo, el boletero de la empresa de colectivos, con quien comparto ideales y utopías.
Cómo no recordar que, al llegar a la oficina, le comuniqué a quien entonces era mi jefa, que necesitaba tomarme desde el día siguiente lo poco que me quedaba pendiente de la licencia vieja, para poder estar junto al pueblo en esos momentos tan particulares.
Cómo no recordar que, en la cola que avanzaba por la calle 25 de Mayo, un matrimonio jujeño, acompañado de su pequeña hija, me contó que allí en el norte vieron por primera vez a un Presidente cuando Néstor los visitó. Y que se mezcló entre la gente, como uno más. Y que les preguntó a los pobladores cuáles eran sus necesidades. Y que, tiempo después, llegaron las obras que los propios pobladores pidieron. Y que fue el primero que “hizo algo por el pueblo”.
Cómo no recordar que, en la mañana del viernes, estuve nuevamente en la Plaza, donde una densa lluvia acompañó la congoja popular, de la misma manera que en julio de 1952 y en el mismo mes de 1974.
Cómo no recordar que, una semana antes de ese viernes, Néstor y Cristina visitaron Chivilcoy, mi pago chico, donde participaron de los actos centrales por los 156 años de la fundación de la ciudad. Y que ese acto será recordado como la última aparición pública de Kirchner.
Todas esas vivencias, semanas después, fueron volcadas en los versos de un soneto. Me quedé con esa idea de un tipo de corazón inmenso que, de puro grande que era, se escapó del pecho, estalló “cual volcán en llamas, desafiante” y se fue a vivir al espacio, junto a los astros y galaxias, que “admiran su grandeza”.

Fuente:

La imagen que acompaña a este artículo fue diseñada y enviada por la compañera Mariana Viñas y el texto en cuestión fue escrito y enviado por el compañero José Yappor.

José Yapor

El sentido del kirchnerismo.

El significado político e ideológico del kirchnerismo dada la actual coyuntura de cambios en favor de los sectores populares.

El resultado de las elecciones que le dieron la merecida reelección a la presidente Cristina Fernández de Kirchner se traduce en el punto culminante de una trabajosa construcción y manifestación política e ideológica del régimen popular inaugurado a partir del 2003: la de una convergencia entre sectores de clases que, con previsibles tensiones e incluso presiones, expresa el modelo de inclusión social. En otras palabras, con las recientes elecciones se revalida un proyecto que contiene a la mayor parte de los actores y sujetos económicos, sociales y culturales del país. Además, un hecho central de este régimen político es que precisamente es la voluntad popular, representada en el gobierno nacional, la que decide el rumbo y arbitra entre los diversos sectores populares involucrados en esta profunda democratización. Estamos hablando aquí de gestión democrática de los trabajadores porque estamos frente a un gobierno que milita en favor de los intereses de los sectores y grupos populares. En ese contexto, hasta hoy el gobierno no tomó ninguna medida que perjudicara a los trabajadores. Antes bien, todos los días éstos recuperan derechos a través de la generación de empleos como mejor medida que garantiza la inclusión política y social. ¿En qué otro escenario se podría haber recuperado para los trabajadores y jubilados el sistema previsional en poder de las Afjp? ¿Bajo qué otra concepción de la política se podría haber instrumentado la Asignación Universal por Hijo o bajo qué otra concepción del rol del sector público en los cambios democráticos habría sido posible el incremento de la participación del salario en el ingreso? ¿O la redistribución de las riquezas que todos los días se está planteando? Seguramente nada de lo anterior habría sido posible sin la gestión democrática de los trabajadores de la agenda pública a través del control del gobierno y de sus instituciones. Ninguna de esas medidas se podrían haber concretado bajo los paradigmas del régimen político (altamente formal y abstracto) de los neoliberales y sus verdades. Ninguna de esas medidas habría sido posible a partir del paradigma de la gobernabilidad bajo la conducción de los sectores de derecha siempre tan apegados a la idea de la eficiencia y la eficacia, del buen gobierno aunque nunca fueron capaces de gobernar bien. No están ni estuvieron capacitados para hacerlo porque en su concepción ideológica el buen gobierno supone entregar la conducción de la economía a los sectores corporativos que desde siempre prometen mejorar el clima de negocios mientras avanzan, sin pausas, sin escrúpulos ni claudicaciones, sobre los derechos de los trabajadores con los clásicos ajustes que provocan una fuerte transferencia de recursos a los sectores más concentrados de la economía y a los sectores más reaccionarios políticamente hablando.
Entonces, el kirchnerismo hay que pensarlo en primer lugar como un régimen profundamente democrático, popular e inclusivo, de gestión de los trabajadores, de eficiencia política, económica y de eficacia administrativa, hay que pensarlo como la mejor expresión actual del peronismo, pensarlo como una importante ruptura política de lo esperable, como un resurgir de la política en tanto herramienta de quiebre, de cambios y de transformación de la realidad de todos, hay que pensarlo como un fuerte desequilibrio de lo que debía permanecer equilibrado, un desacuerdo de los acuerdos previamente establecidos por los factores de poder dominantes y, finalmente, hay que pensarlo como un disenso de los pactos consensualistas tan perseguidos por los cultores del republicanismo liberal. Simplemente lo que se abrió bajo la irrupción imprevista de Néstor Kirchner no hizo otra cosa (que no es poco dadas las circunstancias de la crisis del 2001) que encolerizar al poder real mostrándole, ante sus ojos azorados, que el fin de la historia, pregonada irracionalmente por los neoliberales e imaginada por ese mismo poder bajo la forma de su absoluta y definitiva dominación de clase, no era otra cosa que una quimera porque finalmente son los trabajadores en tanto mayorías los que terminan imponiendo sus derechos a través de la lucha por nuevas garantías constitucionales que mejoran las condiciones de vida y de trabajo. Simplemente en tanto el kirchnerismo se convierte en la base de sustentación del actual proceso de cambios que vive el país al mismo tiempo pasa a ser el hecho maldito del país de los reaccionarios y de los conservadores, aunque no remitiendo al fantasma de la revolución social sino afirmando el derecho de la política a recuperar ese protagonismo perdido que le da la posibilidad concreta y real de cambiar las condiciones de vida de los trabajadores. 
El kirchnerismo significa de ahora en más una transformación radical de la realidad de todos los argentinos pero no en nombre de abstracciones y formalidades republicanas al modo de los neoliberales sino de un cambio real bajo la conducción de una tradición popular que, bajo lo nuevo de la época, regresa para desencajar el supuesto automatismo y libertad de los mercados. En ese contexto, el kirchnerismo asume un rol rupturista y una vocación de ir contracorriente en una época del neoliberalismo en que son muy pocos los que alzaron sus voces para cuestionar la marcha triunfal de éste mientras los trabajadores veían como continuamente eran despojados de sus derechos y garantías constitucionales conseguidas tras décadas de luchas, de sacrificios, de militancia y movilización popular. Así como logró rescatar al peronismo de sus posturas neoliberales de los '90 bajo la forma del menemismo (que lo llevó a vaciar de contenido el carácter profundamente democrático y popular de los gobiernos del general Perón) también nos puso sobre aviso en relación a las profundas carencias políticas, ideológicas e incluso estratégicas de ese progresismo típico de los sectores medios que vaciado de contenido y aún fuertemente petulante insiste en un realismo político que solo favorece a los sectores políticos más reaccionarios y conservadores. Ese progresismo que insiste en la formalidad y abstracción de los derechos cuando precisamente se trata de reivindicar y de defender los intereses de los trabajadores, de ese progresismo que insiste todavía en la desmemoria, con sus falsas fórmulas republicanas y neoliberales sin poder responsabilizarse de la catástrofe a que nos condujeron las políticas de desregulación, de las privatizaciones y de la libertad de los mercados. El kirchnerismo desnudó cuán irracional es esa postura de la inexorabilidad del orden económico basado en el automatismo de los mercados que así se convertía en algo sellado para siempre mientras al mismo tiempo la matriz popular, democrática y de izquierda no era más que una retórica de honestidad y anticorrupción pero que ya no tenía posibilidad alguna de cambiar y gestionar políticamente en favor de los trabajadores y sus intereses.
Lo importante también es que el kirchnerismo nos muestra que cada ciclo de la historia crea su propia pedagogía, sus límites, sus razones, sus posturas políticas e ideológicas, sus partidos, organizaciones y movimientos y hasta su peculiar lenguaje, el perfil de sus líderes, el discurso y la razón que domina en el colectivo social. Vendría a ser lo que comunmente conocemos como el espíritu de una época. ¿Cuál sería entonces ese espíritu de época en la que son millones de trabajadores los que se movilizan en la defensa y en la reivindicación del gobierno popular en estos días de elecciones- como las del 23 de octubre- y en la que además entraron en cierto estado de gracia y de asamblea? Si es necesario hablar de cambio de época tendría que empezar por decir que ese cambio de época está aquí, ya se produjo. Si ese cambio de época ya está entre nosotros (por ejemplo se expresa a partir de la primacía de los derechos de los trabajadores que a su vez se manifiesta en el fuerte proceso de inclusión social) ahora se trata de entender el nuevo sentido común que los trabajadores tienen que construir colectivamente para derrotar de manera definitiva la lógica y políticas de los neoliberales. Los paradigmas necesarios para este cambio de época- que auguran mucho mejores tiempos para todos los que vivimos de un jornal- nos convoca a que los retratemos esta otra realidad con la mejor prosa, con una gramática y un lenguaje de poder más popular y soberano, porque del lado de los sectores populares todo es convicción, todo es coraje, movilización, participación, inclusión, sueños, esperanzas e inteligencia.
Es en la gestión de los trabajadores donde empieza por fin a alumbrar el liderazgo y la conducción de los sectores populares bajo el indiscutido liderazgo de Cristina, la misma que terminó por ser la presidente coraje de todos los argentinos. Una presidente coraje que no dio el brazo a torcer y que tampoco ni mucho menos dejó sus convicciones en la Casa Rosada. Eso se tradujo en una avalancha de votos- tanto en las elecciones primarias como el 23 de octubre- que dejó en claro que todos los que daban por agotada la experiencia de cambios del kirchnerismo en los últimos años hablaban, en realidad, de su propio agotamiento e incapacidad política para enfrentar a un régimen que nos supo sacar de la crisis del 2001 y que nos supo blindar de las consecuencias más atroces de la crisis económica global aún en boga. Los profetas del fin de la historia hoy son los mismos que nos hablan del fin del ciclo kirchnerista. Es verdad que existe un fin de la historia pero de esas crónicas e historia de los neoliberales, de la exclusión, de la marginación y de las recurrentes crisis de la tasa de ganancia de los capitalistas, mientras que al mismo tiempo empieza otra historia, una nueva época que inaugura una verdad que nos demuestra que los neoliberales y sus políticas, sus dogmas y razones están agotadas. Por eso, los sectores de la oposición, en las elecciones primarias y el 23 de octubre reciente, recogieron en las urnas un cachetazo que los redujo a ser simples negadores maniáticos de la realidad de inclusión y de mejoría constante de las condiciones de vida. En elecciones limpias, sin ningún tipo de proscripciones, con una altissima participación de los trabajadores, con la más igualitaria campaña proselitista en radio y en la televisión de la que se tenga memoria, esta vez garantizada por las leyes del régimen político democrático, la presidente a la que intentaron derrotar por la vía del golpe de Estado por ahí en el 2008, logró ser reelecta con casi el 54% del electorado, casi diez puntos porcentuales más que en la elección de 2007. Eso es cambio de época, eso es la lealtad peronista, de los trabajadores que de ahora en más son dueños de su destino.
El kirchnerismo es un cambio de época, de razones, de paradigmas y es el fin de una historia, de la historia de los neoliberales y los dramas que ellos nos legaron por sus propias irracionalidades, por su falta de eficiencia, eficacia, por sus derechos formales y abstractos, por su obsecuencia política y prepotencia ideológica. El kirchnerismo así empieza un nuevo mandato histórico revalidado en elecciones con un resultado contundente de apoyo político, de aprobación de la gestión de gobierno después de las sucesivas crisis que logró dejar atrás con algo más que audacia, desoyendo todos y cada uno de los consejos y políticas públicas del manual de los neoliberales, que llamaban a cerrar filas en favor del enfriamiento de la economía frente al contexto de crisis global de los países centrales. Suturando con una estrategia política que siempre le dio la iniciativa en todos los ámbitos, las heridas producidas por el embate destituyente agromediático en el 2008, que después se tradujo en la resignación de las mayorías parlamentarias, la traición de Julio Cobos (¿alguien sabe dónde está Cobos?) y la derrota electoral en el 2009, cuando el gobierno alcanzó su mínimo piso electoral, en ese contexto, el nuevo espacio político fundado por Néstor y Cristina- que implica un cambio de época muy importante- pudo hacerse con la Ley de Medios, con la reestatización de Aerolíneas Argentinas, con el matrimonio igualitario, la recuperación de los fondos de las AFJP, con el doble aumento anual a los jubilados y con el plan Conectar Igualdad entre otras iniciativas de indudable consenso e inclusión social.
La idea abierta de profundización del modelo en la actualidad, de cara a los resultados de las elecciones recientes que le dan quorum propio al gobierno popular en el Congreso, tiene así una fuerte vinculación política con la profundización de la democracia que implica profundizar en el régimen político, en la inclusión social a través de la generación de más, cada vez más trabajo hasta lograr el pleno empleo e implica una mejor industrialización del país, especialmente en regiones que históricamente expulsan a sus habitantes. En definitiva, profundizar en el régimen popular, en la propia gestión de los trabajadores sobre la definición y resolución de los problemas socialmente importantes, nos llevan a recordar hasta qué punto resultan ofensivos y fuertemente inaceptables algunos fenómenos como la pobreza, la exclusión y la marginación extrema que todavía perduran entre nosotros. Que perduran en las calles de la Ciudad de Buenos Aires, en sus estaciones ferroviarias, en las villas porteñas, en las bonaerenses o rosarinas o entre las víctimas pobres azotadas en los ámbitos rurales por el castigo de los abundantes agrotóxicos que contaminan las vidas de los trabajadores más humildes, los socialmente más vulnerables, los que están menos capacitados en términos laborales y los más necesitados en relación a la urgencia de políticas que logren mejorar las condiciones de vida, de habitación, salud, educación e inclusión.

Referencias bibliográficas:

Blaustein, Eduardo: “Las preguntas del tercer ciclo” Publicado en Miradas al Sur de la edición del 23 de octubre de 2011.
Bencivengo, Gabriel: “Elecciones 2011: Algo está cambiando” Publicado en Miradas al Sur de la edición del 23 de octubre de 2011.
Giles, Jorge: “Una pedagogía para volar más alto” Publicado en Miradas al Sur de la edición del 23 de octubre de 2011.
Foster, Ricardo: El kirchnerismo, el malentendido y la anticipación. Publicado en revista Veintitrés de la edición del 20 de octubre del 2011.
“Una paliza democrática a los profetas del fin de ciclo”. Publicado por la editorial de Tiempo Argentino de la edición del 26 de octubre del 2011.

Autor: Alfredo A. Repetto Saieg.

Una presidenta patriota y popular

El 23 de octubre se consolidó una relación entre la presidenta y el Pueblo en la mejor tradición de las fuerzas nacionales y populares. Originada en el peronismo, sin duda; agigantada en el kirchnerismo, sin duda.

Es muy probable que buena parte del aluvión de votos a Cristina provengan de la fuerte identificación con ella. Por lo que es. Cuando aclara “ante todo como mujer” está diciendo mucho más que una cuestión de género. Es, llevado al otro género, como escribía el gran Osvaldo Ardizzone en “El hombre común” , esas míticas columnas en la revista Goles. Es la actitud en la vida de alguien que puede estar en lo más alto de la cima para tomar decisiones sin perder la perspectiva de que para ser la mejor presidenta tiene que ser, además, una mujer común. Una adhesión por ser la esposa del político que cambió el país y que compartió con ella todo. Por supuesto, en ese todo, están los hijos. Y Cristina no dejó de estar con sus hijos en los momentos más importantes. Es probable que la comunicación le haya jugado una mala pasada a los grandes manipuladores, porque la presidenta resultó no sólo la gran comunicadora de la política argentina cuando toma la palabra, sino también a la hora de formular estrategias de comunicación. Vale la pena subrayar que después del 14 de agosto hubo campaña. Y que la diferencia que sumó el Frente para la Victoria entre las PASO y las presidenciales se debe a que tuvo una brillante campaña. Con todos los componentes de la publicidad política, con la participación de comunicadores expertos. Pero esta campaña la dirigió la presidenta. Quizá lo más distintivo fue la inclusión de personas reales. Hombres y mujeres comunes. Su voz es la que empieza a resonar en los nuevos canales de comunicación que se abren a medida que se enraiza la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Pero, sobre todo, es el hecho cultural: los votantes populares se identifican con una presidenta que se identifica con los hombres y mujeres comunes. Saben que esa presidenta se va a ocupar de todos. El otro factor es que la decisión de promover jóvenes y más jóvenes, tan resistida por el establishment periodístico, fue algo que la presidenta empezó a promover en los días más duros de su vida, cuando velaba a pie cerrado a Néstor y veía desfilar a los jóvenes que le transmitieron que estaban con ella y con Néstor.
El 23 de octubre se consolidó una relación entre la presidenta y el Pueblo en la mejor tradición de las fuerzas nacionales y populares. Originada en el peronismo, sin duda, agigantada en el kirchnerismo, sin duda; Con elementos nuevos, propios del fervor popular que le otorga a Cristina Fernández de Kirchner el aval y la participación en un escenario inédito. A una abrumadora mayoría propia en las instituciones de la democracia le agrega la ausencia de fuerzas políticas opositoras capaces, al menos por los próximos cuatro años, de crear un clima destituyente. Además, las fuerzas políticas dispersas de la oposición deberán leer definitivamente que su sujeción al monopolio informativo no les sirvió para nada. La asociación equivocada de que comunicación política equivalía a emisiones televisivas o fotos y títulos de tapa en diarios del monopolio la pagaron muy cara. Tardarán mucho tiempo algunos políticos como Ricardo Alfonsín, ya que no se puede ir a una entrevista de la mano de Magdalena Ruiz Guiñazú para quedar como un asistente de esa señora en su enojo despótico con Víctor Hugo Morales. Tendrán que entender aquellos periodistas que llevan cuatro décadas vociferando sentencias que la radio o la redacción no son, en la Argentina de hoy, los púlpitos donde los fieles escuchan los mandamientos.¿QUÉ TRAE DE NUEVO ESTA ELECCIÓN? Ante todo, el Cristinazo es un resultado. Si hay algo difícil es ir por un nuevo mandato. Más difícil aun si el mandato en curso tiene como precedente el de quien fuera iniciador de esta nueva etapa de la Argentina y al que la presidenta señaló a cada paso la coherencia entre las medidas tomadas por Néstor y las de su propio gobierno. Para certificar continuidad basta ver que muchos de los puestos claves de la gestión de ambos mandatos recayeron en las mismas personas. Alicia Kirchner en Desarrollo Social, Julio De Vido al frente de Planificación Federal, Carlos Tomada en Trabajo, Carlos Zannini en Legal y Técnica, Héctor Icazuriaga en Inteligencia, por poner algunos pocos ejemplos. Como un resultado sin precedentes también debe mencionarse el hecho de haber afrontado el embate de la corporación mediática. Una corporación que terminó acorralada en su propia impotencia. Baste como ejemplo que La Nación tituló el lunes 24 de modo insólito: “A la Presidenta, todo el poder – Redujo a la oposición a un papel testimonial”. Una perversión nada sutil que desconoce las normas mínimas de las democracias representativas y el papel del pueblo. El diario de los Mitre evitó la palabra voto. Curiosamente, el 25 de marzo de 1976, La Nación titulaba: “El teniente general Videla jura hoy como Presidente”. Es decir, entre los distintos segmentos de votantes, entre los distintos niveles de identificación con Cristina, ninguno puede ser consecuencia de la acción de los medios de comunicación del establishment. Por el contrario, ante el fracaso de construir el Grupo A, sólo pudieron atacar arteramente a figuras prestigiosas de la lucha contra la impunidad con la esperanza de asustar con cucos a alguna porción de ciudadanos. No lo lograron y, de cara a los próximos meses y años, deberán replantearse el llamado contrato de lectura entre editores y lectores, radioescuchas o televidentes. Si creían que los que estaban del otro lado de sus medios eran bobos pueden ahora ver el bumerán que se les volvió en contra.
Las históricas decisiones de políticas universales de inclusión –que tienen como nave insignia la Asignación Universal por Hijo ampliada luego a las mujeres embarazadas– constituyen una ideología de la gestión al servicio del pueblo. Eso es lo nuevo. Néstor Kirchner tuvo dos conceptos muy importantes. Sin formulación compleja decía que era preciso salir del infierno y que también había que recuperar la autoestima. Coherente con esas dos premisas rompió la lógica de la colonización con el FMI y se negó al ALCA. Sin esas decisiones titánicas que muestran valentía y convicción, Cristina no hubiera podido avanzar en políticas inclusivas cuyos resultados profundos podrán evaluarse con el tiempo pero que cambiaron la vida diaria de millones de personas.
Entonces, en este 23 de octubre, Cristina mostró que es patriota y latinoamericana, porque fue coherente con la premisa de que las decisiones políticas de gobierno se toman en Argentina y de cara a la Patria Grande. Y fue popular y ciudadana porque remarcó en esta campaña que los reclamos sectoriales no debían afectar los intereses generales. Desde ya, queda claro que, tal como dijo enfáticamente en el cierre de campaña, “no es neutral”, y que las políticas sociales son imprescindibles, porque todavía hay muchas deudas con los postergados y excluidos.
Los representantes de los trabajadores, tanto de la CGT como de la CTA –del sector de Hugo Yasky– no pueden sentirse desoídos aunque es cierto que algunos dirigentes –especialmente los conducidos por Hugo Moyano– reclamaron más presencia en las listas. La contundencia de los votos parece haber dirimido cualquier duda sobre si había razones de peso para que la presidenta configurara las listas de candidatos a diputados o senadores de acuerdo a las propuestas de la CGT o de alguna otra organización que adhiere al Frente para la Victoria. No caben dudas de que ninguna porción de electores quedó sin sentirse representada. Sobre todo porque el liderazgo es de la presidenta y eso significa algo muy distinto a lo que afirma La Nación en el sentido de que tiene todo el poder. En todo caso, tiene el gran poder de escuchar y de interpretar las voces populares. Y para elevar esas voces se empeña en combinar popular con ciudadano. En esta Argentina, los reclamos legítimos de los asalariados y desposeídos cuentan con instrumentos institucionales. Entre ellos, claro está, las organizaciones sindicales y sociales resultan un componente imprescindible. Para la historia del peronismo y de las fuerzas populares que hoy lo acompañan no es un dato menor hacer coincidir lo popular con lo ciudadano. La desconfianza de vastas capas de las clases medias y de empresarios hacia el kirchnerismo no era un invento de algunos intelectuales o analistas periodísticos. Era, además, recíproco. Porque entre las capas medias y los empresarios cundía con más facilidad el discurso de los sectores privilegiados de la sociedad. Las prácticas de transparencia con las políticas públicas son una respuesta demasiado clara a los relatos de ficción como la serie El puntero ideada por los allegados a Héctor Magnetto. Esas prácticas en la gestión pública son imprescindibles. No sólo por la adhesión que puedan despertar en porciones de electores. Hacen a la esencia misma de transitar el camino de la Argentina Grande.

Fuente: Anguita, Eduardo. Publicado en Miradas al Sur de la edición del 23 de octubre del 2011.