viernes, 28 de octubre de 2011

El sentido del kirchnerismo.

El significado político e ideológico del kirchnerismo dada la actual coyuntura de cambios en favor de los sectores populares.

El resultado de las elecciones que le dieron la merecida reelección a la presidente Cristina Fernández de Kirchner se traduce en el punto culminante de una trabajosa construcción y manifestación política e ideológica del régimen popular inaugurado a partir del 2003: la de una convergencia entre sectores de clases que, con previsibles tensiones e incluso presiones, expresa el modelo de inclusión social. En otras palabras, con las recientes elecciones se revalida un proyecto que contiene a la mayor parte de los actores y sujetos económicos, sociales y culturales del país. Además, un hecho central de este régimen político es que precisamente es la voluntad popular, representada en el gobierno nacional, la que decide el rumbo y arbitra entre los diversos sectores populares involucrados en esta profunda democratización. Estamos hablando aquí de gestión democrática de los trabajadores porque estamos frente a un gobierno que milita en favor de los intereses de los sectores y grupos populares. En ese contexto, hasta hoy el gobierno no tomó ninguna medida que perjudicara a los trabajadores. Antes bien, todos los días éstos recuperan derechos a través de la generación de empleos como mejor medida que garantiza la inclusión política y social. ¿En qué otro escenario se podría haber recuperado para los trabajadores y jubilados el sistema previsional en poder de las Afjp? ¿Bajo qué otra concepción de la política se podría haber instrumentado la Asignación Universal por Hijo o bajo qué otra concepción del rol del sector público en los cambios democráticos habría sido posible el incremento de la participación del salario en el ingreso? ¿O la redistribución de las riquezas que todos los días se está planteando? Seguramente nada de lo anterior habría sido posible sin la gestión democrática de los trabajadores de la agenda pública a través del control del gobierno y de sus instituciones. Ninguna de esas medidas se podrían haber concretado bajo los paradigmas del régimen político (altamente formal y abstracto) de los neoliberales y sus verdades. Ninguna de esas medidas habría sido posible a partir del paradigma de la gobernabilidad bajo la conducción de los sectores de derecha siempre tan apegados a la idea de la eficiencia y la eficacia, del buen gobierno aunque nunca fueron capaces de gobernar bien. No están ni estuvieron capacitados para hacerlo porque en su concepción ideológica el buen gobierno supone entregar la conducción de la economía a los sectores corporativos que desde siempre prometen mejorar el clima de negocios mientras avanzan, sin pausas, sin escrúpulos ni claudicaciones, sobre los derechos de los trabajadores con los clásicos ajustes que provocan una fuerte transferencia de recursos a los sectores más concentrados de la economía y a los sectores más reaccionarios políticamente hablando.
Entonces, el kirchnerismo hay que pensarlo en primer lugar como un régimen profundamente democrático, popular e inclusivo, de gestión de los trabajadores, de eficiencia política, económica y de eficacia administrativa, hay que pensarlo como la mejor expresión actual del peronismo, pensarlo como una importante ruptura política de lo esperable, como un resurgir de la política en tanto herramienta de quiebre, de cambios y de transformación de la realidad de todos, hay que pensarlo como un fuerte desequilibrio de lo que debía permanecer equilibrado, un desacuerdo de los acuerdos previamente establecidos por los factores de poder dominantes y, finalmente, hay que pensarlo como un disenso de los pactos consensualistas tan perseguidos por los cultores del republicanismo liberal. Simplemente lo que se abrió bajo la irrupción imprevista de Néstor Kirchner no hizo otra cosa (que no es poco dadas las circunstancias de la crisis del 2001) que encolerizar al poder real mostrándole, ante sus ojos azorados, que el fin de la historia, pregonada irracionalmente por los neoliberales e imaginada por ese mismo poder bajo la forma de su absoluta y definitiva dominación de clase, no era otra cosa que una quimera porque finalmente son los trabajadores en tanto mayorías los que terminan imponiendo sus derechos a través de la lucha por nuevas garantías constitucionales que mejoran las condiciones de vida y de trabajo. Simplemente en tanto el kirchnerismo se convierte en la base de sustentación del actual proceso de cambios que vive el país al mismo tiempo pasa a ser el hecho maldito del país de los reaccionarios y de los conservadores, aunque no remitiendo al fantasma de la revolución social sino afirmando el derecho de la política a recuperar ese protagonismo perdido que le da la posibilidad concreta y real de cambiar las condiciones de vida de los trabajadores. 
El kirchnerismo significa de ahora en más una transformación radical de la realidad de todos los argentinos pero no en nombre de abstracciones y formalidades republicanas al modo de los neoliberales sino de un cambio real bajo la conducción de una tradición popular que, bajo lo nuevo de la época, regresa para desencajar el supuesto automatismo y libertad de los mercados. En ese contexto, el kirchnerismo asume un rol rupturista y una vocación de ir contracorriente en una época del neoliberalismo en que son muy pocos los que alzaron sus voces para cuestionar la marcha triunfal de éste mientras los trabajadores veían como continuamente eran despojados de sus derechos y garantías constitucionales conseguidas tras décadas de luchas, de sacrificios, de militancia y movilización popular. Así como logró rescatar al peronismo de sus posturas neoliberales de los '90 bajo la forma del menemismo (que lo llevó a vaciar de contenido el carácter profundamente democrático y popular de los gobiernos del general Perón) también nos puso sobre aviso en relación a las profundas carencias políticas, ideológicas e incluso estratégicas de ese progresismo típico de los sectores medios que vaciado de contenido y aún fuertemente petulante insiste en un realismo político que solo favorece a los sectores políticos más reaccionarios y conservadores. Ese progresismo que insiste en la formalidad y abstracción de los derechos cuando precisamente se trata de reivindicar y de defender los intereses de los trabajadores, de ese progresismo que insiste todavía en la desmemoria, con sus falsas fórmulas republicanas y neoliberales sin poder responsabilizarse de la catástrofe a que nos condujeron las políticas de desregulación, de las privatizaciones y de la libertad de los mercados. El kirchnerismo desnudó cuán irracional es esa postura de la inexorabilidad del orden económico basado en el automatismo de los mercados que así se convertía en algo sellado para siempre mientras al mismo tiempo la matriz popular, democrática y de izquierda no era más que una retórica de honestidad y anticorrupción pero que ya no tenía posibilidad alguna de cambiar y gestionar políticamente en favor de los trabajadores y sus intereses.
Lo importante también es que el kirchnerismo nos muestra que cada ciclo de la historia crea su propia pedagogía, sus límites, sus razones, sus posturas políticas e ideológicas, sus partidos, organizaciones y movimientos y hasta su peculiar lenguaje, el perfil de sus líderes, el discurso y la razón que domina en el colectivo social. Vendría a ser lo que comunmente conocemos como el espíritu de una época. ¿Cuál sería entonces ese espíritu de época en la que son millones de trabajadores los que se movilizan en la defensa y en la reivindicación del gobierno popular en estos días de elecciones- como las del 23 de octubre- y en la que además entraron en cierto estado de gracia y de asamblea? Si es necesario hablar de cambio de época tendría que empezar por decir que ese cambio de época está aquí, ya se produjo. Si ese cambio de época ya está entre nosotros (por ejemplo se expresa a partir de la primacía de los derechos de los trabajadores que a su vez se manifiesta en el fuerte proceso de inclusión social) ahora se trata de entender el nuevo sentido común que los trabajadores tienen que construir colectivamente para derrotar de manera definitiva la lógica y políticas de los neoliberales. Los paradigmas necesarios para este cambio de época- que auguran mucho mejores tiempos para todos los que vivimos de un jornal- nos convoca a que los retratemos esta otra realidad con la mejor prosa, con una gramática y un lenguaje de poder más popular y soberano, porque del lado de los sectores populares todo es convicción, todo es coraje, movilización, participación, inclusión, sueños, esperanzas e inteligencia.
Es en la gestión de los trabajadores donde empieza por fin a alumbrar el liderazgo y la conducción de los sectores populares bajo el indiscutido liderazgo de Cristina, la misma que terminó por ser la presidente coraje de todos los argentinos. Una presidente coraje que no dio el brazo a torcer y que tampoco ni mucho menos dejó sus convicciones en la Casa Rosada. Eso se tradujo en una avalancha de votos- tanto en las elecciones primarias como el 23 de octubre- que dejó en claro que todos los que daban por agotada la experiencia de cambios del kirchnerismo en los últimos años hablaban, en realidad, de su propio agotamiento e incapacidad política para enfrentar a un régimen que nos supo sacar de la crisis del 2001 y que nos supo blindar de las consecuencias más atroces de la crisis económica global aún en boga. Los profetas del fin de la historia hoy son los mismos que nos hablan del fin del ciclo kirchnerista. Es verdad que existe un fin de la historia pero de esas crónicas e historia de los neoliberales, de la exclusión, de la marginación y de las recurrentes crisis de la tasa de ganancia de los capitalistas, mientras que al mismo tiempo empieza otra historia, una nueva época que inaugura una verdad que nos demuestra que los neoliberales y sus políticas, sus dogmas y razones están agotadas. Por eso, los sectores de la oposición, en las elecciones primarias y el 23 de octubre reciente, recogieron en las urnas un cachetazo que los redujo a ser simples negadores maniáticos de la realidad de inclusión y de mejoría constante de las condiciones de vida. En elecciones limpias, sin ningún tipo de proscripciones, con una altissima participación de los trabajadores, con la más igualitaria campaña proselitista en radio y en la televisión de la que se tenga memoria, esta vez garantizada por las leyes del régimen político democrático, la presidente a la que intentaron derrotar por la vía del golpe de Estado por ahí en el 2008, logró ser reelecta con casi el 54% del electorado, casi diez puntos porcentuales más que en la elección de 2007. Eso es cambio de época, eso es la lealtad peronista, de los trabajadores que de ahora en más son dueños de su destino.
El kirchnerismo es un cambio de época, de razones, de paradigmas y es el fin de una historia, de la historia de los neoliberales y los dramas que ellos nos legaron por sus propias irracionalidades, por su falta de eficiencia, eficacia, por sus derechos formales y abstractos, por su obsecuencia política y prepotencia ideológica. El kirchnerismo así empieza un nuevo mandato histórico revalidado en elecciones con un resultado contundente de apoyo político, de aprobación de la gestión de gobierno después de las sucesivas crisis que logró dejar atrás con algo más que audacia, desoyendo todos y cada uno de los consejos y políticas públicas del manual de los neoliberales, que llamaban a cerrar filas en favor del enfriamiento de la economía frente al contexto de crisis global de los países centrales. Suturando con una estrategia política que siempre le dio la iniciativa en todos los ámbitos, las heridas producidas por el embate destituyente agromediático en el 2008, que después se tradujo en la resignación de las mayorías parlamentarias, la traición de Julio Cobos (¿alguien sabe dónde está Cobos?) y la derrota electoral en el 2009, cuando el gobierno alcanzó su mínimo piso electoral, en ese contexto, el nuevo espacio político fundado por Néstor y Cristina- que implica un cambio de época muy importante- pudo hacerse con la Ley de Medios, con la reestatización de Aerolíneas Argentinas, con el matrimonio igualitario, la recuperación de los fondos de las AFJP, con el doble aumento anual a los jubilados y con el plan Conectar Igualdad entre otras iniciativas de indudable consenso e inclusión social.
La idea abierta de profundización del modelo en la actualidad, de cara a los resultados de las elecciones recientes que le dan quorum propio al gobierno popular en el Congreso, tiene así una fuerte vinculación política con la profundización de la democracia que implica profundizar en el régimen político, en la inclusión social a través de la generación de más, cada vez más trabajo hasta lograr el pleno empleo e implica una mejor industrialización del país, especialmente en regiones que históricamente expulsan a sus habitantes. En definitiva, profundizar en el régimen popular, en la propia gestión de los trabajadores sobre la definición y resolución de los problemas socialmente importantes, nos llevan a recordar hasta qué punto resultan ofensivos y fuertemente inaceptables algunos fenómenos como la pobreza, la exclusión y la marginación extrema que todavía perduran entre nosotros. Que perduran en las calles de la Ciudad de Buenos Aires, en sus estaciones ferroviarias, en las villas porteñas, en las bonaerenses o rosarinas o entre las víctimas pobres azotadas en los ámbitos rurales por el castigo de los abundantes agrotóxicos que contaminan las vidas de los trabajadores más humildes, los socialmente más vulnerables, los que están menos capacitados en términos laborales y los más necesitados en relación a la urgencia de políticas que logren mejorar las condiciones de vida, de habitación, salud, educación e inclusión.

Referencias bibliográficas:

Blaustein, Eduardo: “Las preguntas del tercer ciclo” Publicado en Miradas al Sur de la edición del 23 de octubre de 2011.
Bencivengo, Gabriel: “Elecciones 2011: Algo está cambiando” Publicado en Miradas al Sur de la edición del 23 de octubre de 2011.
Giles, Jorge: “Una pedagogía para volar más alto” Publicado en Miradas al Sur de la edición del 23 de octubre de 2011.
Foster, Ricardo: El kirchnerismo, el malentendido y la anticipación. Publicado en revista Veintitrés de la edición del 20 de octubre del 2011.
“Una paliza democrática a los profetas del fin de ciclo”. Publicado por la editorial de Tiempo Argentino de la edición del 26 de octubre del 2011.

Autor: Alfredo A. Repetto Saieg.

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