viernes, 28 de enero de 2011

Análisis político de la semana.


El régimen político y la intervención en la economía.

El rol histórico del régimen político en favor de los intereses de los dueños del capital, a expensas de los trabajadores, nos revela otro de los grandes mitos neoliberales, el de la no intervención en la economía.

En el análisis de la realidad política de un país, del rol que juega el Estado capitalista y su correspondiente régimen político, es decir, de los diversos grupos y de los actores sociales y políticos, gubernamentales o no, representante de los intereses y de la cultura popular o de las élites que lo componen, es necesario que nos fijemos en la participación y en la influencia de esos mismos grupos sociales, políticos y económicos que interactúan entre sí para definir la agenda de gobierno que necesariamente es indispensable para considerar el modelo de desarrollo que se aplica porque, en fin, esa agenda pública depende también de la estructura de la economía y de las relaciones de poder existentes. Sin embargo, esto no es todo porque también hay que considerar los valores y las restricciones vigentes a partir de esas mismas relaciones de poder. Por ejemplo, en el caso particular de Argentina, el régimen político fue variando de acuerdo a qué valores, grupos de poder y tipos de relaciones sociales hegemónicas se establecieron en determinado momento histórico. Así, claramente existió entre 1880 y 1946 una Argentina agraria, del tipo agro exportadora, mientras que a partir de ese año hasta la instauración de la última dictadura militar, con sus diversos matices, tuvimos una Argentina más o menos industrial, que a partir del Proceso de Reorganización Nacional, dará paso a una Argentina de renta financiera que, a su vez, a partir del 2003 buscara reivindicar nuevamente el régimen popular. Definitivamente, durante esa primera época, de la Argentina agraria, los diversos agentes económicos y políticos dominantes fueron la oligarquía terrateniente tradicional, los exportadores y el capital extranjero sobre todo esos que estuvieron ligados a la construcción de la infraestructura. En ese contexto, los empresarios nacionales eran incipientes porque los que tenían el poder real eran los terratenientes a su vez ligados a las empresas extranjeras. Como sabemos, la política económica fue de apertura comercial, incentivos para el capital extranjero y estímulo a la inmigración europea como proceso virtuoso. Hubo estabilidad política a fuerza de bayonetas y la consigna del poder hegemónico era civilización o barbarie, en el ámbito de las ciencias se aplica el positivismo y el liberalismo en todos sus aspectos especialmente en lo económico. En la Argentina industrial que verá a luz con Perón, en una primera etapa los grupos y actores dominantes fueron los trabajadores, ahora organizados, que usaron bienes de consumo masivo y los empresarios nacionales que los producían, en su mayoría medianos y pequeños. Así, tanto por el lado de la producción como del consumo, estaban dadas las bases para un régimen democrático y popular porque el discurso dominante insistía en una Argentina justa, libre y soberana que era insoportable para los grupos económicos más concentrados que nunca estuvieron dispuestos a perder sus posiciones de privilegio. Entonces, en el proceso posterior al golpe de Estado contra Perón se consolida el poder de los grupos de ingresos más elevados mientras que los productores pasan a ser las empresas grandes o medianas a expensas de los empresarios medianos y más pequeños que son relegados a la subcontratación a través de diversas políticas públicas aplicadas por los nuevos gobiernos de por sí ilegítimos. En el plano político son los grandes empresarios nacionales y las empresas multinacionales los que en los hechos controlan la definición y la aplicación de las nuevas políticas que estructuran la agenda de gobierno incidiendo de esa manera en la vida de todos. Además, este esquema es compatible con los gobiernos militares autoritarios que continuamente nos habla de un discurso dominante donde son centrales el orden y una economía eficiente y fuertemente concentrada en sus formas. De ahí a la Argentina de la renta financiera y la especulación no hay más que un paso. Los dueños del país ahora son los bancos, los concesionarios de las empresas privatizadas y los explotadores de los diversos recursos naturales. Son conglomerados empresarios extranjerizados en sus intereses y en su ideología que hacen hincapié en las políticas neoliberales. En definitiva, todos ellos fueron los ganadores del modelo que arrancó con la Ley de Entidades Financieras y que tuvo otro hito fundamental el 15 de julio del ’77 con la Ley 21.599 que disolvió la Confederación General Económica. En el núcleo de ese grupo estaban las familias Pérez Compac, Rocca, Macri, Soldatti y Roggio; además de la tradicional oligarquía asociada al complejo agro exportador encabezado por firmas como Cargill y Bunge & Born.
Los grupos en cuestión mantuvieron vínculos más que privilegiados con el sector público y estrechas relaciones con el sistema financiero. El primer factor, es decir, sus vínculos con el sector público en los que se incluye al propio gobierno de turno, les concedió la protección para operar en condiciones monopólicas fijando los precios de los bienes y de los servicios para así acrecentar sus ganancias. El otro factor, sus relaciones con el sistema financiero, los proveyó de la liquidez necesaria que les permitió explotar las diferencias entre las bajas tasas de interés internacionales y las altas tasas locales. Además, la diversificación productiva les posibilitó volver a orientar sus inversiones a actividades mucho más rentables, según las necesidades del momento. Todas estas políticas, que fueron auspiciadas desde el régimen político, entonces no tuvieron nada de inocentes porque la contracara de sus consecuencias, especialmente en el ámbito social y económico, fue que las pequeñas y medianas empresas, de capitales nacionales mayoritariamente, fueron desarticulizadas y virtualmente arrasadas por la misma apertura comercial que se incentivaba desde las esferas más altas del poder.
Actualmente, son pocos los marcos jurídicos que subsisten sin grandes modificaciones desde la época de la última dictadura militar. Sin embargo, dos muy importantes, en el sentido de que condicionan decididamente las políticas económicas y el rol del régimen político, siguen en pie. Primero, la Ley de Entidades Financieras y segundo, la Ley de Inversiones Extranjeras. Lo que estoy tratando de decir es que en ese contexto, es falso que el régimen político, como representante del propio Estado capitalista, no interviene en la economía porque, en realidad, a la luz de los hechos históricos, sí lo hace, aún en los años '90 donde se insistía en achicar el rol del régimen, pero lo hace en favor de los grandes intereses de los sectores históricamente dominantes y a expensas de los trabajadores. En otras palabras, el régimen político, durante la mayor parte de la historia de nuestros países, interviene en la economía en favor de la acumulación privada del capital y contra los intereses de la fuerza de trabajo. Así, la supuesta no- intervención es otro de los mitos del neoliberalismo.
La novedad es que a partir del 2003 se aplica un modelo de desarrollo con inclusión social que interviene centralmente en favor de los trabajadores, por ejemplo, a través de la aplicación de un tipo de cambio que busca el equilibrio desarrollista, de la consolidación del mercado y consumo interno a través de la generación de trabajo, de la inversión tanto privada como pública (…) que produce importantes cambios en el ámbito político, económico, social y cultural que se resumen en la búsqueda de un régimen nacional, popular y soberano que reivindique la cultura de los trabajadores. Desde ahora, las organizaciones políticamente dominantes son las que integran el sector público como el gobierno popular, el partido oficialista, los sindicatos e incluso algunos grupos de pequeños y de medianos empresarios que se ven fuertemente favorecidos con las actuales políticas económicas. En el terreno político además el gobierno cuenta con el importante apoyo de algunas organizaciones, gubernamentales o no, que por sí mismas se definen dentro del campo y de la cultura popular mientras que, al mismo tiempo, el funcionamiento económico terminó con la sujeción al establishment y al Fondo Monetario Internacional reforzándose la inclusión social y económica sobre todo a partir de la expansión del empleo y la ampliación de las jubilaciones. De todas maneras, una vez más, se produce como reacción cierta recomposición dentro del establishment, con una recuperación de los empresarios industriales y una actitud política destituyente de las mayores organizaciones empresarias, tanto industriales como agrarias, y de los medios masivos de comunicación más concentrados. Lo paradójico es que los empresarios y los rentistas agrarios nunca ganaron tanto como bajo las directrices de este gobierno. Sin embargo, esa paradoja se deshace cuando consideramos que esos grupos de poder dominantes, los antiguos dueños del país, no pueden consentir su desplazamiento del gobierno, ni las medidas económicas que les quitaron recursos de poder y ganancias. Entonces, el paro de las patronales rurales, el intento de lockout, es el verdadero inicio de la campaña electoral de los opositores porque es imposible entender en toda su amplitud la virulencia de la Mesa de Enlace desde la óptica y la lógica de las corporaciones patronales que defienden sus intereses económicos a secas porque, desde siempre, se trata de la lógica propia de toda disputa por los recursos de poder que finalmente explican mejor el cuadro de situación. Por eso son insaciables a la hora de defender los privilegios del viejo país agro exportador. Desde ahora es más fácil entender que el objetivo central de los ruralistas es desgastar por todos los medios al gobierno de Cristina más aún en las actuales circunstancias donde entramos en un año electoral, que pone en consideración la consolidación o el retroceso del modelo de desarrollo actual y vigente desde el 2003, donde inexorablemente crece la preocupación del poder económico real por la inevitable fractura del arco político opositor, donde ya no cuenta con un poder ideológico definido que pueda competir realmente con el régimen nacional y popular y donde, en fin, en estas últimas semanas fueron descubiertos en sus miserables madrigueras, explotando a los trabajadores rurales como lo hacían desde tiempos inmemoriales.
Desde ahora, ellos perciben que el compás de la gobernabilidad y de la representación y gestión democrática cambió abruptamente en la Argentina y con sus matices, en toda Latinoamérica. Ahora el punto de apoyo de la gobernabilidad y del crecimiento es la redistribución de las riquezas en favor de los intereses de los trabajadores que ahora sí están asociados a la idea del pueblo y de la nación. Ahora, renegando de su actuación histórica anterior donde en general actuó en beneficio de los dueños de los medios de producción y de los intereses de la concentración de la propiedad y de los capitales, el régimen político se ubica del lado de la rebeldía y de la justicia social. Ahora, el antiguo poder cultural, económico, monopólico, injusto y criminal, ya no cuenta con el cobijo y la complicidad del régimen político y así se quedaron a la intemperie. Casi sin argumentos, sin poder de reacción por lo menos dentro de la legalidad democrática. De todas maneras, eso no quita que no busquen continuar en la senda de seguir naturalizando las injusticias pero la diferencia con el pasado es que ahora es el propio gobierno, ejerciendo el legítimo control de la agenda pública, el que a expensas de los intereses de los grupos históricamente hegemónicos, busca profundizar el rumbo de un país inclusivo, justo, popular y soberano. Ésa es la contradicción a resolver en las próximas elecciones. Todo lo demás son excusas. Simplemente la impotencia los obliga a mostrarse tal cual han sido desde siempre, es decir, como actores y grupos de poder que batallan contra la participación y el ejercicio de la ciudadanía de los trabajadores porque saben que de esa manera, más temprano que tarde y por el hecho de ser minorías, tendrán que ceder en beneficio de los intereses de las mayorías.

Alfredo A. Repetto Saieg.

Versión completa en:


Buenos Aires, Argentina, Enero 28 del 2011.

Referencias bibliográficas:

Giles, Jorge: “La campaña electoral opositora” en Diario Miradas al Sur de la edición del 16 de enero del 2011.
Verduda, Demián: “La vieja política no quiere primarias” en Diario Miradas al Sur de la edición del 16 de enero del 2011.
Eric Calcagno, Alfredo: “Empresarios y modelos de desarrollo” en Diario Miradas al Sur de la edición del 16 de enero del 2011.
G. B: “Los ganadores del modelo neoliberal” en Diario Miradas al Sur de la edición del 16 de enero del 2011.

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