viernes, 27 de mayo de 2011

La institucionalización del kirchnerismo.

Importantes aspectos políticos, económicos, sociales, económicos y culturales que definen nuevas formas de acción política que reivindican, en estos tiempos centrales para los trabajadores argentinos, la consolidación del gobierno de Cristina como mejor representación y manifestación del kirchnerismo.

Conviene tomar dimensión histórica del momento político en que se desarrollan hoy, tras el fallecimiento de Néstor Kirchner, los cambios en el régimen político argentino con el objetivo manifiesto de entender de la mejor manera las transformaciones en el aspecto cultural que implica la hegemonía ideológica del kirchnerismo. En ese sentido, es necesario considerar que la Presidenta, así como participa de reuniones y cónclaves internacionales o propone reformar el código civil o la asignación universal para las mujeres en períodos de gestación e, incluso, en esta última época, la nacionalización de tierras con miras a reforzar una política de seguridad alimentaria, también conoce de primera mano las diferencias existentes entre los niveles de vida de la provincia de Buenos Aires y de la Ciudad Autónoma. Conoce muy bien las diferencias entre barrios, infraestructura o entre una calle asfaltada y una de tierra. Además, como parte de una dirigencia política fraguada en las luchas populares conoce, mejor que muchos, que los trabajadores como clase social no se componen solo por los que viven de un trabajo formal, registrado y que por eso cuentan con un reaseguro legal y legítimo de justicia social y de mínima dignidad a través de convenios colectivos de trabajo. Conoce muy bien que existe un alto porcentaje de trabajo que no está registrado, que es precario y que está flexibilizado, donde los trabajadores no tienen siquiera las mínimas garantías laborales y sociales. También, me parece que para ser justos con los cambios que se vienen auspiciando desde el 2003 a la fecha, hay que decir que uno de los logros más importantes, trascendentes y contundentes para el mercado laboral, es la generación de trabajo registrado y el consiguiente aumento de la actividad gremial.
Actualmente, los trabajadores sindicalizados, y todo lo que eso implica en términos de mayor democracia, de dignidad, organización y participación popular, son precisamente el doble que los de fines del año 2000. Además, si nos remitimos a las cifras y encuestas a la que son tan afectos los sectores políticos opositores, siempre representantes de los intereses de las grandes corporaciones, tanto nacionales como globales, vemos que se multiplicaron por seis la firma de convenios colectivos de trabajo entre los patrones y los sindicatos que necesariamente implican mejores condiciones laborales. Todo ello en un marco de gobernabilidad democrática, inclusiva y de creación de derechos y generación de empleos que nos muestran que en este proceso, que arrancara hace unos ocho años, existen ya millones de nuevos empleos, registrados, de calidad, que además logró que los trabajadores recuperaran protagonismo político y que coloca al régimen popular argentino en el mejor de los lugares en cuanto a negociación de salarios y organización sindical, frente al resto de los países latinoamericanos. Sin embargo, no hay que olvidar que Argentina sigue siendo un país estructuralmente dependiente, a pesar de todo, a pesar de haberse desligado de los condicionamientos del FMI y a pesar de haber recuperado así una importante cuota de soberanía tanto política como económica. Y como país estructuralmente dependiente de los intereses de los centros globales de poder, en Argentina todavía persisten importantes bolsones de pobreza y miseria, exclusión y marginación que nos desafían y no nos permiten a todos nosotros, los de mejor voluntad, dormir tranquilos frente a esas urgencias y necesidades. De ahí el valor histórico que adquiere el kirchnerismo en la actual etapa política. Entonces, todavía y a pesar de todos los logros en todos los niveles, a pesar del crecimiento y el desarrollo equilibrado y sostenido, además del trabajador informal existe y persisten los trabajadores informales, el taller en negro donde el patrón no tiene recursos, ni culturales ni materiales, para blanquear su actividad, y también está el que tiene un carro y sale a revolver basura para sostenerse con lo mínimo.
En realidad, todos esos son desafíos políticos, sociales, económicos y hasta culturales que el kirchnerismo, como el genuino representante de los sectores populares, tiene que asumir como propios. Sabemos además que la relación con Brasil es estratégica pero también sabemos que requiere del continuo monitoreo de Cancillería para evitar los típicos desequilibrios de países que no se complementan ni en el aspecto industrial ni mucho menos económico y que por eso, no pocas veces, se producen roces en el aspecto comercial que si persisten pueden alterar los intereses y hasta la soberanía argentina frente al coloso sudamericano. Me parece que hay que entender tres aspectos básicos, a saber: a) El primer aspecto a considerar es que profundizar el modelo y el régimen nacional, popular y soberano, que milita en favor del bien común definido a partir de las urgencias de las mayorías, requiere de cierta racionalidad común, que vaya más allá del neoliberalismo y sus dogmas, que tenga objetivos definidos y una conducción democrática y popular. Es decir, basada en los preceptos del derecho a una mejor calidad de vida, que reivindique y trabaje a favor del crecimiento relacionado con un desarrollo mucho más equilibrado de todas las variables que mejoran los aspectos concretos de nuestras vidas como, por ejemplo, la generación de empleos de calidad, el tipo de cambio que reivindique la industria nacional y el valor agregado de los bienes y servicios propios, etc. b) El segundo aspecto a considerar es que radicalizar y profundizar el régimen, en el sentido de defensa de los intereses de los trabajadores por sobre todas las otras consideraciones, del aspecto que fueran, no equivale solo a definir quién ocupa o no determinado cargo en una lista de concejales, de diputados o de lo que sea. Por más importante que esto sea, lo que en definitiva tiene que primar es la gestión pública, democrática y pluralista de los trabajadores a través de las diversas instituciones en que se organizan. c) Finalmente, hay que tener en cuenta que para que Cristina siga al frente de los cambios un requisito básico es que se la deje gobernar con el único compromiso posible que es ser la genuina representante, en esta etapa histórica, de los anhelos de los trabajadores. Así, los sindicatos y los organismos, actores y sujetos políticos populares, tienen que ser más solidarios, más democráticos, tienen que participar y movilizarse mucho más, de la manera más responsable posible, sin dejar a un costado, o donde fuera, las convicciones políticas ni los valores que fundan la cultura popular.
Por lo demás, de forma increíble, la primacía política y cultural del kirchnerismo como movimiento de representación de los sectores populares, y por lo tanto como mejor expresión política del peronismo que es militante, empezó después de las diversas batallas libradas por las retenciones sobre las ganancias extraordinarias del sector agropecuario. Quizás ahí empezamos a tomar dimensión de los cambios propuestos y de que ellos, los dominantes, que desde siempre actúan desde las sombras y la impunidad que les otorga el poder real, estaban dispuestos a cualquier cosa, a todo y hasta las últimas consecuencias, cuando se trata de la defensa de intereses corporativos que van mucho más allá de lo meramente coyuntural. Así, hoy el gobierno de Cristina en particular y el kirchnerismo en general, tiene fortalezas y un contexto político favorable que no tuvo el propio Kirchner durante su gobierno y que tampoco los tuvo Cristina en su primer tiempo de gobierno. Hoy la batalla cultural, política y electoral está planteada a favor del oficialismo y de los diversos sectores políticos que lo componen mientras que, al mismo tiempo, los sectores opositores ni siquiera tienen la capacidad para organizar internas abiertas, plurales y democráticas para definir sus candidatos. Precisamente porque el problema que los asiste es que no son ni abiertos, ni pluralistas, ni mucho menos democráticos. El kirchnerismo hoy es la mejor expresión de construcción política, la mejor expresión de los cambios necesarios que nos conducen a un régimen político de características más inclusivas y de gestión popular. Lo que falta es la institucionalización. En esas circunstancias se nos presentan una serie de interrogantes que son centrales. Por ejemplo, siempre en relación a esa institucionalización, ¿ésta hay que hacerla desde el PJ o desde el Frente para la Victoria? ¿Quiénes son los que hoy representan las ideas directrices del kirchnerismo a la hora de exigir cargos electorales? ¿Desde qué espacio institucionalizado deberían saldarse las legítimas disputas internas?
Tal vez no sea el momento de interrogarnos sobre estas cuestiones porque finalmente cada una de estas preguntas, que demandan resoluciones efectivas, sean demasiado en un país que todavía no puede ver plenamente la luz luego de emerger de una oscuridad auspiciada y siempre defendida por los neoliberales y que recién emerge de esa tragedia social extrema a la que fuimos conducidos por la omisión de muchas cosas. Tal vez sea demasiado para un país que todavía no logra recomponer un sistema de representación y de partidos políticos que entraron en una profunda crisis terminal y tal vez sea demasiado aún para un país que no logra recomponerse del todo frente a la profunda irracionalidad de los sectores y grupos de poder cuando se trata de defender sus privilegios de clase auspiciados por las complicidades criminales de una serie de gobiernos. Tal vez, sea demasiado para un país que todavía tiene una lucha ardua contra la corporación judicial, contra leyes y códigos que cumplen la función central de proteger y tutelar un orden que se establece a pesar de las necesidades y de las expectativas de los trabajadores. Tal vez sea demasiado en un país donde todavía no se impone del todo el evangelio del amor y del respeto por el prójimo, nuestros semejantes. Pero, no es demasiado insistir en las importantes ventajas de un régimen popular en lo cultural, nacional en lo político y soberano en lo económico, porque la gestión de la agenda pública hoy no es controlada por las corporaciones. La agenda de gobierno desde ahora, tras la importante y paulatina consolidación del kirchnerismo como conducción política, ya no es controlado por éstas sino que es la genuina expresión de las necesidades, urgencias e intereses de los trabajadores. En otras palabras, y visto todo lo que se construyó en todos estos años, podemos afirmar fehacientemente que el rumbo del país no lo controlan las grandes corporaciones. De hecho, este proceso de cambios y de transformaciones se sostiene y desarrolla sobre la dinámica histórica que se establece en la relación, armónica unas veces controversial otras, entre la Presidenta y el conjunto de los actores y sujetos sociales, políticos, culturales (…) que conforman el régimen político y la dinámica construida sobre el eje de la Nación y el pueblo.
Entonces, la Presidenta, como mejor expresión del kirchnerismo, se identifica plenamente con los cambios y las mejoras en la calidad de vida de los trabajadores. Es la responsable directa de esos cambios, de la mejoría en todos los aspectos, de la consolidación de las paritarias, la sindicalización de los trabajadores, la generación de empleos, la defensa de la industria, del trabajo y los bienes nacionales, la asignación universal por hijo, el programa Conectar Igualdad, la vuelta al sector público de las jubilaciones y tantos otros cambios, siempre benéficos para el crecimiento y el desarrollo del país, que fueron capaces de plantear nuevos códigos en la reglamentación de la política cotidiana. La Presidenta simplemente se identifica con todos estos logros, porque son los de su propia gestión. Así de contundente. No se produjeron por generación espontánea. Son, en primer lugar, la expresión de años de luchas, de desvelos, de caídas, recaídas y de vuelta a levantarnos. El rumbo político de Argentina, con ella al frente, es soberano, es nacional y es popular. Por eso, más que buscar los puntos que diferencian al gobierno de los sectores populares, hay que insistir que Argentina hoy está ingresando en un nuevo espacio cultural y político, social y económico que se caracteriza por varios años de permanentes transformaciones políticas y económicas que impactan sobre el cuerpo social, en sus formas de vida y en el contenido profundo de su devenir histórico. Transformaciones y cambios políticos, en todos los ámbitos, que impactan en nuestros niveles de vida para bien, que buscan la consolidación de un objetivo y propósito gubernamental de alto vuelo. Es verdad que aún hay muchas asignaturas pendientes y la exclusión y pobreza estructural es una de ellas. Sin embargo, el régimen político hoy se centra nuevamente en torno al trabajo, la producción nacional, el protagonismo del sector público, los sectores populares y democráticos. Se centra en las políticas de inclusión y definitivamente en la integración del país en el ámbito de Latinoamérica.

Referencias bibliográficas:

Anguita, Eduardo: “El pulso de la semana: Cristina, la emoción y la razón”. Publicado en diario Miradas al Sur de la edición del 15 de mayo del 2011.
Taborda; Saúl: “Reflexiones sobre el ideal político de América Latina” Grupo Editor Universitario, 1° eidición, Buenos Aires, Argentina, 2007.
Blaustein, Eduardo: “Cristina en el país de las bengalas” Publicado en diario Miradas al Sur de la edición del 15 de mayo del 2011.
Giles, Jorge: “La Presidenta en su rebeldía” Publicado en diario Miradas al Sur de la edición del 15 de mayo del 2011.

Autor: Alfredo Repetto Saieg.
Colaboración: José Yapor.

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