viernes, 15 de julio de 2011

Opciones electorales y cambio social.

Análisis sobre la cuestión electoral y las posibilidades del cambio democrático bajo las circunstancias de la democracia y los derechos formales.

Los trabajadores comprometidos con la cultura y con los cambios con miras a la imposición democrática de la gestión popular de los asuntos públicos, que buscan la construcción de un régimen inclusivo en todos los ámbitos, hemos aprendido a través de la propia experiencia en la lucha, que tenemos enemigos. Sabemos que los centros globales del poder, cuya lógica instauró el neoliberalismo por todos los rincones del sistema comercial globalizado, es el principal de esos enemigos y sabemos también que tiene sus representantes y operadores nacionales que buscan frustrar cualquier tipo de cambios, incluso cualquier insinuación que tenga que ver con alterar el actual estatus quo. En lo mediático, están los grandes medios masivos de comunicación dominantes, con sus radios, sus canales de televisión, diarios y revistas, con sus negociados y la impunidad de sus acciones. En el aspecto económico están los grandes empresarios afiliados en distintas cámaras empresariales y de comercio que velan por sus intereses. Es central el sector económico capitalista opositor, que defiende a toda costa los intereses de la acumulación privada del capital, porque ellos se mueven rápido, tienen una gran capacidad de movilización porque la economía, y los mercados que ellos controlan casi sin escrúpulos ni contrapesos, siempre son un buen indicativo del momento y de la lucha histórica, son un claro reflejo de las relaciones de fuerzas entre los diversos actores políticos que se manifiesta por ejemplo en los sube y baja de los mercados de valores, de la bolsa y de los precios que buscan imponernos a través de la inflación que finalmente son procesos especulativos que responden a los intereses de esos sectores dominantes. Finalmente, en el aspecto político están los partidos que se oponen a los cambios propuestos por los regímenes populares y que se agrupan en distintos frentes y alianzas electorales o de más largo plazo que se caracterizan, en todos los casos, es decir, tanto en Argentina como en Bolivia, Ecuador o Venezuela, por funcionar en el crepúsculo de ser y de no ser. Ello no significa que carezcan de estrategias en el ámbito de la política porque, en relación a la lucha y la acción política de más largo plazo, en relación a un proyecto de país, sus valores y su ética, apenas de pretensiones democrática pero altamente formales, son parte de cierta lógica política que trasciende al régimen político inclusive y funda la propia organización del Estado capitalista. En ese aspecto, por ejemplo, las elecciones son un formidable mecanismo de control y de dominación social sobre las opciones reales o no de los trabajadores. Por eso, los sectores dominantes, luego de superada la etapa de las dictaduras de seguridad nacional y bajo los nuevos requerimientos del neoliberalismo, imponen las elecciones a los países del mundo para certificarlos dentro de la cultura de la razón, de la justicia, de los derechos humanos y la democracia. Los otros, en muchos casos, son parte de los países enemigos de la cultura de Occidente, son los Estados definidos como terroristas.
Por su parte, los organismos de crédito internacionales funcionan como gendarmes de la celosa aplicación de ese tipo de elecciones, que ellos llaman y pretenden definir como elecciones libres pero que finalmente solo reivindica y consolida un reformismo político altamente formalista y realista en términos de la concepción ideológica de los sectores dominantes. A partir de ahí, sin abandonar la lógica y las necesidades de la acumulación del capital, producen acuerdos y firman compromisos de cumplimiento de este tipo de consultas. Incluso pretenden hablarnos de reconciliación nacional o de acuerdo social cuando, la mayor parte de las veces trabajando desde las sombras, atentan contra el bienestar de los trabajadores controlando precios, las diversas variaciones del mercado, los costos de produccion, etc. En esas circunstancias, es posible afirmar que el sistema comercial globalizado bajo los términos neoliberales es parte de una red jurídica, política, cultural y mediática que impone elecciones que se transforman en cadenas para los pueblos porque, al fin y al cabo, restringen sobremanera las reales opciones políticas a las que se ven enfrentados los trabajadores. De lo que se trata es de neutralizar cualquier tipo de opciones que se plantee un cambio en las estructuras propias del régimen político. Entonces, el proceso de elecciones en este contexto, la forma de elegir y lo que es elegido, son parte constitutiva de un filtro para las tentativas liberadoras que eventualmente puedan plantear los trabajadores en su lucha por mayor bienestar. En ese nivel es donde se refleja la importancia de la lógica de los sectores dominante que, a través de las diversas verdades que supieron imponer, definen qué tipo de políticas públicas, propuestas, candidatos y proyectos de país o programas políticos, son sustentables racionalmente y por lo tanto subceptibles de competir en elecciones periódicas. Inclusive en muchos países del tercer mundo, mucho más débiles política e institucionalmente hablando, aún hoy el voto es una mercancía que tiene precio, y que se negocia en lo que podríamos llamar como mercado electoral. Precisamente ese mercado electoral es un tremendo carnaval de ofertas publicitarias donde, en especial en la época de elecciones, se abre el cuerno de la abundancia, donde se reparte de todo, desde promesas que bordean la demagogia más atroz hasta planes sociales, licor, música y materiales para la construcción de viviendas precarias. Sin embargo, como las propias necesidades de control y de dominio social sobre los trabajadores lo amerita, la posible profundidad de los planteamientos e ideas políticas, de proyectos y propuestas, es lo que siempre está ausente dando paso a la demagogia, la superstición, la mentira y los trucos publicitarios. Inclusive, el llamado voto castigo, tan de moda en algunos países, es una opción electoral contra la clase política que, en fin, sustituye el análisis y el razonamiento sobre la realidad del país.1
Elecciones de esta índole y características no educan a los trabajadores en la conciencia del cambio y en la racionalidad y justeza de sus necesidades y reivindicaciones que ellos mismos están en condiciones de plantear porque son necesidades, la mayor parte de las veces, que bordean la urgencia sino que, muy por el contrario, las elecciones de esta índole moldean al electorado en la lógica que defienden los sectores dominantes. Es que, como venimos viendo hasta acá, la manera de elegir y lo que se elige, es decir, las formas en que se expresa el voto de los ciudadanos y el contenido de las diversas propuestas en pugna, salvo algunas opciones por lo demás testimoniales, están en sintonía y guardan una estrecha relación de complicidad con la lógica y las necesidades de control del propio sistema. Lo apuntalan en el sentido que el cambio de régimen no sea posible como opción racional. El problema es que los sectores sociales más vulnerables en todos los términos, los sectores más pobres y humildes de los barrios de las grandes capitales de nuestros países, por una cuestión del rol estructural que les corresponde socialmente, son mucho más proclibes a este tipo de influencias que otros grupos o sectores sociales. Así, la plasticidad que requiere la vida del barrio, la viveza de la propia ciudad, el sacar provecho a cualquier tipo de situación, construyen una psicología del facilismo que se amolda bien a las ficciones de las ofertas electorales que nos plantea el reformismo político. Es decir, no existe un compromiso duro de los trabajadores en términos políticos e ideológicos porque todo puede cambiar de acuerdo a la oportunidad. De ahí se explica el surgir del populismo y sus variantes. Finalmente, cuando una oferta electoral, por la manipulación mediática de la que es víctima, pierde la fuerza material y espiritual, cuando deja de ser portadora de determinados valores y de una ética que le es característica, entonces es el momento de mudar preferencias que pueden expresarse en formas de imposición del populismo o del voto castigo, etc. Así se explicaría la fluctuación del voto de las zonas humildes de las grandes ciudades.
En esas circunstancias, este tipo de elecciones no pueden ser el sello, las bases sobre las que se sustenten los cambios en términos populares porque simplemente son elecciones que nos muestran cuanto nos falta por avanzar en términos de la institucionalidad democrática para dejar atrás, de una buena vez y por siempre, ese reformismo político que en definitiva nada soluciona. Por lo menos no en favor de los trabajadores. Por eso, es urgente modificar las formas de las consultas populares, tanto en sus propias maneras institucionales como en los mismos contenidos y propuestas planteadas ante las grandes mayorías nacionales. Entonces, los trabajadores como parte de esas grandes mayorías nacionales, que por eso nada más están destinados a la misión histórica de cambiar la realidad en beneficio propio, en favor de una definición más justa, auténtica y democrática del bien común, tienen tremendos desafíos políticos para consolidar mejores formas de vida, una mejor calidad de habitación, de salud y de educación, mejores condiciones de trabajo, dignidad, soberanía y una cultura que nos incluya a todos. Por lo mismo, los trabajadores en cuanto tal necesariamente tienen que salir del confinamiento de las fábricas y de las diversas empresas en que trabajan para llevar el sustento diario a casa, trocar el estratégicamente limitado control de los trabajadores sobre la producción, que solo se ocupa finalmente por su entorno, por lo meramente comercial, y cambiarlo por la gestión democrática y popular de los trabajadores que en ese momento en particular se hacen realmente con el poder de decisión sobre los grandes asuntos nacionales porque, en definitiva, esa gestión popular de los asuntos públicos, implica y conlleva adquirir una nueva visión del conjunto, de las metas y de los objetivos sociales. Así, libertarnos del control y del dominio que los centros globales del poder ejercen sobre las opciones políticas que tenemos como países, implica y presupone al mismo tiempo nada menos que la construcción de la Patria Grande.
Llegados a este punto simplemente tengo que decir que es una utopía creer que puede haber realmente libertad, democracia y mejor calidad de vida bajo las opciones planteadas por los regímenes populares, opciones que se caracterizan por la inclusión social de los trabajadores pero también de los marginados y los excluidos no solo del trabajo sino también de cualquier beneficio social, sin emancipación social a través de la propia gestión de los trabajadores sobre los asuntos públicos. En otros términos, nunca seremos capaces de reorganizar un nuevo régimen político si seguimos insistiendo, como estrategia política, en el reformismo político y en las formas de sus elecciones y opciones políticas. Mucho menos podemos estar a la altura de las circunstancias para constituir ese proyecto siempre inconcluso de la Patria Grande si antes no somos capaces de romper con los valores de dependencia y de sumisión del reformismo y sus acciones políticas.

Autor: Alfredo A. Repetto Saieg.

Referencias bibliográficas:
Tristán, Rosa: “En las grietas del socialismo maniobra Fedecámaras” Publicado en Debate Socialista de la edición del 1y 3 de octubre del 2010.
“Los enemigos del socialismo conspiran contra él y quieren que les obedezcan”. Publicado por la editorial de la revista Debate Socialista de la edición del 8 y 10 de octubre del 2010.
Reyes, Neftalí: “Las elecciones burguesas” Publicado en Debate Socialista de la edición del 8y 10 de octubre del 2010.
Kohan, Néstor: “Del Bolivar de Karl Marx al marxismo bolivariano del siglo XXI” Publicado en Debate Socialista de la edición del 8y 10 de octubre del 2010.

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