viernes, 7 de enero de 2011

Análisis político de la semana.


Los desafíos del 2011.

El actual modelo económico, entendido como parte sustantiva de un régimen político de pretensiones nacionales y populares, soberano en sus fundamentos, generó en Argentina un cambio muy importante, central, en la cuestión relativa a los sectores más vulnerables en todos los sentidos. Así, si bien en el 2001, la mitad de la población no tenía acceso a la canasta básica de los alimentos, es decir, a los alimentos indispensables para una vida digna, actualmente ese porcentaje cayó al 23%. Ese es uno más de los grandes avances de la gestión de un gobierno popular como lo fue el de Néstor y como lo es hoy el de Cristina. El problema es que desde 2007 algunas de estas importantes variables como el incremento del salario real no vienen creciendo como debieran, es decir, se nota cierto freno en la tendencia distributiva del régimen que, en primer término, se debe a la resistencia que plantean los sectores y grupos económicos, ligados a los más importantes intereses de los grandes negocios tanto nacionales como globales, que más se beneficiaron con la devaluación que puso fin a la convertibilidad. Aclaremos un poco los tantos: el actual régimen macroeconómico permitió una recuperación del salario real de los trabajadores a los índices que existían antes de la devaluación. Pero todavía está muy lejos de llegar a los valores anteriores a los de la convertibilidad. Pareciera que no se puede atravesar esa barrera. En realidad, no se entiende desde el punto de vista económico porque los sectores exportadores fueron los que más se beneficiaron con el cambio del tipo de valor, entonces, esa rigidez que impide atravesar la barrera a la que me acabo de referir, tiene su origen en la tremenda resistencia de esos sectores ligados a las exportaciones, a reconocer que el tipo de cambio surgido luego de la devaluación del peso lo estamos pagando todos los trabajadores al ganar menos de lo que deberían ganar si el tipo de cambio no estuviese devaluado y sostenido por el gobierno de Cristina. La suba de los precios de los diversos bienes y servicios que consume la población (en las actuales condiciones de robustecimiento y crecimiento de la economía y de la gobernabilidad que nos conduce al desarrollo, es errado hablar de inflación) es uno de los elementos que socavan el poder adquisitivo de los más pobres porque esos sectores, los más vulnerables, gastan la mayor parte de sus sueldos en consumo directo y consecuentemente tienen una casi nula o muy baja capacidad de ahorro. Así, a diferencia de lo que nos quieren hacer creer los economistas ortodoxos, de los partidarios de las políticas neoliberales que aún hoy en plena crisis global se pretenden racionales, de que el alza de los precios está directamente vinculado a la expansión monetaria y del gasto público, es necesario insistir que la clave de la suba de los precios y hasta la generación de un proceso inflacionario (que no es el caso de Argentina por la robustez del régimen político sustentado en un proceso de desarrollo nacional, es decir, que reivindica la producción, el consumo, el mercado, ahorro e inversión interna) está directamente vinculado con la capacidad de formar precios de los sectores oligopólicos más concentrados que así tienen un gran poder, para nada democrático, en relación a los dirigentes e instituciones y movimientos democráticamente organizados.
En esas circunstancias bastante particulares, a pesar de sus estructuras fuertemente verticalistas que en general responden a intereses claramente foráneos, ligados a los centros globales del poder, tienen un fuerte poder para tomar decisiones en el proceso de formación de la agenda pública de los gobiernos democráticos. Por lo tanto, una de las claves para radicalizar el proceso de cambios inaugurado en el 2003 con Néstor Kirchner en el sentido de seguir favoreciendo los intereses de los sectores ligados a la cultura popular, es que el gobierno actúe en el sentido de limitar lo más posible el poder de decisión de esos grupos fuertemente concentrados. Para el caso, existen una serie de medidas estructurales que es necesario que el gobierno logre institucionalizar a través de un cambio en las estructuras del régimen político para que así perduren más allá del gobierno de turno. Son medidas que, en lo central, buscan terminar con la pesada herencia de las políticas neoliberales y así son fundamentales para el crecimiento y el desarrollo en el largo plazo. En otras palabras, son políticas que van contra el accionar de los grupos más concentrados y así contra un proceso de suba constante de precios y hasta de la misma posibilidad para generar un proceso inflacionario que busque frustrar todo lo conseguido hasta hoy. Es necesario plantear con la mayor claridad posible que las empresas con dominio, decisión y gestión política y económica, dada su situación privilegiada en la estructura de la producción nacional, que eventualmente favorecen o perjudican a los trabajadores, hoy ejercen un incremento de precios abusivos, que se reflejan en las góndolas de los supermercados, e incluso en ciertas circunstancias políticas concretas abusan del poder de formación y control del mercado que tienen. Si no se sanciona en este sentido, es decir, buscando un equilibrio entre la lógica de decisión y de gestión privada de los mercados y el interés público, el modelo de desarrollo en que nos comprometimos estaría cediendo cuotas de poder importantes a grupos muy concentrados y desvinculados de los grandes intereses nacionales. Una buena medida de transición sería, por ejemplo, la conformación de un tribunal de defensa de la competencia que podría servir para regular esas prácticas. De hecho, desde hace un tiempo el gobierno viene planteando esta idea pero todavía no se pudo avanzar en ese sentido. De todos modos, ni éste ni cualquier otro tema son fáciles de resolver sin el apoyo, la participación y movilización de las organizaciones, de los movimientos y de los referentes políticos y sociales que representan por lo menos parte importante de los intereses de los trabajadores porque, en primer lugar, hay que resolver la cuestión de la reacción de los grupos políticos y económicos más concentrados. De hecho, los más poderosos no se quejan cuando no existen cambios que los afecten. No es este el caso argentino. No lo viene siendo desde el 2003 porque a partir de ese momento nos comprometimos en un modelo de crecimiento fuertemente democrático que busca favorecer y sustentarse políticamente en los intereses de los sectores populares. Y las consecuencias de semejantes políticas de desarrollo y de visión de la realidad nacional y global hay que abordarlas entre todos. Digo que hay que abordarlas entre todos porque es de una pereza absoluta pretender que el gobierno haga todo en nombre nuestro. Es decir, que avance, que corrija, que cuide, que defienda al borde del área chica, que tire el centro, que cabecee, que tire los penales, que dirija y hasta que limpie el vestuario.
En primer lugar, aclaremos que los sectores que desde el 2003 vienen desertando del campo popular tanto por izquierda como por derecha, para el caso que nos ocupa da igual, lo hicieron porque no estuvieron nunca a la altura del desafío histórico que significa traer bienestar a las mayorías más allá de teorías que muchas veces bordean los límites de la irracionalidad. Total, si el proyecto nacional y popular es derrotado, en las urnas o a partir de determinadas operaciones políticas, ellos dirán que se retiraron a tiempo y seguirán discutiendo las diferencias internas del partido bolchevique, las posturas de Trotsky o la organización del partido de acuerdo a Lenin (...) No importa porque así obtendrán el perdón de los verdugos, que es el más infame perdón. Simplemente dan vergüenza ajena y hasta son peligrosos para la consolidación de un régimen político popular en lo cultural, nacional en lo político y soberano en lo económico porque no es cierto que una hoja de ruta, incluso un proyecto político asegure de por sí el destino de un pueblo. Lo que intento decir es que el año que empieza tiene que encontrarnos mucho más organizados y movilizados porque ni el 2011 está ganado de antemano ni tampoco es cierto que no habrá nuevas operaciones políticas como las de fines del 2010 que hagan más peligroso y duro el rumbo. No es cierto que nos favorecerán los vientos porque esta barca está predestinada a llegar a puerto. No tengo ninguna duda que llegaremos al mejor de los puertos, sin embargo, la travesía victoriosa del 2011 la tenemos que recorrer entre todos, participando, comprometiéndonos y organizándonos mejor, para que así sea la mayor obra humana que este pueblo haga en su historia republicana después de Perón. De lo contrario, volveremos otra vez, con las velas hechas jirones, al punto de inicio, a la lógica de la patria agro exportadora y sojera, para resistir a la ya vieja historia de injusticia y de exclusión. Entendiendo las consecuencias de este retroceso histórico, hay que animarse a militar y participar, cada uno dentro de sus posibilidades, haciendo lo que se pueda pero sabiendo que el futuro ya está entre nosotros, para consolidar las bienaventuranzas de un modelo político como el actual que nos resguarda a las mayorías de las políticas reaccionarias de las élites históricamente fracasadas. Es la única manera en que podemos asegurarnos hacia adelante un nuevo siglo de justicia, de paz, de pleno empleo, de mayor calidad y productividad, de democracia y de inclusión social. Pero a no engañarse. Nada es dado porque sí. No hay nada que sea de regalo y definitivamente Dios no es argentino. La historia de este pueblo así lo enseña. Habrá que juntar, multiplicar y comprometerse armónicamente, plantear y defender la gestión y la gobernabilidad con militancia política en las calles de la patria nacional y popular.
Los movimientos y las organizaciones populares tienen causas por defender y batallas por librar, entonces, no son sólo meros expedientes ni instrumentos al servicio de intereses dominantes o de elites revolucionarias esclarecidas sino que, en primer lugar, son parte de un amplio movimiento que necesariamente tiene que buscar una mejor calidad de vida, de trabajo, para todos los que vivimos de un sueldo. Los que quieran abordar las naves de la discordia, del más falso de los consensos, ese diálogo que solo favorece a las minorías, las naves de la exclusión, de la xenofobia y el racismo, de la discriminación y la violencia de los grupos que se dicen republicanos, que se hagan responsables de sus decisiones porque, mucho más temprano que tarde, la historia pasa factura a cada cual.
La importancia del nuevo año es que nos conduce otra vez al pasado o por fin nos muestra un porvenir mucho más candente, justo e igualitario. Que nadie se engañe porque la derecha política, expresada a través de Macri o de Duhalde entre otros tantos, seguirán ahí y nosotros, con nuestra apuesta en el futuro, tendremos que atreveros a más. En ese sentido, el kichnerismo como movimiento político que en este momento representa lo mejor del peronismo, contiene fenómenos de apertura y diálogo que hacen posible la convivencia armónica con determinados grupos y actores políticos y sociales, la mayoría de ellos minoritarios pero importantes en el sentido de que representan una parte de los intereses de los trabajadores y que además tienen una fuerte capacidad de irradiación cultural. Entre ellos tenemos a los antiguos militantes de una izquierda ya clásica y variopinta, los sobrevivientes del Frepaso, ex peronistas renovadores o revolucionarios, progresistas y otros genes de lo que fuimos o somos. Lo que digo es que hay que sumar en esa transversalidad de la que políticamente se habla poco, a los militantes de los defensores de los derechos humanos, a los intelectuales, los profesionales, artistas varios y hasta los rockeros como el Indio Solari. También algunos sectores de la CTA, las organizaciones de los jóvenes, los humanistas y radicales forjistas, nuevos intendentes del conurbano, que en absoluto son barones, espacios en las provincias como el que lidera el compañero Agustín Rossi y otros nuevos pero muy ricos en experiencia y complejos en sus tareas como el Túpac Amaru de Jujuy. Es extraño entonces que hablemos tan poco de esa masa política militante que es crítica pero que representa la auténtica transversalidad en proceso del kirchnerismo que, como la historia nos enseña, no puede resolverse a partir de recetas teóricas sino, en primer lugar, en el hacer como nos enseñó Perón. Es extraño que hablemos tan poco de esa masa crítica, el kirchnerismo, que por su misma diversidad, por su riqueza práctica y teórica, por su incipiente capacidad de diálogo y por todo lo que tiene para dar de sí mismo, implica un tremendo potencial democrático de los sectores populares porque simplemente nutre nuestras necesidades, porque abre nuestras esperanzas en un país mucho más justo y porque incorpora a través de la generación de derechos ligados a las nuevas posibilidades de empleo.
Decirse de izquierda en realidad no implica ningún gran sacrificio, en cambio, construir, hacer, transformar la realidad de las mayorías, es lo complejo y lo árido, se esté en el llano o se esté en el poder. Y esa nueva masa crítica y transformadora que representa actualmente el kirchnerismo tiene inmensos desafíos que afrontar en la medida en que apuesta a incrementar su capacidad de cambios y de transformaciones en favor de los trabajadores. Por lo mismo, tiene que seguir creciendo a la hora de interpelar y articular a más sectores ligados auténticamente a los intereses de la cultura popular. También existe esa otra izquierda, esa que es mucho menos militante en la práctica, pero con mucho más despliegue mediático por las incongruencias de sus discursos que terminan jugando en favor de los sectores de la derecha. Me estoy refiriendo a los que encarnan Proyecto Sur, liderado por Pino Solanas. Ellos en su delirio ideológico suelen mezclar diversos argumentos que son sensibles a cualquier militante popular como, por ejemplo, el tema de los ferrocarriles, la cuestión del petróleo o la minería, con discursos efectistas para provocar bronca en contra del gobierno popular. Se montan en peleas que les permite ganar ciertos espurios espacios en la prensa dominada por el establishment más reaccionario y con eso intentan ampliar su base social. Es decir, tienen una estrategia política que bordea los límites de la ingenuidad, la estupidez y el oportunismo. No digo que no sea legítimo tener diferencias por izquierda con el gobierno pero cuando las críticas son entre amigos se hacen en privado para no dar argumentos a la derecha política. Sencillamente los trapos sucios se lavan en casa, en familia. Yo tengo mis críticas con el gobierno actual pero no estoy de acuerdo que algunos busquen preservar cierta identidad política de izquierda criticando con dureza a un oficialismo que lleva adelante buena parte de los reclamos históricos por los que hemos luchado toda la vida. Menos aún cuando detrás de esas críticas existe un oportunismo político que la historia no suele perdonar. Menos aún cuando se busca correr por izquierda al gobierno para favorecer, de una o de otra manera, a los representantes de los grupos económicos más concentrados, de los monopolios mediáticos y de sus voceros políticos. Menos aún cuando buscan boicotear proyectos y políticas del gobierno que en la práctica significan más soberanía, menos desigualdad social y mejores condiciones de vida para millones de trabajadores que desde ahora viven con más esperanza.
No hace falta discutir sobre táctica y estrategia política para darse cuenta que detrás de los grupos y de las ideas hay personas de carne y de hueso. Personas con historias y trayectorias tan concretas como sus vidas. Si el kirchnerismo se ganó el lugar de ser protagonista en la transformación social en curso es porque, de acuerdo a mi humilde criterio y el de miles de militantes, puede avalar con compromiso político cada una de sus medidas y cada conquista alcanzada. Es la fuerza de la propia historia. Es, también, la capacidad de aprender de cada uno de los sujetos y de los actores de este cambio. Entonces, para saber con cierta exactitud que es ser de izquierda hoy, de cara a un muy posible próximo mandato popular, simplemente tendríamos que interrogarnos sobre qué nuevos desafíos, qué nueva agenda pública deberían nutrir al kirchnerismo como poder real, concreto y efectivo a la hora de encarar nuevas transformaciones de defensa y reivindicación de los intereses populares.
Algunos temas posibles de una agenda pública que busque profundizar y radicalizar el proceso de cambios en curso son, por ejemplo, una lucha mucho más frontal contra la pobreza más dura, la estructural, buscando robustecer y recrear mejores políticas de redistribución de la riqueza. Por otro lado, existe en el kirchnerismo una sana vocación industrial desarrollista que no tendría porque entrar en conflicto, ya sea con el medio ambiente ni contra la calidad de vida de los trabajadores. Digo esto porque actualmente en las ciudades más importantes padecemos increíbles crisis urbanas, de vivienda y de transporte entre otras, que deben ser trabajadas en el mejor contexto posible. En definitiva, es imperioso seguir impulsando todas y cada una de las políticas inclusivas que atiendan a la triste realidad de que la violencia social no es consecuencia sólo de la pobreza por ingresos, sino también de la desigualdad, de la falta de oportunidades, de lo cultural, del hacinamiento urbano o de la ausencia de proyectos de vida para muchos jóvenes. Lo realmente desafiante es interpelar aún mejor, seguir haciendo, construyendo y militando.


Alfredo Repetto Saieg.

http://masalladelacrisisylautopianeoliberal.mex.tl/ 

Buenos Aires, Argentina, enero 7 del 2011.

Referencias bibliográficas.

Blaustein, Eduardo: “La real transversalidad y una agenda posible para lo que viene” en Diario Miradas al Sur de la edición del 26 de diciembre del 2010.
Cecchini, Daniel: “Derechismo, enfermedad infantil de ciertos izquierdismos” en Diario Miradas al Sur de la edición del 26 de diciembre del 2010.
Anguita, Eduardo: “A la izquierda de qué... y de quien” en Diario Miradas al Sur de la edición del 26 de diciembre del 2010.
P.G: “Para seguir distribuyendo hay que tocar intereses” en Diario Miradas al Sur de la edición del 26 de diciembre del 2010.
Giles, Jorge: “Sentados en el viejo muelle” en Diario Miradas al Sur de la edición del 26 de diciembre del 2010.

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