Construcción de poder.
Ya estamos en el 2011 un año muy importante para los que apoyamos, con toda la fuerza de nuestra convicciones políticas, con nuestros valores y acciones, el gobierno nacional y popular en curso. Estamos ya en un año electoral donde se decidirán cuestiones centrales, de ahí la importancia de este nuevo año. En relación a las elecciones que se vienen encima, nada hay que temer si continuamos profundizando los cambios a través de medidas que tienen que ver con la inclusión social, con la verdad histórica, con la igualdad y con la distribución de las riquezas porque son todas políticas, públicas, populares y soberanas, que favorecen a los trabajadores porque implican recorrer los caminos del crecimiento y del desarrollo lo que, a su vez, implica profundizar en un régimen político popular que ya demostró con creces su viabilidad en todos los sentidos. Así es hasta ahora, es decir, el gobierno busca profundizar, paulatinamente pero sin pausas, los cambios que van en directo beneficio de los intereses de los trabajadores donde se incluyen a todos los que viven de un sueldo como los obreros, el empleado administrativo, los bancarios, el pequeño productor, el dueño de una pequeña o mediana empresa con la que alimenta a su familia y da trabajo a unos cuantos, los profesionales de todos los tipos, los técnicos (…)
Por lo mismo, la acción política seguirá estando del lado de los que apoyamos el modelo nacional y popular y bajo ningún aspecto del lado de una oposición, fuertemente reaccionaria y conservadora, que a estas alturas está totalmente desarticulada políticamente. A no equivocarse entonces porque la historia argentina, de pura generosa que es, nos está dando la oportunidad de volver a intentarlo pero tampoco hay que abusar porque para que la historia sea nuestra, del pueblo, hay que vivirla, convertirse en los protagonistas y, en ese sentido, el 2011 es un año decisivo para el futuro y determinante para los días que vendrán después de elegir el rumbo porque, de ahora en más, se juega algo que es mucho más importante que una mera elección presidencial. Lo que se disputará en octubre son dos proyectos de país que ya tempranamente, desde la época del general Perón, en realidad desde los albores de la vida independiente de Argentina, tensionan la historia hacia polos que se auto destruyen en el sentido de ser totalmente contrarios y excluyentes entre sí como lo son el modelo agro exportador y el modelo de desarrollo basado en la producción, el ahorro y el consumo popular. Está empezando el año donde vamos a decidir democráticamente, la cantidad y la calidad de los cimientos, de las bases, los valores, la lógica y la racionalidad del régimen político que estamos dispuestos a sostener de ahora en más. No es poca cosa el desafío porque quizás estemos definiendo la historia del país durante buena parte del nuevo siglo. Realmente tampoco importa mucho si el entusiasmo en participar políticamente de esta construcción le viene a cada uno por la acción política, o por el deporte, o por el arte y la cultura. O por donde sea porque, en el fondo de la cuestión, importa la participación de todos para sostener un modelo de desarrollo que nos sacó del infierno generando trabajo, esperanzas y nuevas experiencias y proyectos de vida. La derecha también sabe de estas definiciones, de las batallas que se les vienen encima, por eso es más peligrosa que nunca, mucho más desde el momento en que políticamente está totalmente desarticulizada, y por eso despliegan sus operaciones políticas y mediáticas para meter miedo en la población. La cuestión no es para nada compleja: para que una gran mentira surta efecto masivo y demoledor, tiene que tener por lo menos una pequeña dosis de verdad y desde esa cabeza de playa, que es verdadera, hacer el máximo de ruido de modo que haga parecer que ese tema no es circunstancial, parcial y fútil, sino que es el todo y la verdad absoluta, sea en tiempo, sea en espacio. Precisamente es lo que hacen los grandes medios masivos de comunicación con la escasez de combustible y los cortes de luz en algunos barrios porteños durante las fiestas de fin de año por la ola de calor que se nos vino encima. Es lo que también hizo el Grupo Clarín y sus bocas de expendio televisivo y radial con la toma del club Albariño donde finalmente la Policía Federal liberó en forma pacífica, luego de 16 días de ocupación, el predio del club lo que demostró, una vez más, la consistencia de las políticas del gobierno nacional. Fue éste el final de la crisis desatada a fines del 2010 con la toma del Parque Indoamericano por algunos pobladores de barrios marginales que buscan una solución definitiva a sus problemas de vivienda. El hecho en sí fue muy importante porque produjo una infinidad de efectos que ahora nos convocan a desafíos aún mayores para consolidar por lo menos un mínimo de igualdad de oportunidades y el desarrollo general del país. Por un lado, visibilizó el déficit habitacional en la Ciudad de Buenos Aires. También nos mostró la facilidad para encender la mecha de un grave brote de xenofobia alimentada además desde las más altas esferas del gobierno de la Ciudad. Por otro lado, dejó ver la existencia de diversas patotas integradas por matones sindicales, barrabravas y punteros oscilantes entre el duhaldismo y el PRO. Además, puso al descubierto una organización mafiosa y altamente delictiva dedicada a la venta ficticia de terrenos de la que, por supuesto, no son ajenos los punteros de Macri que trabajan en las villas de emergencia, que sirvió también de excusa para instalar el discurso de la represión extrema frente a la protesta de los más necesitados. Esa suma de circunstancias, de ahí la gravedad de este tipo de hechos, es que dejó en su camino un par de muertos y decenas de heridos. Los desmanes provocados por grupos perfectamente organizados quedan como un emergente del intento de cambiar el rumbo del gobierno nacional. Ahí la gravedad de todo esto porque la patota sindical que en su momento mató a Ferreyra fue un alerta de que todavía existen grupos de poder de la derecha política que están dispuestos a cualquier cosa y con todos los métodos posibles para hacerse nuevamente con el gobierno. Más grave fue lo del Parque Indoamericano, porque ahí ciertos dirigentes lograron que algunos jefes de la Policía Federal asumieran el trabajo sucio de tirotear a personas desarmadas y otra vez se perdieron un par de vidas. La Presidenta fue, en este caso, la que tomó la iniciativa y reaccionando prontamente creó un área de seguridad democrática como mejor manera de hacer frente a las posturas de la mano dura de los reaccionarios de siempre.
Este nuevo año que se inicia nos convoca entonces a controlar a estos grupos porque la derecha no se conforma con perder el control de la agenda de gobierno, del propio régimen político y es precisamente esa impotencia la que la lleva a actuar y reaccionar de esa forma. No le importan los muertos, solo sus intereses. No nos equivoquemos porque, como lo demuestran estas operaciones políticas, todavía están en condiciones de hacer mucho daño al proceso de cambios, pueden asustar e, incluso, pueden mantener ciertas adhesiones sociales en torno a un discurso populista y conservador. No hay que perderlos de vista porque el matonaje y los crímenes de bandas con anclaje en la política van asociados directamente al discurso de la mano dura. Y ese discurso, en algunos sectores importantes de la sociedad, tiene muchos adeptos y no solo entre los sectores de la clase media sino incluso en los sectores populares que son quienes más directamente conviven con la inseguridad. En esas circunstancias, la mayoría de los medios masivos de comunicación intoxican a los televidentes distorsionando la información, recortando la realidad y repitiendo hasta el hartazgo imágenes de violencia como si realmente estuviéramos en un estado de guerra. Pero lo sorprendente no es que esos grupos de poder político lo hagan porque en realidad, de acuerdo a sus puntos de vista, es una buena manera de dañar a los sectores populares y sus intereses, sino que lo sorprendente es que buena parte de la sociedad reclame y demande esa ideología propia de los fascistas. Lo que no sorprende es el grado de violencia de esas operaciones políticas porque la derecha política, a fines del 2010, ya entendió que se quedaba sin candidatos para disputarle el poder a Cristina entonces ahora solo les queda recurrir al daño. En ese contexto, buscan sostener una base social que añore el discurso autoritario como espejo de reconocimiento social. Así, si sinceramos la situación, vemos cómo los actores más reaccionarios en vez de reivindicar el régimen político de los derechos humanos adhieren al discurso violento y autoritario creando un espejismo muy eficaz en ciertos sectores sociales. En otras palabras, esa estrategia funciona de la siguiente manera: se empieza despreciando a los inmigrantes bolivianos, paraguayos o al que vive en una villa, de la nacionalidad que sea, porque se supone que éste se encuentra un escalón más abajo en la escala social y, entonces, situarse del lado del más fuerte es una opción válida para los otros. Es decir, esos grupos buscan descargar la alienación que les produce el régimen capitalista de producción y de consumo sobre ese inmigrante que llegó de un país o incluso de una provincia más pobre, porque los hace sentirse más potente y mucho menos vulnerables. En este contexto, es verdad que no alcanza con la puesta en vigencia de la ley de medios ni con un ministerio de seguridad que se plantea una serie de desafíos bastante loables porque, en fin, es imposible conjurar esto sobre la base de medidas de corto plazo porque de lo que se trata es de un hecho cultural profundo que necesita de un trabajo de más largo plazo.
Y el hecho cultural que por excelencia produjo el 2010 es el fuerte retroceso, político y cultural, de los sectores de la derecha política. Este se manifiesta, por ejemplo, en que muchos genocidas se sienten incómodos porque por fin la justicia empieza a dar pasos firmes en el sentido del juicio y del castigo a los crímenes de lesa humanidad. Además, personajes políticos como Eduardo Duhalde, representante de uno de los sectores de la derecha más recalcitrante, ahora solo ocupan un lugar marginal en el juego del poder político legal y por eso actúan entre las sombras, con operaciones políticas que buscan desestabilizar. No tenemos que olvidar que detrás de estas figuras más visibles, detrás de esas operaciones políticas que buscan la caída de Cristina, hay una trama política delicada de grandes intereses empresariales y corporativos que siempre alientan la mano dura como un reaseguro de sus privilegios económicos. Sin embargo, por otro lado, esta etapa de la historia Argentina nos muestra cuánto más pesa la identidad de un pueblo, sus intereses y su propia consecuencia, que las tapas de los diarios o los zócalos de los noticieros al servicio de las elites. Porque el hecho cultural del 2010 en realidad es que millones de personas salieron a las calles en las fiestas del Bicentenario y lo volvieron a hacer en los funerales de Néstor. El hecho cultural por excelencia es que se está construyendo algo muy profundo donde juegan un rol decisivo la educación, el arte y el debate público, la democracia y su fuerte vinculación con los derechos humanos. Es que, en definitiva, la vida siempre le gana a la muerte. De hecho, Néstor Kirchner no llegó al gobierno con un aparato político gigantesco y burocrático previamente construido. Tampoco buscó acomodar la realidad del país que le tocó gobernar al antojo de los intereses de las grandes corporaciones que siempre son preexistentes. Por el contrario, desde el 2003 en adelante, primero Néstor y luego Cristina construyeron un nuevo espacio político y social con los trabajadores como sujeto social concreto en la gestión de la agenda pública. Precisamente esos trabajadores que como sujeto colectivo fueron los que en su momento gestaron la resistencia al neoliberalismo en los noventa y después, cuando la situación ya era realmente insostenible, protagonizaron la gesta del 19 y del 20 de diciembre de 2001 donde cayó abatido ese régimen político altamente reaccionario que después, en la corta presidencia de Duhalde, que hoy pretende mostrarse como la gran alternativa, se cobró la vida de Kosteki y Santillán. Entonces, el hecho cultural del 2010, que se viene gestando desde el 2003, tiene que ver con esa otra manera de gestión democrática, de reivindicación de los intereses de los trabajadores, es decir, la gobernabilidad democrática característica de estos años simplemente cambió el eje de rotación de esa gobernabilidad maquillada, simulada y formal típicamente neoliberal y reformista en la que todos los gobiernos democráticos se involucraron desde la recuperación de la democracia, por una gobernabilidad real, concreta, en favor de las mayorías nacionales. Por eso, el gobierno popular continuamente está en tensión con los actores políticos más poderosos y por eso también la nueva centralidad de la política que fue posible por la socialización lograda por las políticas públicas aplicadas en esta etapa profundamente popular y democrática. En otras palabras, la política cambió de domicilio desde el 2003 en adelante porque dejó los bunkers del grupo Clarín, de la Sociedad Rural o de Washington para trasladarse soberanamente a la Casa Rosada.
Kirchner practicó un realismo político que no limitó o traicionó las convicciones y las aspiraciones para acceder al gobierno como bien lo dijo en su discurso inaugural. Al contrario de todos los anteriores gobernantes, desde la recuperación democrática, empieza por calibrar las restricciones reales del régimen para ejecutar la táctica que permita cumplir con los actos y políticas públicas que buscaba establecer. En esas circunstancias, no se adecua a las limitaciones del propio régimen político para intentar cambiar la realidad, es decir, no echa mano del reformismo formado a partir del realismo político típico de una democracia formal sino que procura vencerlas. En otros términos, como en la mayoría de sus políticas de transformación y de cambio de la realidad, tanto el gobierno de Néstor como de Cristina, supieron tomar un reclamo genuino y latente de diversos sectores y actores políticos, en especial aquellos que representan la cultura popular, para convertirlo en una política pública y así favorecer los intereses y una mejora en la calidad de vida de esos mismos sectores. A la vez, de esa manera se sale del conflicto particular planteado por ese reclamo genuino y latente con lo que se eleva la calidad institucional de la democracia al mejorar las respuestas del régimen político frente a las necesidades de las mayorías. Acá está precisamente uno de los tremendos méritos del régimen nacional y popular en curso: la enorme capacidad de respuesta y reflejos, de acciones y de reacciones políticas del gobierno para salir de los conflictos planteados mejorando claramente el estado de cosas en relación al momento inmediatamente anterior. Esta capacidad de respuesta finalmente coloca al gobierno en el centro de la escena, de la gobernabilidad democrática y de la iniciativa política que, al mismo tiempo, desdibuja a los sectores opositores que quedan totalmente descolocados ante los ojos de las mayorías. Un ejemplo típico sobre lo que planteo es la política de recuperación de la soberanía económica que desde un primer momento planteó el gobierno de Kirchner. Así, este objetivo se buscó planteando desligarse del FMI para lo cual se decidió pagar la deuda al Fondo para de esa manera impedir que éste siguiera interviniendo en la definición de la política económica nacional. El resultado, más que claro actualmente, fue que el organismo internacional en cuestión hoy está totalmente marginado de las decisiones económicas del régimen político argentino mientras la economía crece y el país encuentra el camino del desarrollo para el bienestar de las mayorías nacionales. Además, solo de esa manera, a través de la independencia respecto del FMI y la recuperación de la soberanía económica del país, pudo ejecutarse una proyecto político de crecimiento y de desarrollo que hoy nos permite vivir en una situación de mayor dignidad e igualdad de oportunidades. De hecho, el gobierno nacional y popular actual es una antítesis doctrinaria respecto a las políticas ortodoxas preconizadas por el FMI. Entonces, frente a las muchas dificultades y desafíos que están por venir, de muchos problemas aún sin resolver que indudablemente afectan la acción de gobierno, éste lejos de transar sobre los principios y las convicciones, multiplica la apuesta por el cambio. Es decir, entendiendo que la democracia es lucha de intereses, de proyectos y de modelos de país antagónicos, de sectores y clases sociales con intereses y modos de vida contradictorios, no se buscó el consenso del establishment sino que se profundizó el modelo de desarrollo con justicia social.
Mucho queda por hacer pero eso, bajo ningún punto de vista, invalida lo logrado hasta ahora. Por ejemplo, en relación a los derechos humanos, siempre centrales en la definición y actuación de un régimen político democrático, popular y soberano, tanto en el gobierno de Néstor como el de Cristina lograron un cambio sustancial respecto a la composición de la Corte Suprema, lograron la derogación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, la no represión de los más diversos reclamos sociales que es un tema central dadas las condiciones políticas y económicas en las que Kirchner recibió el país, la aprobación del matrimonio igualitario, la asignación universal por hijo, la ley de medios audiovisuales y hasta el fútbol para todos. En el ámbito económico se logró independencia respecto del FMI, un tipo de cambio competitivo para la producción nacional, superávit fiscal, de la balanza de pagos internacionales, generación de por lo menos 5 millones de nuevos empleos de calidad, en condiciones mucho más dignas, expansión del consumo, del ahorro, la inversión y una quita más que sustancial del monto de la deuda externa. Además, se recuperó el sistema de jubilaciones estatales a las que también se incorporaron 2,4 millones de nuevos jubilados que no tenían los aportes necesarios y se mejoró sustancialmente los salarios reales de los trabajadores. Se logró records en el nivel de las reservas del Banco Central que fueron invertidos en obras públicas, en una política que combate la suba de los precios y un aumento sustancial de los gastos en educación, en cultura, en ciencia y en tecnología. Los resultados fueron que el país viene creciendo a tasas de por lo menos el 8% y 9% entre el período del 2003 hasta 2010. Por otro lado, el desarrollo del país a través del crecimiento económico se refleja, por ejemplo, en el aumento de la participación de los trabajadores en el ingreso que pasó del 34% en 2002 al 44% en 2010 lo que mejora las expectativas de igualdad de oportunidades para todos.
Por lo tanto, la lección que nos queda es que toda circunstancia es una oportunidad para la lucha, para reafirmar los principios y los valores que rigen nuestra conducta política lo que, en la práctica, se expresa en la profundización del actual modelo de crecimiento y de desarrollo con justicia social. Lejos de constituir una utopía, las políticas del régimen nacional y popular refuerzan las convicciones y las acciones de quienes las practican, o en otras palabras, construyen un nuevo arte de poder. Así lo demuestra el actual gobierno de Cristina.
Alfredo A. Repetto Saieg
Buenos Aires, Argentina, Enero 14 del 2011
Referencias bibliográficas:
Eric Calcagno y Alfredo Eric Calcagno: “”Del teorema de Baglini al de Néstor Kirchner” en Diario Miradas al Sur de la edición del 2 de enero del 2011.
Giles, Jorge: “La travesía ha comenzado” en Diario Miradas al Sur de la edición del 2 de enero del 2011.
Ragendorfer, Ricardo: “La metropolitana también en la mira por las muertes” en Diario Miradas al Sur de la edición del 2 de enero del 2011.
Anguita, Eduardo: “El medio es el mensaje” en Diario Miradas al Sur de la edición del 2 de enero del 2011.
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