viernes, 14 de enero de 2011

Economía:

El Estado.

La crisis mundial desatada por la desregulación de la globalización financiera provocó la intervención masiva de los Estados de las mayores economías del mundo. Esto permitió restablecer la liquidez y solvencia en los mercados financieros, pero a costas de fuertes déficits en las finanzas públicas y de la emisión de los bancos centrales. En las economías industriales avanzadas, el Estado ha reaparecido como la tabla de salvación del sistema, sin que, hasta ahora, se hayan tomado decisiones para disciplinar al sector financiero y resolver los desequilibrios fundamentales del sistema global. Resuelta la fase aguda de la crisis, se ha vuelto, particularmente en la Unión Europea, a las políticas de "transmitir señales amistosas a los mercados", a través de las políticas ortodoxas de ajuste.
En los países emergentes, particularmente los más dinámicos de Asia, el Estado también ha intervenido masivamente para resolver la crisis financiera, manteniendo, al mismo tiempo, sus objetivos de desarrollo nacional. En tales países, las responsabilidades del Estado incluyen administrar el funcionamiento de los mercados. sostener la demanda efectiva y la protección social, el llamado "Estado de bienestar". Pero también otras, tanto o más complejas que aquéllas, pero dirigidas al impulso al desarrollo. Por eso, desde la perspectiva periférica, es útil observar el comportamiento del Estado en las experiencias más exitosas (Corea, Taiwán, Malasia, China, la India, Japón a partir de la Restauración Meiji y en la posguerra pos 1945).
En los países emergentes, la responsabilidad del Estado incluye consolidar la densidad nacional, vale decir, la integración de la sociedad, los liderazgos con estrategias de acumulación de poder fundadas en el dominio y la movilización de los recursos disponibles dentro del espacio nacional, la estabilidad institucional y política de largo plazo y la vigencia de un pensamiento crítico no subordinado a los criterios de los centros hegemónicos del orden mundial. Sobre estas bases, el Estado debe ejecutar políticas económicas generadoras de oportunidades para amplios sectores sociales, protectoras de los intereses nacionales y capaces de arbitrar los conflictos distributivos. La convergencia de estas condiciones endógenas, necesarias, permite, a su vez, consolidar el derecho de propiedad asentándolo en espacios cada vez más amplios de rentabilidad y reducir los costos de transacción que facilitan las actividades de los operadores privados. Permite, asimismo, mantener los equilibrios macroeconómicos de largo plazo incluyendo el presupuesto, el balance de pagos, la moneda y la estabilidad de precios.
El Estado es un protagonista principal, vinculado con la actividad privada, en el desarrollo de los sistemas nacionales de ciencia y tecnología, para promover la innovación y la incorporación de los conocimientos importados en el propio acervo. La complejidad creciente de la actividad económica multiplica la demanda de tecnología que conviene atender, en la mayor medida posible, con la propia oferta de bienes complejos y conocimientos. La elevación de los niveles educativos y la promoción de la ciencia y la tecnología son objetivos esenciales en la acción pública de los países emergentes, mientras el sector privado despliega sus actividades de investigación y desarrollo.
La experiencia de la Argentina proporciona un caso interesante para el análisis de las funciones del Estado en las economías emergentes. Desde mediados de la década de 1970 y durante más de treinta años, "Estado, políticas públicas, regulación", constituyeron malas palabras. En ese entonces, el paradigma dominante de la política económica fue "transmitir señales amistosas" a los mercados. El país se endeudó hasta el límite de la insolvencia y vendió a filiales de corporaciones transnacionales el control de los principales activos en petróleo, energía, telecomunicaciones y las mayores empresas privadas. De las mayores 500 empresas del país, más de 300 son filiales y generan más del 80% del valor agregado de la muestra. El epílogo fue el default y el descalabro del 2001/2002.
Con el cambio de paradigma, el Estado reapareció y recuperó capacidad decisoria en cuatro campos principales. Primero, el comando de la economía y sus instrumentos fundamentales: fiscal, monetario y pagos internacionales. Segundo, el arbitraje de la puja distributiva (salarios, ganancias, impuestos, subsidios, etcétera). Tercero, los marcos regulatorios dentro de los cuales se despliega la actividad económica, incluyendo los sectores económicos concentrados y las filiales de las empresas extranjeras. Cuarto, la gestión de servicios públicos y actividades privatizadas en caso de incumplimiento contractual de los concesionarios. Éstas son responsabilidades esenciales del Estado promotor del desarrollo de una economía moderna en el mundo globalizado. Ahora, para tales fines, el Estado argentino existe y es preciso que funcione con la mayor transparencia y eficiencia posibles.
Al recuperar la conducción soberana de la economía nacional, el Estado puede, simultáneamente, sostener los equilibrios macroeconómicos e impulsar el desarrollo económico y social. En la nueva realidad, la política económica tiene suficiente fortaleza para desplegar su política económica atendiendo al interés nacional sin subordinarse a la dependencia del financiamiento externo y, consecuentemente, el monitoreo del FMI. Este hecho tiene repercusión política interna. Buena parte de la conflictualidad política actual se deriva del rechazo, de influyentes grupos económicos y de opinión, a la recuperación de soberanía. Es decir, a la reaparición del Estado como un protagonista decisivo en el proceso económico como, por cierto, sucede en todas las economías modernas y, particularmente, en las emergentes de mayor desarrollo.
La experiencia argentina arroja tres enseñanzas principales. A saber:
1. Es imprescindible ejercer el derecho soberano de conducir la política económica en pos de objetivos, abiertos al mundo, pero esencialmente nacionales.
2. Es preciso mantener la casa en orden, consolidar los equilibrios macroeconómicos y descansar principalmente en los recursos propios.
3. Es necesario fortalecer la competitividad de la producción doméstica para que el lugar más rentable y seguro para invertir los recursos internos sea el propio país y atraer, complementariamente, recursos externos.
En realidad, nada nuevo, porque, desde siempre, la responsabilidad del desarrollo es indelegable, los países se construyen desde adentro hacia afuera y, en definitiva, cada uno tiene la globalización (y las crisis) que se merece, en virtud de la calidad de sus propias políticas. Éstas son las bases fundamentales del desarrollo económico que debe promover la educación y la inclusión social. Y las únicas respuestas válidas a la situación mundial actual.

Fuente: Por Aldo Ferrer en revista Argentina Económica de la edición del 2 de enero del 2011.

Datos de la economía mundial.

Cerrando el año 2010, a nivel internacional, se están verificando distintos e interesantes datos. Por de pronto, renacen algunas instancias favorables en los EE.UU. Por ejemplo, durante el tercer trimestre, el PIB de ese país habría crecido un 2,6%. Acompañan otros datos aceptables en el mercado de viviendas. No son guarismos del todo robustos, pero marcan algunos indicios atendibles. Podría haber otros ligados a instituciones bancarias.
Cabría perfilar expectativas de un crecimiento más a tono en ese país de cara al 2011, por más que todavía existe una exposición a la revocabilidad. De todos modos, parece que la política interna del Quantitative Easing (QE) o "facilitación cuantitativa" ganó aceptación.
Naturalmente, persiste la discusión acerca de la incidencia de las diversas áreas de la economía mundial, con sus políticas anexas, en lo que concierne a la dinámica de la misma.
Semanas atrás, la nueva ronda de la QE aplicada por la Reserva Federal se encaramaba en el podio del debate. Ello, en tanto dicha estrategia, en pos de una valorización de títulos y de la estimulación de la actividad doméstica, despertaba cual colateral una depreciación del dólar en el mundo. La visión oficial en los EE.UU. aducía que no se buscaba estrictamente un objetivo de mejor competitividad cambiaria, sino que acontecía un derivado de la legítima pretensión de instigar la demanda interna. Frente a esto, países como Alemania y China, arreciaron sus embates contra las decisiones norteamericanas, acusándolas de instigar la "guerra de monedas".
Poco después, aflorando nuevamente los rasgos de debilidad que signan la Unión Europea, los ruidos ocasionados derivaron en el repunte relativo del valor del dólar. Por un motivo u otro, se presenta arduo conseguir una coordinación eficaz de los tres polos principales del poder económico mundial: EE.UU., China y Alemania (arrastrando a la Unión Europea).
EE.UU. reclama a China por su apego a la estrategia "mercantilista" de desarrollo, a la que perciben en un pico crítico. Observan que no hay un desmontaje suficiente de la misma. El yuan no se revalúa en la dosis deseable. Por lo demás, China, alerta ante un adicional de inflación interna, adopta medidas monetarias para encauzar las presiones. En síntesis: una flotación administrada del yuan, con una canasta de monedas "oculta" que parece aferrarse bastante al dólar americano, más las medidas monetarias de contención -súmese como China recicla hacia el exterior su liquidez; ahora decide comprar deuda soberana de Portugal-, son elementos que sustentan la idea de que China se mantiene harto celosa de su nivel cambiario competitivo.
Sin dudas, la estrategia china es, en lo suyo, tan escrupulosa como consistente. Lo que no implica desconocer las difíciles implicancias mundiales de arrastre. Los chinos valoran lo que ha significado, y lo que todavía puede aportar, su modelo de crecimiento de fuerte proyección exportadora -lo que de ningún modo supuso castrar la demanda interna-, y no se inclinan a liquidar la "gallina de los huevos de oro" así porque sí. Entonces, no admiten una revaluación fuerte del yuan ni una consideración unilateralizada de la demanda interna.
Desde ya, para los EE.UU, centrados en la posición dominante en ese país, el "subsidio masivo" de las exportaciones que acarrea la política cambiaria y afines de China, constituye un reverso dominante de los déficit externos americanos, con presiones negativas que lastiman a la industria local, incluyendo costos en términos de desempleo. Si no se aplicara la QE, alternativas medidas de radicalización del ajuste fiscal y de subas paralelas de tasas, hundirían más la actividad, el consumo y el empleo norteamericanos. La propia economía mundial se vería muy afectada. Luego, la QE tiene lógica: lo que, sí, sería exigibe, según los EE.UU., una mayor coordinación con China y Alemania. Sin una coordinación tangible, sube la exposición al juego de "suma cero".
El "mercantilismo" alemán y la Unión Europea. La perspectiva ligada a la zona del euro, y dentro de esta estructura, al papel que asume Alemania, proyecta una notable gravitación en lo relativo al funcionamiento de la economía global.
Como señalamos reiteradamente, la Unión Europea presenta un formato muy asimétrico, con Alemania erigida en claro eje organizativo y funcional. Alemania también aplica una estrategia "mercantilista", pero, en este caso, inherente a un país ya desarrollado. Este país refulge en lo que los ortodoxos denominan "fundamentos sanos", conformando, además, una nación fuertemente acreedora, con una situación de crédito soberano robusta. Aspectos como estos actuaron en su momento como imán para la constitución y progresiva ampliación de la eurozona, siendo que los diversos países débiles que se iban incorporando a la misma pasaban a gozar, por reflejo de aquella condición, de un tramo inicial de grandiosidad expansiva, con un boom de créditos y de alta valorización de activos, recias subas salariales y febrilidad consumista. Una verdadera "cadena de la felicidad".
Primando una moneda común al área, de hecho, hay relaciones internas entre los países integrantes de la zona asimilables a la presencia de un tipo de cambio nominal fijo. Luego, la compulsa de este elemento con la conducta de los costos domésticos, tiende a definir la instancia de competitividad relativa. En el curso de casi una década, mientras el costo laboral unitario subió un 3/ 4% en Alemania, lo hizo un 18% en Francia y más del 30% en una serie de países más periféricos del área. Tenemos, por ejemplo, los casos de Grecia, Irlanda, Portugal, España, entre otros. El corolario inapelable del asunto es una ostensible posición superavitaria en lo comercial externo por parte de Alemania frente a sus socios de área (que también existe respecto a los EE.UU.).
En simultánea, dada la fortaleza financiera de Alemania a la se aludió, esa nación puede "bancar" el endeudamiento de sus socios correlativo al arraigo del déficit comercial externo citado. Por supuesto, este circuito, al elongarse indefinidamente, alcanza un punto de putrefacción y de crisis. Aquí es donde surge toda la densa temática financiera del salvataje-reestructuración-asistencia respecto al endeudamiento contraído y sobre cuáles son los requisitos de ajuste exigidos a las naciones en ascuas. Con una Alemania que también se muestra severa en estos tópicos. Por ejemplo: Grecia, uno de los países afectados, asume ahora una adicional vuelta de tuerca en términos de ajuste, añadiendo a fuertes recortes previos de remuneraciones y de pasividades, nuevas reducciones de gasto y más alzas de impuestos. Y así en los otros casos similares.
Lo llamativo es que Alemania es atrapada en un dilema de ambigüedad. En efecto, hay un montón de países periféricos de la eurozona, que usufructuaron el período dorado de la accesión a la zona, y se dejaron llevar por la prodigalidad militante. Ahora, tienen que "pagar". Lo cual, supone una operación integral que no deja de molestar a Alemania, que busca administrar a cuentagotas la asistencia arrimada.
¿No debería considerarse aquí, en consecuencia, que funciona un pesado lastre para Alemania, ligado a los países referidos, y que lo mejor sería la quiebra de la eurozona?. No es tan fácil. Porque, en rigor, los países pródigos son la ineludible contracara de aquellas estrategias que ponderan la presencia de superávit externos. El asunto es atender a los límites de factibilidad de la prodigalidad y vérselas con las respuestas exigidas por las situaciones de crisis suscitables. El reto que enfrenta Alemania en la eurozona es hallar los cuadros reguladores que aseguren el punto justo: "ni tanto, ni tan poco".
Supóngase que cayera la eurozona, y renaciera Alemanaza con el marco, su moneda propia. Las coordenadas hacen pensar que el marco se perfilaría como una moneda muy apreciada. Aun con la gran productividad alemana, ello podría significar un grave golpe en materia de competitividad. El euro, por el contrario, depara un rango más relajado.
Hubo una China "mercantilista" pro desarrollo (además de otros casos), porque se dio la prodigalidad americana. EE.UU. entendió que, como país eje, debía, o le era conveniente, asumir esa instancia. Hoy las cosas están menos claras entre China y los EE.UU. Alemania, en cambio, interpreta su rol eje bajo la lente "mercantilista" (de un país ya desarrollado). Son, como se ve, facetas muy complejas, que la coordinación internacional está lejos de encauzar.


Fuente: Por Luis Curia en revista Argentina Económica de la edición del 2 de enero del 2011.

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