viernes, 22 de julio de 2011

Los desafíos pendientes.

Algunos de los desafíos pendientes del gobierno de Cristina para un eventual segundo gobierno que, a partir de diciembre, tendrá la tarea de profundizar en los cambios a favor de la consolidación del modelo de crecimiento y de desarrollo en curso.

A estas alturas creo que tendría que quedar más o menos en claro que profundizar el modelo nacional y popular quiere decir continuar, de la manera más decidida posible, en el camino del desarrollo y del crecimiento económico, político y social. Quiere decir trabajar en el desarrollo de cada uno de los mercados internos que estructuran la producción y la economía nacional y tener una fuerte política en materia de exportaciones con valor agregado para crear trabajos de calidad, es decir, que defiendan los derechos de los trabajadores, sus necesidades y que a la vez puedan cumplir, por lo menos en parte en esta etapa de transición, con las grandes expectativas que todos tenemos en relación a mejorar la calidad de vida de la población. También quiere decir poder sostener el desendeudamiento con superávit fiscal y comercial, el llamado superávit gemelo, lo que a su vez implica una serie de definiciones políticas, económicas y comerciales que también tienen relación con las transformaciones en curso, en el sentido que precisamente políticas como el tipo de cambio, de equilibrio desarrollista para el caso, sobre la definición del gasto público como inversión y las formas en que se compone el ahorro interno que busca sostener la inversión, etc., son todas medidas que definen el tipo de régimen político que estamos dispuestos a sostener y defender políticamente. Por otro lado, ya sabemos la posición que al respecto ha sostenido en todos estos años el gobierno de Cristina Fernández, definición que finalmente funciona como una síntesis de las acciones y de lo concretado por el kirchnerismo, pero que también ratifica la decisión de institucionalizar los cambios estructurales que nos han permitido que durante todos estos años el Producto Interno Bruto creciera a un ritmo anual del orden del 8%. El modelo, admiten en el Gobierno, requerirá de una mayor sintonía fina para perforar los núcleos más duros de pobreza que dejó la valorización financiera y especulativa que irrumpió con la dictadura cívico-militar y que luego perfeccionó el menemismo en su tarea de consolidar el neoliberalismo militante. Y las políticas que nos permitirán perforar los núcleos más duros de la pobreza, que a su vez nos permitirán terminar con la marginación y la exclusión de manera definitiva, son políticas y medidas de segunda generación, son medidas estructurales mucho más radicales que por lo mismo requieren la ineludible tarea de profundizar y ampliar las alianzas políticas y sociales en favor del gobierno que es nacional y popular porque basa su accionar en la soberanía política que se fundamenta necesariamente en la soberanía, en la movilización, en la gestión y la participación popular, de los trabajadores.
Entonces, los trabajadores en tanto tales y en la medida en que deciden organizarse en la búsqueda no solo del cambio social sino también en la profundización del modelo vigente en términos del humanismo militante, en la medida en que participan en los diversos movimientos sociales que buscan representarlos y solucionar sus necesidades más urgentes, en la medida en que por lo menos tengan en consideración quienes defienden sus derechos, quienes batallan en favor de esas nuevas conquistas que reivindican el bien común y en la medida en que buscan, en coalición con el gobierno popular, terminar con los núcleos más duros de la pobreza, de la marginación y de la exclusión de vastos sectores soiales, no pueden limitar su participación y su organización a un frente meramente político, mucho menos a un frente electoral. No pueden limitarse, en tanto clase social que es mayoritaria, a un conglomerado político, ni a los partidos y otras organizaciones políticas, no. Es que mucho más allá de los partidos o de los frentes electorales existe un país social que no milita y no le interesa hacerlo pero que sí acompaña y defiende al gobierno popular y no tenemos por qué aspirar a que militen en ningún partido a pesar de que son una cantidad muy grande de trabajadores. Desde ya, la tarea primera, antes que la obsesión de querer que todos militemos en los partidos políticos, es que los líderes de los movimientos y organizaciones sociales junto con los trabajadores se unan en toda la diversidad, en el debate, en la discusión, que se unan con la clase media, que se unan todos los trabajadores , las amas de casa, la juventud, los campesinos y los obreros de todos los tipos más allá de los partidos, porque en realidad la solución va más allá de los partidos en el sentido que los excede en sus funciones porque, en definitiva, si bien los partidos políticos son parte centrales en las soluciones en términos populares, en la posibilidad de acciones y de participación, esas soluciones no pueden circunscribirse ni apoyarse prioritariamente en partidos y organizaciones políticas. Entonces, las soluciones integrales a los múltiples problemas de los trabajadores pasa por la participación de éstos, en el sentido de que esa participación es fundamental en el ejercicio del poder real, en la gestión de la agenda pública, sin embargo, esa participación y el propio compromiso de los trabajadores va más allá de los partidos políticos para enriquecerse en la participación a través de los movimientos sociales, de base y en los diversos movimientos barriales (…) que están mucho más cerca de los trabajadores, de sus necesidades y eventualmente de la posibilidad de solucionar sus problemas más urgentes, los que son parte de la cotidianidad de éstos. Por eso, la participación de los trabajadores es un trabajo que pasa por la unidad en todos los frentes, es decir, en el frente político, en lo electoral y en lo social, sin desmerecer ninguno de ellos pero tampoco sin colocar a ninguno como prioritario. En la medida en que los cambios se conquistan y en la medida en que el proceso se radicaliza en favor de los trabajadores, éstos van canalizando sus necesidades y su participación de diversas maneras, la mayor parte de las veces de forma original y hasta inusual. Eso es lo que importa.
En otras palabras, el peronismo histórico, al igual que el kirchnerismo y la primera presidencia de Hipólito Yrigoyen, significó la entrada de nuevos sectores y actores sociales a la esfera de la gestión pública. Sin embargo, en el peronismo se dio a través de una manera dominante que tomó la forma del sindicalismo. En el kirchnerismo actual, esa forma sindical sigue pesando de manera decisiva, pero en un contexto de pluralidad que incluye otras formas de movilización y democracia de base que son las que permiten profundizar la política del gobierno popular en la cual están comprometidos los sectores representantes de los intereses de los trabajadores y que no pueden limitarse a la construcción de un frente electoral o a la militancia en los partidos políticos. Así, el kirchnerismo representaría un momento más avanzado en el afianzamiento de los objetivos populares. En ese contexto, la idea de la soberanía política de nuestros países, en este caso particular de Argentina, es central y prioritaria porque en realidad si bien llevamos doscientos años discutiendo si vamos a ser un país industrial o agrícola-ganadero, los sectores populares ya hemos dado en parte nuestra respuesta, es decir, que podemos ser las dos cosas a la vez, y no en términos discursivos, sino concretos. Es decir, la soberanía política no solo significa sostener y profundizar el modelo a partir de que Argentina mantenga su capacidad para tomar decisiones en materia económica, en materia política, social y cultural sino que también significa defender la propia industria y la producción nacional incorporando a todos los sectores productivos a la economía nacional. Significa que la producción agrícola y ganadera deje de ser un apéndice del sistema comercial globalizado y se incorpore plenamente a los objetivos, las metas y las definiciones adoptadas por una economía nacional en equilibrio, en crecimiento y en desarrollo en favor de los intereses nacionales. Así, a pesar del éxito del modelo, tanto en el ámbito económico y también en el ámbito político e institucional, en el sentido de la nueva hegemonía que despliega el gobierno nacional frente a la inoperancia y la falta de perspectivas de un proyecto creíble y alternativo opositor a las políticas inclusivas del gobierno popular, todavía está la necesidad de mejorar la calidad de la estructura económica, política e institucional.
En el ámbito económico, la macroeconomía hizo lo suyo, aportó la necesaria estabilidad y saneamiento de las cuentas fiscales incentivando el ahorro interno, la producción nacional y el crecimiento del consumo de los trabajadores (...) por lo que los próximos años serán parte de un proyecto de profundización y radicalización de los cambios, es decir, serán los años de recuperación de más fábricas junto con la creación de los empleos necesarios para terminar con la pobreza, la marginación y la exclusión estructural.
En el ámbito de la producción, entonces, se tratará de definir el tipo de desarrollo tecnológico que adoptaremos junto con las decisiones acerca de cuál es el tipo de especialización concreto de nuestra economía que puede tornar sustentable en el largo plazo el crecimiento en beneficio de todos. Esta visión implica no solo apostar por la tecnología conveniente sino que, en la medida en que esto sea así, replantear que tipo de intervención del sector público adoptaremos de ahora en más. Es que la intervención del sector público en la economía nacional necesariamente no puede provenir ya del esquema que caracterizó la mera sustitución de importaciones típicas de un Estado de bienestar que simplemente fracasó. Por lo mismo, la política industrial de los años por que están por venir tiene que ser parte de una estructura tecnológica y económica, comercial, política e institucional consolidada donde un sector público más eficiente, mucho más inteligente, moderno e inclusivo, que a su vez articula los intereses de los diversos grupos y sectores sociales en pugna, eso sí siempre teniendo como horizonte el bien de las mayorías, de los trabajadores, protege áreas sensibles e impulsa el mercado y el ahorro interno como mejor forma de inclusión.
Por último, dada la extranjerización de la economía argentina que es elevadíssima, y que además se afianzó en los últimos años, es necesario actuar al respecto siempre en favor de los intereses nacionales que son los intereses de las mayorías. Lo digo porque desde muchos ámbitos, incluso de algunos que son oficiales, se señala que se trata de una tendencia ineluctable, por lo cual no es posible hacerle frente, sino que muy por el contrario conviene estimularla. Pero la experiencia de muchos países en desarrollo, de Argentina inclusive, indica que no es así, y que se puede y se debe regular la operatoria del capital extranjero en nuestras economías nacionales. Al respecto, sería importante poder instrumentar un registro de inversores y empresas foráneas, dada la permisividad de la legislación aún vigente en lo que se refiere a la remisión de utilidades y la repatriación de capitales a las casas matrices de las grandes transnacionales que operan en territorio nacional. También sería importante un conjunto de medidas tendientes a reducir lo más posible la considerable propensión importadora que caracteriza a las firmas extranjeras, así como el constante drenaje de divisas que realizan en la forma de giro de utilidades, del pago de regalías e intereses y otras tantas maniobras que perjudican el crecimiento y hasta la estabilidad del modelo que nuevamente se pondrá a consideración de los trabajadores en octubre. Todo ello, vía el establecimiento de limitaciones al giro de utilidades, la imposición de niveles mínimos de las ganancias que deben reinvertirse en el país con vistas a la generación de superiores capacidades productivas, el cumplimiento del compre nacional y el desarrollo y apoyo a los proveedores locales.
Finalmente, en lo referido a la búsqueda del ahorro interno y de las inversiones tan necesarias para financiar el crecimiento y el desarrollo en los términos de equilibrio entre los diversos sectores que son parte integrante de la producción comprometidos en esta tarea, el sector de la industria y el agro- ganadero y dada la elevada extranjerización del aparato productivo local, considerando que buena parte de la inversión extranjera directa se dirigió hacia esos rubros que se ubican en las primeras etapas del procesamiento (con escasas articulaciones con el resto de los sectores del entramado económico), habría que estimular una mayor agregación de valor en el país. Todo esto para propiciar un nuevo perfil de especialización de la producción nacional, que ahora busca un equilibrio con los sectores agro y ganaderos vía tecnología conveniente que implica estar mucho menos comprometido con aprovechar los recursos naturales como tarea prioritaria para vincularse con las actividades ubicadas al final del proceso productivo.

Referencias bibliográficas:
Chávez, Hugo: “La propiedad Patria” en Aló Presidente #365, El Consejo, Estado Aragua, 10 de octubre del 2010, fragmentos.
Bencivengo, Gabriel: “Sintonía fina y gestión, dos claves para seguir creciendo”. Publicado en Miradas al Sur de la edición del 26 de junio del 2011.
Schorr, Martín: “Cinco medidas para frenar la extranjerización”. Publicado en Miradas al Sur de la edición del 26 de junio del 2011.
Zanini, Carlos: “La clave: el retorno de la película”. Publicado en Miradas al Sur de la edición del 26 de junio del 2011.

Autor: Alfredo A. Repetto Saieg.

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