viernes, 23 de septiembre de 2011

La profundización del modelo.

La eficiencia de las políticas y de los sectores populares en el proceso de profundización de las transformaciones y cambios sociales en curso.

El contundente triunfo de los gobiernos populares de Latinoamérica, que se expresa por ejemplo en sus políticas de inclusión social y en general en el mejoramiento de la calidad de vida de millones de trabajadores, que también se expresa en las manifestaciones de apoyo y de compromiso pero además en los triunfos electorales (el de Cristina en las recientes primarias es lo más cercano en el tiempo) anticipan cambios y ciertos reacomodamientos en todos los ámbitos y organizaciones políticas y sociales, incluido el sector de los sindicatos. En el caso argentino, la más que probable reelección de la presidente se convierte en un hecho político e histórico por la trascendencia de su sentido para los trabajadores argentinos pero también en general para los trabajadores de la región. Es decir, estamos frente a un hecho de enorme magnitud histórica porque se trata de un tercer mandato consecutivo, de una misma fuerza política, con una base de mayoría popular y sólo este tipo de acontecimientos, en la medida en que defiende y anticipa los intereses de los trabajadores, pueden cambiar definitivamente el modelo de crecimiento y la lógica del desarrollo. Entonces, nos encontramos frente a la consolidación de un modelo que se consolida no solo en Argentina sino también en muchos países de nuestra región. ¿No es acaso Dilma, la presidente de Brasil, la conductora de una fuerza política que va por su tercer mandato popular? ¿El triunfo de Dilma, de la mano de su mentor político Lula Da Silva y el triunfo de Cristina por sus propios méritos y gestión acaso no confirman que los trabajadores en su mayoría no solo aprueban el modelo sino que también buscan profundizarlo a través de su gestión y movilización? Definitivamente, un tirunfo de Cristina se debe a la contundencia de la eficacia y eficiencia de las políticas populares. Así, actualmente países como Argentina transitan una etapa de reindustrialización bastante importante, la más fuerte de las últimas décadas. El compañero Néstor Kirchner revalorizó y así en su momento impuso democráticamente un nuevo paradigma político, cultural, social y económico que impulsa la producción nacional, la defensa del mercado interno y la generación de trabajo. Los resultados trascienden lo estadístico y forman parte de la realidad cotidiana, es decir, hoy estamos frente a un contexto donde existen más fábricas, donde hay más trabajo, más y mejores sueldos, inclusión, consumo, más obra pública y una distribución mucho más equitativa de la riqueza.
Los datos reafirman esa realidad de mejoramiento de la calidad de vida y de las condiciones del trabajo porque hoy con gran satisfacción podemos decir, siempre en el caso de Argentina, que tenemos dos veces la industria que sobrevivió a la crisis del 2001, a los siete presidentes en una semana y al gobierno de Duhalde. Hoy podemos decir que logramos generar un millón de empleos industriales como mejor política de inclusión social, que logramos aumentar considerablemente la productividad del trabajo y que se duplicó el valor agregado por cada trabajador a los bienes finales producidos. Además, esa producción fue exportada en mayor cantidad, con mejor calidad y a más destinos. Otro asunto no menos importante es que Cristina, de la mano de los sujetos sociales que le dan sustento político e ideológico a su gobierno, profundizó el modelo popular, incluso en un contexto de profunda crisis del sistema comercial global, y ejerció también un liderazgo que le permite al país atravesar de la mejor manera, casi indemne, esa crisis que azota a los países centrales. Mientras tanto, las recetas que se relacionan con los ajustes típicos del neoliberalismo o las falsas opciones, profundamente irracionales como las del déficit cero o la flexibilización del trabajo, la desregulación en todos los sentidos (…) son todas medidas en las que aún hoy los sectores y grupos dominantes insisten a pesar de todo. Son todas medidas que ya las hemos sufrido en Latinoamérica y que sabemos que sólo conducen a más ajustes contra los intereses de los trabajadores porque defienden las razones de los grandes centros del poder que concentran la riqueza y los recursos fundamentales en el propio nivel del sistema comercial global. Ellos, por sus propios compromisos, están estructuralmente incapacitados para presentar propuestas que vayan más allá de las políticas neoliberales y por lo mismo están incapacitados para solucionar la crisis en favor de las mayorías a través de un proyecto basado en un fuerte desendeudamiento, en la producción y en el trabajo. Por eso, son otros los actores sociales que, tanto acá como allá, tienen que hacerse responsables de la conducción política del régimen. Son los trabajadores los que así tienen que asumir la gestión democrática de la agenda de gobierno para de esa manera asumir compromisos en favor de las mayorías.
Es necesario trabajar en el desarrollo de nuevas estructuras políticas y sociales participativas que nos garanticen que las decisiones sean sostenidas por un consenso que reivindique las necesidades e intereses de los sectores populares. Actualmente, bajo los gobiernos populares, me parece que esto es así y este dato no pasa desapercibido ni para las empresas ni para los sindicatos. Es que el sindicalismo es un actor protagónico de este modelo. En Argentina, históricamente el sindicalismo está representado por el peronismo incluso de manera institucionalizada mientras que en otros países, Brasil por ejemplo, el propio Lula, un obrero metalúrgico, llegó a presidir el país. Este es un tema importante porque, a diferencia de los años ’90, en los que el régimen político neoliberal tendía a coartar el rol de los sindicatos, hoy el régimen popular se apoya políticamente en los trabajadores organizados y sindicalizados que así buscan no solo consolidar sino además profundizar el modelo vigente. Por lo tanto, la decisión popular de consolidar y profundizar el modelo en favor de la gestión democrática de los trabajadores impacta fuertemente en la forma que debe adoptar el protagonismo de los sindicatos.
Entonces, profundizar el modelo vigente significa defender un tipo de consenso social y político entre el gobierno, las pequeñas, medianas e incluso grandes empresas que generan trabajo real y genuino y los sindicatos, para garantizar una redistribución de la riqueza a través de mecanismos que vayan más allá del salario de los trabajadores en un proceso de inclusión y de equidad. Todo ello en un sistema comercial que además de globalizado bajo los parámetros neoliberales se encuentra fuertemente convulsionado por la crisis que afecta a los países centrales. En ese contexto, es prioritario insistir en las políticas inclusivas del régimen popular porque Latinoamérica, de una o de otra forma, en diversos países y desde fines del siglo pasado y principios de éste, anunció su final de época como hoy ocurre en algunos países de Europa y Estados Unidos. De todas formas, ese final de época, del régimen noliberal para ser más explícito, no es un proceso necesariamente idéntico que en los países centrales ni se desarrollan de la misma manera. De hecho, a fines del 2001 el estado de asamblea que protagonizaron los sectores sociales desencantados con el modelo argentino en curso, las movilizaciones por el que se planteó el “que se vayan todos”, la exigencia de un nuevo modelo que reemplazara al viejo e irracional régimen de acumulación neoliberal que tuvo sus inicios con la dictadura cívico militar, desembocó en el estrecho margen por donde ingresó a la historia grande el compañero Néstor Kirchner. El derrotero actual del viejo mundo, con Estados Unidos incluido, es semejante en cuanto reconoce las causas de su colapso financiero bajo las premisas del modelo neoliberal. Pero es distinto en su esencia social ya que no encuentra, al menos por ahora, ningún liderazgo político de envergadura que represente las masivas y caóticas movilizaciones que se producen en algunos de esos países lo cual indefectiblemente agrava aún más la situación presente. Es el caso de países como España, Irlanda o Grecia y dolorosamente por su cercanía geográfica, el Chile hastiado de los estudiantes.
Necesariamente hay que insistir en que la crisis global es de tipo estructural porque afecta las bases del Estado capitalista y la legitimidad de su régimen político. De esa manera cualquier sea la solución que se plantee al respecto, ésta sólo será superadora en tanto vaya por las estructuras del régimen y no quede circunscrita a cuestiones que sean meramente formales o parciales. Este compromiso con el régimen nacional y popular, en la medida en que plantea la profundización de las transformaciones y de los cambios en curso, así necesita de actores sociales y políticos, empresas, organizaciones, asociaciones y sindicatos asociados con el sector público de manera que el diálogo esté en favor de los intereses de los sectores populares. Es decir, los sectores populares, a través de las organizaciones que los representan donde por supuesto están incluidos los sindicatos, no pueden ser meros factores de presión, sino que tienen que constituirse como nuevos factores de poder para así gestionar democrática y mayoritariamente la agenda pública. Tienen que asumir la responsabilidad social y política de su poder. En ese contexto, el sindicalismo necesita desarrollar su capacidad de diálogo para intervenir en la vida productiva y así garantizar los derechos laborales en un marco de fuerte crecimiento económico.
Lo que las diversas transformaciones políticas, económicas, culturales y sindicales están generando en nuestros países es una negociación al interior mismo del sindicalismo y de los sujetos políticos populares en general, para definir una estrategia donde el protagonismo de esos sujetos es indispensable y adecuado a las nuevas circunstancias. Es que la realidad de un país es mucho más de lo que decimos que es o que pretenden decirnos los sectores opositores siempre comprometidos en una realidad virtual que sin embargo, mucho más temprano que tarde, choca con la realidad de la eficacia de las medidas populares. Es que la realidad está hecha no sólo de materialidades y de referencias que nos exigen compatibilizar perspectivas diferentes sino que también la realidad es una construcción de sentido de los múltiples actores sociales, culturales, políticos y económicos que definen la agenda pública de un gobierno. Por eso, la realidad es y seguirá siendo un ámbito de conflictos y de querellas interpretativas en el que el diálogo y el consenso terminan ahí donde se manifestan los intereses y las formas de vida contrapuestas de los múltiples sujetos sociales que actúan sobre la realidad. Así, parece evidente que el sindicalismo, y en general todos los actores sociales y políticos de toda índole, que forman parte de los sectores populares, necesariamente tienen que buscar una nueva confluencia que nos permita profundizar y extender el diálogo social a favor de los trabajadores. En esas circunstancias políticas, de profundización del modelo popular, hay que decir que somos militantes y trabajadores que tenemos los pies muy firmes sobre esta realidad, pero al mismo tiempo, no olvidamos nunca que nuestro sueño apunta un poco más allá, a un lugar que está mucho más cerca del horizonte del humanismo que reivindica la inclusión, la justicia y la equidad social.
Nuestra utopía, el gran horizonte a conquistar por los sectores políticos populares, es una sociedad que está gobernada por un Estado y legitimada por un régimen político donde los trabajadores dejen de ser mera mercancía que se intercambia en los mercados en beneficio de los intereses privados del capital. Es una sociedad mucho más libre porque no permite que seamos esclavos de otros. La producción social de la riqueza de nuestras sociedades y su apropiación privada, proceso a partir del cual se fundamenta la primacía del derecho a propiedad por sobre la vida de los trabajadores, es decir, por sobre la satisfacción de las necesidades y urgencias de las amplias mayorías, solo nos condujo a la miseria, a la exclusión, a la pobreza y la marginación estructural de los trabajadores y en ese contexto no puede haber igualdad. De hecho, es mucho más justo y equitativo un país con un 3 ó 4% de desempleo, ni hablar de pleno empleo, que un país donde más del 20% de su población activa se encuentra marginada del mercado laboral a través del que busca no solo la satisfacción de sus necesidades sino también, en primer lugar, su propia supervivencia.

Referencias bibliográficas:

Pepe Robles, Alberto: “Hacia una conflluencia de sectores”. Publicado en Miradas al Sur de la edición del 28 de agosto del 2011.
Giorgi, Debora: “El liderazgo político generó una industria fuerte y sustentable” Publicado en Miradas al Sur de la edición del 28 de agosto del 2011.
Foster, Ricardo: “La realidad y sus intérpretes” Publicado en revista Veintitrés de la edición del 25 de agosto del 2011.
Giles, Jorge: “Argentina, nuestro lugar en el mundo” Publicado en Miradas al Sur de la edición del 28 de agosto del 2011.
Nadra, Alberto: “¿Cómo respaldar a Cristina? Publicado en Alpargatas y netbooks (www.alpargatasynetbooks.com.ar) de la edición del 28 de agosto del 2011.

Autor: Alfredo A. Repetto Saieg.

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