viernes, 7 de octubre de 2011

Volver.

Una foto suya y de sus hijos recorrió el país de la mano de la Presidenta. “Fue un homenaje a la política de Estado en ciencia y tecnología. Pero es un homenaje también a mis hijos, a mi mujer, a las horas que no he estado con ellos, a las semanas que paso sin verlos”, resumió.

La inauguración del Instituto de Biología Molecular de Rosario trajo varias sorpresas. Por un lado, la visita de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Por el otro, la aparición de otro Fernández en escena: Claudio, un científico de 44 años repatriado que le regaló a la mandataria las fotos de sus dos hijos en señal de agradecimiento porque esos niños Irina, de 10 años, e Iván, de 5, pueden vivir en la tierra en la que nacieron sus padres gracias a las políticas implementadas en materia de ciencia y tecnología. Fernández vivió desde 2002 hasta fines de 2005 en Alemania, en Goettingen, una ciudad que tiene un Premio Nobel cada mil habitantes. Y volvió a la Argentina, convencido de que acá se podía, de que era posible desarrollarse como científico, con la necesidad de devolverle al país todo lo que la educación pública le había dado. Pero además dejó en claro a través de esas fotos que la Presidenta le pidió y que ella consideró como un homenaje, que los científicos son seres humanos con emociones y sentimientos. “Estoy convencido de que acá se puede hacer ciencia de alto impacto y quería que mis hijos, cuando crecieran, no pensaran que por mi actitud, por la ciencia, había dejado un poco de lado las raíces de ellos. Así que yo quería que ellos crecieran en esa ciudad tan linda donde yo me formé”, cuenta Fernández.
El científico argentino, que estudia Parkinson y Alzheimer, fue jefe de grupo en Alemania, donde tenía a su cargo un porcentaje muy grande de estudiantes argentinos “porque siempre supe que la diferencia entre un científico latinoamericano y uno de un país desarrollado no era genética. Nuestros genes no nos dicen que ellos son más capaces que nosotros, la diferencia es ambiental”, destaca. Y en diálogo con Veintitrés asegura que no le molestan las notas, ya que los científicos emplean dinero público para las investigaciones 

–¿Qué opina del Instituto de Biología Molecular que se inauguró en Rosario?

–Es muy importante generar un ambiente donde uno pueda explotar todo ese potencial, toda esa capacidad. Por eso es importante este instituto y contar con infraestructura, porque somos 200 investigadores que nos vamos a poder ver la cara todos los días, en el ambiente que necesitamos para exacerbar nuestro potencial, esa es la única diferencia que tenemos con el exterior. Tenemos recursos humanos brillantes y podemos darnos el lujo de hacer investigaciones con mucho menos financiamiento, porque la calidad de los recursos humanos que tiene en particular Rosario no es común. Si a eso se le inyecta un ambiente adecuado y financiamiento tenemos un tema de ciencia y tecnología cubierto por décadas y décadas.

–Usted estudió primero en la Universidad de Buenos Aires, hizo su doctorado en la Universidad de Rosario, en el Instituto de Biología Molecular. Su mensaje, de alguna manera, tiene que ver con que con esa educación se puede llegar lejos.

–Cuando uno se capacita en la educación pública y se sustenta con los impuestos que paga toda la sociedad y llega a ser lo que es gracias al financiamiento del Estado argentino, lo mínimo que uno tiene que hacer es ciencia acá, porque es un poco devolver a la gente que confió un poquito de aquello de todo lo que nos dio. Entonces, cuando uno se encuentra con que lo está haciendo en una sociedad como la alemana, que entiende lo que es la ciencia y la tecnología, y que reconoce que son muy importantes para avanzar es muy bueno, pero no es la sociedad donde yo me formé, ni con la que yo me siento identificado ni a la que yo quiero devolverle todo lo que me dio. Y sumado a eso, no quiero quitarles a mis hijos la posibilidad de elegir. No siento el derecho de poder elegir por ellos. En Alemania ellos tienen el futuro asegurado, pero si yo puedo hacer esto en la Argentina, ellos también lo pueden hacer. Traté de preservar eso que tiene el argentino en el exterior y también que ellos sepan cómo se generó esto, a partir de qué sociedad. Y por eso tener una foto con la Presidenta, con el gobernador de Santa Fe (por Hermes Binner), que ellos sepan que esta historia implica tener una foto para mostrarles a mis hijos y poder decirles: esto se generó por esto y por lo menos ya saber la historia cómo es.

–¿Qué sintió cuando las fotos de sus hijos fueron mostradas en cadena nacional por la Presidenta?

–Fueron un homenaje a la política de Estado en ciencia y tecnología. A esta gestión, a la gestión de Néstor Kirchner, a todo el esfuerzo que está haciendo la provincia de Santa Fe apoyándonos, pero es un homenaje también a mis hijos, a mi mujer, a las horas que no he estado con ellos, a las semanas que paso sin verlos. Es un reconocimiento que me tranquiliza un poco el alma. Y es también un reconocimiento a todas las personas que creen que se pueden hacer cosas de alcance internacional.

–¿Qué opinan en el exterior del trabajo que se está haciendo en Rosario?

–Hoy somos un grupo de referencia desde la Argentina, los laboratorios siguen nuestros conocimientos, están atrás de nuestras investigaciones. Y eso en un país como el nuestro, que está cambiando pero en el que es bastante naciente todo esto, todo es a base de un esfuerzo personal muy grande donde a veces uno pierde el objetivo de si está bien todo lo que está haciendo.

–¿Por qué cree que fue tan fuerte para la Presidenta que usted le mostrara las fotos?

–Los científicos somos seres humanos con emociones y sentimientos. Yo estoy convencido de que acá se puede hacer ciencia de alto impacto y quería que mis hijos, cuando crecieran, no pensaran que por mi actitud, por la ciencia, había dejado un poco de lado las raíces de ellos. Así que yo quería que ellos crecieran en esa ciudad tan linda donde yo crecí, que a su vez me posibilitó capacitarme, y esto no son palabras. Con hechos le devuelvo a la sociedad un poco de lo que la sociedad me dio. Y lo hago cotidianamente realizando distintas actividades más allá de mi actividad científica. Creo que cuando uno está en el exterior y escucha que sus hijos a los dos o tres años empiezan a hablar en alemán, es muy fuerte. Yo lo vivía de una manera artificial que iba en contra de lo que yo pensaba. Cuando me ofrecieron trabajo, decidí volver al país porque creía que se podía hacer ciencia de alto impactó acá. Y le agradecí a la Presidenta y al ministro Lino Barañao haberme dado la posibilidad de regresar al país. Y haber demostrado que habernos convertido en estos años con nuestra actividad en un grupo de referencia internacional en la materia tiene que ver con un buen usufructo de toda esa confianza que se depositó en mí, el gobierno nacional con su inversión y el gobierno provincial con todo su apoyo. Tampoco quiero dejar de lado todo el apoyo que hemos tenido del gobierno provincial que quiere incluso construir un centro de ciencias, y que va a hacer un centro asociado a un hospital y que ahora en octubre viene primer ministro de Baja Sajonia para poder firmar con Santa Fe un acuerdo para llevar adelante toda esta investigación.

–¿Sintió en algún momento que sus hijos sufrieron el choque cultural?

–Iván tiene 5 años y nació en Alemania y es ciudadano argentino por decisión propia de su padre, después él decidirá lo que quiere hacer. Mi hija Irina tiene 10 años y ella fue la que realmente se enfrentó con el choque cultural. Porque estuvo viajando por todos lados hasta que llegamos a Alemania, y fue ella la que con un año y medio tuvo que escolarizarse con 30 chicos que hablaban otro idioma. Por eso, los cambios culturales los que realmente los sufren son los hijos y la familia. Y uno disfruta haciendo ciencia en un entorno como el alemán, y está muy bien, pero no hay que perder de vista todo esto. De alguna manera es eso lo que le agradecí a la Presidenta. Está muy bueno toda la base científica que uno pueda generar, pero el hecho de poder ver que mis hijos crecen en la sociedad que formó al padre, que permitió capacitarlo, y ver que ellos de alguna manera han recuperado su identidad es más importante que cualquier otra cosa. Es algo que le quise agradecer a la Presidenta.

Fuente: Guillén, Francisco. Publicado en revista Veintitrés de la edición del 4 de octubre del 2011.

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