sábado, 23 de octubre de 2010

Análisis político:

         Informe sobre el golpe en Ecuador:


Durante esa tremenda mañana, un amanecer que de consolidarse traería la reacción y, por lo tanto, el retroceso de las conquistas políticas y sociales de los trabajadores en Ecuador en particular y en Latinoamérica en general, contingentes de la policía de ese país se sublevaron contra el régimen constitucional supuestamente en protesta por la Ley Orgánica del Servicio Público, que hace solo un día había aprobado el Congreso a partir de sus funciones y facultades legales. Sin embargo, la desdicha de los grupos y sectores de poder, los que históricamente dominaron la política en nuestros países, ese mismo Congreso estaba ahora controlado por el oficialismo. No importaba que éste fuera expresión de la voluntad de los trabajadores como tampoco les importaba, a esos grupos de poder, que la Constitución de la república en definitiva consolidaba un modelo nacional, popular y soberano de acuerdo a la propia especificidad cultural y política de Ecuador. Entonces, con el pretexto de que esa ley eliminaba ciertos bonos y condecoraciones que les benefician, atacaron incluso físicamente a Correa que, acompañado por el ministro del Interior y algunos miembros de su escolta personal, estaba en las instalaciones del Regimiento de Policía Quito 1, precisamente para dialogar con los sublevados. No hubo diálogo posible y en consecuencia cientos de policías lo asediaron con gritos de protesta y descontento. Pero, a pesar de que su seguridad estaba en peligro por el desborde de la propia situación, Correa se envalentonó y arengando a esos uniformados les planteó:

Si quieren matar al presidente, aquí estoy, mátenme si les da la gana, si tienen el valor (…) Si quieren tomar los cuarteles, traiciónenme; este presidente y este gobierno seguirán haciendo lo que tienen que hacer”.

Después, lo que todos sabemos, su llegada al hospital y el secuestro, el intento de asesinato mismo del mandatario porque, una vez más, la consigna de los sublevados era matar al Presidente mientras que, al mismo tiempo,  Correa no tardó en darse cuenta de que todo estaba perfectamente orquestado para acabar con su vida. Incluso la custodia presidencial pudo interceptar en su momento una serie de llamadas en las que pedían su cabeza. Y en una actitud de arrojo, a pesar de que Correa estaba en grave peligro, nunca cedió ante los sublevados que, en definitiva, querían provocar un levantamiento general tanto de la policía como de los militares lo que hubiese llevado al país a un caos social y a la reacción porque, no lo olvidemos, después del golpe de Estado vienen las torturas, las muertes, los detenidos desaparecidos, el retroceso político, social, económico y hasta moral porque, a través de la doctrina de seguridad nacional, se niega sistemáticamente y sin el menor pudor el derecho a la vida de las mayorías.
Por su parte, la reacción de Argentina en particular y de Latinoamérica en general, en las primeras horas de esa complicada tarde y ante lo increíble de los sucesos, la presidenta Cristina Fernández comunicó a sus pares latinoamericanos que esa misma noche debían autoconvocarse para decidir que medidas institucionales concretas aplicaría la Unasur y, eventualmente, cuales serían las sanciones en caso de que los sublevados lograran consolidar su poder. En ese contexto, los gobiernos de Colombia y Perú, gobiernos de características neoliberales y vecinos inmediatos de Ecuador, increíblemente adoptaron acciones en sus propias fronteras. En realidad, ningún presidente latinoamericano realmente dudó en esas horas dramáticas y partieron a Buenos Aires esa misma noche. Esta vez, en un acto de heroísmo y de madurez política, el golpismo de los gorilas estaba condenado de antemano por nuestros países. Además, al mismo tiempo, con el propio heroísmo, la consecuencia y pasión del presidente Correa, la memoria de Salvador Allende sobrevolaba el continente. Sin lugar a dudas, entre los mandatarios latinoamericanos, existía una profunda preocupación por el futuro político de Ecuador pero, a su vez, actuaban rápido porque en realidad había golpe y había secuestro. Es bueno aclararlo porque los grupos de poder de ese país, parapetados por ejemplo en los medios de comunicación, sistemáticamente y luego del fracaso del golpe de Estado, hablaron de rebelión o de crisis, negando el hecho de que estuvo en peligro el régimen constitucional. En realidad, en ese contexto es interesante preguntarnos quién estaba detrás del golpe porque la sublevación policial ecuatoriana es el epílogo de una serie de actividades políticas reaccionarias y subterráneas que tiene por lo menos dos años de gestación, es decir, desde fines de octubre del 2008 cuando el propio ministro de Defensa revelaba cómo importantes diplomáticos de Estados Unidos se dedicaban a corromper al cuerpo de la policía y también a los oficiales de las diversas instituciones armadas. Este informe simplemente precisaba que las unidades de la Policía Nacional mantenían una fuerte y decisiva dependencia económica y logística informal con Estados Unidos en cuestión para, por ejemplo, el pago de los informantes, la capacitación de los agentes, el equipamiento y hasta en el ámbito operativo. Entonces, lo que en verdad nos dice este informe es que la policía ecuatoriana, al igual que otras policías e instituciones armadas de nuestra región, son adiestradas en muchos aspectos por su contraparte estadounidense. De todas maneras, el ejemplo más claro al respecto tiene que ver con Colombia y su guerra contra el narcotráfico (…) El problema es que en el caso de Ecuador, esos generosos aportes en recursos financieros y logísticos, no se canalizan a través del gobierno ni de cualquier otro actor político democrático que integra el régimen político inaugurado con la nueva constitución política, tampoco se canaliza a través de la Embajada de Estados Unidos en Quito, sino que, muy por el contrario, van directamente del Comando Sur de Estados Unidos a la Policía Nacional de Ecuador. Entonces, la policía se convierte en una fuerza excesivamente militarizada, represiva, reaccionaria y autonomizada que con sus acciones y estructuras pretende emular a las propias fuerzas armadas ecuatorianas. Desde esa perspectiva se entiende el fallido intento de golpe de Estado contra el régimen nacional y popular precisamente porque el gobierno de Correa buscó terminar con cada una de esas anomalías que, en los hechos, convierten a la policía con esas prerrogativas en una casta armada, autónoma y reaccionaria sumamente peligrosa para el régimen democrático.
No es ninguna novedad que con la excusa de la lucha en contra del narcotráfico o del terrorismo global, Estados Unidos adiestre y forme constantemente cuadros de agentes, soldados y policías latinoamericanos en la doctrina contrainsurgente. De hecho, hace solo unos años, Estados Unidos montó una Academia Internacional de Aplicación del Derecho que tiene sus centros de operaciones principales en El Salvador y Perú pero que también actúa en Ecuador y que se parece mucho a la ya tristemente célebre Escuela de las Américas que formó dictadores y genocidas de todas las características bajo la doctrina de seguridad nacional. En esas circunstancias históricas hay que responder a la pregunta sobre quién o quienes estuvieron detrás del intento de golpe. Los cables y los noticieros de los medios concentrados en toda la región, es decir, tanto en Ecuador como en Brasil, en Argentina (…) negaban la gravedad de los hechos y hasta la emparentaban con una rebelión popular contra Correa como dije más atrás. Pero, en ese contexto, ya no es posible hablar de negligencia o de falta de profesionalización de los mismos periodistas sino que, antes bien, la cuestión tiene que ver con cierta real complicidad golpista, con la defensa de los intereses corporativos de los sectores y grupos políticos y económicos a nivel regional que históricamente nos sometieron a los intereses de los clanes anglo- estadounidenses globales de los cuales son claros exponentes y representantes regionales y actúan políticamente en consecuencia. Ya habrá tiempo suficiente para llegar al fondo de la cuestión para juzgar a los responsables políticos e intelectuales de esos hechos como pasó en Bolivia y Venezuela porque, desde ahora, es importante resaltar la resistencia y la contraofensiva regional que se organizó en apenas tres horas. No es un detalle menor porque es necesario contar con planes de contingencia y de defensa de los cambios y transformaciones tanto a nivel nacional, de cada país, como a nivel regional para desbaratar los planes de los sediciosos de siempre. Hay que entrenar a la población en las formas de la resistencia civil, en la no- violencia y en la movilización para la defensa de la vida y de las conquistas y derechos de los trabajadores porque esa defensa no puede quedar librada a la espontaneidad de la movilización de los trabajadores. En realidad, como ya en otro lugar me referí a la defensa no violenta del régimen político democrático, creo que sería más urgente tratar sobre un plan de contingencia a nivel regional que tiene que ver, por ejemplo, con armar la agenda pública de acciones políticas destinadas a la movilización de los otros países de la región para no dar respiro a los sectores golpistas del país afectado y, en ese contexto, hay que decir que la Unasur estuvo a la altura de las circunstancias planteando rápidamente una agenda de acciones de emergencia, el borrador de una declaración política de los países integrantes de la Unasur donde se condenaba la intentona golpista, pudo verse también una eficiente logística de los vuelos y de la convocatoria a una reunión presidencial convocada de emergencia y a la que asistieron todos los presidentes de la región, es decir, de la máxima instancia institucional y política de nuestras democracias, que finalmente significó movilizar a un gigante que ya no está dormido sino que, por el contrario, caminó a paso redoblado al igual que durante la crisis de hace un tiempo entre el gobierno saliente de Colombia y una Venezuela decididamente bolivariana. Entonces, la reacción con la que actuaron los máximos líderes de nuestra región, nos mostró la razón de ser de este organismo regional que, una vez más, logró dar por el traste con todos los argumentos de los sectores y los grupos de la derecha vernácula regional que dejó en claro el compromiso político de todos sus integrantes incluso más allá de las diversas posiciones ideológicas y los enfrentamientos de antaño.
Además, la contundencia de las acciones y de la movilización de la Unasur también quedó plasmada en la respuesta frente a la metodología de los golpistas, es decir, ya no pasa como en la época del apogeo de la doctrina de la seguridad nacional en la que los múltiples golpes de Estado eran protagonizados por sectores militares que tomaban el poder y clausuraban las garantías constitucionales de los trabajadores. Las recientes experiencias políticas tanto de Bolivia como de Honduras muestran una complejidad en la lucha por un régimen político mucho más inclusivo y popular que nos desafía, querámoslo o no, a la más profunda participación y movilización en beneficio de los intereses y las conquistas de los trabajadores porque los otros, los grupos y sectores de poder históricos, nos demostraron una vez más, en el caso ecuatoriano, que no se detienen ante nada, que no hay márgenes para la ambigüedad y el cinismo político porque lo característico del régimen político en Ecuador, en relación a los intentos de golpe de Estado en Bolivia y en Venezuela fue que éste se dio en una etapa plena de consolidación política del régimen mientras que, muy por el contrario, en los otros casos, es decir, en el caso del intento de golpe contra Chávez y contra Evo Morales, éstos se produjeron cuando recién arrancaban políticamente con las transformaciones. En cambio, Correa se encuentra en su segundo mandato presidencial y se supone que a esas alturas los grupos más reaccionarios ya tendrían que haber sido neutralizados por los sectores representantes de los trabajadores. Este hecho simplemente nos enseña que no podemos bajar la guardia, que la movilización y la participación política, la construcción de un arte de lo posible y de poder de los trabajadores, es una tarea constante en donde nada puede quedar al azar. Otra de las lecciones centrales que nos dejó este intento de golpe es que Latinoamérica fue tomando forma propia a partir de la madurez política que le permite encarar situaciones políticamente complejas más allá de las diferencias entre las diversas orientaciones e ideologías de los gobiernos que la integran. De hecho, me sorprendió bastante, a modo personal, la defensa irrestricta y tajante del presidente de Perú, Alan García, en relación al gorilismo que buscó imponerse. También me sorprendió la condena de países como Chile y Colombia que desde el primer momento se solidarizaron y a poyaron a Correa como legítimo representante del pueblo ecuatoriano cerrando incluso sus fronteras, en el caso de Colombia y Perú, y dejando de lado los antagonismos y las diferencias en sus concepciones ideológicas en relación a los regímenes nacionales y populares de los que Ecuador es un fiel exponente. Otra enseñanza que deja esta crisis es la tardía reacción de Estados Unidos quien declaró su apoyo a Correa después del acuerdo militar ecuatoriano con la continuidad constitucional y luego del emplazamiento realizado por el gobierno cubano para que se pronunciara claramente al respecto. Además, Latinoamérica está viviendo una revolución intelectual, ideológica, económica y política que ya consolidó otra manera, mucho más racional, de mirarnos a nosotros mismos y al mundo. Vivimos una nueva etapa signada por otros desafíos relativos a la inclusión de los trabajadores, a la generación de empleos, de otras oportunidades y opciones que se plantean a partir de nuestros propios intereses como países.
En otras palabras, los principales líderes latinoamericanos ya no piensan en función de sus relaciones, tanto políticas como económicas, con los centros del poder global, con los países centrales que definen opciones y oportunidades en el ámbito de los intereses del neoliberalismo, sino en base a los intereses propios que tienen que ver con nuestros propios intereses como regímenes políticos que se definen a partir del humanismo más consecuente que, en estas circunstancias, se estructura en base al logro de una mejor calidad de vida para todos. Por último, la lección histórica más importante en relación al intento de golpe en Ecuador tiene que ver con que las fuerzas y los actores gubernamentales, representantes del sector público, en conjunción con los grupos y sectores populares, es decir, representantes de los intereses de los trabajadores, del cambio y de la revolución ciudadana, no pueden olvidar el imprescindible apoyo de los movimientos sociales populares en general. La aclaración puede parecer una obviedad, sin embargo, Correa estuvo enfrentado con los movimientos indígenas, con algunos sindicatos y otros colectivos que, en realidad, son el sustento político e ideológico de cualquier proceso de transformaciones. Es cierto que mantienen posturas políticas disímiles en asuntos tácticos tan importantes como el uso del agua por las multinacionales mineras y por otras razones vinculadas al modelo de desarrollo planteado pero, en varias ocasiones, Correa elevó el tono de la confrontación política, por ejemplo, agrediendo sin necesidad a algunos dirigentes sociales con acusaciones totalmente fuera de lugar. Entonces, hasta cierto punto, Correa se empeña en atacar y hasta deslegitimar a ciertos movimientos sociales mientras, al mismo tiempo, no toca las estructuras de poder de los sectores de la derecha política. Así, este tipo de actitudes políticas no hacen más que favorecer a la vieja derecha que históricamente controló nuestras vidas. Tal vez esto nos explique por qué, a pesar de ser manifestaciones masivas, las diversas movilizaciones en apoyo al cambio político en Ecuador, con motivo de la intentona golpista, no alcanzaron la magnitud y la contundencia de las que se realizaron en el 2002 en Venezuela para frenar y revertir el golpe contra Chávez o las que en septiembre de 2008 derrotaron a los sectores de la derecha en Bolivia. Entonces, en estas circunstancias políticas, la mejor lección que dejan estos hechos de tremenda gravedad institucional es comprobar que ningún grupo de poder puede encarnarse lejos de la voluntad de los trabajadores, de la gestión popular, porque precisamente esta es la que marca los caminos a recorrer en la imposición del humanismo más consecuente. Así, Correa por un lado sale contradictoriamente debilitado y por otro sale muy fortalecido a partir del fracaso del golpe de Estado protagonizado por la policía y algunos sectores militares. Sale debilitado porque quedó en evidencia cuánto se apoya el proceso de cambios en el vértice personalísimo de la autoridad presidencial y cuán lapidario puede ser para ese proceso de transformación un magnicidio, el cual fue una opción real en las horas del golpe. Sin embargo, por otro lado, salió fortalecido porque después de salir airoso de la intentona golpista puede aprovechar este efecto de demostración de la victoria ante los golpistas para radicalizar las posturas políticas de un gobierno de cambio, que es nacional y popular, altamente democrático pero erosionado por su enfrentamiento con los movimientos indígenas y por la indisciplina del bloque parlamentario oficialista que no le respondió cuando la Asamblea Nacional trató el veto presidencial a la Ley de Servicio Público. En otras palabras, un gobierno de fuertes cambios, altamente popular e inclusivo y que elige no acumular poder, en el sentido de que el jefe de Estado sigue careciendo por ejemplo de un partido político propio y organizado que lo sustente y apoye, sino que busca hacerlo circular, necesita de demostraciones fuertes y reiteradas de que tiene ese poder, que lo controla y que lo ejerce y gestiona con eficacia a favor de los intereses de los trabajadores porque precisamente su legitimidad deriva de ahí y no de la investidura que detente o de las instituciones que controle. Además, el debilitamiento de su apoyo entre los sectores indígenas, un crecimiento económico más o menos mediocre en términos reales que se encuentra limitado por la propia dolarización de la economía y todas sus consecuencias e implicancias junto con la persistencia del poder económico de los sectores de la burguesía, son todos factores que se pueden combinar y poner en peligro su gobierno y que por lo mismo reclaman una radicalización de los procesos de cambios.
Es preciso entender que las condiciones políticas y sociales para dar un golpe de Estado se construyen, es decir, no surgen por generación espontánea ni para llenar un vacío de gobernabilidad. Siempre fue así, por eso hay que estar atentos, por eso la democracia definida en términos de diálogo y de consensos con los sectores y grupos dominantes, es una gran falacia que solo los favorece a ellos Aunque la nueva modalidad de los golpes de Estado pretenda guardar otras formas y estilos, no son más que pura táctica y estrategia política para simular las auténticas motivaciones y objetivos de esas insurrecciones contra la misma institucionalidad del régimen político. Nuevamente, como en el pasado, los grupos y sectores dominantes y los poderosos intereses económicos que defienden, usaron a los uniformados para derramar sangre y salvaguardar sus granjerías y los privilegios que le otorga la sociedad capitalista de producción. Digo esto porque, una vez más, los auténticos motivos de este nuevo intento de golpe de Estado hay que buscarlo en la inminente aplicación del artículo 312 de la Constitución de Ecuador, aprobada hace dos años y que dispone que, a partir del próximo 20 de octubre, los banqueros del país deberán vender todas y cada una de las acciones que tienen en los medios masivos de información, de prensa y de comunicación. Vendría a ser algo así como la versión ecuatoriana del artículo 161 de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual de los argentinos. Estos, los banqueros, a partir de esa fecha en particular están obligados a vender los medios de comunicación u otras empresas que no tengan que ver específicamente con la actividad financiera que realizan precisamente como banqueros. Sumemos a todo esto el tratamiento por la propia Asamblea Nacional ecuatoriana de una nueva Ley de Medios que reordena la actividad periodística dominada, hasta ahora, por el libre albedrío de los propietarios de los medios masivos de información y comunicación, y tendremos un importante factor para intentar desestabilizar, a través de un golpe de Estado, el proceso de transformaciones llevado adelante por la revolución ciudadana. A esto me refiero cuando se habla con precisión y objetividad política, que esta conspiración es política pero además es mediática porque las grandes corporaciones monopólicas de la información no tienen ningún prejuicio ni límite real en usar, para defender sus privilegios, a la oposición política, a la progresía siempre tan descabellada, a los sectores de la extrema derecha y los siempre funcionales grupúsculos de la extrema izquierda, los sectores más conservadores de la iglesia y, con más razón, a las fuerzas armadas que tienen el monopolio del uso de la fuerza.
En realidad, todas esas reformas que tienen que ver con la ley de medios, acá o en Ecuador, en Paraguay o Uruguay, en el mismo Brasil, lo que buscan, en definitiva, es garantizar el acceso de los trabajadores a la pluralidad informativa en un mercado sin distorsiones que así favorece la multiplicidad de voces e intereses ahondando en una democracia mucho más tangible. En el caso concreto argentino, interpelada a la luz del día por las organizaciones intermedias que impulsaron la nueva ley de medios, y sujeta también a las presiones de las múltiples corporaciones económicas y mediáticas, la misma Corte Suprema tendrá que decidir si viabiliza la plena aplicación de la norma que votó el Congreso en pleno y por mayoría de sus miembros. En ese contexto, tiene un gran sentido político y estratégico  afirmaciones como las de Néstor Kirchner que planteó la necesidad de una Corte Suprema que sea independiente del poder político pero que, a su vez, también lo sea de los factores e intereses tanto económicos como mediáticos. En cambio, es  bastante sugestivo políticamente que quienes se desgarran las vestiduras en nombre de la libertad de expresión y amplifican reclamos de seguridad jurídica para sus propios negociados nada dijeron ni criticaron con respecto a esa época menemista de la mayoría automática que legalizó el despojo de la industria y la producción nacional siendo así, desde esa perspectiva, una Corte Suprema cómplice de la exclusión de los trabajadores y hasta de la impunidad de los genocidas. Nada dijeron sobre esa mayoría automática que, a través de la ley, garantizó el desguace del rol del régimen político y del sector público en particular en un proceso que derivó en la concentración de los multimedios que luego se tradujo en desinformación y pobreza.
En otros países latinoamericanos el problema en relación a los multimedios de la información y las comunicaciones también es real. Por ejemplo, en el mismo caso de Brasil, Lula, con motivo de la sucia campaña electoral llevada adelante por esos medios masivos de comunicación contra el gobierno popular, instó a la prensa a asumir categóricamente que tiene un candidato y que tiene un partido porque ya no es posible, de cara a la realidad más concreta, seguir sosteniendo la idea de que como medios de información son objetivos y neutrales. Simplemente en Brasil son unas diez familias muy poderosas en todos los ámbitos las que controlan tanto la información como la comunicación y así se vuelve una tremenda quimera seguir pretendiéndose objetivos, es decir, más allá de intereses corporativos e incluso más allá del bien y del mal. En otras palabras, lo que está pasando en Brasil, y que radicalizó fuertemente la campaña electoral, sucede también en Ecuador como vimos, sucede también en Venezuela, en Uruguay, Paraguay, Bolivia y ocurrió en Perú. Por eso, precisamente hoy, con la asunción de gobiernos que gestionan a favor de las mayorías, se busca modificar los sistemas nacionales de información y de comunicación que, en su mayor parte, vienen de los tiempos de las dictaduras de seguridad nacional en la que esos mismos medios de información actuaron y contribuyeron como cómplices con su silencio, salvo algunas honrosas excepciones. Si en Argentina se dice que el Grupo Clarín es quien contribuye a la elección de los presidentes del país, en Brasil se hace una afirmación más o menos similar en el caso del Grupo Globo, que siempre cercano al poder real, es así un hacedor de poder, es decir, influye fuertemente en la formación e imposición de determinados candidatos políticos a la presidencia del país. En otras palabras, construyen líderes que después gobernarán en su favor. Pasó con José Sarney y Cardoso pero principalmente con la construcción presidencial de Collor de Mello.
Por su parte, en Uruguay, la Ley de Radiodifusión fue sancionada por la dictadura el año 1977 mientras que en los últimos tiempos se generó un proceso de consulta pública para una nueva Ley de Radio y Televisión. En ese contexto, la Dirección de Telecomunicaciones presentó un cronograma para obtener aportes de los diversos actores y agentes políticos y los medios. Lo que se busca, según expresó el mismo presidente Mujica, es potenciar la libertad de expresión, adecuar la legislación a los cambios tecnológicos de los últimos años e impedir los procesos de concentración de la propiedad y de las voces por lo que es necesario garantizar la multiplicidad dentro de los medios, más allá de la propiedad. En Paraguay, el Sindicato de Periodistas impulsa una Ley de Comunicación para democratizar el acceso a los medios de comunicación e información y así garantizar canales de participación e inclusión. Además, Paraguay es el país en la región con mayor índice de concentración de la propiedad donde algo más del 2% del espectro radioeléctrico corresponde a medios comunitarios. En Bolivia, a principios de año, Evo Morales anunció una ley para adecuar la labor de los periodistas y los medios de comunicación a la trilogía quechua que inspira la Constitución, o sea, no robar, no mentir y no ser flojo mientras que en Perú en el 2004, con impulso desde los propios actores políticos de base, se creó la Ley de Radio y Televisión que estableció que una empresa pueda tener como límite el 40% de los medios dentro de un mismo territorio. De los 84 artículos que conforman la ley, 34 reflejan íntegramente las propuestas de los sectores populares. En Argentina, ya lo sabemos, el Grupo A y sus cómplices de la progresía y del reformismo político de la mal llamada izquierda nacional son los que impulsan las diversas condiciones destituyentes que genera el Grupo Clarín que, sin embargo, se escandalizan cuando esos mismos intereses golpean afuera, por ejemplo, en Ecuador. Políticamente es muy complaciente ver como esos sectores y actores políticos, alineados con la oposición y con los intereses del grupo Clarín, unifican su defensa por la constitucionalidad del hermano país, sin embargo, me hacen recordar a las damas de beneficencia que prodigan limosnas a los mismos pobres que ellas, con sus albaceas, con sus CEO y sus maridos, ayudan a reproducir.
Todo lo anterior nos demuestra, una vez más, que la más importante lección de todo lo acontecido en Ecuador, en Argentina en particular y en Latinoamérica en general, es comprender que el régimen político nacional y popular, la democracia en términos humanistas, es confrontación de intereses que, en el largo plazo, nada tienen que ver con el consenso ni con el diálogo respecto de los grupos de poder más concentrados y elitistas. En realidad, esos mismos grupos de poder continuamente nos hablan de consenso, de diálogo y hasta de conflicto, o, con más precisión, alaban políticamente el consenso y buscan denostar el conflicto pero solo en apariencia porque lo que hacen, a través de ese diálogo y ese consenso, es dejar las cosas como están para poder seguir disfrutando de sus privilegios. Con este enfoque estratégico, la solución o la radicalización de los problemas socialmente problematizables dependen del buen humor y de los modales finos, del diálogo y de los falsos consensos. Es decir, me refiero al típico abordaje que privilegia las formas y por otro lado ignora el fondo de los problemas. Entonces solo se discute lo accesorio, lo más superfluo y nadie se ocupa de lo fundamental, es decir, de los problemas estructurales que afectan el desempeño y la gestión del régimen político. Así este enfoque, donde la urbanidad y las buenas costumbres determinan la realidad más que los propios intereses políticos, económicos y sociales, una opinión válida puede ser descalificada porque se la expresa con vehemencia, con violencia o con crispación. Sin embargo, la lucha de intereses, el juego de las clases, termina por imponerse, por revelarse en toda su crueldad y magnificencia porque los problemas sociales, la exclusión y la marginación de los trabajadores, son reales y las diferencias de opinión, de intereses y valores son inevitables. Por lo mismo, los grupos y sectores dominantes procuran que no se expresen los disensos de manera que parezca que los conflictos de intereses no existen para que nada se modifique. De acuerdo a esa postura de los sectores dominantes, el consenso pasa a ser una especie de tótem entendido como origen de una serie de prohibiciones sociales. Pero, la verdad es que las múltiples diferencias y discrepancias de proyectos políticos, de intereses y de valores no se pueden difundir, ya sea porque se las omite o porque sus autores no tienen acceso pleno a los medios masivos de comunicación. En general, lo que nos dice la teoría de la democracia como confrontación de intereses lo que, en realidad, no es ninguna novedad desde que en el siglo XIX Marx definiera a la lucha de clases como motor de la historia, es decir, de los cambios, es que no existe el consenso y el diálogo sobre los temas más importantes, los estructurales, que afectan intereses de clase, y que sólo surgen en un plano de abstracción y de generalidad que desaparecen inmediatamente después que se evalúan las medidas políticas del régimen necesarias para cumplirlos. Por eso, la historia del hombre nos muestra como continuamente aparecen las artimañas y las medidas políticas de fuerza para ejecutar sin discutir ni debatir. En esas circunstancias históricas, surgen las teorías sobre, por ejemplo, el poder por derecho divino o el propio derecho de matar o encarcelar a quienes no están de acuerdo. En ese contexto, se sustenta la teoría y la lógica de los amigos y los enemigos que fundamenta la primacía del derecho a la propiedad, pública o privada, de los medios de producción por sobre la lógica de la vida de los trabajadores. En ese contexto también se planteó la antinomia central en la constitución del Estado nacional argentino que nos habla de civilización o barbarie y las posiciones políticas de los sectores dominantes en los medios de comunicación masivos. Desinformar y manipular a los sectores populares es la cuestión central. En Argentina, recién con el surgir de la chusma radical yrigoyenista y los cabecitas negras peronistas de los años ‘40, la oligarquía se enfrenta con actores y competidores reales que lo son en tanto aspiran a otro proyecto de país. En esas circunstancias se entiende la importancia del peronismo como movimiento social y político porque, desde entonces, los sectores y grupos históricamente dominantes se radicalizaron al ver peligrar su dominación y su control sobre los trabajadores. Ya no solo era cuestionada la dominación política de las élites sino que, al mismo tiempo, empezaron a perder las elecciones. Entonces se recurrió primero al fraude electoral y después a los golpes militares y de mercado. Sin embargo, cuando esta estrategia ya no da para más, pasa a primer plano lo simbólico, con las posiciones dominantes en los medios de comunicación. Ahora se busca desinformar y manipular a los trabajadores para que no sean capaces de gestionar sus propias vidas. Divide y gobernarás y lo hacen influyendo sobre la opinión pública para recuperar para sí la lógica del gobierno y del régimen político en general.
Los consensos y el diálogo no son posibles cuando los actores que negocian están impulsados por una opinión pública o sectorial fuertemente manipulada. Entonces, la democracia en términos de conflicto de intereses nos dice que el consenso así es sólo un modo de negociación, que en general fracasa cuando se tocan intereses de los sectores dominantes o de los grupos subalternos. Ahora no hay tótems porque el miedo reverencial no protege más a las élites porque tampoco hay tabúes, es decir, ningún tema de discusión queda vedado a la opinión pública ni nadie es intocable. De todas maneras, en democracia, cuando el objetivo es profundizar en un régimen político nacional y popular, el conflicto y la lucha de intereses lejos de ser un drama es una ventaja porque los problemas se discuten a fondo y se los resuelve a partir de la voluntad de poder de la mayoría. Desde ahora, vemos como el consenso es otra forma de control y de dominio político que busca ejercerse sobre los trabajadores para que no primen sus derechos, para que caigan sus consignas, para que sus conquistas, siempre a expensas de los intereses del capital, no afecten los modos de vida de los dueños de ese mismo capital. Por ejemplo, para ejercer ese dominio es necesario tener una sociedad asustada y son los medios masivos de comunicación, que además son hegemónicos, los que difunden permanentes peligros potenciales. El año pasado pudimos ver gente con barbijo deambulando como en una película de ciencia ficción, y quien estornudara en un lugar cerrado era un potencial agresor viral. Ni hablar de cómo esos mismos medios de comunicación tratan la cuestión de la inseguridad y la delincuencia. Lo concreto es que este clima mediático de inseguridad general no es para nada una cuestión neutral porque la información se convirtió en una herramienta y en una mercancía más al servicio de los intereses de los dueños del capital. Los medios hegemónicos en realidad, buscan apropiarse del sentido común de los trabajadores para que una clase social, las élites y sus representantes políticos, ejerzan el control sobre el conjunto de los trabajadores pero en clave de persuasión, es decir, imponiendo sus creencias, sus propios valores y su ideología sobre todos los otros. Los grupos y sectores sociales que representan a la clase social sojuzgada, por otro lado y en esos términos, solo puede adoptar las concepciones de los dominantes aun en contra de sus propios intereses, lo que llega a convertirse en su sentido común. Sin embargo, ese sentido común también puede ser combatido, denunciado y superado y es cuando de la dominación se pasa a un proceso político un poco más sutil de control que es la hegemonía. En otras palabras, la diferencia entre la dominación y la hegemonía es que la primera se impone por el uso de la fuerza mientras que la segunda, la hegemonía, se ejerce a través de la persuasión, el supuesto diálogo y el consenso de un falso régimen político. Darse cuenta del engaño simplemente significa desnudar cada uno de los hilos del poder que ejercen los medios masivos de comunicación hegemónicos sobre los trabajadores y los intereses que manifiestan y representan. Finalmente, las diversas leyes de medios en la que se encuentran comprometidos los países de nuestra región lo que buscan es aumentar las voces, las miradas, las perspectivas para así enriquecer la experiencia y la memoria colectiva. Esas leyes buscan poner en acción a muchas voluntades, a muchas subjetividades que puedan construir una contra-hegemonía de las mayorías para que a los intentos de golpes de Estado se los planteen como lo que son y no como rebelión o sublevación.


Alfredo A. Repetto Saieg.


Referencias bibliográficas:

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Calcagno, Eric- Calcagno, Alfredo: “El consenso como tótem y tabú” en Miradas al Sur de la edición del domingo 3 de octubre del 2010.
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Goobar, Walter: “Trama de un rescate bajo fuego” en Miradas al Sur de la edición del domingo 3 de octubre del 2010.
Galand, Pablo: “Unidos y contundentes” en Miradas al Sur de la edición del domingo 3 de octubre del 2010.
Zibechi, Raúl: “Las lecciones que  dejan los hechos” en Miradas al Sur de la edición del domingo 3 de octubre del 2010.
Puricelli, Gabriel: “Derrotado el golpe, ¿se relanza Correa? en Miradas al Sur de la edición del domingo 3 de octubre del 2010.
Bencivengo, Gabriel: “Hebe, grilla, presupuesto y otras operaciones mediáticas” en Miradas al Sur de la edición del domingo 3 de octubre del 2010.
Blaustein, Eduardo: “La pelea que deja Lula contra las familias de la comunicación” en Miradas al Sur de la edición del domingo 3 de octubre del 2010.
Giles, Jorge: “Crónica de una victoria latinoamericana” en Miradas al Sur de la edición del domingo 3 de octubre del 2010.

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