sábado, 27 de noviembre de 2010

Informe sobre el trabajo infantil:


 Cuando el trabajo se roba la inocencia:

Según la OIT, en el mundo hay mas de 215 millones de niños explotados, la mayoría en tareas rurales

Ezequiel tenía siete años. El martes pasado, a la madrugada, murió por consecuencia de un tumor cerebral, ocasionado por manipular venenos en la empresa avícola Nuestra Huella S.A.
El niño tenía que “ayudar” a sus padres a cumplir con un tope de producción imposible. Por eso, la familia lo sumó a la esclavitud como tantas familias condenadas, engañadas y seducidas por una empresa que les prometía un futuro mejor y que sólo escondía producciones a destajo.
Es que el trabajo infantil está tan naturalizado que en muchos dibujos animados aparecen niños labrando la tierra, picando piedras o cargando bolsos llenos. Niños que combinan sus tareas yendo a la escuela un solo turno, y al volver al hogar caen en la misma rutina. Eso se ve también en novelas argentinas donde se caricaturiza a los malvados padres que mantienen como cenicientos a sus hijos.
A modo más tangible, en un puesto de verduras, al costado de la estación Martín Coronado del Ferrocarril General Urquiza trabaja una niña de ocho años y un chico de diez. Por las mañanas no se los ve; sus padres ordenan las frutas y verduras, venden poco. A partir de las cinco de la tarde, comienzan las complicaciones. Decenas de personas que bajan del tren comienzan sus compras “al paso”. El puesto se llena de gente que pide y reclama. Los chicos no dan abasto. Los padres se ponen de mal humor. Si les preguntan un precio, les contestan mal. “Dejá eso, vos”, les gritan. Los clientes miran mal a los padres, pero no hacen nada. El colmo de la denuncia es irse y decir “gracias. Nada más”.
Esa es una de las tantas rutinas de Buenos Aires. Pero también sucede en puestos de flores de Chacarita, en kioscos, en mercados. Chicos que venden estampitas, curitas o flores en los medios de transporte y en la calle.
También ocurre en internet, donde circulan decenas de videos filmados por la ONG La Alameda –quien denunció, mediante una filmación, casos idénticos al de Ezequiel hace dos años– en fincas mendocinas, donde niños de 4 a 14 años son obligados a recolectar y pelar ajo. Durante más de 12 horas son utilizados para realizar esa actividad por tener manos chiquitas, lo que simplifica el manejo del vegetal. Los más grandes son los encargados de transportar cajas repletas.
“El hecho de naturalizar el trabajo infantil y considerarlo como si fuera una característica más de la pobreza, se convierte en el primer obstáculo para luchar en contra de ello”, aclara Elena Durón, fundadora de Petisos y coordinadora de ONG y organismos internacionales.
Según sus estudios, existen 250 millones de niños, niñas y adolescentes trabajadores en el planeta. “Sí es cierto que la pobreza es una de las principales causas y consecuencias del trabajo infantil y actúa como factor que genera para los chicos y sus familias un círculo vicioso de exclusión y marginación.” Ella y su equipo trabajan junto a padres y niños en los procesos de recolección de residuos, en basurales a cielo abierto. Tratados internacionales. En Holanda, en el mes de mayo, se fijó al año 2016 como límite para erradicar las peores formar del trabajo infantil: esclavitud, servidumbre, manejo de agrotóxicos, etc. Y se comenzó a trazar el proyecto llamado Hoja de Ruta.
Nuestro país aseguró su responsabilidad para confeccionar un listado de las peores formas de trabajo infantil, y cuya organización estará a cargo de la Conaeti (Comisión Nacional para la Erradicación del Trabajo), y a nivel local por la Copreti (Comisión Provincial Contra el Trabajo Infantil). Miradas al Sur se comunicó con ambas comisiones, pero no obtuvo ninguna respuesta.
La Organización Internacional del Trabajo –creadora del Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil– aseguró que, a nivel mundial, el número de niños trabajadores ha disminuido de 222 millones a 215 millones durante el período 2004/2008. Un escasísimo 3 por ciento.
Según números publicados por diferentes organizaciones contra el trabajo infantil, América Latina está entre los primeros del ranking de explotación infantil.
En Costa Rica, la problemática está centralizada en la industria turística, que favorece la explotación sexual comercial de niños, niñas y adolescentes.
En El Salvador, las peores formas de trabajo infantil suceden en la plantación y recolección de caña de azúcar.
En Paraguay, es el trabajo doméstico lo que más preocupa. Allí, la campaña Cenicienta no necesita un príncipe azul busca concientizar a los dueños de casa que contratan a niños, a quienes piensan que les hacen un favor pero en realidad están legalizando ese trabajo.

Fuente: Soledad Lofredo en Diario “Miradas al sur” de la edición del 21 de noviembre del 2010.

Alicia Cytrymblum: “Es económico y educativo”:

A raíz de la muerte de Ezequiel, Miradas al Sur se comunicó con Alicia Cytrymblum, directrora del portal www.periodismosocial.org.ar

–¿Qué reflexión le merece la muerte del chico en la granja avícola Nuestra Huella?
–Vemos que tiene que llegarse a esta situación de que muera un chiquito para que salga en los diarios. En muchísimos casos, el trabajo infantil tiene incidencia en el desarrollo de los chicos sin que lleguen a la muerte. Las malformaciones de los huesos, de las columnas, de las vías respiratorias sobre todo los que trabajan en empresas agrícolas. Vemos pibes expuestos a pesticidas y trabajos forzados. Son situaciones salvajes. Lamentablemente, tiene que pasar esto para que la gente abra los ojos y vea esta realidad cotidiana. Es uno de los temas más invisibilizados. Creo que el abordaje no se ve en su totalidad. Se habla de un tema que al parecer no tuviera solución. Se trata de un tema económico y educativo. Las empresas privadas que hacen responsabilidad social se tienen que preocupar también por los productos que llegan a la góndola, cómo es que están ahí, y nosotros, como ciudadanos responsables, tendríamos que fijarnos cómo es ese producto que están comprando, si involucra o no trabajo infantil. Tendría que implementarse una política pública seria y responsable.
–¿Cuál es la solución desde la economía que se le puede dar a este drama?
–Al momento de discutir el Presupuesto, debería haber un apartado importante para debatir sobre el trabajo infantil, porque involucra muchos aspectos de la vida económica del país. Tiene que ver con el trabajo a destajo, con aspectos muy serios. Cuando uno habla de un chico que trabaja habla de una familia que trabaja. El eslabón más débil de la cadena es siempre el niño. En algún momento habrá otra cosa que llame la atención de los medios y esto va a quedar en el olvido. Tiene que haber una mirada más compleja de la problemática. Me parece que hay organizaciones que tienen muchas propuestas interesantes, pero que sí o sí se necesitan de mayor presupuesto para llevarlas adelante.

Fuente: Soledad Lofredo en Diario “Miradas al sur” de la edición del 21 de noviembre del 2010.



Ezequiel, un pibe de siete años, esclavizado hasta la muerte:

La firma Nuestra Huella S.A. utiliza agrotóxicos y chicos en sus granjas avícolas.

Durante semanas Ezequiel Ferreyra estuvo internado, primero en la clínica de la Unión Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores (Uatre), y después, cuando cayó en terapia intensiva, la empresa denunciada Nuestra Huella S.A. lo trasladó al Centro Gallego. En todo ese tiempo jamás fue visitado por ninguna persona responsable de organismos estatales pese a los pedidos y un acto público. Ezequiel agonizó en soledad, con personas que monitoreaban su estado de salud. Murió el mismo martes en que 200 personas de la Fundación La Alameda y los cartoneros cooperativizados del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) marcharon a la puerta de los juzgados y la fiscalía de Campama, que llevan las causas contra Nuestra Huella S.A. Por la noche, los militantes contra la esclavitud asistieron al velatorio y a la mañana, el abogado, Pablo Sernani, y el presidente de La Alameda, Gustavo Vera, llegaron a la fiscalía y al juzgado federal con una presentación para proteger el cuerpo de Ezequiel de las garras de los imputados, la presidenta de Nuestra Huella S.A., Alejandra López Camelo, Leticia Esther García de Luaces y su hija Luz Luaces. Temían que lo cremaran o trasladaran. No sucedió. Sernani y Vera llegaron hasta el cementerio luego de retirarse los padres de Ezequiel, los trabajadores y la propia presidenta de Nuestra Huella S.A. presente en el cortejo fúnebre. Sólo había dos coronas en el entierro de Ezequiel. Una decía “La empresa”. A la hora y media llegó una comitiva de la Policía Federal, cumpliendo órdenes del juzgado. Exhumaron el cuerpo del nene de siete años y lo trasladaron a Capital Federal. El Cuerpo Médico Forense de la Corte Suprema realizará una autopsia el lunes, para comprobar el nexo entre los agroquímicos y el tumor cerebral de Ezequiel.
La causa se encuentra bajo secreto de sumario y la investigación fue tomada por el juez Adrián Chavay, a cargo del juzgado federal N°2, que hasta el miércoles dormía en la oficina del fiscal federal Orlando Bosco.
Según fuentes judiciales que pidieron estricta reserva, se separó de la investigación a efectivos de Prefectura Naval que participaron del allanamiento cantado del viernes pasado (dado a conocer en este diario en la anterior edición). En tanto que el juez pidió asesoría al Senasa y al Inti por los agroquímicos.
La Fundación La Alameda aún no fue admitida como querellante. Se apeló la resolución judicial que la rechazó por no considerar a Oscar Taboada damnificado directo de la causa que se inició por trata de personas. Pero seguramente sean tomados como querellantes luego de que se presente la partida de nacimiento del trabajador despedido y delegado por la Unión de Trabajadores de Granjas Avícolas (Utga), Agustín Navarro Farías, de nacionalidad paraguaya y con una hijita con los riñones afectados por los agrotóxicos.
Otra medida de Chavay fue solicitar la causa por reducción a la servidumbre y explotación infantil que tramita sin resultados positivos en el juzgado de Garantías N° 2 de Graciela Adriana Cione, con participación del fiscal Juan José Maraggi, quien lleva meses solicitando la elevación a juicio del expediente con cuantiosas pruebas contra los dueños de Nuestra Huella S.A. y ni fueron llamados a indagatorias.
El juez Chavay recibió este viernes una nueva presentación pidiendo librar oficio a los ministros de Salud de la Nación, Juan Manzur y Alejandro Collia de la Provincia de Buenos Aires, para que informen “el riesgo sanitario” que existe con relación a las granjas de Nuestra Huella S.A. por “las patologías o enfermedades susceptibles de ser asociadas a la posible contaminación ambiental”. También se solicita “el número estimativo de afectados, y las estrategias adecuadas de abordaje y tratamiento de la población afectada” para “evitar el desarrollo de enfermedades epidémicas, endémicas y profesionales”.
La Fundación La Alameda reclamó pericias del Inti y el Inta “a fin de determinar la toxicidad existente en los predios denunciados”.
Además, pretenden una inspección ocular. Que el juez Adrián Chavay “se constituya en los predios de la firma denunciada a fin de constatar la existencia de contaminantes”.
El magistrado deberá decidir si rechaza o promueve la medida cautelar de intervenir judicialmente a la empresa, “con expresa prohibición del empleo de plaguicidas y tóxicos que no respeten las normas de bioseguridad”. Además de “un relevamiento de las personas que habitan en todas las granjas afectadas a la producción avícola” y de que “se realicen estudios médicos legales (...) especialmente a mujeres y niños, a los fines de determinar su posible intoxicación por contaminantes”.
Nuestra Huella S.A. factura al año 400 millones de pesos con sus 70 granjas, de cuatro galpones cada una, en Buenos Aires y Córdoba. Abastece de huevos a las cadenas Wall Mart, Carrefour, Coto y Disco, además de las exportadoras Ovoprot, todas denunciadas penalmente. Entre 2008 y 2010 fue filmada la explotación infantil en sus granjas. Hasta el propio ministro de Trabajo bonaerense, Oscar Cuartango, aseguró que encontraron 30 granjas con niños explotados. La multa de un millón de pesos empezó a ser pagada este año, en cómodas cuotas. Las deudas penales manchadas de sangre infantil, aún no.

Fuente: Por Lucas Schaerer en Diario “Miradas al sur” de la edición del 21 de noviembre del 2010.



De Pakistán a Pilar:

Iqbal Masih nació en Pakistán. Ezequiel en Argentina. Dos nombres de los más de 215 millones de chicos explotados que hay en el mundo. El padre de Iqbal, un fabricante de alfombras, decidió cederlo temporalmente a los cuatro años de edad por 400 rupias, algo así como 12 dólares, para pagar el casamiento de su hijo mayor. El papá de Ezequiel necesitaba reunir plata para sobrevivir y el trabajo a destajo hacía de Ezequiel un hijo redituable. Iqbal siguió esclavizado hasta los 10 años de edad cuando escapó y comenzó a denunciar públicamente la situación de explotación que había vivido. Ezequiel no tuvo esa suerte. Ni siquiera pudo sortear los cercos electrificados de la granja Nuestra Huella S.A. Iqbal fue asesinado de un balazo cuando andaba en bicicleta el 16 de abril de 1995. Esa fecha fue instaurada como Día Mundial contra la Explotación Infantil. Ezequiel falleció el martes a la madrugada en el Centro Gallego sin nadie del Estado que lo acompañe. Ambos trabajaban en una granja. Ambos eran explotados junto a decenas de otros chicos. Ambos tenían sus manos agrietadas por la recolección.
Cuánto de Ezequiel hay en Iqbal. Cuánto de Iqbal hay en cada pibe que se para de punta de pies y estira su cuerpo para limpiar los vidrios de un auto en cualquier esquina porteña, como la de Las Heras y Pueyrredón por ejemplo, donde cada metro cuadrado vale miles de dólares. Como en Pilar, donde conviven familias esclavizadas con los countries más selectos. Como cuando cada uno de nosotros agradece el kilo de frutas que recibe en una verdulería atendida por chicos bolivianos. Como cuando se naturaliza lo aberrante, como cuando no vemos lo evidente o se nos invisibiliza la explotación infantil que ante el parabrisas del auto o en la frutería de la vuelta de casa. Cuánto de Iqbal o Ezequiel hay en esos pibes. Y cuánto tenemos nosotros del padre de Iqbal cuando callamos, cuando no nos damos cuenta que en esa esquina o en esa verdulería un pibe está trabajando.

Fuente: Francisco Cofre en Diario “Miradas al sur” de la edición del 21 de noviembre del 2010.

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