sábado, 4 de diciembre de 2010

Análisis político de la semana:


Balance institucional del 2010.

Este año del Bicentenario, Argentina como país tuvo una serie de hechos políticos muy trascendentes. Primero, los festejos del Bicentenario a pesar de los agoreros de la oposición que quisieron meternos miedo para opacar los doscientos años de vida independiente por lo menos en términos formales, como les gusta precisamente a los sectores y los grupos política e históricamente dominantes y económicamente muy concentrados en cada uno de sus mitos, con sus fábulas y verdades, siempre defendiendo intereses foráneos que tienen que ver más bien con otros modos de hacer política, incluso con otra cultura y con otros valores. Por eso, en la medida en que defienden los intereses de los sectores dominantes a nivel global, de los que controlan los centros del poder del propio sistema comercial globalizado en términos neoliberales, desde siempre intentaron trasladar su régimen agrario, de exportación de materias primas, a nuestros países convirtiéndonos así en colonias de unos y de otros. Desde Méjico hasta el cabo de Hornos, la historia siempre fue la misma, la historia de nuestros países convertidos en territorios que fueron entregados en feudos y en mercedes a una reducida minoría de élites. Así siguieron las cosas incluso después de los procesos de independencia y después de muchos años de dominio y de fuerte control, con algunos honrosos paréntesis de soberanía y de regímenes populares (que no tienen nada que ver con el populismo) Latinoamérica en general y Argentina en particular empezó a ponerse de pie más o menos de manera definitiva. Por eso, los festejos del Bicentenario nos encontraron en otra situación, en un futuro que llega porque si bien todavía el país cuenta con la mayor parte de sus tierras productivas bajo el patrimonio de las élites, ahora el régimen político busca fomentar la producción y la soberanía nacional, la inclusión y la generación de empleo y actúa en consecuencia. Entonces, la tierra de las provincias y los territorios agrícolas como los de Buenos Aires o de Córdoba, de La Pampa o Santa fe pronto, es cuestión de tiempo, dejaran de ser parte de la especulación y del peculio particular para defender la soberanía alimentaria de los trabajadores. En estas nuevas circunstancias históricas, de mayor soberanía y de inclusión, es evidente lo que significó la muerte de Néstor Kirchner y la transferencia que se hizo hacia Cristina Fernández. La sensibilidad y la empatía que tuvo la presidente con los trabajadores que salieron a manifestar su apoyo y su dolor fueron notables. En esas circunstancias, la muerte de Néstor nos puso de cara a una nueva relación de los dirigentes políticos, en este caso particular de la presidente, con los trabajadores. Como lo demostraron los festejos del Bicentenario, una fiesta auténticamente popular, el gobierno nacional venía recuperando terreno en los primeros meses del año por, entre otras políticas, los directos beneficios de la asignación universal por hijo y el notable comportamiento del modelo frente a la crisis global iniciada por los países centrales. Sin embargo, la muerte de Néstor y su despedida popular permitió, de alguna manera, que muchos de los trabajadores que tenían vergüenza de manifestar su afinidad política con el kirchnerismo simplemente pudieran expresarlo. A partir de la muerte de Néstor, se hizo visible y evidente que el modelo nacional y popular no solo tenía a su favor amplios sectores de trabajadores organizados y con capacidad de participar y de movilizarse sino que además que el modelo está mucho más sólido por las propias congruencias de sus políticas públicas. En la muerte de Néstor y en las posteriores manifestaciones de apoyo, de fuerza y de dolor, pudimos ver también la alegría del reencuentro comunitario, es decir, la satisfacción y la alegría de saber que hay un mundo que es compartido por muchos y que tiene que ver con valores propios del humanismo. En esta muerte evidenciamos que tenemos un gobierno fuerte, que es capaz de movilizar un arte de poder a favor del bien común, es decir, mucho menos mezquino, un arte de lo posible que, en cuanto representante de los trabajadores, es capaz de representar, de movilizar y hasta de dar explicaciones, mientras que los actores y sujetos de la oposición política cada vez denotan más su impotencia para generar acciones y reacciones políticas democráticas, o sea, constructivas y que vayan más allá de la mera oposición, de poner obstáculos. Es que se saben derrotados, saben que no son opción de gobierno para el año próximo como también saben que Cristina, hoy, es la única candidata viable para el 2011. Por eso se oponen. Esos sectores no tienen nada que perder y por eso no les importa la gobernabilidad. Cristina es la dirigente que más claramente expresa una voluntad de hechos concretos en Argentina, con una lucidez conceptual que no tiene ningún otro dirigente, ni de su partido ni, mucho menos, de los grupos de la oposición. Por lo mismo, la oposición empezó a cambiar su estrategia política durante estos últimos tiempos y, en esas circunstancias, hoy lo que buscan es deslegitimar la política en cuanto arte de transformación de la realidad, de valores y de militancia. Primero fueron contra el poder ejecutivo, luego fueron contra el judicial en la medida en que la Corte Suprema no avalaba sus delirios y hoy se lanzan contra el Congreso con sus ideas de fraude, de corrupción, de ley Banelco y de coimas supuestas. Lo vimos al final del año parlamentario (…) Buscan despolitizar a los trabajadores de la manera más grotesca, apoyando un modelo reformista, de realismo político en sus propios términos, de un progresismo y un populismo que nada tienen que ver con los valores, la cultura y los intereses populares. Por su parte, los sectores del pueblo, con la presidente en la cima, reaccionan y recomponen lazos de representación en todos los ámbitos y de todas las formas posibles, acomodándonos todos en un momento político bastante agitado que tiene que ver con una ficticia intranquilidad producida por los propios opositores que bajo ningún aspecto representan a los sectores mayoritarios de los trabajadores que simplemente buscan, desde siempre, mejores condiciones de trabajo, de calidad de vida. Una crispación que moviliza a unos y otros, tanto a los sectores populares como a la oposición, pero que en el caso de los trabajadores se manifiesta en alegría y en participación política porque responde a lucha por el poder, por la hegemonía y por el control definitivo sobre los intereses de los sectores históricamente dominantes. Lo que estoy diciendo es que, una vez más, Cristina tocó algunas importantes estructuras de poder como, por ejemplo, los mismos intereses concentrados de los grandes medios de comunicación e información por lo que ellos, desde ahora en adelante, buscan construir una realidad armada simplemente porque sienten el peligro de ver sus intereses monopólicos afectados por la acción de un gobierno que no transa contra los valores que son contrarios al de los trabajadores. Inevitablemente, todo esto también trae consecuencias económicas porque los dueños de la palabra en el país son también quienes tienen intereses en la mayor parte de la estructura económica y productiva nacional. Sin embargo, también está muy en claro que el primer proyecto nacional y popular de transformación, posterior a Perón y en favor de las mayorías trabajadores, empezó con la llegada a la casa de gobierno de Néstor Kirchner mientras que, muy por el contrario, la oposición política no quiere evidenciar su idea y proyecto de país porque tiene que ver con una vuelta al neoliberalismo. Es decir, no es que no tengan un proyecto alternativo al régimen político popular, humanista e inclusivo, sino que su proyecto político e idea de país alternativo tiene que ver con la vuelta al neoliberalismo dominante. Entonces, tienen muy en claro lo que están haciendo aunque, por la mezquindad política de ese mismo proyecto, por su conservadurismo y reacción, no están en condiciones objetivas de batallar eficientemente contra la gobernabilidad, la eficiencia y eficacia del régimen popular. Entonces, frente al proyecto nacional y popular aparecen las ideas mezquinas de una oposición que busca debilitar la imagen y la conducción de la gestión popular para imponer nuevamente las premisas de un régimen que eclosionó en diciembre del 2001. En ese contexto, siempre de acuerdo a la lógica de esos grupúsculos, todo vale: reacción política, golpes de mercado, de Estado, políticas inflacionarias y denuncias absurdas e inescrupulosas para denostar la participación de los trabajadores y sus dirigentes.
Ellos, los grupos económicos más concentrados, en esta otra Argentina también tuvieron ganancias más que fabulosas producidas por el desarrollo, reivindicación y defensa de un modelo de consumo basado en la producción y consumo interno, sin embargo, no están dispuestos a acompañar, no están dispuestos a invertir a favor del nuevo régimen de producción porque simplemente no están dispuestos a distribuir sus riquezas porque en ellas se basa su poder real de presión y de condicionamiento. En ese contexto se entiende la crispación de esos grupos políticos, su ineficiencia incluso para oponerse a medidas de alto impacto social, porque los gobiernos surgidos a partir del 2003 como fruto de la crisis neoliberal se plantaron ante los intereses corporativos y monopólicos, defendieron la soberanía nacional frente a los organismos globales de créditos y de comercio y en el camino, como era de esperarse, generaron fuertes conflictos de toda índole con los sectores dominantes que precisamente militan a favor de intereses foráneos que hasta ahora nunca habían sido tocados por las estructuras del régimen político. Lo que también logró este gobierno con sus acciones es reivindicar la militancia y el propio apoyo a un modelo de cultura y de acción política mucho más inclusivo. En otras palabras, ese apoyo al gobierno no surgió espontáneamente con la muerte de Kirchner porque ya existía hace bastante. Quizás se visualizó más porque, en realidad, nada aparece repentinamente porque lo dicen o no lo dicen los medios masivos de comunicación. Esto se hace en el trabajo y en la militancia cotidiana, en la creencia de que los poderes establecidos pueden ser transformados enfrentándose al poder y la lógica de las minorías porque lo que reivindica la militancia es precisamente la lucha de las mayorías a favor de los intereses de ésta, a favor de una lógica mucho más racional por el simple hecho de que reivindica las necesidades más urgentes de los propios trabajadores a través de la gestión popular. De hecho, la gobernabilidad es tal, el éxito del modelo nacional y popular es tan contundente que por cada triunfo del modelo, por cada demostración de fuerza, de masividad en la participación y en la movilización de los actores populares, de los múltiples organizaciones y movimientos que lo representan y constituyen, la derecha mediática y los peores dirigentes de ese sector, desde Carrió hasta el peronismo federal y disidente, la presidente responde con presencia, con gestión, con hechos concretos, con la creación de otros derechos, con generación de empleos, les responde con la negociación de la deuda ante el Club de París sin mediación técnica del Fondo Monetario Internacional, con una remontada política y electoral admirable en los índices de aprobación por parte de los trabajadores legitimados principalmente con por lo menos tres actos masivos semanales ante trabajadores tan variados como los de las plantas industriales cordobesas y desde áreas geográficas tan disímiles como Curuzú Cuatiá hasta el conurbano bonaerense más profundo. En otras palabras, contra la impotencia política y el desierto de participación y representación de los sectores opositores, el gobierno popular responde con actos multitudinarios y con muchedumbres vivas. Lo novedoso de estos actos es que no se constituyen por tribunas pasivas porque además la presidenta aparece respondiendo a las diversas consignas, demandas y ocurrencias de esas mismas tribunas, incluso retando buenamente a los políticamente más comprometidos. Hechos, proyectos políticos, ideas, valores, el humanismo más excelso, respaldo popular y una gran consistencia discursiva es lo que se ve en esos actos. Se ve y se respiran nuevos aires, un aire que reivindica el valor de la vida de los trabajadores como máxima del humanismo más comprometido, del peronismo más consecuente. El contraste con la falta de sustancia y de valores de la oposición es pavoroso y lo es más después de un tiempo grotesco en la que a través de falsas denuncias y presiones fueron con todo contra el Congreso para desde ahí denostar a la propia política como acción de militancia transformadora.
En realidad, esta historia empezó el 9 de diciembre del año pasado con el recambio parlamentario que condujo a la conformación del Grupo A, que con la anuencia de 144 legisladores opuestos al modelo popular, tomaron posición en la presidencia de la mayoría de las comisiones de la Cámara de Diputados. En ese entonces prometieron responsabilidad y compromiso con los sectores que los votaron, prometieron un ejercicio político parlamentario ejemplar que, en teoría, sería capaz de cambiar el curso de la acción política a través de vibrantes debates y de la sanción de leyes ejemplares. Sin embargo y luego de pasado casi un año de esos compromisos, de esos hechos, esa lógica de acción política sustentada en la premisa de desgastar al gobierno terminó con el cachetazo a Kunkel que denota una gran impotencia. Esto, a su vez, nos muestra que se terminaron de descomponer los frágiles acuerdos tejidos entre los directivos del Grupo Clarín y los directivos de esos grupos parlamentarios opositores. Entonces, el cachetazo fue una muestra de impotencia política pero también fue una clara decisión política mientras que lo más impresentable del coro de comunicadores y de políticos respecto a ese hecho fue el arco de justificaciones. Desde algunos periodistas que no vale la pena nombrar hasta Mauricio Macri, pasando por Fernando Solanas, no hubo siquiera el más mínimo sentido común frente a una sociedad que da muestras de aceptación creciente a la presidente. No se enteraron de la movilización de apoyo y de dolor en los funerales de Néstor. No se enteraron que muchos trabajadores que hasta hace poco eran discretos o directamente buscaban ocultar su afinidad al gobierno hoy son los promotores de una movilización formidable que acompaña a Cristina. No se enteraron y por lo mismo entre la franja de trabajadores que mantienen cierta distancia del oficialismo, el desconcierto es grande y no se sienten representados por el radicalismo en medio de internas o el macrismo que, por toda estrategia, pudo construir una boda artificial del jefe de gobierno porteño con una elegantísima mujer aristocrática para que los medios de comunicación puedan hacer un festín de fotos de ricos y famosos. Entonces, el Grupo Clarín decidió aumentar a niveles desconocidos la presión sobre la tropa propia y la ajena. Es decir, tensaron la cuerda al máximo mucho antes de que haya elecciones y cuando los trabajadores todavía no logran digerir del todo la repentina muerte de Néstor, que si bien dejó a la presidente en un momento personal de gran dolor, también significó un nuevo e impresionante compromiso con su propia tarea como gobernante. Una explicación válida frente a toda esta crispación, de la impotencia de estos grupos, está en el apoyo mayoritario a la decisión de Néstor y Cristina de impulsar la nueva ley de medios y de ir a fondo contra el monopolio dirigido por Magnetto, Clarín y La Nación que ven cómo se aceleran los tiempos en el caso de Papel Prensa y también en la búsqueda de la identidad de Marcela y Felipe. Para Magnetto, la falta de figuras relevantes entre la derecha política se convierte en un problema creciente y esto está directamente relacionado con un gran triunfo político y cultural del gobierno popular. Pero hay también ciertos riesgos que es necesario considerar porque el fenómeno que se produce con el triunfo del gobierno es el de una multiplicación de la dependencia y de la subordinación política y mediática de los grupos opositores respecto a los intereses y la lógica del Grupo Clarín. Es decir, cuanto menos son en términos de consistencia y de calidad política, mayor es la necesidad de esos mismos grupos de aferrarse a la esfera de lo puramente virtual, algo que en su momento pagó carísimo el Frepaso en los tiempos de la Alianza, que, como Elisa Carrió, dependió también casi exclusivamente de la denuncia y de la falta de propuestas y proyectos.
Lo único que les queda es la denuncia y no pueden ir más allá por sus propias inconsistencias y falta de compromiso político con el bien común. Sin embargo, ante los éxitos de esta nueva realidad, opuesta en demasía a la virtualidad que intentan instaurar esos grupos conservadores, los trabajadores se manifiestan hastiados por las recurrentes profecías de Carrió y una inclinación casi patológica a destruir lo que otros construyen. Hacia dónde marcha Carrió y la oposición más delirante nadie lo sabe. Sí está clara su procedencia: nombrada por decreto en 1979 como asesora de la fiscalía de Estado en Chaco, y ascendida a secretaria de la Procuración del Superior Tribunal de Justicia de la provincia en 1980, sus raíces afloraron cuando criticó lo resuelto por la justicia contra el coronel (R) Luis Sarmiento, que es el padre de la jueza que suspendió el Fondo del Bicentenario, por la presunta participación del militar en casi medio centenar de delitos de lesa humanidad cuando se desempeñó como ministro de gobierno en Misiones entre los años 1976 y 1977. Entonces, la alianza de Carrió con Clarín reconoce otros antecedentes importantes relacionados con su oposición a lo actuado por la jueza Arroyo Salgado en lo que tiene que ver con la búsqueda de la verdad en el caso de la filiación biológica de Marcela y de Felipe. La intención, según Carrió, es “fascismo en estado puro”. Hasta su fe republicana se diría dudosa porque en los hechos, como vimos en otro lugar, el neoliberalismo como régimen de producción milita decididamente contra la gobernabilidad democrática por las consecuencias de la crisis que conlleva su propia lógica y sus tomas de posiciones. En varias ocasiones incluso aseguró que la principal tarea de la oposición era “ayudar” a que la presidente termine su mandato. Un análisis político que la coloca en la misma vereda, la más reaccionaria, de Biolcati que como referente de la patria sojera aventuró, entre sonrisas cómplices con Grondona, una rápida caída del gobierno en otros tiempos. Erigida con el apoyo de los grandes multimedios del Grupo Clarín que conduce Magnetto, Carrió prometió a los suyos no cejar en su cruzada evangelizadora contra todo lo que represente la cultura popular. Mientras tanto, lo único concreto y real es que casi un año después del recambio parlamentario, el balance de la tarea realizada por el Congreso da cuenta de que la solidez del régimen político, cultural, social, comercial y económico que construye el país le permitió sobrevivir a la esquizofrenia de la oposición que, sin suerte, buscó sancionar leyes que pretendían retrotraer el avance de Argentina para devolverla, en el mejor de los casos, a los primeros años del neoliberalismo. Incluso un análisis superfluo de lo que fueron estos meses de actividad parlamentaria muestran que el Grupo A es una de los más inútiles experiencias políticas de la historia argentina más reciente. Los hechos lo demuestran. En primer lugar, presentaron decenas de proyectos, como el que buscaba limitar el uso de los decretos de necesidad y urgencia, exigiendo que para que tuvieran fuerza legal debían ser aprobados por las dos Cámaras del Congreso. Esa media sanción, impuesta por la fuerza del número, no logró siquiera superar el debate dentro de las comisiones del Senado. Si se quiere, el único proyecto que lograron transformar en ley fue el de los glaciares. Pero si de desastres se trata, no hay como la sanción y posterior veto de la ley que elevaba las jubilaciones al 82% del salario mínimo, vital y móvil. El Grupo A consideró que la sanción de ésta era un golpe contundente en la línea de flotación del gobierno pero otra vez, por la propia tozudez de no querer siquiera discutir de dónde se obtendrían los fondos para garantizar ese incremento sin que significase el colapso del sistema previsional que pudiera derivar en una crisis económica, fue la prueba necesaria para que los trabajadores finalmente se convencieran de la intencionalidad que tenía esta maniobra. En realidad, no hubo quejas luego del veto presidencial y éste prácticamente pasó desapercibido como si los directamente afectados o beneficiados por esta medida hubieran tenido una mejor lectura de la realidad que los principales dirigentes de una oposición fuertemente dogmática y antidemocrática. Entonces, el balance de este primer año de vida del Grupo A es desastroso: se arremolinaron bajo la consigna de oposición al gobierno y por sobre todo contra Néstor Kirchner, sin embargo, la ausencia total de un proyecto que vaya más allá de la ineficacia y de los mitos neoliberales permitió que predominaran los sectores con perfil claramente destituyentes. Los radicales, ahora conducidos por Oscar Aguad, es decir, por los sectores políticos internos más reaccionarios, encontraron apoyo político en el peronismo también más conservador con una de las principales espadas, la legisladora Caamaño. A este tándem hay que sumar a Federico Pinedo, del PRO que por estos días sufre una pequeña rebelión en la tropa, y la dupla Carrió- Bullrich que en su momento no tuvo escrúpulos para descontar el 13% a los jubilados y empleados del sector público. La última batalla que terminó con este agrupamiento ocurrió el miércoles 18 de noviembre donde quedó, totalmente al desnudo y transmitida en directo por televisión, la operación mediática que encabezaron Carrió y Bullrich que, ya sin nada por ganar en el terreno político, quisieron enlodar no sólo al bloque oficialista sino también al gobierno nacional con sus falsas denuncias de soborno y de coimas. Fue demasiado porque incluso sus aliados las dejaron solas. Por su parte, los grupos asociados en el llamado peronismo federal son una tropa políticamente perdida mientras el macrismo se parte al medio, por dentro, por todas partes y ya no puede disimular ni con el discurso afable de Pinedo. A su vez, la fanfarria del comité socialista también se muestra partida en dos con Binner por un lado y con Giustiniani por el otro. Finalmente, la propia mesa de enlace de la patronal rural, que les oficiaba de salvavidas social a falta de trabajadores, está penando lo que quiso ser y no pudo por la propia lógica de un gobierno democrático e inclusivo.
Por último, cabe destacar que a pesar de todos estos sinsabores de los sectores opositores, habrá que guardar en la memoria cada una de las acciones y de las reacciones que están dispuestos a llevar adelante en términos destituyentes porque precisamente es en este tramo que se juega el destino de un país que no quiere más violencia ni crispaciones de ningún tipo. Un país que quiere ejercer la democracia más auténtica, es decir, la gestión popular de la agenda de gobierno. Por lo mismo, la realidad y no la virtualidad de la que se hacen eco los actores de la oposición y sus diversas responsabilidades, es la que los oxida irremediablemente. Mientras tanto, buscan permanecer quietos porque ya no corren el peligro de mostrarse como lo que verdaderamente son al entrar en movimiento, es decir, cuando ellos reaccionan, cuando logran movilizarse detrás de ciertos intereses siempre espurios, conservadores y de minorías, el derrumbe político es inevitable. En ese sentido, la tarea del gobierno es admirable porque un movimiento popular revalida títulos cuando universaliza su representación social, no cuando la achica. Cuando crea y defiende derechos no cuando los quita. Lo que aún nos falta emprender como sectores populares es el proceso de radicalización política que requiere de paciencia, de inteligencia pero en primer lugar de lucha, de solidaridad y generosidad. Es una gran enseñanza colectiva porque ayuda a que nos miremos entre nosotros, entre todos, que nos escuchemos, que dialoguemos y que nos veamos. Ser muchísimos, saber que tenemos muchísimas cosas para hacer y para decir en esta Argentina. Escucho y creo que hay un mensaje para que nos escuchemos, para que nos veamos, para que tengamos conciencia de quiénes somos y que queremos. No olvidemos que la vitalidad de nuestros procesos de cambios implica la radicalización de éstos porque los problemas solo se resuelven cuando son atacados desde la raíz misma, desde el ámbito nacional teniendo eso sí en consideración los aspectos y el ámbito global, porque todas las zonas de nuestro mundo se ocupan y preocupan de sus propios intereses nacionales por sobre todas las cosas y estos están directamente asociados con la lógica de esa estructura de poder global, que insisten en un mercado neoliberal a pesar de la crisis, y a pesar de que éste es profundamente anárquico porque siempre los que están primero son los dominantes, los países centrales y más desarrollados y contra esa lógica no hay leyes que valgan.

Alfredo A. Repetto Saieg.


Buenos Aires, Argentina, del 2010.

Referencias bibliográficas:

Repetto Saieg, Alfredo Armando: “Más allá de la crisis y la utopía neoliberal” 1ª edición, Buenos Aires, el autor, 2010.
Taborda, Saúl: “Reflexiones sobre el ideal político de América Latina” 1ª edición, Buenos Aires, Grupo Editor Universitario, 2007.
Anguita, Eduardo: “Viva el cachetazo” en Diario Miradas al Sur de la edición del 21 de noviembre del 2010.
Blaustein, Eduardo: “Cristina contra los insustanciales” en Diario Miradas al Sur de la edición del 21 de noviembre del 2010.
Graciela Pérez: “El primer proyecto a favor de las mayorías comenzó en 2003” en Diario Miradas al Sur de la edición del 21 de noviembre del 2010.
Coronel, Natalia: “La figura de Cristina es excepcional” en Diario Miradas al Sur de la edición del 21 de noviembre del 2010 en Diario Miradas al Sur de la edición del 21 de noviembre del 2010.
Yapur, Felipe: “El grupo de los fracasados golpeadores” en Diario Miradas al Sur de la edición del 21 de noviembre del 2010.
Giles, Jorge: “Como un ejército de terracota” en Diario Miradas al Sur de la edición del 21 de noviembre del 2010.
Bencivengo, Gabriel: “Lilita, esa inefable reserva moral”

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