viernes, 31 de diciembre de 2010

Economía:

Las materias primas, heroínas de la recuperación.

Un estudio sostiene que su expansión fue clave para que la región superara la crisis mundial

Así lo consideró el Banco Mundial a través de un estudio sobre "Recursos naturales en América Latina y el Caribe", en el que detalla que "el apogeo de las materias primas” latinoamericanas que podrían impulsar a la región hacia niveles de crecimiento similares al de los países ricos".
En la Argentina, la participación de las exportaciones relacionadas a los recursos naturales es, en promedio, más del 60% de las exportaciones totales en la última década. Esto abre una gran expectativa de cara al futuro, si se tiene en cuenta que América Latina termina de recuperarse de la crisis global con notoria velocidad, ganando fortaleza y terreno en la exportación de materias primas que se espera sobrepase la marca del 5% en 2010.
Así lo detalla el trabajo presentado por economistas del Banco Mundial en la Cámara Argentina de Comercio en el marco de la conferencia "Materias primas y desarrollo económico: cómo manejar los ciclos de bonanzas y crisis".
"Más del 97% del PBI regional se produce en países que son exportadores netos de materias primas, mientras que el 93% de su población reside en países que se han beneficiado de los altos precios de las mismas", detalla el estudio del BM.
Luego de los bajos niveles de 2009, los precios de los productos primarios lograron repuntar generando un alivio para las arcas fiscales argentinas y de otros países de la región, logrando una significativa solidez económica. "Los exportadores latinoamericanos dependen más de los ingresos fiscales generados por la exportación de materias primas que los países desarrollados ricos en recursos, ya que a pesar de que la participación en el PIB de los ingresos fiscales son similares en ambos (alrededor del 6% versus 5% en los países ricos) el 24% de los ingresos fiscales en los países latinoamericanos deriva de productos primarios, comparando con un 9% en los países desarrollados", señala el informe.
De acuerdo al estudio, la abundancia de materias primas en América Latina y el Caribe (ALC) se presenta como "la llave a la prosperidad", dado que la creciente demanda de minerales y materias agrícolas por parte de los mercados asiáticos, en especial de China, contribuyó a que la Argentina reactivara su economía y comenzara a salir de la crisis mundial.
En conversación con Buenos Aires Económico, John Nash -economista del Banco Mundial para América Latina y el Caribe- consideró que "los desafíos para la Argentina son, como para otros países, garantizar que los beneficios de los precios de las materias primas se utilicen para sentar las bases para el crecimiento a largo plazo, lo que proporcionará oportunidades para todos".
De los siete países que representan el 85% del PBI, seis tienen alta participación de los productos primarios en los ingresos fiscales, habiendo logrado en las últimas décadas un aumento de la participación de este recurso en los ingresos totales de los países, con excepción de México: Argentina con materias primas agrícolas de exportación; Chile con el cobre; Colombia con petróleo; México a través de los hidrocarburos; Perú en minería; y Venezuela con hidrocarburos.

Mercado asiático.

Según destaca el estudio del BM, la demanda de China fue un factor importante en la firmeza sustancial de los precios mundiales de los bienes primarios: "Asumiendo que la demanda asiática de exportaciones como la soja argentina, el mineral de hierro brasileño, el cobre chileno, pescado y minerales peruanos y otras materias primas latinoamericanas se mantenga, la región estaría en posición inmejorable para beneficiarse de sus recursos naturales", explica el autor del informe y economista en jefe del Banco Mundial, Augusto de la Torre. Pero hace hincapié en la necesidad de ahorro de los beneficios de estos recursos para los momentos de emergencia y evitar, de esta manera, que "los países gasten más de lo que pueden afrontar cuando los altamente volátiles precios de las materias primas bajen".
El experto indica que los países tienden a hacer cada vez un mejor manejo de sus materias primarias, "lo cual lleva a pensar que América Latina finalmente romperá con la -catalogada- maldición de los recursos naturales", una cuestión que resulta significativa teniendo en cuenta que se trata de una región donde en 2008 las exportaciones en productos primarios de la Argentina y de las seis economías más grandes de ALC alcanzaron casi u$s400.000 millones, representando un 52% de todas las exportaciones.
Gabriel Molteni, jefe del Departamento de Economía de la Cámara Argentina de Comercio, explicó a Buenos Aires Económico que "una de las conclusiones más relevantes del informe radica en que las materias primas pueden ser una bendición si se aprende a manejar adecuadamente sus ciclos. Para ello pueden utilizarse distintas herramientas, como ser la diversificación de la producción, los fondos anticíclicos y los seguros".
Por su parte, Pamela Cox, vicepresidenta para América Latina y el Caribe del Banco Mundial, cataloga de halagadoras a las perspectivas de la región en el corto plazo y sostiene que "el actual patrón de recuperación global ha favorecido a la región, las políticas contracíclicas han apoyado la demanda interna en las mayores economías de ALC, y la demanda externa de mercados emergentes de rápido crecimiento ha impulsado las exportaciones y los términos de intercambio para los exportadores netos de bienes primarios de la región".

Fuente: Sabrina Santopinto en Diario Miradas al Sur de la edición del 6 de noviembre del 2010.

El “efecto China” y la Argentina

Suele denominarse "efecto" a las consecuencias de un acontecimiento sobre la realidad económica. El surgimiento de China, como un protagonista de primer orden en el sistema internacional, es un "acontecimiento" de vasto alcance. ¿Cuál es su "efecto"?
Mucho mayor que el que revela el peso creciente del país en el orden económico mundial. En la última década del siglo Siglo XV, desembarcaron, Colón en el Nuevo Mundo y Vasco Da Gama en la India. En ese entonces, China era, todavía, el país más poblado y poderoso del planeta. Su civilización era tanto o más avanzada que la de los pueblos cristianos de Europa Occidental. A partir de entones, mientras en Europa se producía una revolución política, económica y cultural que inaugura la modernidad, China entró en un largo proceso de letargo y, finalmente, de subordinación a las potencias dominantes de Europa y, por último, de Estados Unidos y Japón.
En ese largo período de cinco siglos, las naciones avanzadas de Europa y su vástago mayor, los Estados Unidos, ejercieron el monopolio de la ciencia y la tecnología y, consecuentemente, el dominio de la industria y de las redes de la globalización. En ese escenario, China descendió incesantemente en el orden mundial. En 1500, su ingreso per capita era semejante al de los países más avanzados de Europa. A mediados del siglo XX representaba menos del 10 %.
Desde las últimas décadas del siglo pasado, la incorporación masiva de la ciencia y la tecnología en el sistema económico y social de China, está transformando el país y su posición en el orden mundial. Su creciente protagonismo en las producciones manufactureras de frontera, pone fin al monopolio ejercido, sobre la tecnología y la industria, por las economías avanzadas de Occidente. El surgimiento de nuevas economías avanzadas en Oriente, se inició con el despegue inicial del Japón y, luego, de los tigres asiáticos (Corea del Sur, Taiwan, Hong Kong y Singapur). Pero ese conjunto de países representa el 5% de la población mundial. Es recién con la emergencia de China y, también, de India, ambos constituyen el 40% de aquella, que la Cuenca Asia Pacífico surge como un polo de desarrollo competitivo del Atlántico Norte.
Un primer "efecto" China es, por lo tanto, un nuevo reparto del poder con todas sus consecuencias en la organización y dinámica del sistema internacional. A partir de allí, se produce una catarata de otros efectos. Entre ellos, los siguientes:

Valorización de la producción primaria.

La incorporación de centenares de millones de seres humanos a la producción vinculada a la economía mundial, aumenta la demanda de alimentos y materias primas, eleva sus precios y, por lo tanto, valoriza los recursos naturales.

Redistribución del ingreso.

El empleo masivo de mano de obra de bajos salarios en las cadenas de valor transnacionales, debilita la capacidad negociadora de los sindicatos en los países avanzados y, consecuentemente, deprime la a participación de los salarios en la distribución del ingreso y aumenta la correspondiente a las ganancias. Estos hechos deprimen el consumo, impulsan el sostenimiento de la demanda agregada por otras vías (el crédito en los Estados Unidos y las exportaciones en Alemania y Japón) y promueven desequilibrios en el sistema global.

Reservas financieras.

El superávit en los pagos internacionales de China ha permitido la acumulación de reservas, en su Banco Central, por 2.5 billones de dólares, equivalentes a casi el 50% de las reservas internacionales del resto del mundo. Gran parte de las reservas chinas se han invertido en financiar el déficit de los pagos internacionales de los Estados Unidos y la expansión crediticia en ese país. El sistema financiero occidental funciona como un gran casino y autonomía respecto de la economía real y de las políticas públicas en marcos desregulados. Por el contrario, en China, el poder financiero es un instrumento fundamental de las políticas públicas y de la promoción de sus intereses nacionales en el orden global. Estos tres "efectos" forman parte de los desequilibrios macroeconómicos del sistema global, caracterizados por el déficit de los pagos externos de los Estados Unidos y el superávit de Alemania, Japón y China, la expansión de la liquidez internacional y la especulación en los mercados financieros internacionales. Este régimen es el que acaba de colapsar con la crisis inaugurada, a fines del 2007, en el mercado de préstamos hipotecarios en los Estados Unidos y el posterior derrumbe de los mayores intermediarios en los mercados globales. En las últimas décadas, las políticas económicas prevalecientes en las mayores economías avanzadas han revelado ser incapaces de organizar un sistema ordenado y estable de relaciones internacionales, impedir los desbordes especulativos de los mercados financieros y de acomodar el nuevo protagonismo de China y las economías emergentes de Asía. Las respuestas, a la crisis global, dadas hasta ahora, en el seno del G 20 y en el grupo mas reducido de las mayores economías del mundo, no alcanzan para resolver los problemas planteados.
La evolución de la economía global en el futuro cercano dependerá de la capacidad de China de dinamizar suficientemente su absorción interna, vía el aumento del consumo y no predominantemente, como hasta ahora, por las inversiones. De la de los Estados Unidos, de cerrar la brecha abierta por su insuficiencia de ahorro y el déficit de sus pagos internacionales. De las de Alemania y Japón, de expandir la demanda agregada vía el consumo interno y la inversión y no, como hasta ahora, las exportaciones. En las economías avanzadas, estos cambios de rumbo implican la sustitución del paradigma neoliberal dominante por la prioridad del pleno empleo y la redistribución del ingreso, no previsible, al menos por ahora. Más bien todo lo contrario, como revela la estrategia ortodoxa de ajuste asumida en la Unión Europea frente a la crisis de los países vulnerables de la Unión, del régimen comunitario y del euro.
Mientras las mayores economías del mundo y sus estados buscan respuestas al "efecto" China y los desequilibrios globales, en la periferia tenemos que encontrar nuestras propias respuestas. De allí la importancia de la reciente visita de la Presidenta argentina a China y el debate de la cuestión en nuestro país. Porque el "efecto" China nos confronta con una oportunidad y un desafío. La oportunidad consiste en la valorización de los recursos naturales y la expansión del mercado mundial para nuestra oferta de alimentos y productos primarios. El desafío, en evitar reducir la relación bilateral dentro del modelo centro periferia. Es decir, el intercambio de productos primarios argentinos por manufacturas y capitales chinos. En tal sentido, fue oportuna la observación de la Presidenta de que la relación bilateral debe ser entre socios y no clientes. Ya se sabe, desde siempre: la relación entre socios solo puede darse entre economías nacionales plenamente desarrolladas. Por lo tanto, en la Argentina como en China, es indispensable la integración nacional de las cadenas de valor, la formación de estructuras productivas diversificadas y complejas capaces de gestionar el conocimiento y establecer relaciones simétricas no subordinadas con el resto del mundo.
Para tales fines, con realismo y con firmeza, Argentina debe administrar su comercio con China y la eventual recepción de inversiones de ese origen, en el marco de la expansión equilibrada del valor agregado de las respectivas exportaciones y la orientación, de las corrientes financieras, con los mismos fines. Sería fatal que, en las condiciones de estos inicios del Siglo XXI en el orden mundial y en nuestro país, repitiéramos la experiencia de los pactos Roca Runciman de la década de 1930. Vale decir, ceder autonomía de la política económica a cambio de mercados para nuestra producción primaria. Esta tiene espacio en China y en el resto de Asia y de los mercados internacionales. Simultáneamente, la industria argentina debe empinarse sobre el mercado interno de su inmenso espacio territorial y su proyección al resto del mundo. Si hacemos las cosas bien, el "efecto" China es un aliado potencial del desarrollo argentino y seremos efectivamente socios no clientes.

Fuente: Ferrer, Aldo en Revista Argentina Económica.



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