viernes, 25 de noviembre de 2011

El protagonismo de la acción política.

La profundización del modelo de cambios de la mano de la acción política de los trabajadores.

Somos una región latinoamericana aún estructuralmente dependiente de los centros globales del poder pero que así y todo, día tras día, logramos reivindicar la lucha de los trabajadores por la inclusión social bajo los nuevos paradigmas de los regímenes populares que se imponen por la fuerza de la razón y de los hechos en muchos países. Toda una hazaña si consideramos que hace apenas unos diez años Latinoamérica, muchos de nuestros pueblos, habían perdido su razón de ser. Tanto en lo personal como en lo colectivo. El neoliberalismo y secuaces de la política, del conformismo y de la apatía, nos habían tirado literal y dolorosamente a la banquina de la historia. Por eso vivíamos al día, en un régimen político donde el largo plazo ni siquiera era la muerte, sino el día después. Recuperarnos de las consecuencias del calvario del régimen neoliberal y de todas las tragedias sociales y políticas de las que es directo responsable precisa entonces reencontrarnos juntos en un proyecto común que va más allá de las políticas y paradigmas pregonados por los factores de poder más conservadores, reaccionarios y autoritarios que aún hoy insisten en la libertad del mercado haciendo caso omiso a la experiencia reciente. Y con arrojo y paciencia, con avances y también con retrocesos, con virtudes y defectos, con democracia y políticas públicas inclusivas, fuimos construyendo las bases, los cimientos y las paredes de un nuevo país, de un régimen político mucho más justo que empezaba a devolvernos el orgullo de ser parte indisoluble de un proyecto de país que se hace camino al andar, que incluye y entrega el protagonismo de la acción política y de la gestión a los trabajadores en la conquista del bien común y de la mejoría sustancial de las condiciones de vida de todos. En la medida en que el régimen se compromete en la mejoría de la vida de todos, eso además implica la mejoría de las condiciones de trabajo, del acceso a la salud y a la educación. Podría seguir enunciando muchos logros, muchas conquistas logradas y reivindicaciones conseguidas en el fragor de la lucha por la primacía, pero me alcanza con éstos para fundamentar la inherente justeza de la posición política de los sectores y cultura popular. Entender esta lógica del régimen y asumirlo como tal, creo, es la manera de mirar más lejos para tratar de entender en qué instancias nos encontramos en esta construcción colectiva llamada régimen popular. En general, en Latinoamérica los países con regímenes políticos populares caminamos a un radicalismo profundo que favorece los intereses de los trabajadores. Estamos consolidando un importante proceso de cambios y de transformaciones sociales, políticas, comerciales y culturales.
De la mano de la perseverancia y de la paciencia a pesar de todo, del arrojo, de la lucha, de los combates y del protagonismo de los sectores populares y de la propia acción política hoy entendida como herramienta de cambios y transformaciones, es que nos encontramos en una nueva etapa en nuestros países. En el caso de Argentina, por fin habrá un nuevo Parlamento, con una relación de fuerzas favorable al proyecto nacional, que además es popular y democrático y habrá un nuevo gobierno, con un vicepresidente leal y comprometido con las bases del modelo lo que constituye todo un dato para celebrar. El otro gran dato histórico es que el ensamble institucional y político se hará en los adentros de un mismo proyecto de país, de un mismo modelo, de una misma concepción ideológica, del mundo y de sus rincones. Al tiempo que habrá continuidad también sobrevendrá el cambio para mejorar día tras día (como lo venimos haciendo desde el 2003 hasta la fecha) la calidad institucional del régimen que se vuelve así mucho más coherente, democrático e inclusivo. En ese contexto, las mayorías ya entendieron que la tan proclamada y deseada estabilidad republicana, convertida en caballito de batalla de los sectores opositores para intentar dañar al gobierno popular de cualquier manera, sólo se logra con inclusión social, con un importante proceso de generación de empleo y defensa de los derechos y las garantías constitucionales de los trabajadores. Esa es la gran lección de estos años. Lo contrario, fue la quietud de un país al que los dominantes le quebraron el alma porque marginaba y excluía a la mayor parte de los trabajadores en un proyecto que así se vuelve inviable desde todos los puntos de vista. Es el régimen que aún así continúan defendiendo los enemigos de la cultura popular. Pero, tamaña decadencia, falta de valores, de consecuencias y de un programa político mínimamente viable sólo es posible en un mundo dominado por los monopolios mediáticos, los parásitos de las finanzas y la complicidad de algunos políticos. El enemigo de todos ellos en realidad no es el gobierno, sino la propia democracia, el régimen popular, de gestión de los trabajadores porque en ese contexto son los propios trabajadores los que asumen el poder de decisión sobre qué políticas aplicar en el día a día lo que se traduce en una gobernanza más acorde con los intereses y necesidades de las mayorías. Mientras tanto, los marginales del poder actúan de otra forma. Se agazapan, trabajan y conspiran desde las sombras. Por eso mismo, y en este tramo más que nunca, habría que saber que la batalla cultural no se libra en un solo día y para siempre. No estamos ante la batalla de Maipú ni de Chacabuco porque esta es una batalla que se libra todos los días y que tienen como objetivo hacer valer la iniciativa política a favor del pueblo.
Existe la necesidad concreta de construir una nueva pedagogía, otra cultura de la vida, una gramática de poder que conjuge los mejores verbos en favor de las necesidades y urgencias de los trabajadores, que nos sirva para avanzar en esta etapa política que se abre con el protagonismo de la acción política de los trabajadores. Entonces, hoy tengo que insistir con el concepto de instrumentar una agenda de la victoria y salir a campo abierto a plantear, por ejemplo, que la corporación mediática estimula la desestabilización de la economía mientras defiende privilegios de clase que nada tienen que ver con la lógica de la democracia e inclusión de los trabajadores. Sin embargo, estamos en un momento de la historia en que por propia iniciativa de los grupos y sectores populares produce una conjunción de acontecimientos que nos permiten visualizar, con mayor claridad, la marcha de esta nueva etapa de cambios. Acontecimientos, cada uno por sí solo, que son capaces de ocupar sin inconvenientes la tapa de los diarios y de suscitar múltiples, variadas y apasionadas interpretaciones se suceden todos los días de la mano del protagonismo del gobierno en relación a las necesarias transformaciones que nos ocupan. Desde hace unos cuantos años, y al calor del retorno de la acción política como herramienta de cambio válida, los trabajadores de nuestra Latinoamérica nos acostumbramos a una acumulación sorprendente de hechos políticos y sociales que conmueven y por lo tanto nos impiden la objetividad en el sentido de tomar distancia o de la asepsia interpretativa. Como algo que parecía superado por la lógica de los neoliberales, el retorno de la acción política como protagónica nos predispuso (otra vez y a fuerza de la contundencia política de lo acontecido durante este tiempo de gobiernos populares) para la dinámica conflictiva de la vida democrática que recuperó, después de la gran noche que significó el neoliberalismo, la vitalidad y el compromiso de la participación que sólo puede nacer cuando, de nuevo, los trabajadores logran enfrentar sus dilemas y contradicciones.
Este protagonismo es bien auspicioso en el sentido en que reivindica la gestión democrática de la cosa pública, reivindica la necesidad del cambio y las urgencias de los sectores socialmente más vulnerables en desmedro de los factores de poder concentrados, esos que conspiran continuamente desde las sombras para intentar hacerse con nuestras vidas. Ese protagonismo es auspicioso porque nos permite entender además que la auténtica oposición es la de los factores de poder económicos y financieros que buscan debilitar a los gobiernos populares para así hacerse otra vez con la lógica del régimen político a través de la fuga de capitales y tratando de forzar devaluaciones que perjudican el poder adquisitivo de los sectores populares. Esto nos señala la necesidad de seguir encarando políticas y medidas que toquen cuestiones estructurales de la economía sabiendo, como lo saben muy bien los sectores populares, que una decisión gubernamental (ya sea económica o política) cobra real sentido cuando se inscribe en un proyecto que no se queda a medio camino, en el mero reformismo, sino que en primer lugar busca avanzar de la mejor manera hacia otra matriz productiva, social y política que estructura un régimen político democrático e inclusivo. Lo que se dirime en los mercados financieros y de cambio, en la lucha contra la especulación y contra la fuga de capitales, es la posibilidad misma o no de profundizar nuestros regímenes en favor de la igualdad de todos en el acceso a bienes públicos como la salud o la educación. Son esas medidas y tomas de posición estructurales porque hacen a la lógica del régimen y por eso es precisamente ahí donde la mayor parte de los gobiernos democráticos en lo formal fallan al dejarse finalmente condicionar por las corporaciones de toda índole. De ahí que los sectores populares tienen que ejercer, como lo vienen haciendo, su poder soberano legitimado en las urnas. También, es en estos momentos únicos de la realidad del hombre latinoamericano donde caen de bruces los análisis que piensan a los trabajadores como entes pasivos y carentes de iniciativa política e incluso incapaces de apropiarse de un hecho y de transformarlo en un giro que es histórico en cuanto a la mejoría de la calidad de vida de las mayorías.
La realidad es bien distinta porque son los sectores opositores a los gobiernos populares- esa verdadera oposición y no las escuálidas fuerzas y partidos de la derecha que sufren continuas palizas en las urnas frente a la manifestación de los trabajadores- las que están muy lejos de aceptar esas monumentales palizas, la contundencia de los triunfos electorales de las mayorías y la correspondiente consolidación del proyecto popular. Lo que está en juego desde siempre, ahora como ayer, son proyectos antagónicos de país y lo que también queda claro es que, a diferencia de otras etapas de la democracia, los sectores populares esta vez no están dispuestos a replegarse frente a los chantajes y las presiones de los factores de poder sino que, por el contrario, sienmpre se trata de ir por más, nunca por menos. Esta nueva realidad, mucho más candente y abrasadora, menos cruel y más justa, así nos desafía a no retroceder, nos desafía a no asimilarnos y responder de la mejor manera, con inteligencia, con estrategia, con valores y consecuencia, a todos y cada uno de los desafíos de los esfuerzos transformadores. Hoy más que nunca, las decisiones pasan por la política y por lo tanto tenemos que celebrar el protagonismo de ésta, sus ansias, sus valores y las formas y maneras de la participación y representación. 

Referencias bibliográficas:

Foster, Ricardo: “Acontecimientos, imposturas y contundencias” Publicado en revista Veintitrés de la edición del 6 de noviembre del 2011.
Anguita, Eduardo: “Relaciones soberanas” Publicado en Miradas al Sur de la edición del 6 de noviembre del 2011.
Giles, Jorge: “Argentina, una razón de vivir” Publicado en Miradas al Sur edición del 6 de noviembre del 2011.

Autor: Alfredo A. Repetto Saieg.

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