viernes, 11 de noviembre de 2011

La política, la conducción y la gestión popular.

Algunas características del relato político- cultural del kirchnerismo como origen del triunfo del 23 de octubre. 

Las recientes votaciones en el país mostraron algo de lo que todavía poco se habla en la cultura política argentina: fueron los trabajadores los que esta vez (como tantas otras veces desde el 2003 a la fecha) acompañaron un discurso político de la Presidente que además de ser profundamente vívido y emocional combina de esa manera algunos dolores que brotan en el momento menos pensado y alegrías que surgen desde el fondo del alma y de nuestras conciencias. Ese discurso de la Presidente- así bien existencial, emocional y político en sus aspectos éticos y estratégicos- es fundamental porque le da racionalidad y defiende los sentidos simbólicos que se asocian a la gestión del gobierno popular. La cuestión en el aspecto del discurso, del sentido y de la cultura política de transformación inaugurada en el 2003 y defendida por la Presidente, nos desafía entonces a ubicarnos en el complejo campo de análisis donde se entrecruzan los discursos y se dirimen los significados de la gestión pública, de cada una de sus políticas que a partir de ahí- en la medida en que el gobierno lleva la delantera en la batalla cultural e ideológica- donde el kirchnerismo logra ciertas ventajas y avances que le permiten construir un triunfo que trasciende la coyuntura y le permite revitalizar constantemente las decisiones tomadas. Entonces, lo que hoy tenemos, y que los trabajadores logran percibir, es una construcción política que trasciende la gestión en la medida en que logra reivindicar los intereses de los trabajadores apoyado en la cultura popular y en la incorporación política y social de amplios sectores anteriormente excluidos, marginados y vilipendiados en su dignidad. El rol del sector público, la defensa de los derechos humanos, las nuevas posiciones ideológicas y estratégicas respecto a los intereses de las corporaciones y la no represión de la protesta social, al igual que la distribución de la riqueza, son todos temas centrales que alimentan una gestión democrática y bien popular donde están en juego muchos valores, ciertas actitudes y opiniones. 
En gran medida el llevar la delantera en estos aspectos culturales y de la gestión democrática y más justa protagonizada por los trabajadores bajo la conducción y el liderazgo político de Cristina, nos conduce a esas grandes victorias porque hoy la política, la acción política de los trabajadores, vuelve a ser protagonista, herramienta e instrumento de gestión pública en favor del bien común. Esa batalla, la acción política como medio de transformación de la realidad ya está entre todos nosotros. Por eso en la actualidad el régimen político argentino, que es democrático, popular e inclusivo, ese régimen que conocemos como modelo K (haciendo referencia a las condiciones concretas y particularidades del país) tiene mucha más visibilidad. Incluso se metió en el interior profundo de la provincia de Buenos Aires donde el Frente Para la Victoria también fue mayoría. Todo esto apunta a la batalla cultural pero también a la comunicación y gestión propia del gobierno. A diferencia de la otra gestión de la cosa pública, la de los neoliberales que desde siempre insisten solo en criterios de eficiencia y de eficacia bajo los parámetros de la empresa e intereses privados, en la actual gestión de la agenda pública por parte del gobierno y de los actores políticos y sociales que lo sostienen, existe un fuerte patrimonio de valores que son compartidos. La intervención del sector público sobre la economía para mejorar la vida y las condiciones de trabajo (que es una meta histórica del peronismo), las nuevas posiciones estratégicas asumidas en relación a Latinoamérica, a expensas incluso de los intereses de los países centrales, las medidas de inclusión social y política, de soberanía e independencia, nos hablan de la construcción de una identidad mucho más democrática, justa y equilibrada en términos sociales y políticos. La reivindicación del sector público como interventor válido en la economía nacional, en la definición de sus factores y variables (como por ejemplo el tipo de cambio, el origen de las inversiones, del ahorro interno, la defensa de la industria nacional como mejor política de generación de empleo y éste a su vez como mejor medida de inclusión social, entre otros tantos factores que hacen al régimen) y la búsqueda de la igualdad de oportunidades para todos- que además es parte central del peronismo en tanto movimiento popular- son lo que nos explica el gran triunfo cultural e ideológico del gobierno que se expresara en la elección del 23 de octubre. 
Es importante también poner el acento en los desaciertos políticos y estratégicos (de toda índole) de los sectores opositores. Es decir, mientras algunos candidatos, e incluso líderes políticos históricos, hacían hincapié en la falta de libertad de los trabajadores, en la falta de pluralidad en los medios de comunicación o en la inseguridad, los trabajadores veían que esto no era así porque en realidad se sienten libres, reivindican y ejercen esa libertad donde además se incluye la propia libertad de expresión, y finalmente se sienten más o menos seguros. En ese contexto, hoy los trabajadores de esta nueva Argentina que continuamente está pariendo otras formas y maneras populares y democráticas de gestión, se dan cuenta que existe mucha más inclusión, notan que hay más igualdad y, por ende, mucha más libertad e igualdad de oportunidades. Además, los partidos de la oposición, de la mano de una crisis de representatividad que aún hoy no logran resolver y que viene desde los '90, carecen en realidad de una identidad que les de consistencia y credibilidad a la hora de intentar posicionarse como alternativa de poder. Binner, que efectivamente creció desde las elecciones primarias, cultiva un tipo de oposición más optimista sobre el presente, mucho más racional y menos fundamentalista que sintonizó un poco mejor con la realidad vivida por los argentinos. Sin embargo, ¿Binner habrá leído en alguna oportunidad un manual sobre los ideales y principios del socialismo en la medida en que despojado de todas sus basuras se convierte en sostén y parte del movimiento de los trabajadores, de sus sueños y frustraciones? 
Para mal de los grupos opositores son cada vez menos los trabajadores argentinos que se olvidan del país en el que viven y fundamentalmente en el que vivían hasta antes del modelo nacional y popular en curso. A pesar de ello, recién en los últimos meses empezó un diálogo más o menos respetuoso por parte de las dirigencias empresariales, tanto la de los sectores industriales como las agropecuarias, hacia el gobierno de Cristina. Recién en estos días los directivos del Grupo Techint empezaron a mostrar una actitud más lógica hacia los directores públicos por las acciones de la Anses en las empresas de Techint. Es que los intereses en juego son muy importantes. Son intereses y posicionamientos políticos, culturales e ideológicos que hacen a la definición de un nuevo país, de otras directivas políticas que sustente el bien común de las mayorías. De hecho, la nueva Argentina en curso nos desafía a pensar y definir que entendemos por el propio bien común, el que es de las mayorías. Nos desafía a definirnos en términos estratégicos, de qué lado estamos. Por lo mismo, todavía la presidenta del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont, no tuvo los votos para confirmarla al frente de la entidad. Eso porque desde la rebelión de Redrado la oposición se había descubierto, de un momento para el otro y casi por generación espontánea, como redradista. Sin embargo, a pesar de todo, del falso relato de los opositores y de sus medios masivos de comunicación, a pesar de tanto cartel y de tanta nota insidiosa, el ex Chicago Boy (esos tecnócratas que hicieron de las suyas con la imposición en su momento del régimen neoliberal) se quedó fuera y no llegará al Congreso. Lo decidieron los trabajadores y eso es muy bueno porque Argentina no es un país fácil. 
Si urgamos en la historia argentina vemos que éste es un país donde la mayor parte de los trabajadores organizados en sindicatos u organizaciones políticas, sociales, de base o vecinales que en general son representativas de los sectores y grupos populares fueron violentamente reprimidos luego de la experiencia que significó en términos de inclusión, de democracia y de participación, los gobiernos de Perón luego de la Segunda Guerra Mundial. En esas circunstancias el país fue literalmente destruido- tanto en sus perfiles industriales como financieros- por los sectores de poder más concentrados y reaccionarios que responden a intereses fuertemente contradictorios respecto a la soberanía nacional y popular. Lo que perciben hoy los trabajadores es que precisamente la gestión del gobierno busca recuperar ese otro país, el de la inclusión, el de los derechos laborales y garantías constitucionales, el de la defensa de la producción nacional, el de la ciencia, de la tecnología y de la economía productiva en general, y todo eso en el marco de un importante proceso colectivo, racional y emocional. Las elecciones del 23 de octubre es una clara demostración de que los trabajadores no solo perciben sino que además valoran y apoyan ese esfuerzo de la acción política como praxis de cambios y de transformación. Con aportes de la dirigencia, con el liderazgo de Cristina pero necesariamente con un diálogo con los propios trabajadores a través de las organizaciones que los representan, inclusive de una manera directa a través de actos y manifestaciones, son muchos los trabajadores que ya no descreen de la política, de los dirigentes y sobre todo de los intereses públicos. Son muchos los trabajadores que así desde ahora se involucran y participan lo que redunda en beneficio para todos. En ese cotexto de fuerte participación y de movilización se avanza en todos los temas, incluso en las cuestiones relativas a los intereses de los grupos y sectores económicos (los más conservadores) que son parte del régimen y que no están dispuestos a ceder sus privilegios. En estos temas se avanza de a poco, pero se avanza. Lo que debe tenerse presente es que el camino de Argentina no requiere en este momento de la atracción particular de inversiones externas. Las escalas de la economía y las ventajas comparativas requieren más de la movilización de los recursos propios hacia la industria y sobre todo hacia esos sectores que tienen un fuerte perfil tecnológico. 
Finalmente, es central aclarar que fue Mayo del 2010 la fecha bisagra a partir de la cual la figura de la Presidente fue creciendo con mucho mayor naturalidad, con mucho más apertura, más cercanía y con niveles de empatía social que pulverizaron el mito que nos habla continuamente de una supuesta y nunca demostrada imposición y soberbia kirchnerista. De hecho, hoy nos encontramos frente a un liderazgo que a lo largo del tiempo fue ejercido con cada vez más naturalidad, con más alegría y con una vitalidad devenida de la propia iniciativa política del gobierno que siempre fue uno, varios pasos más adelante que los sectores opositores. Una acción política que significó poder seguir haciendo y trabajando en beneficio de la reconstrucción del país. El relato kichnerista, al igual que el ya consolidado liderazgo y conducción de Cristina, no surgen de una imposición ni mucho menos de la soberbia sino que nace de la gestión democrática y popular del gobierno donde son los trabajadores quienes ahora tienen el poder real de decisión sobre la mayor parte de los problemas que los aquejan. Es una construcción colectiva nacida de una retroalimentación entre el discurso, las realizaciones cruciales de dos ciclos de gobierno y las percepciones, movilizaciones y expresiones nacidas desde los trabajadores. El relato kirchnerista no es un cuento ni un mito al modo de las fábulas de los neoliberales sino que en primer lugar es gestión y es implementación de políticas de carácter inclusivas. Es gestión porque es precisamente ahí, es decir, en la implementación de esas políticas, donde se juega el poder. Desde este punto de vista, la política está en los medios y no en los fines. Por ejemplo, cuando uno habla de fines, de objetivos o de metas de la acción política redentora o no, estamos siendo tan genéricos que incluso podemos intentar suprimir el conflicto de intereses entre los sujetos y actores sociales. Uno puede jugar con frases que en realidad no dicen nada pero ahí no estamos haciendo política. Política se hace cuando estamos en el tema de los medios para intentar conseguir determinados fines, cuando discutimos la instrumentación de las políticas porque es ahí donde finalmente aparecen los intereses de cada cual. La gestión democrática de la agenda pública entonces significa no solo plantearnos los grandes objetivos y metas a conquistar, los diseños o los proyectos nacionales, los planes, sino que también y al mismo tiempo implica involucramos con el cómo, en los medios para tal fin. En ese sentido, la gestión de la Presidente ha sido más que admirable. 

Referencias bibliográficas: 

Anguita, Eduardo: “El pulso de la semana: El mundo que nos espera a los argentinos” Publicado en Miradas al sur de la edición del 30 de octubre del 2011. 
Bencivengo, Gabriel y Pérez Graciela: “Un viaje por el corazón y la cabeza de los votantes kirchneristas” Publicado en Miradas al sur de la edición del 30 de octubre del 2011. 
Blaustein, Eduardo: “Del bailecito del Bicentenario a los festejos danzantes en la Plaza” Publicado en Miradas al sur de la edición del 30 de octubre del 2011. 
“El rol de la universidad en la formación de dirigentes políticos” Publicado en Miradas al sur de la edición del 30 de octubre del 2011. 

Autor: Alfredo A. Repetto Saieg.

No hay comentarios:

Publicar un comentario