sábado, 9 de octubre de 2010

Cultura:



Aquí están, estos son...

Los primeros gobiernos peronistas le dieron al deporte un lugar central. Pero Tras el golpe del ’55, la Libertadora prohibió a muchos atletas apadrinados por Perón. Aquí, sus historias.

Osvaldo Suárez, uno de los atletas más brillantes que tuvo el país, volvió destrozado a su casa de Wilde. Ni siquiera lo habían dejado entrar al hall de embarque del aeropuerto de Ezeiza para viajar a los Juegos de Melbourne en 1956. El regreso a su barrio fue silencioso, solitario y triste. La “Comisión Investigadora de Irregularidades Deportivas”, que la Libertadora había puesto en funcionamiento, afirmaba que había viajado a algunas competencias “por acomodo”. No era más que una manera de darle curso a lo que estampaba el decreto 4.161/56 de los dictadores: “La prohibición de elementos de afirmación ideológica o de propaganda peronista”.
Suárez, que era continuador de una tradición iniciada por Juan Carlos Zabala y Delfo Cabrera, no tuvo manera de hacer entender a los ejecutores de los planes de Isaac Rojas y Pedro Aramburu, que era dueño de las mejores marcas a nivel panamericano y que los de Australia, eran los juegos que había soñado. Pero el gobierno no le perdonó haber recibido de manos del peronismo algunos premios, como el de la “Maratón de los Barrios”, un trofeo que le robaron de su casa también luego del golpe.
Don Osvaldo tenía razón. Melbourne hubiera sido la oportunidad de su vida. Un año después, en la San Silvestre de 1957, derrotó al soviético Vladimir Kutz, el poseedor de la medalla de oro que estaba destinada a él. En estos días, el hombre de Independiente sigue afirmando: “Lo mío fue y es el deporte. Yo, siendo peronista de corazón, jamás me había involucrado en política”. Mono. Estas palabras del triple ganador de la San Silvestre y la escena de Gatica, el Mono, el film de Leonardo Favio en el que el boxeador (interpretado por Edgardo Nievas) sostiene “no sé por qué me persiguen (…) yo nunca me metí en política, siempre fui peronista”, hablan solas de una época. Por otra parte, la figura decadente del Mono luego de la Libertadora que Fabio ofrece en el film, es un poco la visión épica que el peronismo buscó en sus héroes deportivos. Si bien Pascual Pérez, medalla de oro en Londres 1948 y campeón mundial en 1954 de la categoría mosca, reproduce como ningún otro la superación a través del deporte, el imaginario peronista del boxeador descansa mucho más en la figura del puntano. Porque Pérez, a pesar de dedicar sus triunfos “para Perón, para la Patria y para Argentina”, no despertó jamás el odio que encendía el Mono en los antiperonistas. Los muchachos. A la prohibición de que Gatica no pudiera pelear “en todo el territorio argentino” se sumaron la de los remeros Eduardo Guerrero y Tranquilo Capozzo, quienes obtuvieron en Helsinki 1952 la última medalla dorada para Argentina, hasta que el fútbol y el básquet las reconquistaron en Atenas, 52 años después. “Me pareció una barbaridad, no entiendo todavía hasta el día de hoy por qué se metieron con nosotros”, dice Guerrero, quien mantiene el mismo bigote finito que en aquella época, “¿qué tienen que ver los deportistas con todo eso?”, se pregunta. Además, también fueron alcanzados por la prohibición el campeón sudamericano de bochas Roque Chilín Juárez y la tenista Margarita Terán de Weiss, a quién se la vinculó sentimentalmente con Perón, tras la muerte de Evita.
Por su parte, Juan Manuel Fangio, a pesar de haberse declarado siempre apolítico, fue otro de los acosados. El gobierno le había comprado dos Ferraris y era agregado cultural en la Embajada Argentina en Roma, por lo que recibió un sueldo durante los primeros años del gobierno de Perón. Cuando regresó al país, luego de obtener su tercera corona en la Fórmula 1, la Libertadora investigó a todas sus empresas y sus posibles lazos con el peronismo. Lo dejó libre de culpa y cargo en 1959.
Fangio no fue el único que no se manifestó como peronista en esa época. La campeona argentina de salto en largo Noemí Simonetto, nunca le dedicó un triunfo a Perón, a pesar de haber obtenido la medalla de plata en los Juegos de Londres en 1948. Al regresar de esa competencia, prefirió ofrecérselo “a la Patria”. Según lo cita el periodista Ezequiel Fernández Moores en su reciente libro Breve Historia del Deporte Argentino, Eusebio Marsilla, al piloto juninense conocido como el Caballero del Camino, los relatores de la época no lo llamaban por su nombre, debido a que se había negado a usar leyendas oficiales en sus autos. “Ahí pasa el auto negro de Suixtil” o “ahí va el automóvil número 3”, decía Luis Elías Sojit, autor de la frase “hoy es un día peronista”. Pick and roll. Sin embargo, los que más sufrieron las prohibiciones fueron los campeones de básquet de 1950. Ellos habían sido los mimados de Perón luego de la Noche las Antorchas, la jornada en que derrotaron a Estados Unidos –un equipo representado mayoritariamente por jugadores de la Denver Chevrolet, y no de la NBA– y se consagraron campeones en el Luna Park. Fue un partido con récord de asistencia en Corrientes y Bouchard. Los hinchas, luego de la victoria, encendieron los diarios y caminaron desde el Luna hasta el Obelisco para festejar.
Como premio, además de favores personales, Perón les concedió una Orden de Coche a cada uno de los integrantes del plantel. Esa orden posibilitaba la importación de un auto, podía ser revendida y los jugadores se quedarían con el dinero. El técnico de ese equipo, Jorge Canavesi, recuerda que “era un premio que le daban a los diputados, senadores y a la gente destacada. Es más, recuerdo que antes de disputar los Panamericanos de 1951, previo a la final con Estados Unidos, Eva Duarte nos dijo que si ganábamos, cada uno de nosotros iba a recibir una orden pero por una casa”.
La Comisión Investigadora de Irregularidades Deportivas hizo valer la vigencia del Código del Aficionado, incluido en los estatutos del Comité Olímpico Internacional y vigente en Argentina. El código, que impedía recibir retribuciones por jugar, fue el arma que utilizó la Libertadora para suspender de por vida a todo el plantel. Resultó llamativo que aquellos dirigentes que acompañaban al equipo en los logros, no tuvieron ningún reparo e hicieron efectiva la medida, actuando en línea con el gobierno de facto. Claro, ninguno de ellos había sido alcanzado por los beneficios de Perón. Esta prohibición llevó al deterioro del básquet argentino, porque cuando le levantaron la sanción a los basquetbolistas, al igual que lo sucedido con Osvaldo Suárez, los mejores años ya habían pasado. La peli. El reconocimiento llegó 52 años después. El 27 de marzo de 2007, el actual Secretario de Deportes de la Nación, Claudio Morresi, les entregó diplomas de desagravio a Suárez, a Guerrero y al equipo de básquet campeón del Mundo. “Pasaron muchos gobiernos democráticos después de la sanción y nadie se hizo eco de lo que nos había sucedido. Ésta es la primera vez que recibimos este reconocimiento y estamos muy agradecidos”, afirmó Ricardo González, el capitán. Por otra parte, en el próximo Festival de Cine de Mar del Plata, se estrenará Tiempo Muerto, un documental de Maximiliano Dubois que repasa la historia completa de los campeones del mundo en 1950. Será otra manera de recordar el básquet en la época en que el deporte tuvo planificaciones serias, como nunca antes. Como nunca después.

Fuente: Christian Rémoli en http://buenaventuraluna.blogspot.com/

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