sábado, 9 de octubre de 2010

Historia


Carta del General Perón con motivo de la muerte del Che, 24 de octubre de 1967

Compañeros: Con profundo dolor he recibido la noticia de una irreparable pérdida para la causa de los pueblos que luchan por su liberación. Quienes hemos abrazado este ideal, nos sentimos hermanados con todos aquellos que en cualquier lugar del mundo y bajo cualquier bandera, luchan contra la injusticia, la miseria y la explotación. Nos sentimos hermanados con todos los que con valentía y decisión enfrentan la voracidad insaciable del imperialismo, que con la complicidad de las oligarquías apátridas apuntaladas por militares títeres del pentágono mantienen a los pueblos oprimidos. Hoy ha caído en esa lucha, como un héroe, la figura joven más extraordinaria que ha dado la revolución en Latinoamérica: ha muerto el Comandante Ernesto Che Guevara. Su muerte me desgarra el alma porque era uno de los nuestros, quizás el mejor: un ejemplo de conducta, desprendimiento, espíritu de sacrificio, renunciamiento. La profunda convicción en la justicia de la causa que abrazo, le dio la fuerza, el valor, el coraje que hoy lo eleva a la categoría de héroe y mártir. He leído algunos cables que pretenden presentarlo como enemigo del Peronismo. Nada más absurdo. Suponiendo fuera cierto que en 1951 haya estado ligado a un intento golpista, qué edad tenía entonces?. Yo mismo, siendo un joven oficial, participé del golpe que derrocó al gobierno popular de Hipólito Irigoyen. Yo también en ese momento fui utilizado por la oligarquía. Lo importante es darse cuenta de esos errores y enmendarlos. ¡Vaya si el Che los enmendó!. En 1954, cuando en Guatemala lucha en defensa del gobierno de Jacobo Arbenz ante la prepotente intervención armada de los yanquis, yo personalmente di instrucciones a la chancillería para que le solucionaran la difícil situación que se le planteaba a ese valiente joven argentino; y fue así como salió hacia México. Su vida, su epopeya, es el ejemplo más puro en que se deben mirar nuestros jóvenes, los jóvenes de toda América Latina. No faltaran quienes pretendan empalidecer su figura. El imperialismo temeroso del enorme prestigio que ya había ganado en las masas populares; otros, los que no viven las realidades de nuestros pueblos sojuzgados. Ya me han llegado noticias de que el Partido Comunista Argentino, solapadamente, está en campaña de desprestigio. No nos debe sorprender ya que siempre se ha caracterizado por marchar a contramano del proceso histórico nacional. Siempre ha estado en contra de los movimientos nacionales y populares. De eso podemos dar fe los peronistas. La hora de los pueblos ha llegado y las revoluciones nacionales en Latinoamérica son un hecho irreversible. El actual equilibrio será roto porque es infantil pensar que se pueden superar sin revolución las resistencias de las oligarquías y de los monopolios inversionistas del imperialismo. Las revoluciones socialistas se tiene que realizar; que cada uno haga la suya, no importa el sello que ella tenga. Por eso y para eso, deben conectarse entre si todos los movimientos nacionales, en la misma forma en que son solidarios entre si los usufructuarios del privilegio. La mayoría de los gobiernos de América latina no van a resolver los problemas nacionales sencillamente porque no responden a los intereses nacionales. Ante esto, no creo que las expresiones revolucionarias verbales basten. Es necesario entrar a la acción revolucionaria, con base organizativa, con un programa estratégico y tácticas que hagan viable la concreción de la revolución. Y esta tarea, la deben llevar adelante quienes se sientan capaces. La lucha será dura, pero el triunfo definitivo será de los pueblos. Ellos tendrán la fuerza material circunstancialmente superior a la nuestra; pero nosotros contamos con la extraordinaria fuerza moral que nos da la convicción en la justicia de la causa que abrazamos y la razón histórica que nos asiste. El Peronismo, consecuente con su tradición y con su lucha, como Movimiento Nacional, Popular y Revolucionario, rinde su homenaje emocionado al idealista, al revolucionario, al Comandante Ernesto Che Guevara, guerrillero argentino muerto en acción empuñando las armas en pos del triunfo de las revoluciones nacionales en Latinoamérica.

Juan Domingo Perón

70 Aniversario de “El Fogón de los Arrieros”

El lunes 7 de Octubre de 1940 comenzaba a irradiarse, desde Radio El Mundo de Buenos Aires y para gran parte del territorio nacional, El Fogón de los Arrieros, un programa escrito por Buenaventura Luna y animado por él mismo y por su conjunto La Tropilla de Huachi-Pampa. Es mucho lo que se ha escrito respecto de la adhesión que logró aquella audición en un público que, como el propio Eusebio Dojorti y sus cachorros de La Tropilla, formaba parte del proceso migratorio que había depositado a los hijos del país argentino en los suburbios y en los oficios despreciados por la arrogante metrópoli. Por nuestra parte, perseveramos en sostener que la masividad y la fidelidad de la audiencia fueron posibles merced a que se respetó la inteligencia de los oyentes y, como en un juego de espejos, se les devolvió una imagen digna de sí mismos. En este sentido, El Fogón de los Arrieros fue uno de esos fenómenos culturales que suelen anticiparse a los sucesos revolucionarios en la medida en que actúan como activos revalorizadores de la propia cultura y, por ello mismo, despejan el camino para la toma de conciencia de lo medular del drama nacional. Leamos cómo se despedía, el 16 de Diciembre del ´40, ese primer año del programa: “El éxito no ha sido casual. El material básico de Buenaventura Luna fue honradamente concebido y realizado; el gaucho, su vida y sus andanzas, justamente enfocados, tenían la humana pureza de la sencillez y de la verdad; se supo renunciar al éxito teatral para imponer las inquietudes y las alegrías del paisano y todo ello en el marco de verdadero sentimiento criollo. Así fue como El Fogón de los Arrieros se adentró a galope tendido en el corazón de los oyentes (…) Debemos agradecer a los oyentes, el favor de su atención y la cuantiosa correspondencia de aplauso con que nos honraron, y también debemos pedirles disculpas si aun no se ha contestado toda esa correspondencia y, al mismo tiempo, que nos perdonen por la renuncia sistemática a recibir visitas durante la transmisión. Ese hermetismo se debió al deseo de mantener el encanto imaginativo, el ensueño del oyente, que frecuentemente suele desvanecerse después de ver la acción dentro del estudio”. Para finalizar, tomemos un ejemplo al azar de un pequeño fragmento de aquellos libretos que Buenaventura Luna iba “tecleando como uno obseso, y era puro mate” que su compañera, Olga Maestre, le cebaba mientras velaba la parición nocturna de sus trabajos: “Silenciosa y liviana, la nieve ha puesto un lienzo blanco en las laderas serranas. Hacen los arrieros el camino que juega al escondite y se pierde a cada rato entre los altos fantasmas de los montes, entre el caldén y la chilca, que asoma a veces de la nieve que acalla los ecos sonoros de la tropa. Cuestas y repechos, vueltas y más vueltas, llega por fin el codiciado alto en el camino, el ansiado fogón, la consabida rueda de hombres y guitarras y el esperado relato del capataz que bien puede ser un trozo de la apasionante leyenda de Sinecio Trenzales, algunas sabrosas y concienzudas sentencias del Tata Viejo, alguna colorida escena en los ranchos de ‘Ña Bailona, La Pobre’”. ¿Hace cuánto que los oídos de los oyentes no son tratados con la delicada sonoridad que su atención merece? El libretista va depositando -melodioso, armónico- palabras que requieren, pero a la vez crean, un cierto tipo de oyente -refinado, sutil-, y la escucha se vuelve atenta a la espera -podría decirse que a la “pesca”- de la próxima perla que está por cruzar el éter. ¡Qué lujo! Años febriles de la radiotelefonía argentina: ¿se llega a valorar lo que tuvo entre manos, lo que ella misma propaló con tan intensa dignidad para el escucha? Aquel oyente-cazador posiblemente se haya perdido en el tiempo, huérfano de las palabras que, con su poder y su magia, lo invitaban a celebrar su propia cultura nacional.

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