sábado, 18 de diciembre de 2010

Internacionales:



Un Estado palestino sin Obama

Diplomacia argentina

Tras un discreto llamado el domingo, la presidenta Cristina Kirchner remitió este lunes una nota al presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, para informarle que “el gobierno argentino reconoce a Palestina como un Estado libre e independiente dentro de las fronteras definidas en 1967”. La decisión argentina forma parte de una compleja y arriesgada maniobra diplomática que podría llevar a la creación de un Estado palestino sin la mediación de Estados Unidos.
El reconocimiento –que fue coordinado con los gobernantes de Brasil y Uruguay– despertó un previsible y calculado malestar en la Cancillería israelí, que expresó su decepción por la medida y dijo que el anuncio “es puramente retórico” y que “va en contra de las negociaciones de paz”, afirmó el vocero del Ministerio de Relaciones Exteriores israelí, Yigal Palmor, para quien “si la Argentina hubiera querido hacer una verdadera contribución a la paz, hay otros medios en lugar de este gesto puramente retórico”.
Según el canciller Héctor Timerman, la iniciativa argentina “busca transmitir el interés de nuestro país en que se logre un avance definitivo en materia de paz”. Sin embargo, se trata de una iniciativa mucho más compleja, delicada y ambiciosa que la que el polémico canciller Avigdor Lieberman es capaz de avizorar. La retórica bárbara, grosera, invariablemente violenta contra los árabes, ha hecho del canciller Lieberman lo que es hoy. Un impresentable del que se avergüenzan hasta los embajadores israelíes.
Argentina cree que hay una impasse en las negociaciones de paz que llevan muchos años y que llegó el momento de decirles a los países involucrados que estamos siguiendo el asunto con atención y que queremos darles un mensaje de que Argentina cree que ambos pueblos tienen derecho a un Estado”, explicó este jueves Timerman durante su visita de un día a Italia.
Pasando por alto las críticas israelíes, Timerman argumentó que “se trata de una acción soberana de la República Argentina y así fue presentada al mundo”. Detrás de las cuidadosas formulaciones del canciller se adivina una compleja maniobra diplomática que no está exenta de riesgos. Haciendo gala de una inusual prudencia, Timerman agregó que “tal vez reconociendo los derechos y obligaciones de Palestina como Estado y de Israel, se motiva a ambos a profundizar el diálogo de paz y terminar de una vez por todas con el conflicto de Medio Oriente”.
La decisión argentina fue bien recibida por el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas. Pese al sigilo que rodeó el anuncio del reconocimiento diplomático, el vocero del Departamento de Asuntos Relacionados con la Negociación en el seno de la OLP, Xavier Abu Eid, confirmó que la presidenta Cristina Fernández llamó el domingo personalmente a Mahmoud Abbas para informarlo de la decisión.
En medios palestinos en la ciudad cisjordana de Ramallah –sede administrativa de la ANP y que permanece bajo ocupación israelí–, se espera que también Uruguay anuncie en los próximos días el reconocimiento de un Estado palestino con las fronteras anteriores a 1967 en Gaza, Cisjordania y Jerusalén Oriental. El viceministro de Asuntos Exteriores de Uruguay, Roberto Conde, confirmó que su país tiene previsto reconocer a Palestina como Estado en el 2011.
La iniciativa argentino-brasileña le han insuflado renovado optimismo al líder palestino, porque su gobierno se propone dejar de apostar por el infructuoso diálogo con Estados Unidos como intermediario para la creación de un Estado palestino, según aseguró Abbas este viernes, tras reunirse con su homólogo egipcio, Hosni Mubarak, en El Cairo. “Tenemos otras opciones”, sostuvo Abbas. A diferencia de Estados Unidos, Brasil, Argentina y varios países de Europa occidental están dispuestos a reconocer un Estado proclamado de manera unilateral por el lado palestino, dijo. Otra alternativa es una mayor implicación de la ONU en el proceso de paz.
Brasil y Argentina no están solos en esta jugada para desplazar a Estados Unidos como mediador para un acuerdo: recientemente, Francia elevó el grado del representante palestino en París al de embajador, algo que había hecho ya España. Abbas subrayó que las negociaciones con Israel son imposibles mientras sigan las construcciones en las colonias. Precisamente, este martes Washington puso fin a sus intentos de persuadir a Israel de que paralice esas construcciones.
Pese a que le fue concedido el Premio Nobel de la Paz a cuenta de futuros dividendos, el presidente Barack Obama no consigue reavivar el agonizante proceso de paz en el Medio Oriente. Veinte años después de la Conferencia de Paz de Madrid y diez años después del naufragio del ex presidente Bill Clinton en Camp David, su esposa, la secretaria de Estado Hillary Clinton, embarcó al presidente Obama en otro fallido intento de alcanzar un acuerdo.
Hasta ahora, la incapacidad de israelíes y palestinos de concebir las negociaciones como un divorcio conducente a la formación de dos Estados –y no como un idílico matrimonio de conveniencia– terminó de entrampar a todos los protagonistas en una perpetua espiral de violencia. La lista de fracasos es extensa: Oslo en 1993; Camp David, en 2000; la Hoja de Ruta, en 2003, y Annapolis, en 2007. Con el continuo ir y venir de enviados estadounidenses, tanto israelíes como palestinos comparten su decepción sobre las posibilidades de un acuerdo patrocinado por Washington.
Por otra parte, los israelíes han perdido todo sentido de urgencia sobre el problema palestino. El masivo flujo de ayuda internacional a Cisjordania hace que la ocupación sea una de las más convenientes de la historia; los israelíes controlan la tierra y su población sin la carga financiera de gobernar directamente.
Para Tel Aviv, la implementación de la fórmula de dos Estados y la vuelta a las fronteras de 1967 implica la evacuación masiva de colonos y la amenaza de rebeliones civiles y quizás hasta conatos de insurrección en las fuerzas armadas. Nunca totalmente convencida de la viabilidad de la solución de dos Estados y estimulada por el fracaso que hasta ahora ha sufrido el proceso de paz, la derecha israelí está volviendo a jugar con el escenario más peligroso de todos: un Estado binacional en el que los palestinos tendrían derechos de ciudadanía, pero ningún tipo de derecho nacional. No es una mala fórmula para garantizar una guerra civil a perpetuidad.
En el otro margen, la iniciativa conjunta de Brasil y Argentina –que apunta a desbancar a Estados Unidos como interlocutor privilegiado en el proceso de paz– entraña riesgos serios. Un nuevo fracaso supondría una derrota diplomática en una región del planeta que es un campo minado, pero seguramente tendría consecuencias mucho más graves para israelíes y palestinos: el eterno retorno de la violencia.

Fuente: Enviado por Gisela Carpineta en Diario Miradas al Sur de la edición del 12 de diciembre del 2010.

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